POLLERA, ESPEJO Y MEMORIA Por: Elena Peña y Lillo – Yembatirenda

Hace unas semanas, el Ministerio de Culturas presentó un anteproyecto de ley para declarar patrimonio cultural inmaterial de Bolivia a la identidad de la chola boliviana. La institución cometió el imperdonable delito de presentar, en una especie de desfile –muy al estilo de pasarelas, mejor dicho, un remedo de estas– a una mujer que caracterizaba la vestimenta de la chola tarijeña de una manera, a decir de muchos de los críticos regionales, por demás andina: encaje en la pollera, collar de perlas, flor de tamaño exagerado en la oreja y una chuspa tejida en qaytu atada al watu de la pollera. Además, horror, se la llamó chola tarijeña. Como guinda del pastel, la modelo en cuestión ni siquiera había nacido en Tarija.

Las reacciones y polémicas en el ámbito institucional y algunxs insignes representantes de la tarijeñidad no se hicieron esperar: “Quien conoce la cultura tarijeña sabe que a lo largo de la historia siempre se conoció a las mujeres del departamento como chapacas”, apuntó el diario El País. “Cualquiera del Ministerio se molesta en buscar e investigar un poco o preguntar para no presentar las cosas de manera tan errada”. Dicho y hecho, Daniel Vacaflores, antropólogo tarijeño, hurgando aquí y excavando allá y no demasiado, hizo aflorar una serie de denominativos históricos del siglo pasado en el que efectivamente a la mujer campesina que vestía polleras se la denominaba “chola”. No sólo eso, sino que siguiendo el trayecto histórico de las palabras y las cosas, podíamos ver el recorrido final de la palabra chola en tanto insulto y otredad no deseada. No me detendré demasiado en revisar los argumentos esgrimidos a favor del denominativo de “moza chapaca” en lugar del de “chola” pues aquí lo que busco es ahondar un poco en el problema de los espejos, la memoria y la otredad que una vez más rebrota en esta polémica.

Hablaré en primer término de algo que parece ser una constante en las sociedades humanas: la necesidad de establecer una diferencia frente al Otro; en este caso, es el Otro andino y el ser “chapaco”. Lo chapaco como identidad étnica no es, ni de lejos, un criterio de distinción inocente: la etnicidad, como una realidad construida, porta en sí misma una intencionalidad y a menudo un carácter instrumental en lo social y lo político. Es decir, el ser y sentirse “chapaco” se crea y se reproduce porque se adapta a un contexto social determinado y porque le interesa a ciertos grupos de poder. Dado su control sobre instituciones objetivas y subjetivas (y aquí podemos extendernos y hablar sobre la producción de contenidos curriculares, propaganda identitaria, marcas turísticas, etc.), fácilmente pueden apuntar a la “invención de la tradición”.

¿Qué son las tradiciones inventadas? Es la construcción de una continuidad cultural artificial. Son respuestas a situaciones nuevas que toman como referencia situaciones antiguas, o que establecen su propio pasado mediante una repetición casi obligatoria. Así, no sorprende la rotundidad de las afirmaciones de una representante del Concejo que criticó la publicación del ministerio por no preservar el léxico tarijeño:“en ningún momento de la historia se la llama chola a la tarijeña” y que el modo correcto de referirse a las mujeres mestizas que usan la vestimenta típica sería moza chapaca (La Voz de Tarija).

¿Cuál será el modo correcto de ser “chapaca” o “chapaco”? Me acuerdo de las voces de las mujeres de pollera que, para los festivales de danza en el colegio rural de Santa Ana, nos trenzaban, a nosotras, niñas para que bailáramos la rueda y nos reñían diciendo que cómo íbamos a querer unas simbas al estilo caporal cuando las trenzas de las chapaquitas comenzaban detrás de la oreja. Me acuerdo de los comentarios de las señoras del mercado central cuando veían a las comadres pasar por ahí y decir que “donde se ha visto una pollera color plateado, a ver”, o dónde estaba la enagua debajo la pollera. O a mi mamá que decía que año a año las polleras ya parecían más de caporal –por el largo– que de chapaca. Me acuerdo de las elecciones de las reinas en el campo, y la parte en la que se pide a las concursantes que entonen una copla de Carnaval, y otra de Pascua, y otra de Todos Santos y como las mujeres maduras miraban escépticas “a ver si podían dar con el tono de la época”, a ver si estaban a la altura del contrapunto y la improvisación, porque pocas sabían las costumbres del campo. Y me acuerdo, también de como cuando llegan los turistas a Tarija preguntan: ¿y dónde están las cholitas tarijeñas? Se les responde de inmediato: “No son cholitas, son chapaquitas. Aquí la cholita es la otra”.

