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EL CAMPO CULTURAL EN LA CIUDAD DE EL ALTO: Ese awayo multicolor con pampa aymara

  1. 1.Las poblaciones constituyentes de la ciudad

1.1. La población aymara del altiplano paceño

La ciudad de El Alto no podría ser comprendida sin la extensa y densa migración campesina del altiplano paceño que fue poblando esta nueva conformación urbana. Esta migración es fundamentalmente aymara.

La importancia de las relaciones económicas y de intercambio entre poblaciones andinas, en una suerte de máximo control de pisos ecológicos posibles adecuándose con la diversidad y variabilidad de la geografía y el clima de la región influenciada por la cordillera de Los Andes, permitió que la zona donde se ubican las ciudades de La Paz y El Alto se constituyera, desde antes de la invasión española, en territorios importantes para estos flujos. Cuando la colonia española se asentó en la actual ciudad de La Paz, estableció un lugar fundamental para el control de los intercambios comerciales y de mercaderías en esta región. Así La Paz fue ganando importancia como ciudad comercial y de intercambios. El crecimiento urbano de la ciudad obligó a que las poblaciones rurales del altiplano paceño que trasladaban productos hacia el mercado paceño, buscaran lugares para pernoctar, almacenar y distribuir su mercadería en los márgenes de la ciudad. El entorno de la estación de trenes, que tenía su primera parada a la salida de La Paz en la inmediación de lo que sería la Ceja de El Alto, se convirtió de a poco en lugar propicio para estas actividades.

La estación de trenes y la zona de Alto Lima, en torno a la toma de agua, se fueron constituyendo en los lugares donde se asentaron las primeras poblaciones alteñas. Se trataba de campesinos de origen aymara, que utilizaban estos espacios como puerta de organización para su entrada a la ciudad de La Paz. Desde entonces, los flujos migratorios temporales y permanentes de la población aymara campesina del altiplano paceño nunca dejó de ser intensa hacia la ciudad de El Alto.

Esta población se fue quedando en la naciente ciudad alteña y fue configurando la más importante presencia cultural de ésta ciudad. Basta caminar cotidianamente por las calles de esta ciudad para encontrarnos con esta presencia significativa de lo aymara. Son numeros los ejemplos q   ue se pueden observar de esta presencia cotidiana de lo andino aymara en la vida cotidiana alteña: los apellidos de su población y la forma en que se establecen las migraciones por relaciones de parentesco, que incluyen los padrinazgos, y por lugar de origen, se trata de una estrategia antigua de las culturas andinas por la cual se establecen redes de sobrevivencia, económicas, festivas, de cumplimientos de cargos y responsabilidades, etc; la incorporación de las fiestas rituales andinas y el calendario festivo agrícola en el nuevo contexto de la ciudad, actitud relacionada con una noción del tiempo cíclico andino donde cada uno de estos momentos agrícolas conversa de manera complementaria con ritos y fiestas que vuelven en cada ciclo pero de manera renovada, estas prácticas organizan el sentido y uso del tiempo en las comunidades y se trasladan a las ciudades[1]; la organización de las ferias y mercados que mantiene una estructura de feria campesina con intercambios y copamiento de la calle; los sistemas de reciprocidad y ayni fundamentales para la regeneración de la vida en estructuras comunitarias andino campesinas ya que permiten una suerte de compartir favores que facilitan el intercambio de mano de obra, productos y turnos para el apoyo colectivo a las familias particulares. Estos son sólo algunos ejemplos de la importancia de la población aymara en la configuración cultural alteña.

Si se retoman los datos del documento referido a la estadística de la conformación de la población alteña, es fácil darse cuenta de la importancia cuantitativa de la migración campesina del altiplano paceño, así como del uso del idioma aymara en el cotidiano de la ciudad.

Se puede afirmar que, si la ciudad de El Alto es un awayo multicolor, la pampa o color de fondo es principalmente aymara.

1.2. Los rebalses urbanos de la ciudad de La Paz

Una segunda composición importante de la complejidad poblacional y cultural de la ciudad de El Alto, es aquella que se constituyó por un desplazamiento de los rebalses urbanos de la ciudad de La Paz. Especialmente a partir de la década de 1960 se establecieron planes de vivienda planificada en El Alto, a los que fueron desplazadas poblaciones de la ciudad de La Paz que por factores económicos de exclusión y pobreza no conseguían espacio en esa ciudad para hacerse de una casa propia. Mucha de esta población era también aymara, pero su constitución había sufrido modificaciones por tratarse de generaciones que habían sido criadas en la ciudad, en especial se perdió en muchas de estas personas el vínculo directo con las comunidades campesinas, elemento central de una cosmovisión agrocéntrica como la aymara y que rige las relaciones de parentezco o el calendario festivo como se vio en el capítulo anterior. También, mucha de esta población era expresión de nuevas configuraciones culturales urbanas y de migraciones de otras regiones que llegaban a la ciudad de La Paz.

Así, sectores sociales de fabriles, empleados públicos, maestros, militares de la fuerza aérea, algunos mineros y otros fueron poblando la ciudad alteña. Ciudad Satélite, Rio Seco, Villa Adela, Primero de mayo, Santiago Primero y Santiago Segundo son algunos ejemplos de barrios alteños que se configuraron de esta manera.

Estas nuevas poblaciones, aunque eran de procedencia andina, fueron incorporadas en lógicas urbanas propias de la modernidad occidental. Las personas que llegaron de la ciudad de La Paz, al menos en los primeros grupos de desplazados, fueron parte de esta tensión complementaria entre su procedencia andina y las nuevas configuraciones modernas urbanas en sus cosmovisiones, costumbres, tradiciones y estilos peculiares de convivencia, lo que aportó a la construcción compleja de la ciudad de El Alto. Algunos ejemplos de las nuevas incorporaciones culturales que venían con estas poblaciones son: la construcción de mercados cerrados, muy importantes al inicio de la instalación de las urbanizaciones con planificación urbana, donde se estabablecían relaciones más meramente mercantiles a diferencia de las tradicionales ferias; la incorporación de expresiones musicales como el rock de las décadas de 1960 y 1970 con fiestas juveniles que oscurecían las luces y empezaban a dar los primeros pasos en busca de locales fuera de la casa familiar para la realización de las mismas[2]; la modificación de las fiestas patronales respecto a las danzas representadas incorporando ropa más centellante, con telas brillosas y con modificaciones en la ropa de acuerdo a los estilos propios de la moda internacional del momento[3]; la construcción de un nuevo tipo de vivienda con un patio delantero como jardinera, luego la vivienda propiamente dicha con un ingreso por la sala de visitas, el baño y la cocina como espacio de transición hacia las habitaciones que representaban el lugar privado de la familia, finalmente un patio trasero para la actividad familiar ocultando los trastes de las visitas.

