Por: Marga Tojo Fuente: www.publico.es
Gran Vía a las 8.30 horas el día de la entrada en vigor de Madrid Central
"La división en la ciudad de lo público y lo privado, de lo productivo frente a lo doméstico y reproductivo y todas sus consecuencias en la inhabitabilidad del espacio público, se asienta al servicio del desarrollo del capitalismo industrial."
Una mujer camina por la calle con un bebé y necesita darle de mamar. Acaba sentada en la parada del autobús porque no hay otro lugar en el que detenerse sin pagar. Cerca de ella una señora mayor intenta recorrer deprisa el paso de cebra mientras los coches pitan porque se ha puesto en rojo en seguida sin que le diese tiempo a cruzar. Son escenas cotidianas en una calle, en el centro de una ciudad.
La urbe del neoliberalismo se diseña para dejar atrás a aquellos que no se encuentran en estado de producción y de consumo. Para esa concepción del urbanismo una calle es el trayecto en coche al trabajo o la distancia perfecta entre un Bershka y un centro comercial.
“Todas las carencias de la ciudad conducen a eso”, explica la socióloga urbanista Blanca Valdivia, integrante del colectivo barcelonés Punt 6 de urbanistas, arquitectas y sociólogas. “La propia configuración urbana nos hace vulnerables. Si no hay bancos, los mayores no tienen donde pararse a descansar y se ven vulnerables. Cuando una persona en silla de ruedas se encuentra permanentes obstáculos, cuando el tráfico hace que los niños solo puedan soltar la mano del adulto dentro de un parque vallado, se les restringe el derecho a la ciudad. Te convierten en un sujeto vulnerable aunque no lo seas. Las ciudades deben dar soporte a la sostenibilidad de la vida”.

