LAS ACCIONES EFECTIVAS QUE INCOMODAN

Por: Elena Peña y Lillo

Movilizaciones en Tarija

La potencia de la performance se hizo sentir en la necesidad de hablar de ello, incluso con lengua afilada, incluso para preguntar por qué diablos las feminazis (?) se estaban apropiando de las calles de “nuestra tranquila ciudad donde esas cosas no hay”. Por ende, el objetivo se cumplió con creces. Digamos que el “la culpa no fue mía, ni donde estaba, ni cómo vestía: El violador eras tú” es el catalizador urgente de muchas historias que tenemos atoradas en algún lugar de la garganta.

Hace unas dos semanas, Las Tesis, un colectivo feminista chileno, convocó en las calles de Santiago la realización del performance “Un violador en tu camino”. El marco de la misma se desenvuelve en una búsqueda por un lenguaje que pudiera transmitir de manera efectiva y sintética la problemática de la violencia contra la mujer en uno los actos más comunes y generalizados: la violación y la impunidad.

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Movilizacion en Cochabamba

Es difícil no considerar esta protesta callejera fuera del contexto de violencia que atraviesa Chile y que fácilmente halla eco en el sentir de los países latinoamericanos como Ecuador, Bolivia y Haití. Según sus creadoras, “Un violador en tu camino” forma parte de un performance mucho más amplio que debió ser pospuesto dado la convulsión social del país donde “muchas mujeres detenidas en las protestas dejan ver cómo los carabineros y el Estado usan la violencia sexual para sembrar miedo y que las mujeres no se expresen y ejerzan su derecho a protestar”. Así pues, el performance se realiza en un contexto urgente de visibilizar una violencia que acecha en el cotidiano. En Chile, cuando participas de una protesta existe la posibilidad de que te torturen, te desnuden o te violen. Según un informe de Human Rights Watch de las 442 querellas recibidas en los primeros 30 días de protestas en Chile, 71 corresponden a abusos sexuales. Pero sería un error considerar que la violencia y los abusos se dan sólo de la actual coyuntura. La actual escalada de violencia (representada esencialmente por las fuerzas represivas del Estado, aunque no se reduce solo a ellas) no es más que la exacerbación del sistema patriarcal latente dada la conformación de las estructuras elementales de la violencia dentro del Estado como institución inherentemente patriarcal: “La violación juega un papel necesario en la reproducción simbólica del poder y un acto necesario en los ciclos regulares de restauración de ese poder” (Segato).

Por ello mismo, una de las frases más fuertes que se entonan en el himno feminista que se expande como pólvora a lo largo y ancho del mundo, en diversos idiomas y en diferentes adaptaciones es: “El estado opresor es un macho violador”. Tal estrofa no responde, como simplifican algunxs, a un impulso de feminazis deslenguadas y odiadoras (?), sino a una investigación profunda de aquello que sustenta las violaciones en los países latinoamericanos –y, por qué no, en el mundo– y no sólo quedan impunes dentro del sistema judicial, sino que hasta se justifican. El gran logro de la intervención “un violador en tu camino” es llevar las tesis de teóricas feministas a la calle en puestas en escena interpeladoras que no han dejado indiferente ni a viandantes ni a internautas de las redes sociales. La intervención ha sido replicada y reeditada en las más variadas geografías desde Italia hasta Turquía, pasando por México hasta la India. Se la coreó en mapudungo y francés, en italiano y quechua. La hemos visto en nuestras ciudades, primero en La Paz, Tarija, Sucre, Cochabamba y Santa Cruz. He escuchado tararear algunas estrofas en la universidad, así, sin querer, como rola pegajosa. La he visto reeditada en un meme provida, la he leído criticada en comentarios desubicados y, peor todavía, a cuál más misóginos.

