¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO DECIMOS CH’ASKA EN EL TEJIDO DE CULTURA VIVA COMUNITARIA? Por: Mario Rodríguez Ibáñez

“Estas ch’askosa o ch’askoso” se suele decir cotidianamente cuando el cabello está alborotado, cuando luce “despeinado”, o simplemente cuando se miran los cabellos al levantarse de la cama. Ch’aska también quiere decir, en quechua, estrella.

Hace ya más de una década que en la jerga del movimiento o tejido de Cultura Viva Comunitaria en el continente se adoptó la denominación de Puntos de Cultura para referirse a los diferentes centros, colectivos y/o organizaciones culturales que hacen un trabajo territorial comunitario determinado. Brasil, fue sin duda, con el primer Programa de Cultura Viva en el continente, quién marcó la denominación y las experiencias. En Bolivia en general, y en la Red de la Diversidad en particular, cuando comenzamos a hablar de los Puntos de Cultura nos apareció la imagen de un punto despeinado, es decir que se abría para conectarse con el territorio y su población a través de diversas comunidades conectadas entre sí. El Punto aparecía como el dinamizador de eso que tejía al “despeinarse”. Empezamos a hablar de “asteriscos culturales de corresponsabilidad”, pero los asteriscos supieron a muy simétricos, muy ordenados y regulares, y la práctica de nuestros Puntos era más vital, más de brote no controlado, más ch’askoso. El asterisco pasó a denominarse ch’aska en la Red y luego en todo el Tejido de Cultura Viva Comunitaria de Bolivia.

Las ch’askas son comunidad y territorialidad, son la manera en que la Red de la Diversidad genera su estrategia de trabajo hacia la corresponsabilidad y la gestión comunitaria de lo público y los bienes comunes.

Cada Punto de Cultura que hace parte de la Red de la Diversidad, cada equipo local puede tener uno o más puntos como en el caso de Wayna Tambo, va generando desde su CASA una serie de articulaciones, para consolidar territorios de trabajo donde se vigoricen y críen lazos comunitarios, redes de trabajo, redes de amparo y cuidado. Para comenzar se define trabajar con mayor insistencia en algunos espacios públicos como unas calles, la plaza, el parque, el mercado u otros significativos para el barrio. SE va articulando con vecinos y vecinas, a través de sus organizaciones o no, simplemente como agrupación de gente interesada en hacer algo. Se va coordinando con unidades educativas de todo tipo, cuando hay condiciones, así como con otras instituciones que trabajan con la población. Se coordina, también cuando es posible, con espacios municipales o estatales. Fundamentalmente, se coordina con otros grupos y centros culturales que actúan en el territorio o que tienen disposición de desarrollar sus actividades en el mismo. Se trata de un proceso lento, a su ritmo como decimos, que tiene que ir generando poco a poco el brote de confianza. Las relaciones y redes no se tejen de un día para el otro. Hay altibajos, retrocesos, cierres, nuevas aperturas. Es un proceso paciente de crianza, con cariño.

En nuestras experiencias conversamos sobre la necesidad de tener un lugar de referencia, un punto de encuentro permanente que permitiera que la articulación se diere no solo en eventos o reuniones convocadas para tal efecto, sino que fuera generando un ambiente cotidiano de intercambios, iniciativas, encuentros y acciones permanentes. Con esa idea, entre muchas otras, nos montamos nuestras Casas de las Culturas. Sin embargo, si estos puntos centran sus acciones sólo hacia dentro de sí mismos, su tendencia será el aislarse, y en muchos casos ese proceso terminará con su desaparición. Por ello, un Punto de Cultura, cualquiera de los numerosos que son parte de la Red de la Diversidad, articula su trabajo en ese su centro referencial, un local que en algunos casos es propio, en otros en anticrético o, principalmente, es un espacio cedido por una Junta de Vecinos para que desarrollemos nuestro trabajo; pero desde ahí se abre al barrio, a la comunidad y el territorio para sacar sus acciones más allá de ese local. En ese centro referencial aprendimos la importancia de asentar territorialidad, que las personas tengan un ahí donde se nuclea la base de la comunidad de trabajo en un territorio. Es clave, pero cerrado se muere.

Así, nuestro Punto de Cultura se va despeinando, poniendo ch’askoso de articulaciones y relaciones. Eso va generando una territorialidad en forma de estrella, con puntas de articulaciones y relaciones, un tejido que se va haciendo con hilachas no cerradas ni acabadas. Es una experiencia vital, de brote no controlado, de tejido a muchas manos. Por tanto, requiere de una capacidad de perder el control del proceso. Dejar que la vida y las relaciones broten, se cuiden mutuamente, de manera recíproca. Son relaciones vivas, de Buen Convivir. Relaciones que se materializan en espacios, en nuestras casas, en los mercados, plazas o calles que privilegiamos en nuestro trabajo.