Estas formas de reorganizar la ciudad siguieron complejizándose, la población proveniente de la ciudad de La Paz siguió trasladándose hacia El Alto, primero como barrio paceño y luego como ciudad autónoma, pero intímamente relacionada a La Paz, por lo que se fue ampliando la diversidad de la nueva urbe.

1.3. La migración quechua y minera

La presencia de poblaciones quechuas en la ciudad de El Alto se fue dando de manera sostenida durante décadas, especialmente desde la década de 1960, aunque no con la intensidad de la migración aymara. Fueron sectores mineros, así como desplazamientos de la zona quechua de los valles interandinos del departamento de La Paz además de otras regiones del país, aunque en menor medida, los que fueron constituyendo esta otra fuente cultural de la constitución alteña.

Durante la década de 1980, ocurrió el llamado proceso de relocalización minera, fruto del modelo de privatización instaurado en el país. Este proceso contribuyó de manera dramática al crecimiento poblacional alteño con un fuerte componente minero con matriz cultural quechua. Varios barrios se conformaron, especialmente en las zonas hacia la salida a Oruro, con esta nueva población. Santiago II, Oro Negro, Nuevos Horizontes, el Kenko son algunos de estos barrios que le deben su crecimeinto a la oleada de migración minera en la década de 1980. La mayor parte de la migración campesina aymara del altiplano paceño así como los desplazamientos de La Paz hacia El Alto, se constituían con poblaciones excluidas y pobres en función de sus ingresos económicos, la presencia de los llamados “relocalizados”[4] mineros aumento esta característica de pobreza fundamental en la estructuración de la ciudad alteña. A la existencia ya antigua de una población minera quechua, especialmente del Consejo Central Sur (Quechisla, Telamayo, Atocha, Siete Suyos, etc.), se incorporaron poblaciones procedentes de otras regiones mineras del sur del departamento de La Paz y del departamento de Oruro.

Estas nuevas migraciones trajeron consigo sus tradiciones y costumbres, sus marcos culturales y sus cosmovisiones. Las migraciones quechuas comparten un horizonte cultural común con las poblaciones aymaras, aunque tienen expresiones diferenciadas. Algunos ejemplos de las peculiaridades de la influencia quechua y minera en la ciudad de El Alto son: las formas de organización de corte sindical tan evidentes en varias zonas durante las movilizaciones alteñas de octubre del 2003; las festividades mineras vinculadas al culto al niño Jesús, por ejemplo en el barrio Anexo Santa Rosa, en diciembre a diferencia del culto más relacionado a los santos y las vírgenes en las festividades campesinas andinas; la ampliación de los rituales al sol en torno a la fiesta de San Juan, tan importante para la cultura quechua; los sistemas de reparto de alimentos al estilo de las pulperías mineras durante el gobierno de la UDP (1982 – 1985) a raíz de la escaces existente en el país, etc.

1.4. La migración del resto del país complejiza la ciudad

Cierto auge económico de la ciudad de El Alto, especialmente a inicios de la década de 1990, posiblemente fruto del traslado de varias empresas[5] y fábricas a la ciudad así como por un crecimiento de rol comercial en la región, además de una abundancia momentánea de capitales por el auge de la economía del narcotráfico, sirvió como dispositivo de atracción para la migración de otras regiones del país. Una tendencia siempre presente se acrecentó y ayudó a complejizar el mapa cultural alteño.

Población de otros departamentos, incluidos los del oriente y la amazonía del país, tanto de procedencia urbana como rural, fue incentivada para su traslado hacia la ciudad alteña. Estas poblaciones también trajeron contigo sus horizontes culturales y sus prácticas concretas. Se incorporaron nuevas expresiones y manifestaciones culturales, tal vez una noche por las diferentes discotecas y salones de baile de la Ceja alteña sean una muestra de esa complejidad cultural que va configurando la ciudad.

Esta población es ya un mosaico complejo en sí mismo, difícil de expresar en pocas líneas, sin embargo, es importante considerar esta presencia para comprender el campo cultural alteño.

1.5. La creciente presencia del sur peruano

También desde inicios de la década de 1990, al menos como fenómeno intenso y masivo, existe una creciente presencia de población del sur peruano. La atracción que antes ejerció la posibilidad de estudios universitarios en La Paz o las visitas vacacionales o los intercambios comerciales o los propios de las culturas andinas, se incrementaron por la atracción económica de la pujante ciudad alteña.

Estas personas no dejan atrás sus propias cosmovisiones y expresiones culturales. Si bien, por lo general, esta población comparte con la mayoría de la población alteña los mismos horizontes culturales andinos, hay una incorporación creciente de sus expresiones musicales, sus comidas y otros aspectos que caracterizan su peculiaridad cultural. La presencia de agrupaciones musicales de procedencia peruana, reconociendo sus diferencias y diversidad, en casi todas las ferias de la ciudad o la proliferación de puestos de venta de cebiche son una muestra de esta pujante presencia.

A pesar de estas diferencias, especialmente en las formas de habla, también se puede señalar que esta población aparece como “normal” en El Alto, ya que las similitudes físicas y culturales son bastante evidentes. La población migrante del sur peruano no se asienta en unos pocos barrios, más bien se disemina por gran parte de la ciudad, aunque preferentemente se ubica en la zona norte, en la salida por carretera hacia el Perú.

1.6. Las nuevas generaciones: alteños y alteñas desde el nacimiento

El masivo crecimiento poblacional alteño ocurrió principalmente en la segunda mitad del siglo XX, por tanto, la mayor parte de su población es migrante. Recién en las nuevas generaciones se van masificando las personas que nacieron en El Alto y que expresan culturalmente las reconfiguraciones de los lugares de origen en el nuevo contexto y las nuevas estructuraciones de esta ciudad que sigue siendo bastante nueva.

Los y las jóvenes son, posiblemente, los mejores portadores de estas reconfiguraciones y construcciones urbanas, expresan de manera más densa las continuidades culturales, así como las novedades. Si solo se considera la música, la noción de fiesta, el copamiento juvenil de las entradas patronales, las discotecas, la música chicha, los bailes ligados al tecno, las expresiones propias del rock, el hip hop hecho en aymara son algunas de esas expresiones de las novedades y continuidades culturales en la ciudad de El Alto.

