Nuestras vidas son un entretejido cultural que nos reconfigura constantemente:
el debate sobre la cultura como cuarto pilar del desarrollo sostenible
Mario Rodríguez Ibáñez[1]
Hace ya muchos años atrás, me tocó estar presente en Ñaurenda, una comunidad guaraní en el departamento de Tarija, en la fiesta del Arete Guazú. Allí participé y compartí la música y la danza del atico, el cagüi (chicha de maíz), unos partidos de fútbol, noches de conversaciones en torno al fuego, madrugadas de pesca, la comida cotidiana, las historias del sistema de patronazgo y semi esclavitud todavía presentes en esos lugares, los relatos de la tradición oral, las asambleas y los procesos organizativos, los cuidados de la tembetá y la simba y en los varones, los arreglos con achiote y cintas de colores en las mujeres, el ritual del jaguar y el toro toro, una escenificación performática intensa y festiva, etc. Fueron días intensos, llenos de emociones y aprendizajes. Pero fundamentalmente de descentramientos culturales, de abrir los poros y los sentidos para tratar de “chupar” lo más posible la cultura guaraní, de aprender de ella, de saberme en otros modos de vida.
Las culturas, lo cultural atraviesa toda nuestra vida
Las culturas son entretejidos colectivos complejos que configuran singularidades, que se modifican constantemente gracias a los encuentros y desencuentros con otras culturas, a veces festivos y amorosos, a veces tensos y violentos, a veces complementarios y equilibrados, a veces asimétricos y dominantes, pero que incluso en ese modificar constante mantienen sus diferenciaciones y singularizaciones que hacen posible el sostenimiento de esa rica diversidad cultural. Esos entretejidos se nutren de TODA nuestra vida, la