La otra semana se verificó quizás por primera vez en estos lares un performance de estas características y frente al Palacio de Justicia un grupo de mujeres y disidentes hicieron escuchar sus voces. Pocos días antes y en esas mismas dependencias Marcelo Ostria recibió una condena de 8 años de privación de libertad por el delito de “agresión seguida de muerte” perpetrado contra Ivana Arroyo. También días antes, el acusado del feminicidio de Dayana Alemán fue absuelto; en ambos casos existen sendas denuncias de parcialización de la justicia e irregularidades. Entonces llama la atención que se considere que las activistas que hacían escuchar sus voces y bailaban gritando y reclamando contra la impunidad para el asesino, solo estuvieran haciendo un show y copiando algo que estaba de moda y que ni siquiera entendían. El año pasado en Tarija se declaró alerta departamental dado el número de feminicidios; en julio de este año, nuevamente, se tenía el mayor índice de feminicidios a nivel nacional junto a Oruro. Por ello solicitamos una vez más acciones urgentes para que no nos maten. Como dato complementario, la fiscalía informó que, a nivel nacional, cada día se reciben 12 denuncias de abuso sexual, 8 de las cuales corresponden a violación. En promedio, cada día.

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Trascender la modernidad capitalista para re-existir Reflexiones sobre derechos, democracia y bienestar en el contexto de las nuevas derechas

Por: Miriam Lang, Horacio Machado Aráoz y Mario Rodríguez Ibáñez

 

En la actualidad, varios fenómenos de crisis están vinculados. Nunca antes en la historia tantos gobernantes de extrema derecha habían llegado al gobierno mediante elecciones, en las más diversas partes del planeta. Nunca antes tantos millones de personas habían sido desplazadas de sus lugares de origen, por diferentes factores de expulsión. Nunca antes la sociedad humana enfrentó niveles de desigualdad tan escandalosos, o, para reformularlo con las palabras que propone Rita Segato en este libro, nunca antes el mundo ha tenido tan pocos dueños tan poderosos. Nunca antes las condiciones materiales y ecológicas de la vida misma en nuestro planeta estuvieron expuestas a una destrucción tan acelerada.

Al mismo tiempo, el lucro y la lógica empresarial siguen expandiéndose a todos los campos de la vida social: se convierten en lenguaje de valoración (pretendido) único, en la forma predominante de interacción política, y en el sentido final de la existencia para porciones cada vez más amplias de seres humanos. Conductas y posturas de supremacía racial, sexista o religiosa ganan legitimidad y se expanden en el imaginario social de diversas partes del mundo. Asimismo, el orden global que desde la segunda posguerra había generado cierto optimismo y estabilidad, e incluso algunos ensayos antiimperialistas y de no alineación, el llamado multilateralismo, está siendo socavado por afanes de acumulación que precisan rebasar todo tipo de límites anteriormente vigentes. Es socavado también por ciertos personajes, que se construyen como superhéroes masculinos, sobrehumanos, capaces de resolver problemas excepcionales con medidas excepcionales, por encima de toda regla, como Donald Trump, en EE.UU.; Viktor Orbán, en Hungría; Rodrigo Duterte, en Filipinas; Narendra Modi, en la India, y Jair Bolsonaro, en Brasil.

Ante esta situación angustiante, una reacción muy común de corrientes políticas diversas es defender los ‘valores y logros de la modernidad’, o lo que se cree que queda de ellos, contra el avance de diferentes fenómenos experimentados como ‘barbarismos’: los derechos humanos, la democracia, y el contrato social en torno al bienestar. Defenderlos a que no sean desmantelados por los populistas de derecha, por los neofascismos, por los fundamentalismos religiosos autoritarios o los de mercado –todas aquellas expresiones de “las nuevas caras de la derecha” (Traverso, 2018). Por ejemplo, las centroderechas liberales y conservadoras europeas exigen cerrar y militarizar las fronteras frente a la migración desde África o el Oriente Medio, pues, en su percepción, esta viene a amenazar la democracia, la provisión social y la seguridad, ‘sus’ logros que obtuvieron y tienen ‘por derecho propio’. Pero la necesidad de defender el horizonte de derechos, de la democracia y del bienestar también es un sentimiento ampliamente compartido entre personas que se identifican con la emancipación social o con las izquierdas plurales. Muchos luchan para ‘extender’ los beneficios de la modernidad a todas las poblaciones y geografías, sin enfrentar el hecho de que histórica, política y ecológicamente, estos derechos son en realidad privilegios.

