Leí alguna vez esa frase, en algún muro de Facebook y me quedé viendo a las sufragistas, rayando los edificios del parlamento de Londres. A la historia, esa de los relatos pomposos, pasaron como actos de sabotaje al status quo; es decir, disculpables dado el curso de la historia. Eso no significa que la condena a las sufragistas haya sido menor, en ese momento; el nivel de represión estatal y de odio volcado contra las sufragistas fue muy grande. Por eso, cada vez que veo esa foto, pienso en las formas de resistencia, en los alcances de la terquedad, en el apretar los dientes o, mejor, en la risa y el goce de la desobediencia, a pesar de todo.
Fuente: Historia National Geographic
Ahora hay otra imagen que se queda en mi retina; una tomada el 8 de marzo de 2022, en el Mercado Campesino, una captura del registro de la marcha de ese día. 8 mujeres avanzando, deteniendo el tráfico de la avenida. Encontramos esa foto porque otra compañera, que iba en la marcha hacia el SLIM, miró hacia atrás y desde su celular captó el momento, esa fuerza.
Cuando pienso en el camino por venir, me acuerdo de eso de “por lo que fueron, somos”. ¿Qué éramos en ese momento?
Marcha 8M, Mercado Campesino
La marcha autoconvocada el 8 de Marzo empezó arriba, en el mercado Campesino, esa zona que marca lo popular, lo migrante, eso que siempre nos enseñaron a negar: procedencia, familia, origen, laburo, hogar. Casi nadie se presenta a sí mismx “hola, soy tal, mi mamá tiene un puesto en el Campesino” o, “mi mamá vende refrescos ahí” o “voy a atender el puesto de mi abuela al salir del colegio”, porque claro, está eso que nos enseñó a sentir vergüenza. Esa confesión sale después, cuando agarras confianza. Salimos del Mercado Campesino seguras de que estaríamos, ahí “tan lejos”, sólo lxs convencidxs. Lxs convencidxs fueron muchxs. Pocxs, parecían, pero muchxs al mismo tiempo, reivindicando los feminismos que salen desde la Tarija profunda, desde esa que miraba pasar la batucada con su alegría y su fuerza, con los megáfonos y sus consignas y sobre todo, con los rostros de las víctimas de feminicidio, más que todo con los rostros de los feminicidas impunes y beneficiados por la injusticia patriarcal. Hay mucha rabia desbordada, muchas voces que desde el puesto de venta se hacen eco: “Justicia, verdad, no a la impunidad” “Fiscalía rima con porquería”.
La fuerza se sintió. No es la primera vez que se sale a marchar desde el Campesino, me cuentan las compañeras que llevan décadas en esto, pero si quizás el que desde la autoconvocatoria genera una ocupación masiva desde la periferia. Por masiva no me refiero a multitudinaria sino a ocupar ese espacio sin miedo. Por eso vuelvo una y otra vez a la fotografía del bloque negro, a las compas que caminan delante los autos, a las que detienen el tráfico y de tú a tú, le frenan el griterío a los micristas, a las que levantan el celular y filman placa y rostro: “eso que dices, lo repites, por favor, machito?”. Y claro, jamás lo repiten: “Vuelvan a la cocina a preparar comida y dejen de jorobar” ya no suena bien, ni siquiera entre los públicos más anti derechos y pro-familia natural. El feminismo está de moda y es discurso políticamente correcto, hasta que incomoda.
Para eso estamos, día a día. No sólo para hacer una marcha de 30 cuadras y una movilización de 4 horas con batucada, música, mamelucos, plantones ante instituciones e intervención artística. 4 horas de gritar, bailar, interpelar, hacerse sentir. Como la multitud que se sumó a las alturas de Casa Creart, como las personas que se sumaron a la marcha al escuchar las consignas, como los monumentos intervenidos y las paredes que hablan lo que los juzgados y los medios callan.
Me preguntan, ¿por qué marchan? De poner el cuerpo sólo se puede hablar en primera persona, digo yo. Marcho porque es poner en lo público las luchas individuales y cotidianas, reencontrar y tejer las luchas y resistencias colectivas, dar visibilidad a la injusticia cotidiana, a los desgastes. Salgo a abrazar a las familias que perdieron a sus hijas, hermanas, sobrinas, primas a manos de feminicidas, a las que nunca volvieron a conocer paz, consuelo por la impunidad del estado y del poder, a decirles que no están solas. Sobre todo, salgo para mostrar a las hermanas, a las niñas, a las adolescentes que estamos organizadas y en manada, que esta manada está para criarnos juntas y construir el espacio seguro que se supone debería ser la sociedad y no lo es. Para sacar y mostrar las cicatrices personales, los aprendizajes, las dudas, los errores, las incoherencias. Para reconocer que esto está en construcción permanente y el mundo entero por deconstruir y por soñar. Para planear la estrategia a mediano y largo plazo. Para bailar la libertad y el goce, con los sueños hasta el cielo y el perreo hasta el suelo, para mostrar lo lindas que estamos siendo libres y sin miedos, para demostrar que no nos vamos a calmar, ni nos vamos a callar y no nos vamos a cansar. Por todo eso, somos.