CH’ALLANDO LA ABUNDANCIA EN TOKE POCURO, LAGO TITIKAKA Por: Mario Rodríguez Ibáñez

Llegaron las lluvias, un poco tarde, pero llegaron. El campo está verde, los sembradíos de papa han florecido, la tierra y la gente que habita la comunidad de Toke Pocuro están felices. Es tiempo del florecimiento, de celebrar las lluvias que ayudaron a que las semillas crezcan abundantes y la fertilidad nos llene con su abundancia. Ya salieron las primeras cosechas y se anuncian las mayores. Hay reservas de agua para un nuevo ciclo. Hay motivos para celebrar.

Es tiempo de Anata, la festividad andina originaria que se escondió o se compartió con tiempo del carnaval. En la comunidad de Toke Pocuro, municipio de Santiago de Huata, departamento de La paz, a orillas del lago Titikaka, se viven intensamente estas jornadas de fiesta, de ritualidad, de compartir, de regeneración de la comunidad que integra a la gente humana, a las personas y entidades de la naturaleza, a los ancestros y ancestras, a quienes habitan los lugares y las dimensiones de lo sagrado.

El lunes 12 de febrero se agasaja y agradece al agua de la comunidad, a sus fuentes y lugares de almacenamiento. Desde dos puntos altos de la comunidad, donde se encuentran los tanques que abastecen de agua a la misma, las personas organizadas en dos grupos ch’allan se juntan desde tempranas horas de la mañana. Comparten la música, el wayru o pinkillo que acompaña el tiempo de lluvia, el jallu pacha se dice. Se ch’alla y adorna los tanques. Guiados por las autoridades, varones y mujeres, se baja bailando, en forma serpenteante como camina el agua, señal de abundancia en la tierra y en el cosmos. Se hace una visita a las fuentes y bombas de agua, ya casi a la ribera del lago Titikaka, la Qutamama. Se baila para encontrarse con la otra mitad de la comunidad que hace lo mismo bajando del otro cerro, del otro tanque de agua. Se encuentran las dos parcialidades complementarias, se encuentran las dos músicas, se encuentran las vidas. Es el taypi, el lugar de encuentro ritual de las dos parcialidades que se complementan en la comunidad. Están los seres humanos, pero también vienen con ellos y ellas, las semillas que germinaron las chacras, las flores que anuncian los frutos, los primeros frutos cosechados, el agua, las lluvias, la tierra, el cosmos, las montañas y los vientos, las serpientes y los sapos, las aves y los conejos que acompañaron el ciclo agrícola. Nos acompañan las abuelas y los abuelos. La comunidad se encuentra, se renueva, comparte ritual y festivamente.

Al día siguiente ya por familias se va al Kawani Achachila, una wak’a en forma de gran roca al borde del lago sagrado. Allí se agasaja y se agradece. En ese lugar se renueva los vínculos con el lago, por eso es día especial para las familias de pescadores que agraden esa otra abundancia, ese otro lugar para criar y cultivar vida y abundancia. Al Kawani Achachila le acompañan los otros achachilas mayores, las montañas de la cordillera de los Andes que también están de fiesta.

Ya el miércoles se agasaja y adorna los cultivos, se agradece esos frutos criado en conversación con el ciclo climático y regenerativo de la tierra. Desde el jueves hasta el fin de semana será el tiempo de celebrar bailando, compartiendo.

Se ch’alla la abundancia, pero una abundancia que no genera acumulación, sino compartir, convivivir, vínculos y relaciones que hacen posible acompañar y cuidar la vida en comunidad.