El pensamiento decolonial nos advierte que la barbarie que la modernidad quiso dejar afuera le es, en realidad, inherente y constitutiva de su proyecto civilizatorio. Ya a mediados del siglo pasado, el escritor afrocaribeño Aimé Césaire advertía que la empresa de la modernidad se montó prometiendo la civilización y ejerciendo la colonización; colonizando en nombre de la razón, el derecho y el progreso ([1949] 2006). El paisaje desolador que nos presenta este siglo XXI es el epílogo de la trayectoria histórica del proyecto civilizatorio de la modernidad capitalista; la modernidad que se hizo hegemónica. Quienes asumimos el diagnóstico de que estamos asistiendo a una crisis civilizatoria terminal planteamos que lo que hoy nos embarga –a la especie humana y al planeta– no son algunas fallas o fracasos puntuales de esta modernidad, sino su rotundo éxito. El rasgo fundamental de nuestro tiempo es que asistimos al triunfo aplastante de la modernidad, solo que ese triunfo es una tragedia, pues se ha erigido sobre el avasallamiento sistemático de la vida en sí. Esta crisis civilizatoria es también, y decisivamente, una crisis del pensamiento crítico.

Este diagnóstico –pese a la robustez de las evidencias que lo sustentan– sigue siendo marginal, no tanto en el campo de las ideas, sino más bien en el de la política. Incluso personas, grupos y organizaciones políticas que se identifican con el imaginario de la emancipación social siguen pensándola dentro de los moldes de la modernidad; para amplios sectores de izquierda –en particular, los que disputan el campo de la política institucional– la tarea pasa por restablecer el horizonte de derechos, sostener la democracia y recuperar el (estado de) bienestar, profundamente degradados bajo el neoliberalismo y amenazados por las nuevas derechas.

La envergadura de los desafíos resulta por momentos abrumadora. Estamos en un momento en el que efectivamente se pretende arrasar con todo vestigio de lo que la modernidad ofrecía en términos de promesas emancipatorias. Abandonar ahora la defensa de toda la institucionalidad estructurada en torno al estado de derecho significaría muy probablemente acelerar drásticamente la escalada exterminista. Quienes planteamos que los desafíos emancipatorios nos exigen ir más allá de la modernidad y trascender radicalmente sus presupuestos epistémico-políticos para proyectar otros horizontes civilizatorios no desconocemos estos riesgos. No desconocemos la fragilidad, la vulnerabilidad y el carácter todavía embrionario de las alternativas que vemos germinar desde las re-existencias. Aun así, no nos parece posible imaginar en términos realistas horizontes de futuro para la vida humanamente reconocible como tal, si no encaramos en serio, colectivamente, como especie, estos desafíos. La defensa de las instituciones normativas de la modernidad resulta hoy tan necesaria como insuficiente. De ahí la urgencia de plantear una agenda de trascendencia del imaginario moderno por más difícil que sea concretarla. Estas inquietudes dan lugar a este texto, pensado como apenas un aporte para estas búsquedas.

Luego de recordar brevemente, desde una perspectiva decolonial, las bases epistémicas de la modernidad capitalista y el rol del Estado en el sistema-mundo que esta instauró, enfatizaremos en tres paradigmas que constituyen las bases del imaginario positivo de la modernidad, que vuelve a legitimar una y otra vez el espejismo de ‘desarrollo’ en la experiencia latinoamericana: los derechos, la democracia y el estado de bienestar. Exploraremos sus orígenes, las relaciones de dominación y la violencia que les son inherentes, pero también su evolución al calor de luchas pasadas, y en qué medida o en qué condiciones constituyen hoy herramientas válidas para estrategias contra las nuevas derechas y la crisis multidimensional. Finalmente, esbozaremos algunas pistas para trascender esta modernidad tan problemática, que, sin embargo, pretende validez universal.

