MANIFIESTO CONTRA EL CANSANCIO Por: Elena Peña y Lillo Llano – Colectivo Feminista Ivaginarias

Quizás una de las palabras que más escuché y dije el año pasado fue “sobre-carga”, “cansancio”, “escuchar al cuerpo cuando dice basta”, “soltar”.

Madrugábamos con las compañeras, esbozando proyectos y postulando a convocatorias. De 8 a 12 de la noche, porque era el único tiempo posible para coincidir.

En esos espacios de encuentro la pregunta recurrente era: ¿Cómo la lográbamos antes? El antes era 2020, durante todo un año de ciberactivismo y toma continúa de calles.

En esos espacios de encuentro hacíamos el balance de las acciones y siempre, siempre estaba ese policía interno que  nos decía que estábamos haciendo menos, que no era ni de lejos lo que se necesitaba, que en Bolivia 108 mujeres habían sido asesinadas y que en Tarija seguíamos buscando a Mariluz y a Majori (desaparecidas, en el limbo impune de las cosas que no se pueden probar pero se intuyen), que Janeth había denunciado años antes, que había pedido medidas de protección y no se las habían dado, que los hijos de Juliana sobrevivían, que el círculo vicioso de la violencia sigue ahí como si nada mientras nos lamentábamos –activistas— de la “sobre-carga de cosas por hacer”.

El bajón era comprensible. Salíamos de un 2020 de publicaciones y denuncias diarias, de marchar a viento y marea con filas de militares en las calles mientras nosotras gritábamos “Iglesia y Estado, asunto separado”. Los feminismos fueron la franja de Gaza en múltiples ocasiones, especialmente para hablar de misoginia; denunciamos que el feminismo se hace discurso convenienciero también como estrategia política. Quizás entre los pocos aspectos positivos de la cuarentena rígida fue que pudimos tejer feminismos, conocerlos y conocernos. Conocer ese tejido plural que son los feminismos en Bolivia. Tener la oportunidad de generar sinergias, conversas, talleres, conversatorios, organizar agendas conjuntas que sobrepasaran lo virtual y que se vuelquen en las calles. Se lograron cosas importantes con esas articulaciones, por ejemplo, nombrar a la policía como institución violenta, incapaz de hacerse cargo de las denuncias de violencia porque no pueden, porque no deben, porque ahí están los agresores impunes, como si nada, intocables.

Mirando hacia atrás nos preguntamos, ¿cómo nos daba la vida para hacer toda una campaña de publicaciones en el marco del 25N, 3 veces al día, en Instagram y Facebook? ¿Cómo la lográbamos? El 8M en Tarija fueron cuadras y cuadras y cuadras de jóvenes en su primera marcha feminista, cartelazo, pañueletas verdes y moradas al viento, porque ahora salir a las calles es sentido común. Aspirar a eso, a que la marcha siga creciendo pero también conscientes de que es un día de reivindicación, de abrazo, de catarsis porque el día a día sigue siendo lo más difícil. ¿Cómo sacudirnos el cansancio acumulado? ¿Cómo responder a las miradas expectantes que quieren saber qué hay más allá de la marcha, más allá del grito de “por nuestras muertas ni un minuto de silencio, toda una vida de lucha”?

La vida de lucha… ¿cuáles son los propósitos del activismo? ¿Cómo nos tejemos con esas otras luchas intuitivas de las cuales nos hablan las mujeres esas que llevan toda una vida de lucha? El feminismo bastardo y lo política concreta. El feminismo que más que de reacción sea de profunda creación de los mundos posibles. Suena fácil decirlo.

Porque reaccionamos:

  • Reaccionamos ante las declaraciones del ministro Lima respecto a la conciliación en los casos de violencia, porque otra vez la desidia estatal quiere volver la violencia un asunto de puertas cerradas y la violencia es un asunto público. Reaccionamos, pidió disculpas, dijo que no había sabido expresarse bien. La ley 348 sigue esperando ser modificada, después de 8 años de aplicación a medias.
  • Reaccionamos cuando hicieron una caza de brujas en esta ciudad hipócrita porque todas grafiteamos Tarija en julio de 2021 y lo volveremos a hacer, porque no es posible que les duela más una pared que nuestras muertas. Reaccionamos, nos abrazamos, nos acuerpamos; decantamos y transversalizamos, nombramos miedos e inseguridades, comprobamos que somos muchas, que si tocan a una, nos organizamos miles. Reaccionamos contra la sociedad hipócrita. Quedó patente su hipocresía. Los derechos no jamás se consiguieron pidiendo por favor. Seguimos aquí.
  • Reaccionamos ante la estigmatización de la colectiva Mujer de Plata, contra la declaratoria de personas no gratas a hermanas que hacen más en su día a día, a puro pulmón, que los orondos concejales que en abstracto gestionan una mejor calidad de vida para la ciudadanía. Nos declaramos Personas no Gratas para el Machismo. Punto. Vamos a seguir incomodando.
  • Reaccionamos ante el asesinato de María Fernanda en el centro policial de Chasquipampa. Nadie se suicida en una comisaría. Reaccionamos poniendo el cuerpo en la calle, al interior de esos lugares llamados del orden público, desordenando sus mentiras, sus intentos de fingir que no había pasado nada, que esto no pasa nunca. Reaccionamos desde la indignación de que María Fernanda no es la única que fue vejada por la policía. Reaccionamos contra el Ministro de Gobierno, contra el jefe de la Policía, contra todo el pacto patriarcal. Sólo nos dieron paliativos, creyendo que vendría el pronto olvido. Los medios hegemónicos olvidan, nosotras no. Seguimos vigilantes.
  • Reaccionamos contra el chicote dirigido contra los cuerpos de las integrantes de colectivas hermanas en Santa Cruz, el garrote esgrimido para castigar las libertades, el ejercicio de los derechos humanos. Ese chicote que ejemplifica el intento de domesticar, aleccionar, castigar. Las señoras rezadoras de la plaza nos echaban con agua bendita y nos hacían exorcismos. Reaccionamos con baile, con música, reaccionamos porque sabemos de sobra que están esperando hacernos pisar el palito. Las violencias se ven por sí solas. Reaccionamos visibilizando el ataque a una movilización pacífica.
  • Reaccionamos ante el incumplimiento de la ILE en el caso de la menor, el caso lo conocen todos. La prensa expuso todo lo que por ley, debía ser confidencial, pero jamás, jamás difundió lo que debería difundir. Que bajo 3 causales el aborto es legal en Bolivia; que la interrupción legal del embarazo en caso de violación a una menor de edad no está en debate. Que la Iglesia aquí no pinta nada, que la Conferencia Episcopal no puede erogarse de nada. Que el quid de la cuestión no es lo que piensa o no piensa la iglesia, que nadie jamás votó por un obispo, que aquí quienes respondían era la Defensoría de la Niñez, el Ministerio Público, el SEDES de Santa Cruz. Que aquí lo que corresponde es un juicio por incumplimiento de deberes a los funcionarios públicos que olvidan que Bolivia es un estado laico. Punto. Reaccionamos indignadas a no poder más, contra los medios de comunicación amarillistas e irresponsables, contra el tartamudeo de autoridades que no son capaces de decir sin más “corresponde la ILE. Apliquen el protocolo”, contra una sociedad que romantiza la maternidad infantil, la tortura de un embarazo forzado.

Reaccionamos, constantemente, digo. Porque es una reacción en plural. Me maravilla mi cuerpo individual latiendo a la par con un cuerpo colectivo y diverso donde también late la incertidumbre. Por eso en ese cuerpo colectivo nos resuena el cansancio. Manifestar el cansancio, manifestarnos en contra la auto-explotación, la sobre-exigencia, de eso hablamos algunas veces, en reuniones y encuentros nacionales. Es una etapa, nos decían las más veteranas, las que transitaron del cansancio y pasaron a otro estadio: elegir las batallas, alegrarse del día a día, de los logros diminutos y egoístas, de las migajas de nuestras victorias (justicia, re-apertura de investigación, destitución del fiscal corrupto, aprehensión del culpable, escrache social si no hay justicia, etc.).  

Manifestarnos contra el cansancio, significa ver el camino hecho, casi borrado, pero con semillas probables. Manifestarnos contra el cansancio mediante el disfrute convencido de creer en lo que hacemos. Manifestarnos contra el cansancio eliminando la necesidad de mostrarnos resultados inmediatos, ni aún a nosotras mismas. Manifestar el cansancio. Decir ya no puedo más sin tanta culpa ni carga de consciencia, porque asumirse cansada sigue siendo un privilegio y al menos manifestarnos cansadas con todas las contradicciones que eso entraña.