LOS SABERES DE LAS AWICHAS Por: Mario Rodríguez, Eulogia Tapia, Brígida Gutiérrez, Margarita Poma.

  1. INTRODUCCIÓN

El aporte de las mujeres a la producción de la vida es todavía invisible y subvalorado inclusive en comunidades rurales de economía tradicional penetrada por el mercado o la mercantilización de la fuerza de trabajo y los productos de la tierra. Son la huella de los procesos de colonización y modernización patriarcal y capitalista, que ha desvalorizado el trabajo de producción de la vida y cuidado de la madre tierra, generando patrones de consumo que niegan o desvalorizan los saberes y conocimientos de las mujeres en la producción de la vida, recluyendo esos saberes al ámbito privado con la consiguiente desvalorización de los mismos. Entonces, no es que se desconoce, por ejemplo, las propiedades de los alimentos tradiciones y sus formas de elaborarlos, o de la medicina tradicional, se reconocen y consumen, pero en el ámbito privado. Reclusión favorecida por las políticas públicas, principalmente las de educación, y otros patrones culturales discriminatorios característicos de estados capitalistas, coloniales y patriarcales

Explicitar, difundir, socializar estos saberes y conocimientos en espacios públicos ha desatado procesos de autovaloración en las mujeres participantes del proyecto, reconociéndose como portadoras del “saber hacer” en la producción y cuidado de la vida humana y de la madre tierra. El reconocerse como portadoras del saber hacer es también un reconocimiento de ellas como Sujeto. El empoderamiento de los pueblos indígenas en la construcción del nuevo Estado Plurinacional y el avance en la constitucionalización de sus derechos y el avance en el empoderamiento de las mujeres sobre todo en el ejercicio de sus derechos políticos, son los elementos de contexto que han contribuido a avanzar en este proceso de reconocimiento del sujeto, del saber hacer del sujeto mujer.

Para este logro se ha desarrollado una estrategia que combina el establecimiento de espacios de diálogo, deliberación e intercambio entre mujeres y con hombres y mujeres jóvenes y autoridades (tanto políticas como originarias) donde las mujeres explicitan sus experiencias de vida y conocimientos y al verbalizarlos permiten el intercambio y se convierten en saberes reconocidos por las y los otros. Esta línea estratégica se combina con el desarrollo de acciones de publicitación de socialización de estos conocimientos y saberes a partir de la difusión en las radios de la provincia y la generación de un encuentro municipal de awichas/abuelas.

Remontarse al pasado, significa para las mujeres ancianas de participantes, remover experiencias pasadas de profundos sufrimientos y carencias de un pueblo que vivía en una suerte de “apartheid” en sus propias tierras originarias sustraídas. En su memoria está presente el despojo y la servidumbre de que fueron objeto; y en esas condiciones su alimentación era muy precaria, no existe en la memoria de ellas el consumo de carne, pero sí de alimentos como la quinua, que debieron remplazar la carencia de proteínas animales, las que vivían cerca al lago consumían pescado.

Para ellas el presente es mejor, pero el problema que tienen es el minifundio, su alimentación ahora ya no está basada en la quinua, sino en la papa y sus derivados, la carne sigue siendo escasa y con la incorporación a la dieta del azúcar, el arroz y los fideos, muchas ya no tienen dientes y están desnutridas.

Los sufrimientos de las mujeres tan reiteradamente mencionadas, son testimonios que denuncian las condiciones negativas en las que tuvieron que sobrevivir las mujeres. Por otro lado, la orfandad tan reiterada parece mostrar los altos niveles de mortandad materna que existió en el pasado.

En esos contextos de desventaja es que las awichas han sido capaces de conservar, regenerar y hacer circular los saberes tradicionales, aquellas que desde la profundidad de su cultura conectan más el cuidado de la tierra, de la comunidad, del regenerar constante de la vida. En el presente texto compartimos esos saberes en cuatro campos:

  • La alimentación y la producción de alimentos.
  • La salud y la medicina tradicional.
  • Los tejidos y textiles.
  • Los mitos, los cuentos y las narraciones orales.
  1. LA IMPORTANCIA EDUCATIVA DE LOS SABERES DE LAS AWICHAS

¿Por qué hablamos de los saberes de las awichas y no de sus conocimientos? Pues, en nuestro hablar cotidiano solemos hacer referencia indistinta a estos dos campos y, entonces, ¿por qué hablamos de saberes cuando nos referimos a las awichas?

Ambos campos, los de los saberes y de los conocimientos, tienen que ver con diversos procesos de pensamiento y de acción, es decir que tiene que ver en cómo nuestros pensamientos se relacionan con las acciones ya sea guiando las mismas o ya sea aprendiendo de ellas para generar nuevos conocimientos y saberes.

Los saberes y conocimientos nos ayudan a tener imágenes que nos permiten comprender los hechos y los fenómenos, constituir una visión del mundo, construir marcos de entendimiento que nos permiten actuar en las diferentes situaciones de la vida, organizar nuestras acciones y decisiones, comprender nuestro entorno y vivir en él. Los saberes y conocimientos tienen que ver con los criterios de verdad, validez y/o corrección de los discursos y las acciones. Por ello, los saberes y conocimientos no tienen un carácter meramente intelectual, sino que son parte del conjunto de las vivencias de las personas y juegan un rol central en las actuaciones cotidianas y extraordinarias.

Los saberes y conocimientos se organizan en función de los marcos culturales de cada colectividad. Es decir, no se sabe o conoce de las mismas maneras en todo el mundo. No podemos hablar del Saber y del Conocimiento, sino de saberes y conocimientos, y partir de ello de las prácticas (también en plural) de conocimiento y de saber. Por ello las awichas tienes sus formas de saber y conocimientos propios de la cultura aymara, de la matriz andina, en este caso. Ahí gran parte de su riqueza, ya que están expresando las maneras históricas en que los pueblos aymaras organizan sus pensamientos que orientan sus acciones cotidianas, sus maneras de habitar el mundo y se relacionarse con él. Cada cultura genera unos estilos propios de saber y conocimiento donde se hacen evidentes sus visiones del mundo y sus formas de organizar la vida.

Entre saberes y conocimientos hay una continuidad y sus fronteras son difusas, y sin embargo también existen diferencias y desde ahí podemos comprender por qué hablamos de los saberes de las awichas.

Los conocimientos serían el lugar de los pensamientos más establecidos formalmente, más rigurosos, más explicativos y argumentativos, se suelen mostrar en las academias y los libros, son los reconocidos oficialmente.

En cambio, los saberes son más difusos, ya que suelen ser una suerte de imágenes y orientaciones que asumimos en nuestra vida cotidiana para optar y actuar ante la multiplicidad de situaciones que se nos presenta. Los saberes tienen un carácter más práctico y vienen de la experiencia más que del aprendizaje sistemático. Los saberes son más singulares y personalizados, por ello son más narrativos que explicativos o argumentativos, cuentan historias, cuentan hechos sucedidos y desde ahí se aprende. Los saberes se ligan a la totalidad de la persona, ya que en la cotidianidad no se actúa con la especificidad de un conocimiento, sino que se actúa con todos los sentidos, todas las capacidades intelectuales y prácticas, los sentimientos, pasiones, ideas e ideologías a la vez, entremezcladas y sin tiempo para distinguirlas. El saber, por tanto, es fundamentalmente el campo de la singularidad, de las vivencias, de la totalidad de las personas, de la heterogeneidad (cada persona tiene sus vivencias y su singularidad, sus saberes). Por ello, precisamente, es un campo tan difuso y difícil de precisar.

Saber viene, en latín, de la misma raíz de sabor, por eso podemos decir que cada saber tiene su propio sabor. Muchas de las awichas pueden contar cosas similares sobre una planta medicinal o un tejido o un alimento, pero cada quien cuenta su experiencia, narra su vivencia, le pone su sabor al saber compartido por todas. No solo cada cultura tiene sus propios saberes, sino que cada persona singular le da su sabor a los saberes, por eso son tan difíciles de generalizar y cada quien narra a su estilo los mismos. Los sabores de cada saber solo son posibles si se viven, si se experimentan, si se comparten en la vida cotidiana.