SENKATA, NO TE MERECEN

Por: Quya Reyna Los pututus suenan… y su sonido trae calma, sólo por un momento. Cuántas bolsas negras habrán comprado ayer y hoy las tías y los tíos para improvisar un moño negro y colgarlo en las puertas de sus casas, en las iglesias, para ponerlo encima de su wiphala, para que el viento recuerde...

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TECNOFASCISMO: LOS MECANISMOS DE CONTROL DEL TOTALITARISMO INVERSO

Por: Chellis Glendinning

Vigilancia de llamados telefónicos y correos electrónicos privados. Cámaras que registran cada paso que das. No hay recurso de amparo. Ingreso ilimitado a tus antecedentes financieros. Máquinas electorales que alteran los resultados de elecciones con sólo pulsar un botón. Protestas definidas como terrorismo, Mucha gente espera que la pérdida de derechos civiles que los estadounidenses han sufrido desde los ataques montados por el gobierno de Bush II sea una realidad política que pueda ser invertida mediante la voluntad electoral.

Mecanismos establecidos de poder político son, desde luego, los medios inmediatamente disponibles para intentar el cambio. Nociones de derechos ciudadanos, libertad, y participación democrática son paradigmas convincentes que han apasionado regularmente la bravura de ciudadanos de EE.UU. – y sin embargo el politólogo Sheldon Wolin, quien enseñó la filosofía de la democracia durante cinco décadas, ve el actual predicamento de la hegemonía corporativa gubernamental como algo más endémico.

“Totalitarismo inverso,” lo llama en su reciente “Democracy Incorporated”: “Mentiras al blandir el poder total sin mostrar lo que está haciendo, sin establecer campos de concentración, o imponer uniformidad ideológica, o reprimir por la fuerza a elementos disidentes mientras sigan siendo ineficaces.” Para Wolin, una forma semejante de poder político convierte a EE.UU. “en el escaparate que muestra como la democracia puede ser dirigida sin mostrar que está siendo eliminada.”

Wolin señala correctamente que los orígenes del sistema de gobierno de EE.UU. “nacieron con un prejuicio contra la democracia,” y sin embargo el sistema ha arremetido rápidamente más allá de sus raíces agrarias menos que democráticas para convertirse en una sociedad urbana de masas que, con evidente sabor a 1984, podría ser llamada tecnofascismo. El papel de la tecnología es la parte pasada por alto del acertijo del enigma político contemporáneo.

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HOY LA REPRESIÓN FUE EN SENKATA

Hoy la represión fue en senkata, como hace 15 años también se reprimía y mataba a la gente por el gas en este mismo lugar. Hace 15 años fue en contra de un gobierno neoliberal y hoy parece que las consignas no están muy lejos de ello.

Los testimonios de amigos y vecinos de la zona comenzaron a salir desde las diez de la mañana, comentando que los militares habían ingresado en la zona y que se comenzaba a reprimir a la gente que se había atrincherado en la planta de Senkata para no dejar salir gasolina hace ya varios días. ¿El dilema? los autos de la gente de la ciudad de La Paz no pueden andar…. ¿por qué? hay un grupo de personas que piden que sus derechos no sean pisoteados, porque se ha instalado un gobierno neoliberal que ha quemado la whipala, insultado a la gente que la defiende y repudiado a la Pachamama. La gente en la ciudad de El Alto lo sabe, sabe que de permanecer este gobierno, los retrocesos en temas de derechos humanos serían radicales, como lo están siendo cada día que pasa con ellxs dentro de Palacio.

