Lorenzo Mijares (manifiesto)
Todo cuadra de manera misteriosa, todo. Mi historia, esos seres que pasaron y han pasado por mi vida. Esas precisas cosas que ocurrieron, los hechos. Todo es y ha sido por algo misterioso, profundo e inexplicable; ese lugar, ese tiempo, ese país, ese barrio, ese entorno, esos padres, esas escuelas, esos amigos, esos vecinos, ese vacío, esa penumbra, esa soledad, esa tristeza…ese dolor, esa fascinación, esa infancia ese mundo y no otro, esos hijos, todo es y ha sido y estado ahí por algo. Todo ello me hace ser hoy, ahora, el que soy, animal teatral de Hemoficción. Yo afirmo que soy Hemoficción desde antes de nacer, desde que fui concebido, desde ese mismo instante.
Afirmo y declaro aquí que no es como me dijeron, no. De ninguna manera, no. Es al revés. Dejarlo todo, y apostar ciego, con todo lo que soy, sí, con todas mis inseguridades y flaquezas, pero también con toda mi potencia y con toda la fuerza que me ha dado el teatro desde la Hemoficción y que me hace invencible porque cumplo la voluntad de Dios y no la mía y si hago lo que Dios quiere para mí, misión, entonces, nada me detiene, nada, es así de simple. Y ese poder lo adquiero si y solo si, renuncio a todo desde dentro con toda mi capacidad de aceptación y honestidad. Cualquier clase de reserva sale a relucir, de hecho estoy seguro que al tiempo detectaré las mismísimas resistencias que ahora obnubilan y limitan mi acción. Bendito sea Juan Trigos. He vuelto a mi gracias a él. Soy Lorenzo, soy yo, retorno a esa fé, fuerza, sensibilidad y candor de mi niñez temprana. Vuelvo a reencontrarme con mis anhelos y confirmo que estoy aquí por algo serio, misterioso, profundo, mágico e importante. Hoy me acepto. Acepto el regalo y tomo la responsabilidad de diseminar la Hemoficción por el mundo.
Debo confesar que el primer resistente a la Hemoficción fui y he sido yo, me avergonzaba de solo pronunciar la palabra durante años, además me dolía, me incomodaba, me irritaba, me violentaba, me molestaba enormemente, me ha dolido hasta lo más profundo. Adorar a un vivo es difícil para mí. He querido salir corriendo casi siempre pero no lo he hecho, algo me lo impide. Me he pasado más de siete años montando obras y boicoteándolas al mismo tiempo. Me estremece verlo, pero así ha sido, para reír y llorar. Dentro de las burbujas emocionales no veo nada, solo gozo emociones torcidas, inquietud y guerra interna. Ha sido después, al tiempo que he podido enfriar las emociones, ver objetivamente, aceptar los fallos, corregir mis actitudes y mejorar mis montajes.
En mi caso, la libertad tiene que ver con la aceptación, las desinhibiciones. Tiene que ver con sacar del armario todo. Abrir hasta los más recónditos y pequeños cajones. Tiene que ver con no guardar secretos. La libertad tiene una estrecha relación con la responsabilidad, la total seriedad y el compromiso. Tiene que ver con la honestidad y con la aceptación y con la continuidad. Yo tengo la necesidad de exponerme y no de exhibirme…al exhibirme, me debilito, puteo, reconozco que me seduce la putería, por corrupto, por tomar el camino facil, por complaciente, sin embargo si sólo me expongo, si consigo sólo exponerme a través de lo que hago, HEMOFICCIÓN, de mi ser director con mis puestas en escena, de mi ser actor, intentando ponerme al servicio de mi personaje, al ser promotor siendo solo un emisario del arte de Hemoficción, rejuvenezco, vivo, me lleno de luz, de la fuerza, de la energía y el poder de la verdad, del poder del amor. La libertad tiene que ver con la acción y no con decir.
La libertad la voy conquistando con renuncias, rigor, disciplina, compromiso y determinación, pero sobre todo fe ciega acompañada de acciones concretas y congruentes. Dejarlo todo por lo que creo y anhelo.