Los saberes tienen cierto grado de especialidad, una curandera sabe más de plantas medicinales que alguien que no lo es, pero no necesariamente se da una acumulación que facilite el ejercicio del poder asimétrico entre las personas de una comunidad ya que igual casi todas las personas integrantes de las mismas saben cosas de plantas medicinales y la curandera no vive exclusivamente de ese su saber. La curandera sabe qué plantas usar para determinada enfermedad, cuando la receta el paciente también ya sabe que planta usar, y posiblemente ninguno pueda explicar por qué esa planta precisamente. O  la mujer que accede a menos espacios de capacitación que el varón pero, cuando éste se ausenta, ella lo suple sin dificultad,  lo que significa que tuvo acceso a su saber; el saber circula y se distribuye más fácilmente que el conocimiento.

Por eso también en nuestras comunidades se habla de la sabiduría de las personas, que tiene que con gente que sabe mucho fruto de su gran experiencia en algún campo, de sus vivencias. No se es sabio por haber leído mucho, sino por haber vivido mucho. Por ello, en nuestras comunidad o persona muy joven puede conocer mucho, pero no tiene sabiduría, tiene que recorren mucho más camino, tener más vivencias y experiencias para tener esa sabiduría. Pero esas personas sabias no necesariamente tienen posibilidades de explicar y argumentar su saber (porque no es del campo del conocimiento), sino que lo narran y lo cuentan.

Por eso hablamos de los saberes de las awichas, porque este proviene de su experiencia, de sus vivencias, de su vida vivida, y no de haberlos aprendido en la escuela o en los libros o de manera teórica. Algunas de las awichas no solo tienen saberes, sino una profunda sabiduría en algunos campos, son sabias… pero no todas.

Como ya se mencionó, entre conocimientos y saberes hay una continuidad y a pesar de ser singulares y diferentes, sus fronteras son difusas y se alimentan continuamente. En las culturas andinas también existieron y existen, aunque hoy más debilitados, campos de conocimientos más sistemáticos, por ejemplo, en la astronomía se tenían procesos muy organizados de observación con espejos de agua, lugares rituales y de observación sistemática como en la llamada “horca del inca” de Copacabana, el templo de Kalasayaya en Tiwanaku o el “fuerte” de Samaipata en Santa Cruz. Pero, hoy en día mucho de eso se ha erosionado o continúa con menos intensidad.

Por ello también es importante generar un diálogo y un intercambio entre los saberes de las awichas y los espacios más diseñados para que circulen conocimientos como las escuelas. Las escuelas, en el nuevo sentido del Estado plurinacional y de la Ley educativa Avelino Siñani – Elizardo Pérez, deben abrirse también a los saberes que son los que vigorizan nuestras culturas, abierto a conversar y compartir con otros conocimientos y saberes, pero con una fuerte identidad en lo propio. Los saberes y la sabiduría suelen ser muy valorados a nivel local, pero no siempre son reconocidos oficialmente o en instancias más validadas en lo nacional o internacional. Por ello, también es fundamental vigorizar estos saberes y generar nuevos mecanismos y metodologías para que los mismos irrumpan en condiciones más equilibradas con los conocimientos en las escuelas y academias.

Sin embargo, hay que asumir que los saberes de las awichas no son, hoy, puros. Se trata de productos sociales que tienen procesos de construcción, re-creación, validación, usos y circulación diferenciados que los van reconfigurando permanentemente. Así los saberes narrados por las awichas están cruzados y permeados por la experiencia de la hacienda, de lo recibido en los pueblos y su intercambio con el mundo urbano, reciben incorporaciones del proceso colonial y de cristianización, de la modernidad contemporánea, del patriarcado externo. Por ello también se hace importante hacer circular los saberes, para que en sus trayectorias se vayan reconociendo mejor sus rasgos culturales propios y la vigorización de aquellos elementos, que provenientes de lo propio o de los entrecruzamientos con lo externo, aportan a seguir criando relaciones más equitativas, más descolonizadoras y despatriarcalizadoras en el sentido del Estado plurinacional y el vivir bien

Los saberes y conocimientos, el aprendizaje de los mismos, sus usos y circulación, son maneras en que a través de la educación se interviene en las relaciones de poder. Estas relaciones entre poder y procesos de conocimiento y saber, o sea el campo de lo pedagógico, se estructuran y organizan de diferente manera en cada cultura singular, en cada momento histórico y cada situación particular de relaciones interculturales. Por ello, es también importante vigorizar la circulación de los saberes de las awichas porque están reconfigurando las relaciones de poder actuales, permitiendo el flujo de procesos descolonizadores y despatriarcalizadores.

  1. LOS SABERES EN LAS CULTURAS ANDINAS AYMARAS

Ya se vio que los conocimientos y saberes tienen que ver con la manera en que las personas interpretan el mundo y participan en él. Y las culturas andinas aymaras tienen sus propias maneras de organizar y vivencias los saberes, esos que también portan las awichas. Aquí no haremos un trabajo exhaustivo sobre los saberes en las culturas aymaras, pero señalaremos algunas características claves para comprender desde donde se narraron los saberes de las awichas. Los aspectos que señalaremos a continuación son fruto de las conversaciones con las awichas, así como de la observación en los eventos realizados para la recopilación de esos saberes. Por tanto, no se trata de una profundización sobre los saberes en las culturas aymaras en general, sino aquellos rasgos de esos saberes que aparecieron y se mostraron evidentes en las conversaciones con las awichas.

La mayoría de los saberes compartidos no pretenden conocer los secretos del mundo para controlarlo y poseerlo, sino que se trata de armonizar con sus ciclos y ritmos de regeneración de la vida. Es decir que se busca sintonizar con cada aspecto de la vida y el saber trata de que lo que quiere brotar aparezca y así se permita que la vida siga regenerándose. Es una suerte de conversación con las condiciones, características y circunstancias de cada momento o de cada hecho para que el saber sea útil y se sintonice con esa situación adecuadamente. No son saberes estandarizados, justamente por eso, porque se adecúan a cada momento y circunstancia.

Los saberes compartidos por las awichas no son creaciones nuevas, sino una suerte de regeneración de lo que saben o sabían los antepasados, los ancestros y ancestras, lo que escucharon de otras awichas. Esos saberes narrados expresan la idea de que la vida no se crea ni se descubre, se cría. Lo nuevo, más precisamente lo inédito -como lo nuevo, pero ya existente-, se re-genera y se re-crea, es decir, sigue sus ciclos naturales o se modifica a partir de lo existente. Esta re-generación y re-creación no se da de manera espontánea, sino a través de procesos profundamente afectivos de crianza, con momentos de sintonía, pero también de conflicto.

La crianza parece ser la forma en que brotan los saberes y en que se regenera la propia vida. Los saberes se cultivan, no se implantan de una y para siempre. La crianza y cultivo paciente de los saberes es la expresión de la cotidianidad de la vida de las comunidades. No es la producción acelerada y a gran escala de la industria, es la convivencia familiar en la comunidad (ayllu y pacha).

Las artesanas aymaras no repiten modelos en sus textiles, ceramios o tallados, dejan que las formas broten en cada obra, dejan que la crianza y la conversación permita brotar su forma desde su adentro. Hay diferencias notables entre criar un suelo o poseerlo: las awichas crían complementariamente, le paga ofrendas, le hace ritos, lo deja descansar, conversan con él. Parecidos procesos se dan con los textiles o las plantas medicinales.

No hay modelo regular de conversación y de crianza, se re-crea de acuerdo a cada condición y circunstancia.

En las culturas indígenas en general sólo se puede criar y sólo se puede conversar con lo que tiene vida. Las plantas, los animales tienen vida y se busca relaciones más complementarias de crianza mutua y se escucha un poco en los relatos de las awichas en torno a las comidas y los textiles. Pero también tienen vida los mismos textiles, las piedras, los relatos… Eso sigue presente en las awichas, pero sin duda se ha debilitado. Cada vez hay una relación más de objeto con lo que se cría, pero no se ha perdido del todo esta relación entre per4sonas vivas que merecen ser vigorizadas.

Como consecuencia de lo anterior, los procesos de aprendizaje no son exclusivamente humanos. Uno aprende en conversaciones con otros humanos, con la naturaleza, con las piedras, los cerros, los vientos, las cosas, los animales, las estrellas, etc. Esto aparece muy visiblemente cuando las awichas nos contaban de las señas para los cultivos y como los animales o las plantas les hablan para saber cómo vendrán las lluvias este ciclo agrícola, por ejemplo.