Entonces no podía quedarme sin ver lo que estaba sucediendo en Senkata, junto a compañerxs de trabajo y militancia decidimos subir a ver que pasaba.

El recorrido comenzó en la plaza San Francisco donde llegaron varias comunidades de varias provincias de La Paz, que al momento de escuchar que los compañerxs de Senkata estaban siendo agredidos, decidieron replegarse y subir a apoyarlos. Y así lo hicimos nosotros también. Con un celular y una cámara decidimos subir a reportar lo que la gente estaba sientiendo y viendo.

Si, la ciudad de El Alto es una ciudad guerrera, lo es, los vecinos no se van a dejar pisotear, no se van a dejar. Agrupados en varias esquinas gritaban sus irrenunciables consignas “Renuncia de Añez” “no más militarización”, “justicia para los muertos”.

Estas consignas y las protestas en torno a la custodia de la planta de gas de Senkata, han sido el perfecto justificativo para que el gobierno de transición otorgue carta libre a los militares para tomar la zona y sacar bala cuando lo necesiten, dejándolos excentos de cualquier responsabilidad por decreto establecido el 14 de noviembre del presente año.

Necesitaba verlo con mis propios ojos. Llegamos hasta la parada del teleférico 6 de marzo dónde ya la tensión se sentía en el ambiente. Cientos de vecinos tomaban las calles haciendo vigilias y reportando los lugares dónde se necesitaba ayuda. Están cabreados sí. Hasta el medio día ya se reportaban tres muertos. Las ambulancias pasan corriendo y los vecinos las detienen “Revisen”, “Pidan nombres” gritan, y así lo hacen. No dejarán pasar nada que parezca sospechoso. Tomamos testimonios de la gente “Queremos la renuncia de Añez” gritan, hablan en aymara y varias mujeres llaman a las mujeres de El Alto a salir a defender a su pueblo.

Entre la gente se va pasando la voz de lo que ocurre en otros puntos de la ciudad de El Alto dónde se necesita ayuda. Los vecinos están ahí para reforzarlos. Nadie tiene armas de fuego, nadie porta armas corto punzantes. Se defienden con piedras o palos, algunos tiene hondas y la rabia del pueblo masacrado.

Seguimos caminando y vamos encontrándonos con policías que rodean la zona. Nos miran pasar. Los vecinos siguen la ruta con wawas en los brazos, camino a sus casas. En el trayecto una vecina nos regala jugos “Gracias por ayudarnos a difundir lo que está pasando aquí en Senkata” nos dice. Nadie les paga, ellxs salen por su propia voluntad, por la propia organización barrial y comunitaria que aún existe en esta ciudad indígena.

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PARTO Y AUTOATENCIÓN EN CONTEXTOS DE MIGRACIÓN CAMPO-CIUDAD ESTUDIO DE CASO EN EL MUNICIPIO DE CERCADO, TARIJA PARTE III

Por: Elena Peña y Lillo

¿Por qué un parto autoatendido?

Dibbits (2013) identifica como barreras a la hora de acudir al hospital el que las prácticas biomédicas son desconocidas y causan incertidumbre, la desconfianza generada por las referencias negativas respecto a la cantidad de gente que asiste al parto[1], el trato impersonal y el temor a ser reprochadas si hay complicaciones debido a que no asistió a los controles prenatales y/o haber intentado dar a luz en su domicilio.

Nuestras entrevistadas enfatizan la falta de infraestructura en el pasado y, actualmente, el temor, la vergüenza, el mal trato prodigado en el hospital y el número de observadores:

“RV: Bueno, antes era por la falta de centros de salud, no habían.