Estas nuevas generaciones alteñas se socializan con una nueva certeza: son alteños y pertenecen a esta ciudad. Aunque parezca una constatación obvia, lo cierto es que no lo es. En efecto, las primeras generaciones de alteños y alteñas crecieron escuchando el discurso de sus padres que señalaban que apenas mejoren su situación económica, que asciendan de status, se mudaría a vivir más abajo en la ciudad de La Paz. Esta idea muy marcada durante décadas en las familias alteñas, impactaba en la construcción del sentido de pertenencia con la ciudad. Había un imaginario que señalaba que se estaba de paso en El Alto, que solo se vivía aquí temporalmente, que pronto se irían de esta ciudad. Muchas personas crecieron con este discurso, pero la realidad fue más fuerte y vieron como no solo seguían viviendo en El Alto, sino como cada vez más gente se venía a vivir a esta ciudad. La ciudad dormitorio que caracterizó a El Alto durante mucho tiempo fue dando paso a una ciudad con vida propia; siguen siendo más los alteños y alteñas que bajan diariamente a La Paz que los paceños y paceñas que suben a El Alto[6], sin embargo la tendencia va disminuyendo y El Alto crece más aceleradamente que la ciudad de La Paz lo que contribuya a una dinámica urbana propia en esta ciudad.

Las nuevas generaciones han ido disminuyendo su discurso de la precariedad de su vida alteña, de su pronta ida a otra ciudad. Antes se decía, y todavía se sigue diciendo, que se “bajaba a la ciudad” cuando se iba para La Paz; esto señalaba un cierto sentido de desprecio por su lugar de origen, la ciudad quedaba más allá, no en El Alto. Hoy la certidumbre de que la ciudad de El Alto es un lugar para vivir y no solo para estar de paso contribuye para un fortalecimiento del sentido de pertenencia alteña. El hecho de que el Huayna Potosí se constituya en un elemento simbólico central de pertenencia alteña, respecto al símbolo del Illimani en La Paz, es un ejemplo de este sentimiento creciente de pertenencia alteña. Las nuevas generaciones son portadoras de esa pertenencia, ayudar a reconfigurar la ciudad y se expresa en el campo cultural ya complejo de por sí.

  1. 2.Las procedencias poblacionales se configuran en matrices culturales comunes y complejas

2.1. La matriz de las culturas andinas

Si bien la población alteña está configurada por múltiples procedencias, también es cierto que estas multiplicidades comparten algunos horizontes culturales comunes. Es indiscutible la presencia de una matriz cultural andina, o de culturas andinas para ser más precisos. La migración aymara, la presencia quechua, los rebalses de La Paz, los flujos del sur peruano entre otros, comparten de manera general esta matriz común.

Cuando se reconfigura las planificaciones urbanas de los barrios urbanizados, cuando se modifican las viviendas de los planes del gobierno y se le van haciendo ampliaciones que dan paso al espacio para la tienda y el garage para el transporte pesado, cuando se rearma la manera de hacer mercado y feria volviendo otra vez hacia la calle a pesar de los mercados cerrados, cuando crecen las entradas festivas patronales, cuando se multiplican los centros rituales, cuando las ch’allas de febrero se hacen masivas, cuando los cementerios se llenan de comida y festividad el 2 de noviembre, cuando el olor a sahumerios es más intenso en espíritu, se está poniendo en evidencia esta presencia vigorosa de la matriz andina, diversa, en la ciudad de El Alto.

El cotidiano alteño se carga de expresiones culturales andinas. Muchos alteños muestran su gran capacidad para almacenar cachivaches y su imposibilidad de deshacerse de varias cosas que para los ojos de otras personas son basura. Si bien esto es común en sectores sociales pobres, en la ciudad de El Alto se establece una relación afectiva con los bienes materiales. Los autos tienen nombres y se les da alimentos y bebidas en su ch’alla. Las casas son agasajadas el martes de carnaval, son adornadas y atendidas. Cuando se compra un nuevo bien en la casa, este es también recibido y atendido a través de la ch’alla. Incluso, ocurre algo similar con los animales, por ejemplo, se agasaja a los perritos en San Roque o a las ovejas y llamitas que todavía existen en esta ciudad se les adorna las orejas en momentos rituales. Estas expresiones, presentes en otras regiones y ciudades, así como también vestidas con ropajes cristianos en algunos casos, muestran una tendencia importante de las culturas andinas: todo esta vivo y todo merece vivir. Por ello hay que alimentarlo, establecer relaciones de reciprocidad y compartir festivamente.

Otro ejemplo muy claro de la presencia andina en ciudades como El Alto se refiere a los sistemas de reciprocidad. En las fiestas como matrimonios y bautizos, la familia que recepciona y da la fiesta incluso llega a “anotar” los presentes y aportes que traen las personas invitadas. Si trata de cervezas, éstas incluso tienen que ser cajas pares (muy propio de las culturas andinas donde la completitud se logra siendo par, la unidad básica es más de uno). Se anota no solo para ver qué cosa aportaron cada uno de los invitados, mejor dicho, cada familia de invitados, sino para que cuando éstas personas tengan sus propias fiestas el que ahora ofrece la fiesta pueda devolverles lo aportado, mejor si todavía es superado ese aporte. Ese sistema de devoluciones y reciprocidades presente en las fiestas, también esta presente en modelo del pasanaku[7] o en las construcciones de vivienda e incluso en los favores entre familias para salvarse de situaciones difíciles. Estos sitemas de reciprocidas son propias de las formas económico organizativas andinas como el ayni. La propia noción de Pachakuti, tiempo de cambio o de dar la vuelta el mundo, esta asumida como un sistema de turnos que intenta garantizar que no solo sean unos los que se benefician de manera que no haya acumulación económica o de poder a costa del resto de las personas. Este sistema de reciprocidades y turnos es propio de la naturaleza y se expresa incluso en los sistemas de rotación de cargos en las comunidades campesinas.

2.2. La presencia de la modernidad y posmodernidad occidental

Los medios masivos de comunicación, la cercanía de la ciudad de La Paz (sede del gobierno central), el rol de la escuela, el acceso creciente al internet, los tránsitos y desplazamientos territoriales cada vez más cotidianos, son sólo algunos de los mecanismos por los cuales la población alteña también se conecta con el resto del mundo. Existe una presencia cultural creciente de las expresiones más occidentales: norteamericanas y europeas principalmente.

En el cotidiano esta presencia se hace también evidente. La estética que va desde el enrularse el cabello hasta teñirse el mismo o usar lentes oscuros o incorporar ropas de moda en estos países son muestras de esta constante presencia. Los varones son, posiblemente, el sector poblacional más propenso a estas nuevas incorporaciones. Basta mirar como las mujeres de procedencia andina suelen mantener durante más tiempo la ropa proveniente de sus comunidades de origen, en cambio los varones modifican su vestimenta mas aceleradamente y pocas veces retornan a sus fuentes originales. Las mujeres, incluso las que modificaron su ropa, suelen volver a sus fuentes comunitarias cuando hay fiestas importantes o en sus fraternidades, lo que suele ocurrir con menos frecuencia entre los varones.