Se dice que, en las culturas andinas, como la aymara, hay una actitud para reciprocar con todo, ya que las personas se consideran incompletas y necesitan complementariedad y reciprocidad para poder vivir. Esto aparece en los relatos de algunos rituales o la relación con la comida y las plantas medicinales, pero o es muy explícito en los relatos de las awichas. Sin embargo, es un elemento clave para vigorizar esos saberes tradicionales, ya que influye en nuestra subjetividad y el cómo nos comprendemos como personas.

Otro elemento importante es que por lo general los saberes narrados por las awichas no separán el “producto” de su utilidad y funcionalidad en su vida, salvo que hay comunidades que empiezan a distinguir sus saberes en la producción de textiles pensados en el turismo, entonces ya los ven como adornos más que como algo que será usado de manera práctica. Pero hasta ahora se mantiene la idea de que un producto, por ejemplo, textil, es hermoso si también es útil y utilizado en la cotidianidad. Este carácter práctico de los productos es una característica de sus saberes. También en las medicinas tradicionales se habla de no producir las mismas, sino de utilizar lo que está ahí, a la mano; las plantas de la casa y el patio cercano no son decorativas, sino útiles cotidianamente.

Para los saberes aymaras y los que nos narraron las awichas aparece que, la comprensión de algo se da por la profunda observación y la vivencia o experimentación de aquello que se aprende, más que por las explicaciones argumentativas. Ese compartir, ese observar, ese escuchar es la fuente más valorada en la manera de aprender y tener saberes.

El lenguaje utilizado para la circulación de saberes es un lenguaje para conversar y para narrar, por tanto, tiende a no ser explicativo. Cada persona narra sus vivencias, sus experiencias, es el lenguaje de la singularidad. Lo concreto, lo cotidiano cubren las narraciones. La narración es compartir experiencias, mostrar los vivenciado. Lo narrado es recreado por quién escucha, al narrar lo escuchado, se incorpora las propias experiencias y vivencias. Ese lenguaje también es más que oral o escrito, se expresa en los gráficos, los movimientos, la disposición de las personas en el espacio. Es decir, todo narra, todo es lenguaje que dice algo.

Las culturas que privilegia las vivencias, para mantenerse a pesar de la gran variabilidad de vivencias personales, requiere del valor de las costumbres para tener una cierta cohesión del colectivo y la comunidad en la vida cotidiana. Las costumbres no se explican, simplemente se dice que siempre fue así, aunque en el tiempo hayan cambiado. Las costumbres dan a los saberes carácter compartido y colectivo. Pero, las costumbres no son hábitos repetitivos, sino que se recrean y tiene particularidades locales y familiares.

Al estar vinculados los saberes de las awichas a la cotidianidad y las experiencias singulares, no es posible tener saberes uniformes y únicos, sino que reproducen la diversidad de la vida. Si se trata de saberes más o menos similares, entonces lo que se evidencia es una variabilidad sobre esos mismos saberes compartidos. La diversidad y variabilidad es una característica de los saberes, características también evidenciadas en los relatos de las awichas.

Estos son algunos de los elementos que se pudieron observar/escuchar en los encuentros que posibilitaron la narración de los saberes de las awichas. Son rasgos de los saberes aymaras, de las culturas andinas, de los pueblos indígenas y/o originarios en gran parte. Dentro de cada saber narrado en cuanto una yerba conocida para sanara algún malestar, una técnica tejido, una manera de preparar un alimento, un relato oral escucha a sus propias abuelas, etc., están partes o todas estas maneras que van configurando los estilos de los saberes de las awichas. Por ello, también, es tan importante que los mismos sigan circulando, se sigan criando. Ahí la importancia de las awichas y los saberes que portan.

  1. LAS CONTINUIDADES Y RUPTURAS DE LOS SABERES DE LAS AWICHAS EN LAS NUEVAS GENERACIONES

Durante el proceso de recolección de saberes con las awichas se realizaron varios talleres con estudiantes de escuelas y colegios. Entre otros elementos, en estos talleres se buscó reconocer y recolectar los saberes que portan, las nuevas generaciones, de las awichas y la tradición cultural. También en las conversaciones con las awichas y con otras personas, especialmente mujeres que tienen algún rango de autoridad, dirigencia y liderazgo se conversó sobre la permanencia y continuidad de estos saberes en las nuevas generaciones. A partir de estas experiencias y conversaciones se reconoce dos tendencias contradictorias y complementarias a la vez.

Por un lado, se advierte que las nuevas generaciones ya están perdiendo esos saberes y que las distancias con las experiencias de las awichas son mucho mayores fruto del acceso masivo a los medios de comunicación, en especial la televisión y las películas en formato de video, así como a las redes de conexión a internet. Otro factor clave de la erosión de los saberes tradicionales de las awichas tiene que ver con la presencia creciente de la mercantilización económica en los intercambios de productos en la región. Tanto por la vía económica, como por la vía más cultural de los medios masivos y las redes de internet, se reconoce que los saberes tradicionales y de las awichas se están erosionando, más en unos campos que en otros.

Se señala, por ejemplo, que ya pocas personas siguen tejiendo y haciendo textiles tradicionales. De las pocas personas que se reconoce que continúan con este saber, no se señala a ningún/a joven. Dicen que es fácil ir a comprar al mercado, aunque sea de mucha menor calidad lo adquirido, y que ya la gente joven no quiere usar las cosas de antes por la moda. También se señala que muchos de alimentos que antes se elaboraban, con un rico poder nutritivo, también están desapareciendo por la comida de imitación rápida a los patrones de consumo urbano (el pollo rostizado o al espiedo, por ejemplo). Los espacios para que las awichas cuenten sus historias y saberes, narren la tradición oral, también es cada vez menor; la televisión tiende a ser el sustituto de ese espacio. Así las historias que siguen narrando ya llegan más cortadas, reducidas, distorsionadas ya que no circulan lo suficiente como para sostenerse en el tiempo.

Sin embargo, a pesar de la comprobación creciente de esta tendencia en el discurso de las mujeres y las awichas, las actividades desarrolladas también sirvieron para demostrar que esos saberes, con todas sus limitaciones, siguen circulando entre las nuevas generaciones. Los niños y niñas, los y las jóvenes, con limitaciones y parceladamente, saben las historias que las awichas narran, conocen varios elementos de los alimentos tradicionales y de la medicina en base a yerbas. Reconocen saberes tradicionales de otros incorporados. Hay una base y escuchándoles nos damos cuenta que tal vez las nuevas generaciones siempre tuvieron un conocimiento limitado de los saberes de las generaciones precedentes 8aunque claro, ahora la diferencia generacional se ha acrecentado por los factores señalados), pero en la medida que crecen, también se van consolidando esos saberes. Es como un proceso que siempre existió, tal vez hoy en condiciones y circunstancias más adversas, pero que no por ello significa la desaparición de los saberes locales y tradicionales que portan las awichas.

Pero, como ya se mencionó, un contexto más adverso, como el actual, es más amenazante al mismo tiempo con esos saberes. Por ello, posiblemente, ya no alcanzan los mecanismos tradicionales de la familia y la comunidad para que esos saberes sigan circulando, se consoliden y regeneren en las nuevas generaciones. El desafío es pensar y proponer mecanismos también novedosos que permitan que los mismos circulen y se consoliden en las nuevas generaciones. Como ya se mencionó, no por el afán de resguardar la tradición en sí misma, sino porque se trata de saberes más conectados con la regeneración de la vida y la conversación recíproca y complementaria con la naturaleza, es decir porque son saberes más coherentes con el mundo de hoy y los desafíos que se nos ha planteado a partir de la crisis civilizatoria que vivimos y, en especial, los límites ecológicos del mundo entero.

Por ello, justamente, se hace necesario vigorizar encuentros, diálogos y conversaciones entre las nuevas generaciones y el saber de las awichas, que resguarda gran parte de la sabiduría ancestral de nuestras culturas, la aymara en este caso.

  1. SABERES DE LAS AWICHAS EN ALIMENTACIÓN Y PRODUCCIÓN

Las awichas tienen una convivencia especial con los alimentos, con las historias de lo que se comía antes, y en especial con lo que se comía en “malos” tiempos. Los recuerdos de sufrimiento por la escasez de alimentos les llevan también a recordar el valor de muchos alimentos que hoy en día se consumen menos o casi han desaparecido del consumo cotidiano de las familias. Es decir, se mezclan recuerdos de dolor con los recuerdos más orgulloso de lo que su sabiduría era capaz de hacer para resolver los problemas de esa escasez y precariedad.