SG: Uno que era así, no había centros de salud donde acudir y otro también por ignorancia, ahora yo creo que es por temor por lo que no van (…) atender un parto es algo, especialmente para la mujer, traumático diría yo (…) le hacen, le sientan, le tienes que abrir las piernas, tienes que pujar y ahí está un montón de gente (…) Y a veces la sala de parto es tan fría que… entonces yo creo que es por temor, al ver a tanta persona que está (…)

RV: Tal vez sea la confianza, la vergüenza. No sé, por lo que mi mamá me cuenta los médicos son muy malos y muy guasos. Te retan, te gritan y aparte de dicen insultos (…) ‘No le ha dolido para abrir las piernas antes’ o, como mi mamá tenía mujeres, ‘más comida para los pajaritos’ y ella [me] dice [que] cuando me ha tenido a mí que yo no salía pues y no ve que aprietan y mi mamá ya no daba más. Y dice que ha venido una enfermera ya madura y ¡fiuff! dice ‘casi se sienta encima (…) ¡Qué dolor!, si yo no estaba mal le daba uno, pero uno ya no tiene ni fuerza’ y claro así tal vez, yo digo debe dar miedo. Si te hablaran bien, el trato fuera bueno, te animaran”. (RV y SG, 04/07/2019).

Un comentario de Dora es significante y tiene que ver con la doctora que atiende la posta actualmente: “Ahora hay posta ahicito. Uuuuh, la doctorcita ese ratito puede venir pero esa vez no había”. Llama la atención la seguridad sobre su disponibilidad para ir al domicilio a atender la complicación del parto. Interrogada, la doctora Mabel Baldivieso[2] apunta que el enfoque SAFCI consiste precisamente en buscar al paciente, conocer su contexto, buscar soluciones integrales para alcanzar su bienestar, lo que le lleva a programar visitas domiciliarias para verificar si siguen sus recomendaciones y enterarse de lo que ocurre en el barrio; a veces, “ellos me cuentan, los mismos vecinos, cuando salgo, si ya ha nacido la wawa de tal, de cual; que la tal no ha venido todavía al primer control de su bebé” (MB, 04/07/2019); los lazos de confianza se fortalecen en esas interacciones. La doctora Baldivieso reconoce la transformación de las formas de atención materno-infantil: el SUMI, el Bono Juana Azurduy y la estrategia SAFCI hacen que ninguna mujer de los 1544 habitantes que tiene a su cargo haya fallecido en un parto. Cree que las razones por las que Dora no acudió al hospital fue consecuencia de la falta de orientación antes de dar a luz; los controles prenatales son justamente una instancia de orientación a la madre sobre cómo es la atención al parto:

Es convencerle, explicarle el por qué [de hacer tal o cual práctica, o abandonarla] adelantarse a los hechos, decirles las ventajas y las desventajas, explicar las consecuencias sin hacer sentir mal a la persona (…) a partir de la semana 34 de gestación ya todo es orientación, explicarles cómo es el proceso del parto, la mejor posición para darles de lactar a las wawas, darles a conocer sus derechos, si quieren que los practicantes se retiren de la sala de partos (…) esto es salir a trabajar en el hogar de las madres, salir a su territorio, entrar al hogar” (MB, 04/07/2019)

MARIO RODRÍGUEZ: CONVERSACIONES SOBRE PROCESOS DE RETERRITORIALIZACIÓN Y COMUNALIZACIÓN EN CONTEXTOS URBANOS (parte 2)

Por:La OLLA sazón pública Segunda y última parte de la entrevista de Miriam Lang, Univerdad Andina Simón Bolívar del Ecuador, con Mario Rodríguez Ibáñez del equipo de Wayna Tambo – Red de la Diversidad sobre los procesos de reterritorialización y comunalización en espacios urbanos. En esta parte de la entrevista se profundiza sobre las redes...