La ropa, la comida, la música son algunas de las expresiones donde se hacen visibles estas nuevas incorporaciones culturales. Sin embargo, es también significativa la presencia de estas otras matrices culturales en las relaciones económicas mercatiles, en las formas políticas de representación que entran en tensión con las formas de rotación de los cargos de las comunidades campesinas, en la organización de espacios de socialización diferenciados por edades, en el deterioro de las condiciones de vida que hacen poco posible la convivencia en redes familiares extendidas ampliando la existencia de familias nucleares de corte más occidental, etc.

2.3. Los tránsitos y apropiaciones (inter)culturales

La realidad, por suerte, no ocurre en blanco y negro. Existen tránsitos culturales, relaciones de intercambio, recreaciones de lo existente, nuevas incorporaciones, regeneración de las matrices culturales de origen, configuraciones culturales inéditas, … El campo cultural alteño combina los diferentes colores que componen su complejidad. Existe sostenimiento de las singularidades culturales, hay lugares y momentos para la combinación y el intercambio, hay modificaciones, hay producciones culturales novedosas, esa la complejidad cultural alteña.

Ya se señaló como las fiestas religiosas combinan tensamente y complementariamente la ritualidad andina con lo traído por el cristianismo; también se puede observar como expresiones culturales modernas y occidentales como la discoteca es teñida de prácticas y formas andinas, desde la música hasta la noción de grupo y comunidad. Para citar algunos ejemplos de estas apropiaciones culturales y tránsitos interculturales se puede mencionar el uso de la pollera, la manta y el sombrero en las mujeres aymaras de la ciudad. Estas indumentarias fueron incorporadas por los españoles como una manera de ejercer dominación y generar rupturas con la tradición cultural de las mujeres andinas. Sin embargo, estos símbolos iniciales de dominación fueron apropiados por las poblaciones locales y se convirtieron en un símbolo novedoso de su condición de aymaras o quechuas. Hoy generan orgullo al mismo tiempo que son sujeto de discriminación, no se pude entender a una mujer andina sin la pollera, aunque el hecho de que no usen pollera no las hace menos andinas.

Otro ejemplo de apropiaciones y tránsitos ocurre en la fiesta de alasitas, emparentada con la fiesta de las ispallas de las comunidades andinas, donde se va criando a través de símbolos lo que se producirá en el año agrícola, es como empezar a producir, pero ritualmente. Esto mismo ocurre con la tradicional fiesta de alasitas, pero una vez hechas las compras de lo que se desea, al medio día del 24 de enero se hace bendecir con agua bendita de la iglesia esos bienes para luego proceder a la ch’allar los mismos bienes bajo formas de rituales andinas. Se transita de un marco cultural a otro sin grandes complicaciones, aunque posiblemente sea la matriz cultural andina la que sirva de telón de fondo para todas estas prácticas. No hay que olvidar que esta matriz andina opera como la pampa de los awayos, les da el color principal, pero permite al mismo tiempo que broten otros múltiples colores.

  1. 3.Singularidades, diferencias y tránsitos culturales: el caso de la música entre la juventud alteña

La juventud alteña, como en general otras juventudes, condensan de manera intensa los cambios culturales de la época, pero también permiten visibilizar las continuidades de lo existente. Es el escenario juvenil cultural uno de los campos más significativos a la hora de observar la complejidad cultural.

Una observación profunda de la manera en que se reconstituyen y reorganizan las culturas juveniles urbanas, como campos de construcción de un nosotros colectivo y singular a la vez, puede contribuir notablemente a la comprensión de nuestra singularidad en el proceso de reorganización cultural que vive el mundo entero.

Las culturas juveniles urbanas tienen un despliegue escénico simbólico bastante expresivo: la música, la danza y el baile, el manejo y uso de espacios, la vestimenta, los comportamientos y lenguajes de grupo, etc. Este escenario de múltiples expresiones contiene procesos conflictivos y complementarios entre consumos y producciones juveniles.

En esta multiplicidad de escenificaciones, la música y su entorno suele ser una de las dimensiones más significativas en la vida juvenil urbana. En efecto, la música es una suerte de compañía permanente y una mediadora de relaciones, lo que se expresa en el uso de la misma en la vida cotidiana –desde la música de fondo para cualquier actividad hasta el uso del walkman para salir a la calle-, el intercambio y la conversación con pares, las relaciones afectivas, los códigos de lenguaje, etc. La música y el baile vistos como lenguajes simbólicos, escénicos, corporales y discursivos son fundamentales en el contexto juvenil para comprender las producciones, circulaciones y consumos culturales. Veamos algunos ejemplos de materialización de esa importancia a través del campo cultural complejo alteño.

3.1. Las expresiones andinas

Para poder tener elementos más concretos de la presencia cultural andina en la ciudad de El Alto, se citará solo algunos ejemplos en torno a la música juvenil.

Si se observa por la música en los y las jóvenes de El Alto, se podrá observar que la presencia de la llamada música autóctona y la “folklórica”[8] (más bien mestiza y criolla) es muy vigente y vigorosa en la ciudad de El Alto. En los colegios la música más presente en las horas cívicas es la llamada música folklórica, existe un sin número de agrupaciones juveniles que interpretan estas formas musicales, y hasta las iglesias han sido invadidas en sus rituales por los instrumentos y aires mestizos y criollos.

Las fiestas, desde los prestes hasta los matrimonios, casi no ocurren sin la presencia de grupos de música autóctona. Estos conforman redes complejas que les permiten tener presencia en fiestas no sólo de la ciudad de El Alto, sino también en diferentes zonas de la ciudad de La Paz y las provincias del departamento. Incluso sus tránsitos abarcan otros departamentos del país, el norte chileno y el sur peruano al menos. Muchos de estos grupos están conformados por adolescentes, procedentes de comunidades, pero también por residentes o nacidos en la ciudad de El Alto. Además, la organización de grupos de música autóctona se constituye en una estrategia más de generación de ingresos.

Las entradas festivas patronales son otro escenario importante de la presencia cultural andina en la ciudad de El Alto. Si bien en ellas también hay apropiaciones que han permitido recrear las culturas andinas en las ciudades, como la incorporación de las bandas de música con instrumentos y estilos occidentales o las modificaciones en los vestuarios y pasos de bailes, no se puede negar su matriz andina campesina. Las formas de organización de las comparsas, los sistemas de preste y de rotación de responsabilidades, la ritualización de la danza, la misma procedencia de la mayoría de las danzas y músicas son expresiones de esta fuerte presencia andina en estas festividades.

Estos ejemplos, solo un par de los muchos posibles, son una muestra de la presencia, a través d ela música, de la singularidad andina (aymara y quechua) en la vida juvenil alteña.