Desde la construcción subjetiva de nuestra identidad hay una negación patológica al término chola y a lo que representa: una naturaleza subalterna. Esto es por demás curioso porque la mujer del campo que usa polleras en el valle central de Tarija y alrededores ocupó –y ocupa– por mucho tiempo ese lugar subalterno. No en vano hay cada vez menos jóvenes que visten pollera en el campo, mucho menos en la ciudad. “No hay mozas”, decían los comunarios en las reuniones de la subcentral, refiriendo a la ausencia de gente joven en la vida de la comunidad, en las tierras de cultivo, en las tierras de pastoreo, en las cocinas y fogones. El lugar subalterno de la campesina chapaca no es un invento. Oscar Alfaro –reconocido poeta tarijeño– nos habla de ello en sus versos, nos habla de Paula, sujeta a la tiranía del patrón de la hacienda y luego al patrón de la ciudad. Si no, ¿por qué las actuales mujeres que preparan afanadas sus vestimentas típicas para la fiesta de comadres, la visten sólo para la fiesta y no en el cotidiano? ¿Por qué sus madres y abuelas no les vistieron de pollera y, en cambio, les pusieron pantalón o vestido? O, ¿por qué, muchas al trasladarse a la ciudad buscando mejores días optaron por el vestido o el pantalón? ¿Por qué, estar de pollera es aparecer en la foto y nada más? En el día a día volvemos a vestir como siempre. En este Carnaval, ser moza chapaca, pienso yo, es asumir una identidad estética depurada de sus sentidos históricos. La invención de la tradición y la reproducción de un criterio deslactosado impiden ver el entramado de una identidad acomodada y vuelta a acomodar a los intereses de las viejas élites.

Es una dentidad estética porque la chapaquita, la moza, sólo lo es en tanto cumpla el canon hegemónico de belleza joven, deseable, domesticada. Las mozas montan a caballo de costado y para montar y desmontar alguien les debe sujetar el palafrén, pues la pollera no les permite mucha maniobra. El largo de las mismas no deja apresurar el paso; para correr, mis compañeras me enseñaron a amarrarme con la manta, para que la pollera no se levante. Quizás el único lugar en donde se puede cuestionar el orden establecido es en el contrapunto y la copla, en las alusiones picarescas. Quizás. Porque la mayor parte de las coplas tienen un contenido machista que remarca la posición de la mujer en tanto objeto sexual (las famosas coplas picantes) o, cuando menos, objeto estético de disfrute a un público masculino. La mocita chapaca es tal en tanto no transgreda el orden establecido; en tanto sonría y responda con igual picardía a la copla o responda con mayor picardía aún. Puede que incluso sea aplaudida cuando ponga en duda la hombría del varón con el cual hace el contrapunto y lo avergüence frente a sus pares. En juego, en chiste. Nada más.

Previo a los sucesos postelectorales del año pasado, previo a la exacerbación del racismo y la discriminación, el 14 de octubre del 2019 un grupo de personas desalojaron a mujeres chapacas de inmediaciones de la plaza Uriondo a los gritos de “Bolivia dijo no” “Que se vayan” “Váyanse, aquí es Tarija” “Aquí no tienen por qué pisar ustedes, afuera” “Váyanse a la mierda” “Aquí no es Potosí” y “Váyanse a la loma”, entre otros. No puedo dejar de observar la vestimenta de quienes se aducen a sí mismos el derecho a ocupar la ciudad y a impedir que otros ocupen ese mismo espacio: pantalón, vestido, gafas, corte pixie, cabello rubio, permanentes, una buena manicure, pocos rostros de bronce. Al otro lado, las campesinas con sus trenzas, sus aretes, sus sandalias charoladas y polleras de salir al pueblo y sus blusas de encaje. Las acompañaban sus hijas, también de pantalón, algunas instándolas a no contestar, a agachar la cabeza, otras contestando boca a boca a las acusaciones. “¿Me botas porque soy masista o porque soy del campo?”, pregunta una de las mujeres negándose a salir del lugar: “Traicionas a Tarija” es la respuesta. ¿Se dan cuenta?

Manejar la imagen estética y edulcorada de la mocita chapaca invisibiliza estos sucesos, impone la vista gorda y se apodera del discurso políticamente correcto: “Orgullosxs de nuestras chapacas”. Pero cuando la chapaca resulta bocona y contestataria, es chola nomas. Mejor que se vuelva al campo, a la loma, donde no incomode, donde no la veamos, donde no exista.

Referencias:

https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=133092600041792&id=100005016000555

Baud, Michiel et al. (1996). (Re)construcciones de la etnicidad. Quito: Abya-Yala.

Contragolpe. Vestir polleras, motivo suficiente para ser discriminada en Tarija. Publicado en octubre de 2019. Disponible en https://contragolpe.org/vestir-polleras-motivo-suficiente-para-ser-discriminada-en-tarija/

El País. Ministerio de Comunicación llama “chola tarijeña” a la mujer chapaca. Publicado en sección Ecos de Tarija de El País (28/01/20). https://elpais.bo/ministerio-de-comunicacion-genera-polemica-al-llamar-chola-tarijena-a-la-mujer-chapaca/

La Voz de Tarija. Concejo pedirá aclaración del proyecto de ley que denomina “chola tarijeña” a la moza chapaca. Publicado en La Voz de Tarija (29/01/20). https://www.lavozdetarija.com/2020/01/29/11concejo-pedira-aclaracion-del-proyecto-de-ley-que-denomina-chola-tarijena-a-la-moza-chapaca/

Los Tiempos. Presentan anteproyecto de ley para declarar patrimonio cultural la identidad de la chola boliviana. Publicado en sección Cultura de Los Tiempos (28/01/20). https://www.lostiempos.com/doble-click/cultura/20200128/presentan-anteproyecto-ley-declarar-patrimonio-cultural-identidad-chola

Periodismo Urbano. Medio digital. Sube la temperatura política. Esta fue la respuesta hacia mujeres campesinas que se encontraban en la plaza Uriondo, a quienes señalaron como afines al MAS. Disponible en https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=768516203603275&id=638011606653736

Vacaflores, Daniel. La chapaca… ¿es moza o es chola? Publicado en la columna de Opinión de El País (07/02/20). https://elpais.bo/la-chapaca-es-moza-o-es-chola/