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ISLA PARITI Y BAHÍA DE COHANA: ENTRE LOS DESECHOS URBANOS Y LA ANCESTRALIDAD FECUNDA DE VIDA

Por aquí se llega a la Bahía de Cohana en el lago menor o Wiñay Marka de nuestra Qutamama, el lago Titikaka. Por este camino también llegamos a la isla de Pariti, uno de los lugares más llenos de historias ancestrales.

Antes de pasar a la isla de Pariti tenemos que llegar a Quehuaya y encontrarnos las construcciones líticas que fueron levantadas entre los años 1000 a 1470 de nuestra era de los asentamientos culturales de los Señoríos Aymaras, se trata de chullpares o enterratorios arqueológicos de Quehuaya, conocidos también como “kalautas” o casas de piedra. En esta zona existen al menos 297 estructuras de piedra entre chullpas y estructuras habitacionales arqueológicas que fueron erigidas en medio de terrazas de cultivo a orillas del lago sagrado, en una superficie aproximada de más de un kilómetro cuadrado, considerado el sitio arqueológico más grande del Periodo Intermedio Tardío que se desarrolló después de la civilización de Tiwanaku.

Muy cerca de la memoria de piedra, tan llena de historia que todavía desconocemos, nos esperan los botes que nos llevarán por un pasaje de totoras hasta la isla Pariti. Los totorales han llenado el espacio donde antes había lago azul y cristalino, señal de que el nivel de las aguas ha descendido aceleradamente los últimos años. Estos canales de totora también nos hablan de la contaminación y también de cómo el lago se defiende tratando de filtrar de manera natural la podredumbre que enviamos desde las ciudades y centros poblados aledaños.

La bahía de Cohana es donde desembocan los ríos Seke y Seco para conformar el río Pallina, que al ingresar a la bahía se convierte en el río Katari. Durante los últimos 30 años, esta cuenca lacustre recibe el arrastre de desechos sólidos generados en las ciudades de El Alto, Viacha y Laja, lo que contamina las aguas de la bahía y afecta a más de 10.000 habitantes de esa región a orillas del lago Titikaka. Nuestras alcantarillas desembocan aquí arrastrando contaminación proveniente de nuestros sobreconsumos urbanos, de los residuos mineros de la cordillera y, OJO con esto, crecientemente del uso exagerado de antibióticos tanto en la ganadería lechera como en el consumo humano. Estos totorales son expresión de esa contaminación y de la crisis climática que está amenazando la existencia de Wiñay Marka o pueblo eterno, es decir del lago menor de nuestra Qutatmama, el Titikaka. De las aguas del lago Titikaka y su evaporación depende un vasto territorio del altiplano boliviano y el sur peruano, se calcula que unos tres millones de personas dependemos de éstas aguas que estamos matando. Estos totorales y las aguas del Titikaka nos hablan de nuestra responsabilidad, de que algo tenemos que hacer y pronto. Es un llamado urgente a la acción de cada persona, de las autoridades de gobiernos en diferentes escalas, pero fundamentalmente es una convocatoria a reconectar de manera equilibrada y respetuosa con la naturaleza.

Tal vez para reconstituir unos modos de vida en comunidad con todas las personas, no solo humanas, sino también con las aguas, los animales, las plantas, los vientos, el cosmos, los ancestros y lo sagrado, necesitamos afinar nuestros oídos, agudizar la vista, sensibilizar el tacto, reabrir la piel a los sentires profundos para escuchar las voces que emanan de nuestra memoria, como la que se conserva en el museo de la isla de Pariti.

En Pariti se encontró una gran riqueza arqueológica que data del año 900 a 1050, parte de la cultura Tiwanaku. La finísima cerámica tiene figuras de animales selváticos como tigres, monos, etc.; algo que hace pensar que este sitio era un centro ceremonial al que acudían los originarios venidos desde otros pueblos ubicados más allá de Los Andes. Se trata de una ofrenda descubierta el año 2004 con más de 400 ceramios de exquisita factura y gran complejidad, todos fragmentados intencionalmente. De los vestigios encontrados sobresale el Señor de los Patos que es una de las piezas más notables de la extraordinaria exposición que se encuentra en exhibición en el museo ubicado en la isla.

¿De qué nos hablan estos ceramios? ¿Por qué fueron parte de una ofrenda fantástica y fragmentados intencionalmente? ¿Cuál su importancia en las relaciones más equilibradas entre seres humanos y de éstos con la naturaleza y con nuestra sabiduría ancestral? ¿Removerlos de su sitio original y recolocarlos en un museo tendrá alguna influencia en lo que está pasando con el deterioro acelerado del lago menor? ¿Qué nos enseñan para restituir una relación de cuidado mutuo entre seres humanos, aguas de nuestra Qutamama, clima, aves, peces, flora y demás seres que pueblan esta región? ¿Seremos capaces de abrir nuestra sensibilidad y retomar una relación filial de cuidado y amparo mutuo con el lago Titikaka y todas sus formas de vida?