3.2. La modernidad occidental también presente

Las expresiones musicales provenientes de la modernidad occidental también están muy presentes entre la juventud alteña. Para citar algunos ejemplos, desde el rock legendario hasta el hip hop o la música tecno o rave se hacen visibles entre los consumos, pero también entre las producciones culturales juveniles. Basta hacer un recorrido por las emisoras radiales para darnos cuenta que la programación juvenil está cargada de propuestas musicales occidentales. Tras ellas también se comparte una noción de juventud con mucho tiempo libre, abierta a la diversión extrema, sin responsabilidades familiares y sociales, con mucho espacio para la experimentación y la formación, con permisividad para esa experimentación. La cultura no solo es bienes simbólicos, también son cosmovisiones, sistemas de valor, formas de establecer las convivencias y sentidos de vida. Tras la incorporación de expresiones musicales occidentales y modernas, se hace presente una visión cultural más compleja y completa.

Las discotecas, muchos de los programas de música juvenil en la radio y la televisión, los consumos musicales juveniles, los accesos a los CDs y VCDs piratas son sólo algunos de los ejemplos donde hace visible la presencia occidental moderna, a través de la música, en el campo cultural juvenil alteño.

3.3. Las nuevas configuraciones culturales urbanas

Posiblemente uno los escenarios donde se hace más visible esta mueva configuración urbana, en el campo musical relacionado a los jóvenes, es la llamada música tropical y más precisamente la música chicha[9]. Si bien tiene elementos de la tradición cultural andina, muy cercana a las formas del huayño, también tienen elementos del mercado de consumo industrial contemporáneo. Sin embargo, al mismo tiempo no es ni lo uno ni lo otro, se trata de una construcción bastante urbana y auque no exclusivamente alteña, muy presente en esta ciudad y que expresa, con la telenovela posiblemente, formas de constitución de lo urbano en el continente latinoamericano.

La música chicha produce bienes simbólicos, criterios estéticos, sentidos de vida, valoraciones, flujos económicos, etc. El acceso a instrumentos electrónicos, el pelo largo y enrulado entre los varones, la visibilización de los problemas de pareja, los sentimientos de exclusión y búsqueda de aceptado por los sectores dominantes de las ciudades, la reproducción de una cultura del machismo, un mercado de discos y videos que escapan a las grandes empresas transnacionales de la música son algunos ejemplos de todo lo que rodea a la música chicha. Se trata de un fenómeno cultural que atraviesa el conjunto de la vida de las personas, allí radica su complejidad y su riqueza.

La música chicha está muy presente en la vida de la juventud alteña, practicamente no existe casi fiesta sin la presencia de esta oferta musical. Incluso significa una suerte de triunfo cultural de los excluidos sobre los sectores dominantes y ricos, ya que éstos últimos incorporaron también esta música a sus fiestas de manera masiva.

3.4. Los tránsitos culturales y las negociaciones interculturales

Para observar como se comportan las negociaciones culturales en el contexto juvenil alteño, se observará con más detenimiento algunos ejemplos de estos tránsitos culturales. Se trata sólo de un par de ejemplos tomados entre muchos otros posibles:

Los consumos y la producción musical

Los Consumos

En un mundo globalizado el criterio de estratificación social fundamental se expresa en los consumos. Uno de los consumos centrales en la juventud es la música que no solo se convierte en un lenguaje comunicativo esencial en su vida, sino que transmite criterios de jerarquía y organiza un nosotros colectivo en el encuentro de pares. Los consumos musicales juveniles mayoritarios en la ciudad de El Alto son diversos, se puede señalar que las tendencias mayoritarias de consumo son: la llamada música tropical (principalmente cumbias y chichas en sus diferentes tendencias que incluye un consumo de tecno asociado a la música tropical), las baladas en castellano y los “clásicos” en inglés, la creciente presencia del tecno y el hip hop, la música folklórica boliviana y el rock en sus diferentes versiones. Estas serían las tendencias de consumo más significativas.

El consumo de estas tendencias musicales se manifiesta a través de los diversos programas de radio y televisión, la circulación –principalmente pirata- de KCTs y CDs, las conversaciones de los grupos de pares, los locales de fiesta o distracción, etc.

Como se podrá advertir, el consumo musical está marcado por las tendencias de globalización, o mejor dicho de mundialización de la industria cultural, con un sello particular regional expresado en la cumbia y la chicha. La música folklórica aparece entre las tendencias de consumo musical preponderantes, si bien esta propuesta musical tiene orígenes andinos, por lo general se advierte una tendencia a negar su consumo de manera intencionada salvo agrupaciones conocidas con cierto aire de balada como ser los Kjarkas, Prendados, Wayna Wila, Jach’a Mallku, Horizonte u otras.

La producción

Si se observa el hecho por la vía de la producción musical juvenil, la mirada se invierte de manera significativa. En efecto, la juventud alteña concentra sus capacidades de producción musical en la llamada música folklórica nacional (independientemente de los cuestionamientos al concepto de lo folklórico). La gran difusión de esta música entre agrupaciones de novatos en los colegios, la presencia masiva de grupos folklóricos juveniles en las actividades festivas de la zona o en la parroquia e incluso en los escasos centros culturales para jóvenes del sector, demuestran su presencia mayoritaria. Además, no se trata de “algunos” grupos musicales folklóricos, sino de un gran número difícil de censar.

La anterior tendencia claramente mayoritaria se complementa con una segunda significativa: la existencia de numerosos grupos de música autóctona que participan en circuitos festivos y de festivales de este tipo de género musical. La llamada música autóctona casi no aparece entre los consumos juveniles, pero si es significativa desde la perspectiva de su producción.

El rock suele ser otro de los géneros musicales principales producidos por jóvenes. Existen numerosas bandas rockeras de corte underground, sus peculiaridades serán trabajadas con mayor detalle en el siguiente capítulo.

Por último, si bien no se suele identificar agrupaciones cumbieras juveniles como rasgo central, es visible una presencia masiva de jóvenes en diferentes grupos de ésta índole.

Existe también una creciente producción musical de hip hop, especialmente organizada. La producción de tecno es todavía escasa y marginal (no ha encontrado canales de difusión pública principalmente). La producción de baladas o “clásicos” es prácticamente inexistente.

Por tanto, la presencia de la tradición aymara se encuentra bastante arraigada vista la relación entre jóvenes y música desde la producción simbólica, aunque debilitada desde la mirada del consumo. Pero, si se observa que lo producido también es consumido por los jóvenes, solo que a través de otros circuitos de consumo como la fiesta o los festivales, podremos advertir que la tradición aymara sigue presente en su vida aunque no necesariamente en sus discursos.