También se asocia, y ahí una riqueza grande de saberes, el recuerdo de los alimentos relacionados a los ciclos de la naturaleza, a las épocas para determinados alimentos, a una manera de compenetrarse con el tiempo cíclico, diferente del tiempo lineal y acumulativo del sobre consumo moderno. Los alimentos ubicados por ciclos, nos permite una relación más natural con la vida de la propia naturaleza, no cumulativa, sino cíclica. Para elo se hace importante también la mención de las fiestas, ya que los rituales festivos expresan los ciclos mayores de toda la vida y los pasos de un momento a otro (como los matrimonios), así como el reconocimiento del ciclo anual de la tierra a través de las fiestas patronales, casi siempre ligadas a momentos del ciclo anual de regeneración de la vida y la naturaleza. Así las fiestas siguen siendo un referente clave en el habla de las awichas para referencia a los tiempos de determinadas comidas.

Las comidas y la conversación sobre las mismas también remiten a una manera de comprender la vida en comunidad. La comida no es el mero acto de alimentarse, sino es una manera de relacionarse con los otros y las otras, de compartir, de hacer ayni y reciprocidad. No es posible encontrarse con las awichas sin que cada una traiga su tapeque, sin que eso nos lleve a comer sentadas en círculos sobre la tierra (porque comer también es comunicarse con la tierra que nos da los alimentos), sin que el comer sea el compartir lo que se trajo e intercambiar sabores y las singularidades puestas en el común, en el colectivo. Por ello los saberes no solo son los descritos, los relatos, sino los convividos. Por ello señalamos que el campo de los saberes atraviesa la vida cotidiana y al todo de las personas, por ello los saberes no son se explicitan contándolos, sino viviendo el cómo se los porta, y eso muestra como los alimentos no son para alimentarse, sino que son para compartirse y convivir.

Estas conversaciones sobre los alimentos también se llenan de compartires sobre el cómo prepararlos mejor, cada quién con su toque por los saberes son singularizados, sobre dónde se produce mejor tal o cuál alimento o ingrediente, y de ahí, sobre las señas que nos da la naturaleza para saber qué, cuándo y dónde sembrar mejor, sobre cómo será el clima en cada ciclo agrícola. Nos relatan como la naturaleza también enseña y conversa con esas señas. Es decir, cada conversación con las awichas es un todo de su cultura, de su manera de relacionarse con la vida y la naturaleza.

Los alimentos y su preparado están es su vida próxima, ya que ellas son y fueron durante años las responsables familiares de la preparación de los mismos (por esa división en los roles de género que merece un debate y una profundización en las comunidades campesinas aymaras, cosa que corresponde a otro documento, sin embargo). Así que hablar sobre los saberes en torno a los alimentos las engancha rápidamente, les abre un mundo de posibilidades de compartir, tienen muchísimas historias que narrar y conversar.

Compartamos algunos de esos saberes narrados, compartidos, vividos por las awichas:

¿Qué alimentos se consumía antes y ahora se van perdiendo?

Llama la atención como las mujeres, las awichas, al remontarse al pasado hacen referencia a dos factores de escasez y dificultades para satisfacer las necesidades de alimentación en sus familias:

  • Ciclos de hambruna por largos años de sequía en los que lograron sobrevivir comiendo yerbas silvestres como ej. El “sik’i”, la llaytha (que tenían jilaqata, es decir su consumo era planificado en la comunidad), y algunos alimentos que lograban en sus viajes a los valles donde intercambiaban con pescado disecado. “En el  tiempo  de  mach’a (tiempo de escacez)  no  había  nada  para  comer nosotras  íbamos  en  busca  de  sik’i  y  qhausilla   eso  hacíamos  moler  y  hacerse  aguantar  para  comer  y  era  igual  que la  coca,  en  vez  de  carne  mi  madre hacia  quemar  cuero  de  oveja  con  eso  comíamos  el  chairo,  chochoqa ( sopa  de quinua) en  esos  momentos  no  sabe  ver  azúcar  y  no  conocíamos  pan”.
  • El periodo de la hacienda que significó despojo de sus tierras, servidumbre carente de todo tipo de derechos lo que les quito alimentos preciados y redujo su capacidad de acceso a varios de ellos. “Nosotros somos siete hermanos esa ves yo conocí al alcalde, esa vez yo era pequeña, el alcalde era muy malo con chicote sabe sonarse mi madre al escarbar la papa, se atrasaba   sabe necesitar ayuda, por le chicoteaba el alcalde a mi madre y le hacía cargar las papas en espalda y llevar en mula. Mucho había sufrido mi madre, no sabe ver tiempo mi madre en la noche sabe remendar las ropas   de mis hermanitos. A mi padre el alcalde le hacían tomar lakhu (agua con musgo) y sonaban con chicote. Las papas que se cosechaban había que echar con escalera, porque los promontorios de papas era tal cantidad. Para el patrón había hacer tunta, chuño, eso era mucho trabajo, también quinua. Toda la producción era para el patrón, no había nada para nosotros, si el mayordomo era bueno, nos decía puedes entrar aquí adentro y limpiar y te lo llevas un poco de producto y así se entrar a limpiar y se llevarme a mi casa para darle a mi madre para cocinar, allpi de maíz, allpi de quinua, chairo y chochoqa”.
  • La orfandad, es otro tema recurrente. Ancianas de 70 , 80 años hablando de orfandad, ¿tal vez estén hablando de un sufrimiento crónico de las mujeres? Lo cierto es que la orfandad se asocia a tiempos duros, de escasez, de mucha necesidad. “Cuando yo tenía 11 años mi padre murió y mi madre se buscó otro marido y yo sé ir a servir al  patrón, sé llorar mucho y el mayordomo me sabe  chicotear, en tres sonadas mi  pollera sabe romperse… Así yo he salido de la pobreza y nosotros sabemos comprarnos  maíz  en  una taza,… sabemos comer  pito,  chochoqa y  eso se comía con cebo. Cuando  yo tenía 18 años me casé con mi esposo, era muy malo, algunos me saben  decir yo había  sufrido mucho en mi orfandad  y que cuando tenga  marido ya no iba a sufrir, pero igual  nomas he sufrido. Hace 16 años que murió  mi  esposo, desde entonces estoy bien”.

Se habla que el comer yerbas era su salvación, se habla con cierto aire de estar comiendo lo que no se debía, algo que denigra un poco, como el “sik’i” y la llaytha; y sin embargo, al mismo tiempo se valora mucho esos alimentos en frases como “pero teníamos dentadura completa, no como ahora lleno de caries”. Se reconoce que esos alimentos eran más nutritivos, garantizaban no solo la sobrevivencia, sino una vida saludable. Y sin embargo, en abundancia se van dejando y dando paso a alimentos más frágiles en su poder nutritivo, pero más estandarizados por el mercado como el consumo de pollos de granja en Achacachi.

De estos tiempos de hambruna y escasez, del tiempo de los patrones también, se habla de que no consumían carne, que eso era privativo. En compensación se habla del consumo tradicional del pescado en sus diversas formas, por la proximidad del lago Titikaka. Eran épocas en las que el pescado no era bien visto en las clases medias y acomodadas de las ciudades, se asociaba su consumo a campesinos y campesinas: “antes  el  pescado  era  comida  del  pobre  ahora  ya  es  de  ricos”. Pero, justamente por ello las familias del lugar se beneficiaban de un alimento muy rico. Sin embargo, también reconocen que los pescados han ido cambiando de variedad, las pequeñas y locales han dado paso a cultivo de nuevas variedad más depredadoras pero más acordes a las lógicas urbanas de consumo. Se reconoce que ahí también se están perdiendo variedades y saberes muy valiosos de su tradición.

Cuando se habla de este tiempo de hambruna y escasez, también nos comparten en sus saberes el valor de toda la naturaleza, de cómo lo “silvestre” (lo no domesticado), también es alimento. Son las chacras de la naturaleza que también sabe cultivar dicen. Todo tiene vida, todo aporta y todo es útil. Una sabiduría muy grande de culturas como la aymara, saber que contradice la lógica contemporánea de generar tato desperdicio y basura, cosas que ya no se utilizan, siendo todas útiles. “Antes  nuestros  padres nos  hacian comer  chochoqa,   chairo,  sopa  de  ch’iwa, sik’iy  y   llaytha. Nosotros   recogíamos   para  comer en  años de sequia o  granizo,  que producía escasez, lo que se llama “mach’a mara” (año sin produccion). Nosotros  nos  íbamos  en  busca  de  alimentos para comer, se comía k’ispiña de afrecho y de cebada hacían  tostado;  el cuero de oveja  era apetecido como carne, tostábamos al fuego   para  endulzar la comida. En esos años  no  había ni  papa  ni  oca”. 