***
Hablo a los artistas, a los responsables de los Teatros, a los funcionarios de la cultura, a los periodistas, a los críticos, a las revistas especializadas, a los festivales internacionales, a los canales de t.v., a las radiodifusoras, en fin, a todas las instituciones y personas ocupadas de hacer y difundir la cultura.
Manifiesto y comparto que: Yo me he convertido en artista, siéndolo, haciendo y haciendo y haciendo. Atreviéndome, haciendo oídos sordos a los demás, escuchando a la obra, atendiendo a la ficción dramática, escuchando a mi intuición y no a otros, equivocándome, corrigiendo, atreviéndome sin reservas y exponiendo mis carencias, mis flaquezas, mi ego y mis debilidades. En mi vida dentro de la Hemoficción he aprendido que es así, haciendo incansablemente y siempre expuesto, como he podido doblegar el ego y servir al arte.
Y por todo lo anterior afirmo que:
La producción ha de ser la que hay,
el espacio el que es,
las luces, cuando hay,
el sonido y los efectos, prescindibles…
entonces…
si hay honestidad
si hay ficción dramática
PUEDE HABER TEATRO!
No envolver a los actores en mi camino de renuncias y temple, no. Ese es mi camino y ni debo flagelar a los demás con mi seriedad, ni con mi compromiso, mis convicciones son mías y es mi responsabilidad. Sé que lo hago para flagelar, para torturar y para divertirme y de paso me coloco arriba, me entretengo y no me siento solo pero no es correcto, es corrupción. No.
No discutir, no entrar en controversias. No estoy aquí para convencer a nadie de nada. Estoy aquí para compartir una revelación, mi visión y mi iluminación. Estoy para servir y ser útil a la humanidad a través de la Hemoficción y en la escena, sobre los escenarios. Yo he de dirigir actores, dirigirlos, no convencerlos ni explicarles. Solo dirigir en la acción pura.
Crecer en productividad, en eficiencia y capacidad creativa, no reservarme nada, darlo todo siempre; en mis montajes, en los ensayos y en las funciones, siempre. Ahí es donde fluye la luz, dándolo todo sin reservas mezquinas. Crecer en la ruta incorruptible del arte de Hemoficción, poderosa, bendita, verdadera.
No pretendo encontrar el significado de la palabra Hemoficción me basta expresar y compartir el impacto que esta tiene y ha tenido en mí. Por medio de mi intuición entro a un juego de la imaginación sin censura, me regala libertad, me conduce a verme a mi mismo, me exige congruencia, me acorrala y me obliga a aceptarme sin piedad y con toda generosidad. De ahí me nutro, ahí me descubro, me reconozco, me reencuentro, me expongo, me acepto, me religo, de ahí soy, acto de fe.
No busco escandalizar, ni agradar ni complacer ni mucho menos convencer de nada a nadie. Lo que deseo es compartir jubilosamente esta misteriosa, mágica, fascinante y devastadora luz de conciencia que es y ha sido para mí la Hemoficción.
En palabras del creador de esta corriente, Juan Trigos: el teatro de Hemoficción busca identidad mediante la imbricación de drama y comedia: lo que mueve a risa es llanto ahíto de júbilo para los protagonistas y viceversa, cuando los actores ríen el público se vuelca en lágrimas cargadas de deseos festivos. La Hemoficción busca hacer arte que augure la individuación, proceso que se alarga durante infinidad de momentos sujetos como mariposas por el alfiler que punza y provoca la depuración del alma. Camino que conduce a un lugar interno y definido, mi sitio, territorio perfecto donde crece la flor de oro. El propio espacio del creador y del espectador, tan extraño como el ser mismo.
La Hemoficción apunta hacia la salida del manicomio cotidiano. Riendo a carcajadas permito que caigan las hojas secas de los moldes aprendidos. Llorando con verdadera amargura aceito la maquinaria espiritual. Esta corriente desborda el rango de lo convencional para adentrarse en situaciones extremas. Rebusca en el pasado la conciencia que impone en la presente impunidad y otros vicios. Ataca el borreguismo criminal. Contradice los valores obligados por una inquisición interna. El camino hacia la lucidez inalcanzable da sentido al drama de Hemoficción, que busca la conciencia, pero siempre se topa con la inconciencia.