El mundo del tecno y el movimiento underground

Si se asume los procesos culturales como lineales, se puede asegurar que el tecno y el rock urderground son expresiones radicales de un mundo moderno globalizado y que erosionan a la tradición aymara en los jóvenes de hoy. Una rápida mirada a estos dos fenómenos musicales entre la juventud alteña nos puede mostrar elementos diferentes.

Un ejemplo juvenil del hecho es que en la ciudad de El Alto se ha instalado, entre otras, la llamada “cultura” del tecno. Se trata de una vertiente musical portadora de valores y formas de vida particulares y que une simultáneamente a jóvenes de ciudades tan distantes como Londres, Nueva York, Yakarta o El Alto. En el tecno la individualidad llevada al extremo, el collage y lo efímero es lo que cuenta. Se trata de una tendencia en la que la ropa no es distintiva de lo colectivo, sino que por lo contrario se trata de que cada persona se vista lo más individual y diferente posible. La discoteca es el espacio ritual más importante en donde el rol central lo juega el DJ que genera mezclas y efectos de sonido que producen nuevas combinaciones en cada sesión lo que visibiliza una suerte de collage musical en la que se pierde la importancia de la fuente original de la música, es lo que se denomina samplear o hacer mix, basta ver el colage producido por los grupos de baile que pasan por los concursos televisivos para entender lo que es samplear o hacer mix. También la “cultura” tecno está signada por las relaciones afectivas efímeras, el agarrón e incluso el sexo rápido, el individuo es lo que cuenta y el vivir lo momentáneo es el horizonte de vida. En Europa, por ejemplo, se suelen realizar Street Parades en ciudades importantes que reúnen fácilmente medio millón de jóvenes tecno, que en un día o dos de bacanales musicales y de baile conviven en masa, pero difícilmente organizan grupo, se trata de individuos aislados consumiendo en masa.

En Bolivia, los tecnos alteños se parecen mucho a los tecnos de Berlín o Chicago, pero al mismo tiempo se organizan en grupo, ensayan pasos que “igualan” unas dos o tres veces por semana, tienen ropa distintiva del grupo y nombre, hasta organizan “barras” que acompañan al grupo por los diferentes concursos televisivos y de discotecas. La convivencia grupal les lleva frecuentemente a realizar otras actividades complementarias como hacer deporte o ser simplemente una pandilla. En ellos lo efímero convive con lo que permanece, lo individual convive con la pertenencia grupal. Tienen mucho de tecnos, pero funcionan igual que una tropa de sikuris o fraternidad de baile para una entrada folklórica.

El rock underground, además de la creciente presencia del hip hop, es un fenómeno singular y bastante numeroso en la ciudad de El Alto. Existen varias bandas y movimientos que recogiendo elementos del under español y latinoaméricano se reencuentran con su origen aymara. En el caso del hip hop las fuentes están principalmente en las poblaciones negras y chicanas de Norteamérica, pero también han encontrado una matriz aymara en su expresión alteña. Hay un creciente movimiento de hip hop que hace sus letras en aymara o le canta a su pertenencia cultural andina, así como muchas de sus bases[10] y de las mezclas tecno utilizan músicas populares y sonidos autóctonos andinos.

En el caso de diversas corrientes de rock subterráneo, el tema “volveré y seré millones” de la banda Scoria, cantada en aymara (composición propia de esta banda alteña), incorpora una manera diferente de hacer presente sus raíces culturales en este escenario; a partir de ahí aparecieron temas como “Chiara” o “Amukin” en la misma tendencia.

El uso de nombres de bandas o movimientos con raíces aymaras o quechuas como “Mente Ñusata” o “Wilamasis” son otro elemento simbólico importante. A ello se puede añadir que los conciertos, espacio de encuentro central para el movimiento, están pasando a ser otra expresión de este encuentro entre rock y tradición aymara como el Rocksticio del año nuevo aymara, los primeros viernes de aculli, el uso de tambos o la importancia del Wayna Tambo (centro cultural que articula desde el rock hasta la música autóctona andina).

Estos otros ejemplos nos muestran una tendencia a la presencia de la tradición aymara en escenarios considerados modernos globalizadores, recreando los mismos.

  1. 4.La complejidad religiosa alteña

En el campo religioso ocurre algo similar al campo más global de la cultura en la ciudad de El Alto. Existe una complejidad tensa y complementaria que convive entre la población alteña. Se podría identificar tres grandes territorios religiosos en la ciudad de El Alto:

4.1. Las religiones andinas

Las concepciones y formas religiosas andinas están bastante presentes en la vida de los y las alteñas. Centros rituales con fuerte presencia de yatiris y jampiris[11] son importantes en la ciudad de El Alto. La zona del Corazón de Jesús, las inmediaciones al faro Murillo, la zona de alto Villa Victoria y su par en Alto Lima, la apacheta de Senkata o las inmediaciones del cementerio de Santiago Primero, son solo algunos ejemplos de centros rituales de primera importancia para las religiones andinas. En estos centros rituales se dan cita gran parte de la población alteña, pero también de la ciudad de La Paz y otras regiones. Los meses de febrero y agosto las visitas a estos lugares es masiva, son meses de la pachamama, de los achachilas y de lo sagrado[12]. Pero tambien se asiste a rituales en estos lugares sagrados en casos de enfermedad, para mejorar los negocios, en caso de ir algo mal en la familia, para resolver conflictos de convivencia con otras personas, al inciiar una nueva responsabilidad o tarea, etc.

A ello se pude añadir una serie de prácticas religiosas y rituales presentes en la vida cotidiana de gran parte de la población alteña. Desde ch’allar a la pachamama el primer trago a ser bebido, hasta el sahumerio de espíritu o las mesas rituales de todos santos o las ch’allas de carnaval o las mesas de ofrenda a la pachamama y el malku kunturi en el mes de agosto; estas son muestras de esta presencia fuerte y vigorosa de las expresiones religiosas andinas en la ciudad de El Alto.

Las propias festividades y entradas patronales son expresión, en gran parte de las religiones andinas. La entrada del carmen, en mes de julio para la fiesta de la zona 16 de julio, la entrada festiva más importante de la ciudad de El Alto, está emparentada con el culto al inicio del año agrícola y los rituales de permiso para las siembras en las comunidades. No es casual que las principales entradas alteñas ocurran desde el mes de mayo hasta el mes de octubre, ciclo de pagos de agradecimiento a la pachamama y de solicitud de permiso para el nuevo año agrícola.

El culto a los difuntos y las almas, muy importante en las culturas andinas, también está presente en la ciudad de El Alto. La importancia de la fiesta de Todos Santos, emparentada con las grandes siembras, la muerte que da vida, o el hecho de que en diversos rituale se realicen ofrendas que incluyen elementos para los difuntos y las almas, las que son entregadas en reciprocidad en las inmediaciones de los cementarios, son algunos ejemplos de la importancia de los rituales para los difuntos y las almas. Además, es amplio el culto a las ñatitas, cráneos de difuntos desconocidos que sirven para la protección de las familias. Incluso existen zonas donde se tiene ñatitas en cuidado colectivo, para la seguridad del conjunto del barrio.