Un dato por demás relevante tiene que ver con la capacidad organizativa para la producción, distribución y consumo de alimentos en estos tiempos de hambruna y escasez. Eso aparece cuando se menciona que los alimentos que les salvaban de la necesidad, tenían su jilaqata. Es decir, había un mecanismo organizativo que facilitaba el acceso a lo existente y posibilitaba que todos y todas puedan comer y alimentarse. La alimentación no dependía solo de la solución familiar, sino que la comunidad asumía su tarea para el conjunto de sus habitantes. Una sabiduría organizativa también muy importante.

De estos tiempos de antes, como señalan ellas, se valora el consumo de alimentos como el pito en sus diversas variedades y de distintos cereales,  chochoqa (lagua de cebada),   chairo,  sopa  de  ch’iwa (quinua en capullo), sik’iy  y   llaytha (yerbas silvestres), juchhacha (lagua), k’ispiña (en base a quinua y en tiempo  e escasez se hacía de afrecho),  k’api y japu (formas de k’ispiña), cebada  de  chamillo, sopa  de  quinua, ajara (fruto silvestre de papa o quinua, bueno para el dolor de corazón), phuskhu, liphichi, qañawa, allpi, carne de  conejo, chalona (carne seca),  ají de papaliza, tostado de cebada con cáscara (especial para llevar los animales a pastear), phaphi (pescado secado y cocido en piedras calientes y enterrado por las mismas), wallaqi (sopa de pescados locales), thixti (agua de canela con pito de cebada o kañawa), oca, isañu, juphalawita (palo de quinua), phiri (pito de cebada), phasa (tierra) y otros. La kañawa es muy importante ya que de ella se hace pito, harina, p’isqi (mezclada con quinua) y thayachas en tiempo frío (helados). Sin duda una diversidad impresionante si se asume que estamos hablando, en términos económicos y modernos, de personas pobres. En general se asocia la comida de pobres a comida muy rutinaria y poca variedad. Lo que ellas relatan es lo contrario, una variedad notable y un valor nutritivo muy fuerte.

“No  conocíamos  café  ni  sultana,  en  vez  de  té  se  comía  temprano   wallaqi,  chairo,  chochoqa,  eso  nos  hacia  comer  mi  madre. Nosotros  caminamos  en  pobreza   no  conocíamos   la  escuela   soy  huérfana , no  conocimos   arroz  ni  fideo. Ahora  ya  hay   esos  alimentos   esas  veces   no había  chairo  con  jalunta  (mote de haba)  y  era  rico”. “En  este  tiempo  ya  no  quieren  chochoqa,  ni  quinua,  nosotros  en  ese  tiempo  nosotros no  conocíamos  enfermedad   mi  madre nos dio a  luz  y  nadie  sabe  morirse, hasta ahora  no  nos  falta  ningún  diente… en  ese  tiempo  nosotros  no  conocíamos  café  ni té, solo  se  comía  sopa  de quinua, papa,  phasa y chochoqa y  ahora  somos  fuertes”. Se habla de la pobreza, pero se reconoce una variedad de comidas y su valor nutritivo, mientras ahora hay más acceso al mercado pero se come con menos calidad y diversidad.

El salir de la pobreza se asocia a la producción y consumo de sus propios alimentos, no a tener más dinero para comprarlos. Esa es otro elemento de su cultura muy valioso, porque desmonetariza las relaciones. “Yo  hablaré de pobreza, nosotros somos 7  hermanos, comíamos afrecho y comíamos tostado y  mi padre sabe hacer juchhacha con  cal y eso sabe hacer hervir bien y comíamos, también sabemos comprarnos maíz amarrillo  de los yungas y tostábamos y comíamos. Yo  sé ir a  escarbar papa lejos y nos saben invitar  poco y nos sabemos cocinar  eso. Cuando nosotros sabemos ser grandes, sabemos ir a  buscar lanas de ovejas y sabemos hilar y tejer phullu, pollera, chompa y mi padre sabe  tener un pequeño terreno y en ahí nosotros sabemos hacer producir quinua y así  se ha producido poco a poco ya no vivimos en la pobreza como antes”.

Los alimentos, los ciclos de producción y la diversidad/variabilidad de productos

Las mujeres en el ejercicio del cuidado de su vida y la de los miembros de su familia aprendieron a procesar los alimentos, según las estaciones y según las ocasiones. Los cereales fueron y son la base de esa su experiencia alimenticia y de los ciclos de regeneración de la naturaleza. La quinua, cañahua, haba seca, grana y otros son esa base por la cual se guían los preparados de los alimentos y los ciclos de la naturaleza y la producción.

La sabiduría de las awicha expresa que cada momento del ciclo agrícola tiene algunos alimentos específicos, tiene los propios del momento. Se come, se alimentan estacionalmente en la tradición, es decir que cada alimento tiene su época, su estación y no se consume todo el año salvo que los mismos tengan tecnologías de conservación como los secados (el chuño o papa deshidratada, las thayas u ocas pasadas por las heladas y otros muchos otros productos conservados bajo tecnologías similares). Pero los alimentos frescos solo se consumían, bajo esta manera de conversar con los ciclos regenerativos de la naturaleza, en “su” estación. Así también se comprendía la noción de ciclo, el tiempo cíclico tan importante para experimentar la vida de otra manera al tiempo acumulativo, de exceso de consumo moderno. Y sin embargo, se reconoce que hoy también eso está cambando, ya que hoy se puede consumir un alimento fresco todo el año, por la incorporación de otras tecnologías de producción; pero al mismo tiempo se desconfía y se dice que no saben si tendrá el mismo valor nutritivo que antes, reconocen que antes la gente era más saludable.

Al ser el alimento estacional y un producto aparece, por lo general, solo en algunos momentos del año, del ciclo agrícola y de la tierra, se buscaba sacar el máximo provecho del mismo generando una sabiduría muy grande variabilidad en la preparación y las formas de almacenamiento, conservación y uso. Así cada producto tiene muchas variedades de preparado y uso. Sus saberes son de una diversidad y variabilidad muy abundante y hoy se sabe que eso enriquece nuestra biodiversidad y la vida en el planeta. Otra vez nos encontramos con una sabiduría muy rica para un diálogo más equilibrado con la naturaleza. Hoy se van perdiendo semillas locales, se estandarizan las mismas quitándole autonomía a las familias campesinas, pero se sabe que entre mayor diversidad mayor capacidad de la naturaleza para regenerarse. Por ello, también son tan valiosos los saberes de las awichas.

Otro elemento, de los narrados por las awichas, que expresa esta noción de la importancia de la diversidad y variabilidad es que cuando cuentas del preparado de alimentos, le ponen mucha atención y preocupación a su procesamiento y su combinación. Las comidas exigen unas maneras adecuadas, por el sabor, pero también por la calidad, de combinar los alimentos. Muchas de estas combinaciones no se explican, pero se saben, se portan en el entramado ancestral de su cultura.

La variabilidad y diversidad de alimentos, que es la forma de sintonizar los mismo con el clima cambiando y variable de la zona influenciada por la cordillera de Los Andes, sintoniza mejor con la noción de ciclo, de cultivos cíclicos y estacionales. Así se lee, desde las awichas los tiempos o estaciones del año. Dices que cuando la tierra descansa, en época seca y de frío, se produce y se consume el chuño (papa deshidratada) y el haba seca entre otros productos. Como no hay producción agrícola, pero ya se cosechó y se guardó lo que dio, también es tiempo para el trueque, para largos viajes especialmente a los Yungas de La Paz en busca de productos que no da en la región. Se lleva otros productos para intercambiar, y se intercambia también relaciones tejiendo familias ampliadas vía compadrazgo.

