Por:Mario Rodríguez Ibáñez Wayna Tambo – Red de la Diversidad
En Europa el término de cultura se generaliza en su uso recién en el Siglo XVIII, en ese entonces cultura significa "hombre culto", es decir aquella persona que tiene una educación ilustrada (conocimiento erudito, la filosofía y las artes principalmente). Recién hacia la segunda mitad del siglo XIX se lo utiliza en un sentido más amplio, para hacer referencia a todos los pueblos y "culturas" del mundo, e incluso como sustituto de las ideas sobre el folklore o saber del pueblo que son elevadas al rango de culturas. Para ello influyeron los movimientos nacionalistas en todo el planeta, recordemos que la configuración de los Estados-nacionales en Europa tiene su auge a fines del siglo XVIII y en nuestro continente a inicios del siguiente siglo; además de corrientes de pensamiento como la de los románticos y los anticuarios como veremos más adelante.
Esta manera en que se "universaliza" el término cultura desde occidente tiene que ver, luego, con el carácter de diversidad intrínseco a este concepto. "El término 'cultura' o 'civilización' se inventó en Occidente como proposición universal entre muchas otras. Aun así, si lo comparamos con otros términos universales como 'ciencia' o 'libertad', por ejemplo, la proposición universal 'cultura' ha tenido siempre una connotación pluralista. Se hablaba de ciencia o libertad, por ejemplo, y no de 'ciencia occidental' y 'libertad occidental' porque la presunción general era que estas cosas buenas son unas e indivisibles. Por otro lado, sí se hablaba de 'cultura occidental' porque siempre se ha dado por supuesto que existen otras culturas, inferiores o superiores, o incluso sencillamente diferentes de la occidental"[1].
Esta visión pluralista del concepto de cultura, se desarrolla conjuntamente con la desacralización del mundo propia de la modernidad occidental. Si bien sobre la modernidad profundizaremos más adelante, cabe señalar tres rasgos básicos que tienen que ver con el concepto de cultura: la naturaleza deja de ser sagrada y puede ser conocida para que se la transforme en beneficio del hombre, Dios es el Creador pero dejó al hombre la tarea de "administrar" su obra y para ello el hombre tiene que conocerla, el hombre queda ya no sólo como la criatura más importante de la creación -en la cumbre de toda la naturaleza- sino también como su poseedor. Esto lleva a una separación entre hombre y naturaleza, en relación de sujeto - objeto.
De esta separación entre hombre y naturaleza se desprende el concepto Tyloriano de cultura, como "los productos intelectuales y manuales compartidos por un mismo grupo social"[2]. la cultura
deviene en todo lo creado por el hombre, como las creaciones son distintas, hay tantas culturas como grupos humanos con características singulares.
La cultura, desde la perspectiva Tyloriana, es identificada como el campo que separa a "hombre" de "naturaleza", es la intervención social del hombre sobre la naturaleza. No sólo es atributo exclusivamente humano, sino que es el atributo que lo separa de la naturaleza y permite su transformación en beneficio del propio hombre. Como respuesta a esta concepción surgen tendencias que buscan una mayor precisión del campo de la cultura.
Por un lado, están las interpretaciones sobre la cultura desde el marxismo estructuralista. Mucha gente realizó una lectura lineal de Marx: se ubicó la cultura como un fenómeno superestructural que depende de lo que sucede en la estructura económica, se perdió de vista las propias relaciones dialécticas identificadas por Marx entre estructura y superestructura. Uno de los textos que sirvió para este reduccionismo estructuralista es el siguiente:
"[...] en la producción social de su existencia, los hombres traban determinadas relaciones, necesarias, independientes de su voluntad; esas relaciones de producción corresponden a un grado dado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. La esencia de esas relaciones forma la estructura económica de la sociedad, el fundamento real sobre el que se levanta el edificio jurídico y político y al cual responden formas determinadas de la conciencia social.... No es la conciencia de los hombres que determina la existencia de éstos; por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia"[1].
La cultura fue llevada al campo de la conciencia y como un mero reflejo de las relaciones económicas. Si bien esta visión estuvo presente en varias experiencias de educación popular, no fue mayoritaria, ya que el tema de la conciencia, identificado como campo de lucha ideológica y política, siempre le fue relevante.