La presencia del ekeko[13] y los rituales de atención, en espera de reciprocidad a través de los objetos y bienes comprados para la carga del ekeko, que se realizan los viernes son otra muestra de la presencia vigoriza de las formas religiosas andinas.

4.2. Las religiones cristianas

En la ciudad de El Alto también existe una importante incorporación de concepciones religiosas y ritualidades cristianas. Herederos de las incorporaciones religiosas de la invasión europea, la población alteña ha incorporado de manera significativa estas prácticas en su vida cotidiana. Esta incorporación del cristianismo tiene bases en las comunidades campesinas, la vivencia urbana solo hace que estas prácticas se extiendan.

Es más antigua la presencia del catolicismo que ha logrado impregnar en la población de la ciudad alteña, rituales como la bendición, el matrimonio por iglesia o el bautizo. Las misas también son importantes en la vida cotidiana de muchas personas, sin embargo se acercan en su utilidad al pago de mesas rituales andinas.

Un detalle muy importante que anotar, se refiere a que los vínculos religiosos cristianos se establecen, para la población alteña en particular y la andina en general, a través de Jesús, los santos y las vírgenes más que a través de una veneración directa a Dios. Esto tiene que ver con una forma religiosa andina que presentifica todo lo viviente y, por tanto, es una matriz religiosa de la inmanencia. La relación con Dios es demasiado abstracta, por ello se prefiere un vínculo a través de entidades religiosas visibles y presentes. Por ello también las festividades de los barrios son festividades de santos y vírgenes, en algunos casos de Jesús, especialmente de su nacimiento, pero en ningún caso fiesta de Dios.

Una creciente presencia religiosa en la ciudad de El Alto son las expresiones protestantes, evangélicas o no católicas del cristianismo. En este campo existe una diversificación muy grande, así como una presencia cada vez más significativa en todos los barrios alteños. Por lo general existe una suerte de mayor diferenciación entre los cultos protestantes o evangélicos y los cultos andinos, la ruptura con la noción de santos o vírgenes es fundamental para esta modificación; sin embargo, también es visible una presencia andina en estas iglesias a través del uso del idioma, otra noción de autoridad que sí puede casarse a diferencia del sacerdote católico, una presencia mayor de la mujer en puestos de liderazgo o la música andina presente en sus cultos (inlcuso el uso de bandas o grupos de música autóctona).

4.3. Los tránsitos religiosos

Al igual que el campo cultural más amplio, lo que suele suceder en la ciudad de El Alto son tránsitos religiosos y apropiaciones. Las religiones andinas establecieron una estrategia para sobrevivir a la dominación y agresión europea, asumir ropajes cristianos para mantener su ritualidad. Así, hoy la gente de El Alto convive entre diferentes expresiones religiosas como en casi todas las fiestas importantes del calendario religioso alteño: alasitas, carnavales, fiesta de la cruz, tata Santiago, espíritu, virgen del Carmen, todos santos y otras muchas más.

En gran parte de estas fiestas religiosas se combina ritualidad cristiana con ritualidad andina, al mismo tiempo que se emparenta con los momentos más importantes del calendario agrícola y ganadero de las comunidades andinas.

5. Abigarramiento, diversidad y matriz andina

Esta complejidad cultural de la ciudad de El Alto, genera relaciones entre culturas o (inter)culturales complejas y complicadas. Las relaciones entre las diferentes matrices culturales en la ciudad de El Alto –las andinas con sus diferenciaciones y diversidades, las occidentales modernas, las nuevas configuraciones urbanas- no ocurren entre culturas ajenas unas a las otras, se trata de convivencias muchas veces tensas y conflictivas al mismo tiempo que complementarias. En esta complejidad no se pierden de vista las singularidades de las culturas particulares que estan presentes en El Alto, como se pudo observar hay permanencia de lo andino, así como espacios para lo occidental moderno o las nuevas expresiones urbanas, pero estas singularidades ocurren en medio de procesos entrecruzados y yuxtapuestos. Se trata de un campo cultural abigarrado donde las diferentes culturas conviven y van conformando el entemado complejo y complicado de la ciudad de El Alto.

El campo cultural abigarrado permite observar y comprender las singularidades culturales diferenciadas que, al mismo tiempo, a través de la disolución de fronteras estables y demarcadas, reconstruyen permanentemente nuevas configuraciones culturales donde se pueden advertir tanto los aportes de las fuentes originales, así como el brote de lo inédito. Se mantiene lo andino o lo occidental moderno, para citar dos polos de esta complejidad, pero también aparecen nuevas formas culturales como lo expresado en los ejemplos de la música juvenil contemporánea. Lo abigarrado se refiere a un mosaico compuesto por múltiples colores que se mezclan entre sí, que mantienen un cuadro altamente heterogéneo y variado, sin que por eso se pierdan los colores originales, pero en el que también se van mezclando y dando paso a nuevos colores.

Hay conflicto cultural, pero también hay convivencia no necesariamente conflictiva. Las relaciones son asimétricas y desniveladas, pero esto no significa que necesariamente contradictorias. Hay momentos de alta contradicción, lo que no significa que las culturas en contradicción no tengan un poco de la otra. Hay procesos de hibridación, de intercambios, de préstamos y conjunciones, pero al mismo tiempo hay espacios de continuidad de la singularidad de cada cultura. Hay espacios para la germinación de nuevas culturas, pero también de vigorización de las ya existentes. Este es el escenario del abigarramiento cultural.

Las diferentes matrices culturales que entran en relación en la ciudad de El Alto son portadoras de diferentes condiciones de poder. Las expresiones de corte occidental y moderno gozan de la aceptación oficial y de discursos que las asocian con el desarrollo y el crecimiento; en cambio las culturas andinas son muchas veces vistas como expresiones del atraso. Por ello, la complejidad cultural de la ciudad de El Alto no puede ser vista solo como costumbres o expresiones carentes de luchas por el poder, no se puede hablar de las relaciones interculturales sin hablar de relaciones de poder[14].

La cultura se relaciona con el conjunto de la vida y atraviesa las dimensiones de la economía, la política, la estética, la organización social, los valores, etc. Se trata de un múltiple y complejo escenario de mediaciones, que sirven como lugar y tiempo donde realizar negociaciones (inter)culturales como parte ee las relaciones entre cultura y poder. Ese entramado articulador de las negociaciones (inter)culturales no puede ser comprendido sino en relación con las producciones culturales, la circulación simbólica y las recepciones que son un proceso conjunto y simultáneo de usos culturales. Ese proceso cultural (producción – circulación – recepción) entra en permanentes tensiones, complementaciones y conflictos donde intervienen las diversas culturas del entramado abigarrado alteño.