La diversidad y variabilidad también se observa en la capacidad que tienen para combinar cultivos y hacerlos rotar para garantizar el mejor rendimiento de la tierra. Nos cuentan las awichas que la quinua se combina primero con la papa, así luego la quinua produce bien. Si se coloca, por ejemplo, cebada antes de la quinua, la producción irá mal, ya que ese ritmo de la tierra es el adecuado para la producción. En una parcela papa primero, luego puede maíz o quinua, habas y finalmente cebada, de ahí se hace descansar la tierra para comenzar otro ciclo. De esto depende, en gran parte, la capacidad de tener alimentos siempre. Esa es la sabiduría sobre los ciclos de cada parcela, de cada chacra.

En el ciclo agrícola de un año, se dice que el deshierbe es clave, sin eso no hay buena producción, porque las yerbas sino se comen el alimento de los cultivos. Hay que saber en qué momento deshierbar. No hay que deshierbar la papa, ni trabajarla, después de las fiestas patronales y tampoco en luna llena y luna nueva. Si se hace en luna llena o nueva, sale papitas en los tallos y eso no sirve, no da buena semilla.

Es decir, los ciclos de la tierra y la naturaleza (el cosmos entero), ligados a la diversidad y variabilidad de los cultivos, son parte de la sabiduría aymara en la agricultura y que muchas awichas conservan.

Los ciclos de los alimentos y el ciclo festivo/ritual de la vida campesina

Los alimentos, como la vida misma, se encuentran ligados al ciclo agrícola, al ciclo de regeneración de la naturaleza. Las fiestas en las comunidades aymaras se articulan con ese ciclo anual de vida agrícola, pero también con el ciclo general de la vida. Las fiestas de vírgenes y santos suelen expresar esos momentos rituales anuales, mientras que las fiestas de paso suelen mostrar las etapas de la vida de una persona.

En los saberes narrados por las awichas, las comidas también están referidas a ese ciclo festivo y ritual de su propia vida y de la comunidad. Es interesante observar como las comidas tradicionales se van mezclando con aquellas que se buscan imitar de lo que fueron los patrones durante la hacienda o de lo que se cree que es el consumo urbano, es una manera de tratar de mostrar, en la fiesta que se está ascendiendo socialmente, a través del consumo de lo NO propio. Y sin embargo, al mismo persiste lo propio y a pesar de los cambios, se mantiene la idea de comidas estacionales, de épocas del año, de ciclo.

Se señala, en las comidas como cinco momentos y épocas diferenciadas del año, aunque una atraviesa muchos momentos del ciclo anual: la época de lluvia, la época de heladas, la época de siembra, la de cosecha y los momentos de las fiestas.

Para la época de lluvia se dice que se comía principalmente k’ispiña, pito, queso, jawasa  jalunta,  ajara y  afrecho.

En la época de heladas se habla de consumir principalmente wallaqi, chuño, qhachuchuño, chalona, waja queso, phasa, chicharon de chancho.

Para la siembra se recuerda mucho que es especial, además de las comidas tradicionales, el consumo de coca, vino, dulce,  llamp’u  para la siembra  de  papa.

Para el tiempo de cosecha se menciona con especial énfasis ququ,  phasa,  papa qhatthi,  waja, queso.

En las fiestas, que ocurren durante todo el año, se habla de comidas especiales, mñas abundantes y sabrosas como el apthapi (comida comunitaria con alimentos locales y tradicionales), sopa de fideo (incorporación urbana), such’i,  warxata,  timphu, saice,  maíz. Se trata de platos especiales y que requieren mayor dedicación en su preparación. Cuentan también que para la fiesta de la candelaria y los carnavales (mes de febrero, muy ligadas al inicio de las grandes cosechas), se prepara con esmero el lechón.

En esta noción cíclica y estacional de la vida y el consumo de alimentos, las frutas se asocian a fiestas agrícolas que acompañan desde la preparación del terreno hasta las cosechas y fiestas de redistribución. Eso significa que las frutas están muy presentes y son valoradas de agosto a mayo, teniendo el tiempo de descanso de la tierra una menor presencia de frutas. Dicen que también son estas fiestas, de la temporada agrícola, las más alegres y con muchas danzas.

También hay que resaltar que se menciona que en las fiestas como los matrimonios y las irpaqas (juntado de parejas antes del matrimonio y/o pedida de mano), una característica importante es cada persona y/o familia aporta su tapeque o fiambre, es decir que se trae comida para compartir, para intercambiar, para hacer más comunidad. Las redes de reciprocidad y complementaria acompañan esas comidas festivas. “Cuando me case comimos ají con pescado y el fiambre   traían   los invitados”. “En ocasiones especiales como el matrimonio, se comía frito de huevo, queso y pescado con papa, chuño y maíz, de todo el producto que hay y solo se llevaba fiambre y la mujer sentada en izquierda y el varón en la derecha, el matrimonio sabe ser 3 días: primer día familia de la mujer, segundo día familia del varón y tercer día de los padrinos. Nos saben cambiar ropa para bailar con siku y hoy en día ya no es igual”.

Si la fiesta caía en tiempo de lluvia entonces las qina qinas serías quienes harían bailar a la comunidad. Lakitas, sikuris, qina qinas, pinkillos y otros instrumentos siguen siendo muy importantes para los momentos festivos, aunque hoy deben disputar espacio con bandas, amplificaciones y hasta grupos de cumbia en vivo.

Las quinuas y sus derivados

 

Uno de los alimentos que más está presente en su vida cotidiana, en su convivencia con los alimentos y se trata de uno de los alimentos más valorados por ellas por su riqueza nutricional, es la quinua. Es muy importante en sus narraciones y relatos.

Si bien eso no es un saber nuevo, al contrario, ya es ampliamente conocido, es necesario recalcar la variedad de productos que se elaboraban a base de la quinua. La diversidad y la variabilidad se reconocen como las formas de la vida de quinua, así lo demuestran los seis tipos de k’ispiña, que nos enseñan las awichas, solo para ver un ejemplo. Son parte de los saberes culinarios de las mujeres que desarrollaron en su rol tradicional y con ello nutrieron a sus familias y se nutrieron también en tiempos de carencias.

Las mujeres manifiestan la existencia de una variedad quinuas: la quinua negra, la quinua roja, la quinua amarilla, la quenua blanca, la quinua de pito, etc. De esa riqueza en variedades se elaboran, según sus narraciones: el “japuchi”(de masa de quinua áspera, no muy molida), pito de quinua, la juchhacha o lagua de quinua molida, la k’ispiña negra (elaborada de la quinua salvaje), la k’ispiña roja, la k’ispiña casada o bicolor, la k’ispiña de acontecimientos, la k’ispiña de todosantos, la k’ispiña verde (con quinua en apullo), el “p’isqi”(mazamorra de quinua entera), el pan de quinua, la chicha de quinua, el phiri de quinua, etc.

El p’isqi es muy valorado, se dice que es una comida muy especial y también se la asocia con momentos de fiesta. Sin embargo, también se señala que el fideo y el arroz se han popularizado por su facilidad en preparado y bajo costo, que eso está cambiando la dieta familiar y pone en desmedro a la quinua.

Es impresionante la diversidad, la variablidad y la cantidad de saberes que muestran un arte culinario bastante desarrollado, con base a un alimento con alto contenido nutritivo como es la quinua. Lo que está mostrando saberes desarrollados y sistematizados en el campo nutricional, porque ningún producto ha sido tan desarrollado como la quinua, que dicho sea de paso, su elaboración no es nada fácil, implica mucho trabajo, esfuerzo y también habilidad.

Cuando las awichas hablan de la quinua, también nos recuerdan que la misma está considerada entre los alimentos calientes, por su experiencia, y por ello lo consumen en tratamientos para enfermos/as por causa del frio. Es una manera de observar como hasta en estos saberes se muestras las nociones de opuestos complementarios tan importantes en las cosmovisiones andinas.

La papa y su importancia cotidiana

Las awichas señalan que hoy en día, la papa es el producto más consumido cotidianamente. Es lo que más se come. Por ello es importante saber su ciclo y sus necesidades, para tener una buena producción.

La tierra se prepara en el mes de agosto para la primera siembra que es en septiembre. En septiembre se prepara para la siembra de octubre, mes de buena siembra la misma que se hace para el 20 de octubre, día de San Simón. La tierra se prepara arando y sacando hierbas con picotas. Después se amontona la hierba para quemarla. Luego se pone guano de oveja para antes de la siembra. Cuando se abre los surcos, se le coloca antes guano y después semilla de la papa. Se mezcla con el espacio ritual, ya al medio del terreno de papa, se invita a la chacra y la pachamama coca con cebo de llama, se hace una ch’alla (libaciones rituales) con vino para que produzca bien ese año. Después de sembrar se comparte el fiambre (comida comunitaria traída por todas las personas presentes) con pescado para que produzca bien.

