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Cultura Viva Comunitaria: el debate de lo cultural y el surgimiento del movimiento

Cultura Viva Comunitaria: el debate de lo cultura y el surgimiento del movimiento (una introducción y un video)

Mario Rodriguez Ibáñez

Wayna Tambo - Red de la Diversidad

En Europa el término de cultura se generaliza en su uso recién en el Siglo XVIII, en ese entonces cultura significa "hombre culto", es decir aquella persona que tiene una educación ilustrada (conocimiento erudito, la filosofía y las artes principalmente). Recién hacia la segunda mitad del siglo XIX se lo utiliza en un sentido más amplio, para hacer referencia a todos los pueblos y "culturas" del mundo, e incluso como sustituto de las ideas sobre el folklore o saber del pueblo que son elevadas al rango de culturas. Para ello influyeron los movimientos nacionalistas en todo el planeta y en nuestro continente desde mediados del siglo XX.

Mario Rodriguez: Resignificando la ciudad colonial y extractivista

Resignificando la ciudad colonial y extractivista[i]

 Mario Rodríguez Ibáñez

“Para poder encontrarse, primero hay que tener el coraje de perderse”

(Grafiti pintado en la década de los noventa, en la ciudad de La Paz)

La ciudad se encaramó en el simbólico dominante, como el lugar privilegiado de distanciamiento de la naturaleza, como el lugar de la civilización, como el lugar del éxito moderno, como la materialización del progreso y del desarrollo. La ciudad se identificó como distanciamiento de lo campesino, y en nuestro continente invadido eso significa, también, distanciamiento de lo indígena, en oposición a lo rural que se relaciona con “dependencia” de los ciclos de la naturaleza. La ciudad se hizo, así, el lugar privilegiado para no ser nosotros ni nosotras, para dejar de mirarnos al espejo y, al contrario, tratar de vivir una mascarada de imitaciones a lo externo, a lo “civilizado”, a lo “desarrollado”, a lo moderno-colonial.

Las ciudades son el corazón de la reproducción de los modos de vida dominantes, coloniales, modernos, capitalistas. Las ciudades son el lugar donde se alimentan las subjetividades que consolidan nuestro histórico saqueo y el extractivismo primario al que nos condenó la colonia. Y, sin embargo, nuestras ciudades no escapan de su sino; no pueden no ser habitadas por nuestros otros modos de vida profundamente indígenas u originarios, que disputan desde “lo popular” sus significados y sus configuraciones.

Sí. Hay que tener el coraje de perderse de lo que hemos venido normalizando como espacio y modos de vida urbanos; perderse de esas características con las que hemos venido aceptando nuestras vidas en las ciudades o, al menos, con las que hemos creído que deberíamos urbanizarnos, sinónimo de civilizarnos. No hay otra manera de encontrarnos, de rencontrarnos…

Este artículo pretende contribuir en ese debate, a partir de las conversaciones y experiencias que venimos compartiendo en la Red de la Diversidad,[ii] complementadas con intercambios con otras experiencias del país y del continente, entre ellas, las de grupos de Venezuela,[1] en especial del Movimiento de Pobladoras y Pobladores, con quienes, a través de un cómplice compartir, nació la idea de este texto. El mismo debería, inicialmente, recoger los resultados de esos intercambios con Venezuela; no obstante, decidimos que resulta más pertinente y coherente que éste se refiera a lo que venimos debatiendo y criando en la Red de la Diversidad de Bolivia, y dejar espacio para una voz propia desde Venezuela. Así, el presente artículo no intenta ser un trabajo riguroso sobre el tema urbano o un recuento histórico; más bien, se ubica en el lugar de los sentidos de resignificación y reconfiguración de la ciudad, desde ese horizonte que denominamos Vivir Bien/Buen Convivir. Tiene un carácter más de búsquedas que de verdades, más de provocaciones que de recetas, más de preguntas que de respuestas. Desde aquí hablamos, desde aquí te compartimos estas palabras.

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Taller la Bola de Quito: La ancestralidad contemporánea de la música

Por: Mario Rodríguez (Wayna Tambo)

En el sur de Quito nos encontramos con los hermanos Nicolás, Miguel y Ada Oquendo. Es un encuentro en un escenario mágico. En su casa nos rodean máscaras, afiches, grafitis en el techo, una batería y, fundamentalmente, 33 instrumentos prehispánicos que empezó a recoger, cuidar y criar Luis Oquendo, el padre de los tres. Aquí es el “Taller la Bola”, que nació en 1.991, donde lo principal es aprender a sentir la sabiduría ancestral de eso instrumentos, criarse mutuamente para ir reconociendo sus sonidos, se convive con ellos y ellas, porque hay instrumentos femeninos como la Tere que tiene más de 2.500 años de antigüedad: A estos “prehispánicos” (como les dicen ellos), se les escucha, se les siente, se les aprende, pero fundamentalmente se les respeta. Cuando el último terremoto en la costa ecuatoriana, sintiendo temblar la tierra en Quito, lo primero que hicieron en recoger los “prehispánicos” y sacarlos de la casa “para que no les pase nada” nos cuentan. Ahora los tienen en maletas especialmente acondicionadas para cualquier emergencia.

Aquí la entrevista que realizamos en Quito con el Taller la Bola (Ecuador), y su propuesta contemporánea desde la sabiduría ancestral del sonido de instrumentos prehispánicos, algunos con 2.500 años de antigüedad. Para VER y DESCARGAR!!!

https://youtu.be/RK3-J432Nd8

https://youtu.be/jfHS3McOBqc

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EL CAMPO CULTURAL EN LA CIUDAD DE EL ALTO: Ese awayo multicolor con pampa aymara

Mario Rodríguez Ibáñez

La ciudad de El Alto condensa una complejidad cultural desafiante. Se trata de una ciudad que se construye en la segunda mitad del siglo XX y que, en un lapso de tiempo breve, para la historia de una ciudad, se constituyó en una de las principales del país. El crecimiento acelerado de su población ha venido configurando una ciudad compleja; hasta alcanzar su actual poblacional recibió fuertes oleadas migratorias que tiñen esta complejidad urbana.

La ciudad de El Alto, tuvo su gran crecimiento poblacional en la segunda mitad del siglo XX. A mediados de ese siglo se calculaba que 11.000 personas habitaban la naciente población urbana alteña, medio siglo después la ciudad bordea los 800.000 habitantes; sin duda uno de los crecimientos urbanos más impresionantes del país y el continente. Ese crecimiento acelerado de la ciudad alteña, que se sucedió de manera impresionante en el último cuarto del siglo anterior, impacta en su configuración cultural, diversificando y complejizándo el mapa de esta urbe. Esa complejidad intentará ser comprendida, al menos esbozada, en el presente documento.