Las negociaciones culturales permiten que diferentes matrices culturales, como las que se señaló al intentar explicar el campo cultural alteño en este artículo, se encuentren para intercambiar, prestar, “robar”, imponer, asimilar, adaptar, digerir, conflictuar y complementar saberes/conocimientos y sentidos en medio de relaciones de poder asimétricas lo que provocan recontextualizaciones, resignificaciones y reconstrucción de sentidos. Negociaciones que son parte de luchas por la hegemonía.

En esa lucha por la hegemonía, la ciudad de El Alto se abre cada vez más hacia la configuración de una diversidad y complejidad cultural como un awayo multicolor, enriquecida por los diferentes aportes culturales, pero donde la pampa de la matriz cultural andina es cada vez más visible y más aceptada colectivamente como la que hace evidente la singularidad alteña.


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[1] La importancia de la ch’alla de carnaval, las fiestas de incio del ciclo agrícola como la de la Virgen del Carmen en la zona 16 de julio o la del señor de la Exaltaxión en septiembre en la zona de Villa Dolores, los pagos a la pachamama del mes de agosto, la fiesta de alasitas en enero como inicio de los rituales para recibir las cosechas, son algunos ejemplos de esta relación entre rituales urbanos y ciclo agrícola festivo de las comunidades campesinas.

[2] En las décadas mencionadas, empezaban a usarse las llamadas Casas Comunales de los Barrios o los locales de los colegios para fiestas exclusivamente juveniles, a finales de la década de 1970 recién se establecerían las discotecas. Estas fiestas rompían con la noción de fiesta comunitaria propia de la tradición andina campesina. Estas fiestas se organizaban con papel celofán cubriendo los focos para cambiar el color de las luces, siempre a tonos más oscuros, con un sistema de amplificación o un aprato de música con potencia en los parlantes, así como, en algunos casos, con el acompañamiento de una batería en vivo. Estas fiestas incorporarían un consumo masivo, especialmente entre jóvenes, de productos culturales del mundo ocidental que empezaba a globalizar sus consumos y aportarían a la segmentación de las relaciones y los intercambios culturales por grupos de edad: la juventud por separado del resto de la comunidad.

[3] Un ejemplo muy gráfico es el cambio en la ropa de la Cullawada, modificaciones que se dieron en torno a la fiesta del Gran Poder de la ciudad de La Paz y de la incorporación juvenil en esta festividad, cambios que llegarían con prontitud al crecimiento urbano alteño. La ropa con lanas y tintes naturales cedió paso al uso de telas sintéticas con colores chillones, una sobrecarga de bordados con símbolos andinos, el alargamiento del pantalón hasta los pies para los varones, además de un botapie ancho como los pantalones de moda fruto del auge del rock and roll, el acortamiento de la pollera para las mujeres en tono con la moda de la minifalda, etc.

[4] El concepto de relocalizados fue acuñado por el gobierno de entonces para dar la impresión de que se trataba de población que cambiaría de puesto de trabajo lo que pretendía esconder el despido masivo de trabajadores mineros y las escasas condiciones de reubicarse en un nuevo trabajo urbano lo que incidió en un aumento significativo del comercio informal, muy presente en la ciudada de El Alto, y de desocupados con el consiguiente impacto en el trabajo femenino que se adecuo más facilmente a la situación difícil y asumió gran parte del peso económico familiar a atarvés de múltiples actividades mal remuneradas.

[5] La Paz constituyó su zona comercial en dos polos principales: por un lado, la zona de la Said, el entorno de la estación de ferrocarriles y la zona de Achacahicala; por otro lado, la zona de Villa Fátima. Varias empresas, fruto del modelo de ajuste estructural, cerraron sus puertas o se desplazaron hacia otros campos productivos. Las textileras, muy importantes hasta entonces, cedieron ante las curtiembres, las fábricas de gaseosas o las empresas de materiales de construcción. Varias de estas fábricas nuevas o renovadas se fueron de las zonas paceñas hacia El Alto debido a la posibilidad de acceder a mayores espacios, a menores capacidades de control y regulación sobre sus desechos contaminantes o los abaratamientos de costos de almacenamiento y transporte hacia el resto del país.

[6] Se calcula que unas 200 mil personas bajan diariamente por trabajo o estudio a la ciudad de La Paz, en cambio unas 60 mil suben de La Paz hacia El Alto.

[7] Sistema por el cual un grupo de personas hace un aporte regular en dinero o mercancías que son entregadas a una de las personas participantes, por turno cada una de las personas participantes recibe todo el aporte de la colecta –casi siempre mesual-. De esta manera se garantiza que todos reciban su turno y que todos se beneficien en algun momento del aporte colectivo.

[8] El concepto de folklore se popularizó en el surgimiento de la modernidad occidental para nombrar aquellas expresiones culturales surgidas del mundo campesino y que se irradiaban a los espacios urbanos. El folklore, como elemento conceptual, facilitó que estas expresiiones se vaciaran de su contenido de cosmovisión reduciéndose a prácticas festivas de mero espectáculo. Por ello, existe una corriente crítica con el concepto de folklore, pero en este documento se lo mantiene entre comillado debido a que es un concepto ampliamente difundido y algo más comprensible para muchas personas.

[9] No existe acuerdo sobre esta denominación, pero en el presente documento se la prefiere nominar así ya que fue con este nombre que se popularizó.

[10] Las bases son la música que da el sostén a las letras o líricas, son grabaciones en las que se mezclan músicas y se incorporá sonidos electrónicos y que sirven de fondo para cantar. Así, un cantante de hip hop no requiere de conjunto o instrumento, tiene sus bases en CD.

[11] Personas que con diferentes especialidades están a cargo de conducir los rituales y la conversación con el mundo de “lo sagrado”.

[12] Se trata de un espacio religioso que supera la noción de divinidad de tipo occidental, se trata más bien de seres con los que se reciproca. Agosto y febrero son momentos que marcan el inicio de las principales siembras y cosechas en el calendario agrícola, por lo que la tierra se abre para recibir ofrendas, pedidos y agradecimientos.

[13] Personaje central de la fiesta de Alasitas de finales del mes de enero. Los mitos recopilados en el primer siglo de la invasión europea señalan que este personaje se asocia con la buena y abundante producción, por ello se le solicita bienes que se espera conseguir, se trata de ir logrando estos bienes desde el ritual simbólico.

[14] En este artículo no se profundiza al respecto, pero considero importante señalar esta relación para no perder de vista la dimensión política del tema cultural.