Después viene el deshierbe, en el mes de diciembre y luego el aporcado en el mes de enero.

Para la virgen de la Candelaria, el 1º de febrero, se hace calentamiento a los productos con quinua y pescado, es para los que ya han producido. También se les agasaja con una mesa de ofrenda. En el carnaval, el miércoles de ceniza, se escarbará sin miedo la papa y después de la pascua se comienza a escarbar la papa y cosechar los productos.

Como se habrá notado, el ciclo de papa combina la tecnología empírica con lo ritual y festivo, con el compartir de la comunidad, como partes de un mismo proceso. Elemento que profundizaremos un poco más adelante.

Las variedades locales de la papa, en la zona, eran principalmente las siguientes:

  1. Luk’i piña
  2. Sukha mari
  3. Ajawiri
  4. Wanuri
  5. Pichuka
  6. Puka mama
  7. Isla imilla
  8. Panti imilla
  9. Janqu imilla
  10. Wiskuchu
  11. Phitikiña
  12. K’usillu.

Hoy se están perdiendo algunas variedades debido a la estandarización del consumo urbano y de las semillas, la papa holandesa tiende a ser la privilegiada por el mercado de hoy afectando un saber ancestral tan rico en diversidad y variabilidad.

La producción de alimentos para el autoconsumo y su relación con el mercado

En las culturas andinas, en la aymara en específico, históricamente la producción de alimentos tuvo dos características muy importantes:

  • Se produce para el autoconsumo o el consumo familiar. Solo el excedente se destina al intercambio por productos que no se tiene en la familia o, posteriormente, para el mercado. La producción para el consumo familiar se atiende por tres vías principalmente: alimento fresco para el preparado de las comidas, producción destinada al secado para su consumo en tiempos donde no hay alimento fresco y semillas para hacer sostenible la producción sin necesidad de recurrir el mercado.
  • La calidad de los productos busca garantizar primero el autoconsumo y el intercambio, es decir no se privilegia la mejor producción para el mercado deteriorado la calidad alimenticia familiar o la del intercambio. Es decir, no se produce unas cosas para el mercado y otras para lo propio, se busca que todo beneficie a todos y todas.

Estas dos formas tradicionales de producción y sistemas de administración de lo producido aparecen en los relatos de las awichas, pero al mismo se van perdiendo en la medida que se habla de una mayor presencia del mercado mediado por la moneda y la lógica mercantil del intercambio. Sin duda hoy mucho se ha debilitado de estas formas de la economía local aymara, pero aún se mantiene algo en el saber acumulado de las awichas.

Todavía hoy, cuando las awichas se sientan a compartir su tapeque o fiambre, se puede observar que lo traen es abundante, es de muy buena calidad, muestra el esmero puesto en lo propio y lo que se intercambia n sus redes de amparo y vida. El mercado monetarizado todavía no ha sido capaz de desmontar del todo esta manera de entender los alimentos, la importancia de compartirlos, frente a las lógicas más individualistas y que privilegian más el dinero que los intercambios. Otra sabiduría a valorar.

Las señas o bio indicadores: aprendemos de lo que nos habla la naturaleza

Las awichas nos hablan respecto a lo que aprendemos de la naturaleza, de su observación y de saber escucharla. La naturaleza y sus señas nos dicen cómo será el ciclo agrícola, el clima y las lluvias en esa temporada, los mejores lugares para sembrar, nos recomienda cultivos y semillas.

Las awichas señalan que ente las señas o bio indicadores que más se observan para saber cómo será el ciclo agrícola ese año está el qhoto (constelación conocida como las 7 cabrillas o las pléyades), ya que su observación en el cielo del amanecer a partir de finales de junio hasta la temporada de siembra es clave para comprender la temporada de lluvias. Del cosmos o el universo también se observan otras estrellas y constelaciones. Se dice que la luna nueva ni la luna llena son buenas acompañantes de la siembra y las labores agrícolas, así que esos días no se hacen tareas importantes en las chacras.

También se observa las lluvias que vienen de Huacané, las primeras lluvias, ellas trazan un camino y éste va por lo cerros y de ahí hasta la ciudad de La Paz, entonces será año que lloverá por ahí y no en las pampas. Otras veces viene por el lago y los sectores de ríos, eso señala una temporada de mejor lluvia para los cultivos. Se observan las piedras y su humedad, así como el clima en los primeros días de agosto y así muchas más señas.

En cuanto a plantas se menciona que el florecimiento de la qariwa y la observación del warako, son dos señas muy vistas y comunes en esta región. En cuanto a la qariwa, que es una planta que vive en lugares secos y tiene flores amarillas, dicen que cuando esta planta tiene muchas flores, en el mes de agosto, va ser buena la primera siembra y si florece poco entonces no será buena la siembra. Si en septiembre florece mucho, entonces la siembra de octubre será la buena. También se observa otra flor, la kantuta que cuando florece vista hacia el lago, señala que va ser un buen año de producción en las orillas del mismo, si en cambio florece  hacia el cerro, es para allá que será mejor la producción.

En cuanto a animales, los que más se mencionan como señas o bio indicadores son el zorro y el liqi liqi (ave). Con el zorro se observa el excremento del mismo, dónde deposita, así como sus huellas. Cuando ven las huellas su excremento en las orillas del lago, significa que va a producir en las riberas del lago. Cuando eso ocurre por las faldas de los cerros, ese será buen año para producir en los mismos, es año del cerro dicen. Hay personas que ven el excremento del zorro, con un palo lo deshacen y si dentro hay   cáscaras de papa, de haba, de chuño y de oca, en ese año hay una buena producción de estos alimentos señalan.

El liqi liqi es un ave que pronostica si va a llover o no, ayuda comprender la temporada de lluvias.  Cuando esta ave hace su nido debajo del surco, va ser año en que no va llover, en cambio si su nido está en lugares elevados o encima del surco, va ser un año en el que va a llover bastante. También se observa si en su nido hay puro piedras y el huevo de color medio verde o café, eso significa que va ser un año de granizadas y no habrá mucha producción. En cambio, si en su nido hay pajas y excremento de ovejas y el huevo es color verde, eso significa que será un año de buena producción y suficiente para las familias.

 

Las señas o bio indicadores son las maneras en que la naturaleza conversa y nos enseña. Es una manera propia para establecer relación con la naturaleza y tener un trato más equitativo con ella. Por ello estos saberes son muy importantes y generan en las personas otras sensibilidades de observación y escucha, capacidades propias para compartir con la naturaleza.

La ritualidad y la producción de alimentos

Las awichas saben que para producir alimentos no solo hay que tener una buena tecnología, unas maneras adecuadas para cultivar, saber reconocer las señas y sintonizarse con ese ciclo de regeneración de la naturaleza. Las awichas sabes que además hay que hacer rituales para reciprocar con lo sagrado, con la pachamama (madre tierra), con los achachilas (cerros protectores y armonizadores de la vida) y con los ancestros y ancestras.

Nos hablaron de las q’oachadas (mesas y ofrendas rituales) del inicio de febrero, que se hace especialmente para los productos que ya están verdes, casi listos para la cosecha, como agradecimiento para su llegada y permiso para su cosecha.

En espíritu se hace wilancha (sacrificio de un animal vivo para rociar su sangre en la tierra), con sangre de conejo paro los productos grandes y mayores. En esa época hay que comer con carne de conejo con buenas papás y ají dicen. La comida, como se puede observar, también atraviesa la ritualidad y tiene sus épocas o ciclos.

No se profundizó mucho en estos rituales, pero es de destacar que para que produzca adecuadamente la tierra, la sabiduría aymara combina la necesidad de un buen trabajo empírico y tecnológico, con la adecuada ritualidad que nos comunica con toda la comunidad de lo sagrado y no solo entre humanos. Esta combinación es parte de la riqueza cultural que también sintoniza con los espíritus de la naturaleza. Las awichas saben esto, y aunque hoy se esté erosionando, todavía queda mucho en la vida cotidiana de las familias aymaras con una tarea muy importante de esas abuelas.