En la medida que la comunidad se vigoriza, que el territorio se fortalece, trabajamos la memoria del barrio y del territorio mayor o de otros territorios conectados al barrio, porque los barrios muchas veces son límites artificiales que no se corresponden con los territorios abiertos que habitan y transitan las personas. La memoria es fundamental, trae la vida al presente, ayuda a reapropiarse del territorio. Con la memoria elaboramos cartografías. Las cartografías en movimiento, en diferentes planos o proyecciones, con énfasis que va construyendo la gente, nosotros y nosotras como actores de ese proceso también. Las cartografías recontextualizan el territorio, lo retextuan también. Volvemos a nominar el barrio desde nuestra memoria, desde nuestra apropiación, desde nuestra manera de habitarlo y reahabitarlo.

Otra vez, todo esto es un proceso vivo, vital, activo, con altibajos, con retrocesos, con participación pequeñas, casi desapareciendo, y con momentos altos, vigorosos. Aprendimos que en la pequeñez o en lo masivo, se puede vivir intensamente los mismos, apasionadamente, llenos de ganas de hacer brotar chacras comunitarias.

Al articular en una ch’aska con otros puntos más allá de nuestro territorio cotidiano, se establecen unos puntos más lejanos, más despeinados, más ch’askosos. Si todo va bien, ese puede ser el brote de una ch’aska nueva. Así la ch’aska no es solo despeinarse, abrirse a las conexiones y articulaciones vitales, sino también es ir tejiendo con otras estrellas (segunda acepción del término ch’aska que significa despeinarse y estrella al mismo tiempo). Así las ch’askas van tejiendo constelaciones de articulaciones. Constelaciones que retoman la noción territorial ancestral: territorios abiertos, flexibles, discontinuos. Nunca territorios cerrados y ensimismados.

Las ch’askas articulan tejidos en distintos puntos, pero también son estrellas que ayudan a orientarnos y nos dan las señas de cómo viene el ciclo. Esas estrellas se tejen dando nacimiento a nuevas y generando constelaciones de articulaciones. Son estrellas orientadoras como la cruz del sur o la chakana para nuestros pueblos ancestrales, porque es el trabajo territorial y comunitario el que nos orienta sentidos para ir erosionado las lógicas hegemónicas y dominantes de la expansión del capital, de la modernidad occidental globalizada y sus nociones de desarrollo y progreso, de los procesos de individualización y sobre consumo. Son orientadoras de un camino que va criando, desde lo existente, otros Modos de Vida que denominamos Vivir Bien o Buen Convivir, desde la diversidad, diversidad y pluralidad que es habitada por comunidades y territorios concretos. Por ello el trabajo en ch’aska no es sólo una estrategia organizativa de trabajo, es una estrategia política que le da sentido a nuestras acciones. Permite sostener un reducto de resistencia al capitalismo dominante y opresivo contemporáneo y su horizonte civilizatorio moderno occidental, y desde esta capacidad de resistencia, porque teje relaciones y vínculos, porque sostiene redes de amparo y cuidado, porque cuida y permite que se vayan criando y fortaleciendo esos otros Modos de Vida que habitan entre nosotros y nosotras. Las ch’askas son nuestra forma efectiva de hacer chacras urbanas de Buen Convivir, conectadas en sus continuidades y complementariedades con los espacios rurales. Así reconfiguran los territorios.

Las estrellas y constelaciones no sólo nos sirven para orientarnos. También nos sirven como señas para entender cómo es y será el ciclo, son indicadores de la vida. La gente en las comunidades rurales las observa para saber cómo será el clima en el año, en ese ciclo, para ver cómo serán las lluvias, los fríos o las secas. Son señas que nos ayudan a conversar con los ciclos de la naturaleza. Por eso también nuestras ch’askas son indicadores para saber cómo están y por dónde van los tiempos. Para observar cómo las lógicas y proyectos de dominación están penetrando la vida cotidiana, las formas organizativas, las políticas en los territorios, comunidades y personas concretas, pero también, para observar dónde están sus grietas y sus fragilidades. Nos sirvan para observar y sentir dónde están esas otras formas de vida que son parte de otros modos civilizatorios, de otros mundos posibles y ya existentes, sólo que como solemos decir en illas, es decir en semillas en proceso de crianza, en brotes esperanzadores de alternativas y re-existencias, que ya están, que son desde lo existente, que provienen en mucho – pero no únicamente – de nuestra ancestralidad indígena, y que si los cuidamos y criamos adecuadamente son capaces de hacer emerger nuestro Vivir Bien/Buen Convivir como reorganizador de las relaciones y la vida en su totalidad. Siempre en medio de una complejidad, de abigarramientos, de contradicciones inevitables porque nos toca convivir con el proyecto dominante que nos atraviesa el todo: nuestra cotidianidad, nuestras relaciones, nuestras organizaciones, las políticas. Estamos hablamos de horizontes civilizatorios diferentes, pero que conviven en este tiempo. Estamos en situación de subordinación, enfrentando ataques y opresiones desde el proyecto dominante, pero sólo podemos existir y rehabitar lo existente desde ahí.

Por ello la estrategia de ch’askas es parte de nuestras opciones políticas, éticas y culturales de este tiempo.