ARCHIVO TECHNOCUMBIA Y RECUERDOS DEL PRESENTE Por: Mario Rodríguez Ibáñez

Es la feria de Villa D(C)olores, la radio de Wayna Tambo vuelve a salir a la calle, la radio callejera. “Nos extrañaron caseritas, aquí estamos otra vez en la calle de la feria…” se escucha decir por los parlantes que suenan en la cuadra. Luego de saludar a vecinas y feriantes, se escucha “estito tenemos hoy para ustedes…”, y zas suena una de esas cumbias ochenteras. Las caseras se sonríen, hablamos de “sábados populares”, el tremendo programa de televisión y sus concursos de baile cumbia, techno cumbia y techno merengue de los ’80 y los ’90. Recordamos el tiempo de las discotecas incluso en los “pueblos” como se decía por entonces –ciudades intermedias se dice ahora-. Hay feriantes que se detienen, escuchan un momento, una leve sonrisa se dibuja en la comisura de los labios, recuerdan y siguen por la feria, pero los recuerdos les acompañan. Algunos habrán bailado en esos masivos concursos que desbordaron los sectores populares.

Es viernes 3 de marzo y Sharon Mercado Nogales –bailarina y coreógrafa- junto a DJ Achachi (Gabriel Condori Hilari), nos comparten el archivo de la technocumbia en la calle, en la feria de Villa D(C)olores, en la acera de Wayna Tambo. La calle de donde nació y donde continua. Un recorrido por la música que está en la memoria colectiva desde hace 40 años, en la memoria y los cuerpos que saben cómo moverse en grupo, colectivamente, en retazos de comunidad. En la noche de ese mismo día Sharon nos presenta su obra solista “Recuerdos del presente”, que articula esa memoria en la relación ch’alla, fiesta y cumbia. Para cerrar ese reencuentro, uno de los clásicos de finales de los ’90, el grupo de baile SOMBRAS nos visita y siguen bailando como siempre, más maduros, siempre pueblo. Cerramos con la fiesta en los sonidos del DJ Achachi. La Technocumbia sigue muy vivita, es memoria que presentifica.

La Technocumbia fue expresión de un movimiento en nuestro país y muchos otros lugares del continente, fruto de dos procesos –entre otros- complementarios: el crecimiento acelerado de grandes ciudades fruto de la migración rural por el deterioro de los precios de la producción campesina familiar debido a las políticas de libre importación neoliberales y la profundización de los problemas de acceso a la tierra de calidad; así como la implementación de las políticas neoliberales más amplias que precarizó el empleo y la seguridad laboral lo que llevo a miles de personas a buscar soluciones a su sobrevivencia en la venta callejera y ambulante, eso que se denominó erróneamente “economía informal” y que reconfiguraba las economías urbanas populares.

Sectores populares de procedencia indígena, andina aymara para el caso de ciudades como El Alto y La Paz, portando sus propias cosmovisiones, sus costumbres, sus maneras de compartir y convivir, se dejaban habitar por expresiones de mundialización ligadas a un acelerado procesos de urbanización de sus vidas. El techno que era expresión radicalizada de un individualismo en masa, de eventos súper masivos, pero que fomentaban la individualidad llevada al extremo en la manera de bailar, del uso de drogas sintéticas o de los vestuarios en Europa y otros países del norte del planeta, también llegaba a Bolivia. Poco a poco esos sonidos se entremezclaban con formas populares urbanas nacidas y masificadas en ese tiempo inicial del neoliberalismo, de miles de personas ocupando la calle con el comercio de acera y ambulante: la cumbia, chicha…

Nada ocurre solo como recepción acrítica. Esos procesos musicales y de baile que inundaban a los sectores populares indígenas urbanos también fueron digeridos y rehabitados. Los grupos de baile cumbiatechno fueron un fenómeno masivo y popular que se amplificó gracias al tino de un programa televisivo notable en el canal popular adecuado “sábados populares”, que impulsó unos concursos que se volvieron en hitos claves de visibilización, comprensión y expresión de miles de jóvenes.

Se trata de un fenómeno de baile masivo, colectivo, popular, de toma de la calle –aunque las discotecas jugaron su rol central con la organización de los primeros concursos de este tipo- que se quedó y hace parte de la memoria musical, corporal, celular, del tejido social comunitario indígena popular urbano. Los fenómenos de “culturas urbanas” no pueden comprenderse sin este nexo, este puente que tejió la technocumbia. Memoria que hace movimiento.

Los grupos bolivianos de baile, al menos en esta parte del territorio andino, de techno, de technocumbia, de technomerengue, no fueron expresión radical de las formas individualistas en medio del consumo masivo que ofrecía y fomentaba el neoliberalismo. Ensayaron coreografías, articularon grupos que inundaron los barrios, sus plazas, sus atrios con ensayos, se tornaron bloques de baile en entradas folklóricas, organizaron campeonatos deportivos y actividades “sociales” de solidaridad, otros alimentaron las pandillas tan fuentes por esos años, otras asentaron su territorialidad en una mezcla abigarrada de posibilidades económicas, sociales, culturales y de otro tipo. Muchas parecían más un grupo de sikureada o mohoseñada bailando que expresión del techno europeo. Comenzó siendo expresión mayoritariamente masculina, pero poco a poco también se disputo esa centralidad patriarcal y se reconfiguro la presencia femenina.

Sea como fuera, es un movimiento de baile masivo con pocos precedentes en el país, con su impacto social y articulados de las relaciones y convivencias urbanas, pero como continuidades campo – ciudad. Fue un movimiento que, desde la corporalidad, la calle, el color rehabitó y debatió los sentidos de lo urbano. Y lo más importante, FUE y SIGUE SIENDO. Convive y comparte estilos en su manera de inundar las ciudades con las ferias callejeras, las entradas festivas populares o la neoarquitectura andina y sus fachadas. Continuidades y complementariedades vidas de otras maneras de estar…