PARTO Y AUTOATENCIÓN EN CONTEXTOS DE MIGRACIÓN CAMPO-CIUDAD ESTUDIO DE CASO EN EL MUNICIPIO DE CERCADO, TARIJA PARTE II

Por: Elena Peña y Lillo Yembatirenda/Tarija

En la primera parte de esta entrega presentamos algunos conceptos que nos parecen pertinentes repasar y repensar para comprender los desafíos que implica la atención a la salud materna en contextos interculturales, en especial al interior de los procesos de migración campo-ciudad que modifican las formas de atención al parto e implican una diáspora de sus representaciones y prácticas. Así pues, hablamos de sistemas médicos autoatención, sistemas médicos en contextos de migración, el enfoque intercultural en la atención de salud y la salud materno-infantil como exponente de desarrollo. Si bien es importante problematizar cada uno de estos ejes, en lo que sigue vamos a presentar un estudio de caso que nos permite visibilizar las diversas aristas que atraviesa la atención materno-infantil en el sur del país, en especial dentro de los movimientos migratorios.

Situaciones locales de atención al parto en contextos de migración

La universalidad[1] del servicio de atención materno-infantil no es sinónimo de efectividad. Aquí se desglosa la experiencia de vida de Dora (40), una mujer de origen campesino que pese a vivir en la ciudad, mantuvo la autoatención en sus cuatro partos. Desde su relato, se correlacionan las condiciones socioeconómicas que influyeron en ese devenir. Asimismo se ensaya una aproximación al ámbito emocional que, al relatar su experiencia, retrotrae las razones por las decidió dar a luz no en su domicilio urbano, sino en su comunidad de origen, donde todavía no hay posta sanitaria. Su discurso se complementa con aportes extraídos de otras entrevistas: la doctora Mabel Baldivieso, Rocío Velásquez y la enfermera Soledad Gumiel.

Un parto autoatendido en casa

Contextualización

Dora nació en 1979 en la comunidad de Canchones (Cercado, Tarija) que, pese a su cercanía relativa de la urbe, continúa siendo una comunidad remota y con poco acceso a servicios. La posta sanitaria más cercana, creada recientemente, está en Papachacra, cuyo radio de atención se extiende a las comunidades cercanas. La producción local se concentra en la siembra de trigo y arveja a temporal. El flujo migratorio protagonizado por la población del sector fue constante, en especial, desde la década del 90’, cuando el cambio climático comienza a afectar de manera significativa el calendario agrícola de la zona, haciendo difícil la subsistencia:

“En ese tiempo [2001], mamá y papá se quedaron con las pocas ovejitas (…) el Pedro con quien ya me había juntado (…) nos hemos ido a la casa de mi abuelo (…) ahí vivíamos todos, hartos, nos construimos cuartitos para cada (…) ese año estando en Tarija y sin trabajo le acompañé [a su esposo] a la zafra. Tres años fuimos” (Doña Dora[2], 27/05/2019).

Dicho domicilio se ubica en el barrio Narciso Campero y fue, por largo tiempo, una casa familiar situada en lo que en ese entonces era la periferia urbana. En ocasiones los flujos migratorios obedecen a movimientos familiares: los potenciales migrantes conocen las oportunidades de un alojamiento inicial gracias a relaciones sociales con inmigrantes previos quienes van acumulando una experiencia migratoria ligada al territorio en que se desenvuelven (CASTAGNOLA, 2015). En el caso de Dora, el 2006 parte de su familia se desplaza, gracias a esa cadena de comunicaciones y lazos familiares, al sector Portillo Jardín, barrio fundado el 2005 donde los lotes eran baratos. La prioridad era contar con un techo propio; los servicios básicos vendrían después[3].

Una persistencia que puede encontrarse, a pesar de la residencia urbana, son los vínculos de parentesco. ¿El nexo, además del familiar, puede ser comunal? Desde luego, en las comunidades el grado de parentesco es elevado y pese a los flujos migratorios campo-ciudad, la comunidad de origen sigue siendo el centro de encuentro, la residencia de los progenitores, el sitio de la fiesta patronal a la que acuden anualmente y el territorio –entendido como espacio de vida– donde adquirieron buena parte de sus referencias de salud.