Afirmo que la Hemoficción es un regalo de México para el mundo que pasa por este mágico país y elige establecerse aquí en España como un merecido tributo. Llegó aquí para quedarse.
Lo que aquí manifiesto va más allá de la comprensión, pero debo decirlo con todas sus letras porque es así. Mis afirmaciones no son producto de la especulación ni de teorías ajenas sino de mi propia experiencia como artista. Yo llegue aquí en noviembre del año dos mil cuatro con el propósito de difundir la Hemoficción en este país. Es solo el principio, pero ahora comienzo a consolidar el proyecto creciendo día con día. Llevándolo a todos los lugares y foros que hasta hoy nos han abierto sus puertas sin reservas ni esclusas burocráticas.
Sé lo difícil que resulta abrirse a la verdadera vanguardia y no me sorprende, en el arte siempre ha sido así y ésta no es la excepción. Está uno ante lo absoluto, ante lo ilegible, lo nunca antes visto.
Escribo esto porque hacerlo me compromete. No estoy aquí para competir ni mucho menos para imponer nada. El arte se coloca solo, la Hemoficción ha tomado su lugar y sitio en la realidad, yo soy solo el partícipe de un regalo divino, emisario de un concilio espiritual con mi madre patria España. Nada menos.
Antes de concluir me atreveré a decir algunas cosas más para poder acercarle aún más a este fenómeno. Lo expreso con mi mayor claridad.
Lo digo honestamente y por encima de cualquier petulancia. La «Hemoficcion» es un legado cultural para la humanidad que ahora pasa por aquí como un tributo y regalo de México para España y el mundo. Ha llegado aquí para quedarse.
Lo afirmo y tengo el derecho de hacerlo dado que yo no soy el creador de esta poderosa corriente artística de vanguardia. El creador es Juan Trigos. Yo me he ligado a la Hemoficción y le pertenezco ahora a solo ocho años de dedicarle mi vida.
Hace muchos siglos que se ha dejado de lado la verdadera importancia, el poder místico, el poder alquímico y la magia del fenómeno teatral, (hablo de lo que supieron los griegos, los aztecas con sus danzas y rituales, mis antepasados indígenas, los mayas, los raramuris, los huicholes, los mazatecos, por solo nombrar algunos…) Por cierto, cabe mencionar que no sólo se supo, esto de lo que hablo, aquí en España, sino que además, se hizo uso del poder del fenómeno teatral con los autos sacramentales como parte del proceso de evangelización que emprendió España en toda América del sur y naturalmente también en México con obras de, entre otros, el genial Calderón de la Barca.
Hace 75 años Antonin Artaud, el más brillante e iluminado filosofo del teatro que ha habido supo y declaró, que la llama de la luz del arte sublime que es el teatro era extinta en Europa desde hacía siglos y fue claro al decirlo e ir en su busca curiosamente a México.
Esto no es casual. No existen las casualidades y la magia de la vida sorprende y nos deja sin palabras. La Hemoficcion viene de ahí, de esa raíz indígena, ancestral, nativa, ligada con los dioses mexicanos, con las danzas rituales y claro está, también ligada entrañable, amorosa, terrible y dolorosamente con los más de trescientos años de colisión cultural con España.
Esa luz que es el arte puro, siglos atrás extinta en Europa Artaud la supo en México y si bien él no vivió para descubrirla, la vio venir y lo dijo sin importarle el juicio vacuo de su época, como todo verdadero visionario y animal teatral ligado al dolor profundo de la humanidad.
Hablo y asumo la seriedad de mi declaración. Es la Hemoficción la luz de conciencia de que habló Antonin Artaud. La historia no me dejará mentir, estoy cierto de que la verdad se defiende sola por encima de cualquier juicio.
Con la tranquilidad y seguridad que me confiere la experiencia viva y mimética del teatro de Hemoficción manifiesto todo esto y deseo con toda mi alma que acepte usted este bendito regalo que, en todo caso, ya está aquí.
Quedo a su disposición para cualquier comentario al respecto de este escrito.
Lorenzo Mijares