Preparación y elaboración de alimentos

Ya se mencionó u el preparado de alimentos es un saber muy próximo a la experiencia de las awichas, de las mujeres en general por sus roles domésticos. De allí salen una serie de recomendaciones para su preparación, y por ello aquí se comparten algunos de esos saberes, de los muchos, compartidos por ellas.

K’ispiña: hay dos tipos de k’ispiñas, una japu y otra q’aphi. El japu se hace con harina de quinua granulada, hay que hacer masa con agua de cal y luego colocar en olla de barro que debe tener adentro pajas, encima se coloca el japu y se hacer cocer como 45 minutos y sale bien cocido. Q’aphi es quinua molida fina, igual se amasa con agua de cal y se hace con la mano pequeñas figuras que se podría llamar galletas de quinua y se hace cocer 45 minutos, finalmente se saca en un tari  y se hace  secar al sol para comer poco a poco.

Allpi de quinua: se hace con harina de quinua y cal. Primero se hace hervir agua, después   se coloca la harina y en cal se le hace cocer como una hora.

 

Allpi de maíz: se hace con harina de maíz. Como en el anterior caso con quinua, se hace hervir el agua y después se coloca la harina y se hace cocer. Se puede comer, pero con mucho cuidado y poco a poco.

 

Chochoqa: es grano de cebada. Primero se lava, después se le tuesta para hacer moler, cuando se muele hay de 2 tipos: una granulada y otra pito. Con la granulada se hace la chochoqa. Primero se le  hace  hervir verduras, después papa y luego la chochoqa hasta  hacer cocer la comida.

Pito de cebada: se hace tostar el grano de la cebada, luego se lo hace moler hasta que esté el pito fino.

Ph’iri: se hace con pito de cebada. Se hace hervir agua con sal y después en una bandeja se mezcla el pito con agua de sal y eso es el ph’iri.

 

Qhausilla: es una planta que vive en el cerro, cuando se le quiere moler se vuelve igual que el chicle y es comestible.

Walleqi: es una sopa de pescado. Primero se coloca la q’ua (una hierba) y cebolla, después se coloca papa y pescado, por última  el ají y después se come con ph’iri.

Llaitha: hay que ir a recoger a Khasina, después de recoger se lava y se cocina con chairo.

                                 

Laqhu: hay que recoger del lago y después lavar y amasar en pequeñas cantidades, después colocar con sal para comer.

Chhuqa  ch’iwa: es una planta que vive alrededor del lago, que comen los  patos, eso se recoge y se lava bien y después se la come como ensalada.

  1. SABERES DE LAS AWICHAS EN SALUD Y MEDICINA TRADICIONAL

El campo de los saberes en medicina, en especial el uso de hierbas para curar malestares físicos, es uno de más difundidos en las comunidades aymaras, y en general entre los llamados pueblos “originarios” o “indígenas”. Es casi imposible encontrar una persona que no conozca el uso de varias hierbas y otros productos. Y sin embargo, al mismo tiempo, se habla en esas mismas comunidades aymaras, de saberes más especializados para sanaciones e incluso de saberes más “ocultos” o de difícil acceso. Esa es la contradicción en la que nos movemos cuando nos aproximamos a los saberes de las awichas en el campo de la salud y la medicina tradicional.

Las awichas y las otras personas consultadas hablan de diferenciar hasta cuatro campos o tipos de medinas:

  • Las yerbas o medicinas caseras tradicionales, de amplio uso familiar y de una amplia difusión en su vida cotidiana.
  • La medicina de especialistas aymaras, principalmente yatiris, que ritualizan la cura y a quienes se asiste en casos más complicados.
  • La medicina de hospitales, ligados al sistema de farmacia, a quienes se acude, pero no se valora, es más se desconfía de las “pildoritas que dan y no curan nada, hasta hacen enfermar para peor”.
  • Algún circuito de las farmacias, que, si bien están vinculadas a la medicina de los hospitales, tienen otros “medicamente” muy apreciados como los parches. Éstos son asumidos casi con capacidades de curas “milagrosas”, son los más usados en varias curaciones que superan el uso de hierbas tradicionales. “Les tenemos fe”,

Luego profundizaremos sobre el uso tradicional y cotidiano de hierbas y sobre el terreno más especializado de la ritualidad. Sin embargo, hay que señalar que se menciona que estas dos formas de medicinas propias aymaras se combinan poco, los rituales y el uso de yerbas como formas simultáneas de tratamiento aparecen poco, solo en algunos casos. Son como dos medicinas propias con bastante autonomía entre sí, al menos en los relatos recolectados aparece eso.

Otro elemento importante para destacar tiene que ver con la apreciación de la medina de hospitales y del sistema de farmacias. En general se menciona que allí no se curan, que se va en vano, que solo dan pildoritas y que muchas tienen esas pastillas guardadas sin ser usadas. Sin embargo, de esta desconfianza y poca “fe” en el sistema de salud dominante en la oficialidad del país, se asiste a los mismos, se tiene experiencias, se habla de que se guardan las píldoras que les dan y que no toman. Hay una surte de tensión contradictoria entre su acceso, se asiste claramente, y la desconfianza que se tiene al mismo tiempo, Hay que acceder, porque es el derecho, pero no hay que confiar porque en realidad no sirve o no cura, parece ser el mensaje de lo que hablan al respecto.

Con los y las estudiantes de la Unidad Educativa Bautista Saavedra quedó corroborada esta situación, pues la mayoría conocía de las propiedades de algunas yerbas como producto de saberes que fueron transmitidos oralmente de padres a hijos. Y en su diálogo con los naturistas, el señor Benedicto Charca Ramos y la señora Victoria Castañeta Canaviri Qaqori, expresaron sus reflexiones y críticas con relación a la mercantilización de la medicina, “médicos cobran caro y no están al alcance de todos y la farmacias son solamente comerciantes de pildoritas y la culpa es de cada una, porque nos auto medicamos con productos farmacéuticos y los que atienden las farmacias no están lo suficientemente capacitados y eso es un peligro para la salud”.

Sobre la noción de enfermedad, salud y medicina

Cuando se les pregunta por las causas de las enfermedades, se suele aludir con insistencia a situaciones emocionales como el renegar mucho o por desequilibrios físicos como los que pueden venir del sobreparto. Sin embargo, la respuesta más común de la causa de las enfermedades está asociada al exceso de renegar. Así las enfermedades están vistas no solo como desequilibrios físicos o corporales, sino también como emocionales o espirituales. Esos desequilibrios causarían las enfermedades.

Por el contario, cuando se indaga sobre lo que provoca que estemos saludables, la mayoría de las respuestas se refieren a la alimentación, a comer sano y natural (orgánico), sin presencia de agentes químicos. Esto nos hace notar que se ha instalado todo un discurso sobre la producción de alimentos sin el uso de químicos, y que se asocia esa producción orgánica a los alimentos tradicionales y propios de su cultura; lo ajeno se relaciona con la comida insana, es decir con mucho químico. El estado saludable de las personas dependería, así, de lo que se come: “para estar sanos hay que comer lo nuestro, sin abonos químicos”.

Cuando se conversa sobre las medicinas, lo que cura, se menciona “todo cura, todo es medicina”. Sin embargo, hay que aclarar que ese “todo es medicina”, se está refiriendo a las plantas silvestres principalmente. Se señala que todas ellas sirven para algo, tienen utilidad, curan. Esto es muy fuerte en la sabiduría aymara y de las comunidades campesinas en general, la noción de que todo tiene utilidad, todo sirve, nada es desperdicio.

Las medicinas tradicionales, que se expresan principalmente en el uso de yerbas para las curaciones, reconocen la importancia de lo silvestre, de lo no cultivado, lo que está al alcance de la mano porque abunda en el territorio de su casa, de la proximidad de las chacras, de los caminos, las pampas, los sectores de agua y los cerros. Está ahí, es lo que la naturaleza nos da, es lo que ella cría. Vuelve a resaltar la importancia de observar, escuchar, comprender a la naturaleza y lo que ella nos ofrece y nos comparte. Hay una relación con la naturaleza de sabiduría de la misma, que tenemos mucho que aprender de ella. Por ello se resalta tanto que “todo es medicina”, es un todo que viene de la naturaleza sin intervención humana.

La medina tradicional con uso de yerbas

Ya se mencionó que esta es la forma más común de la medicina tradicional, la más difundida, la más al alcance de todas y todos. Aquí el saber de las awichas es abundante, y al mismo tiempo es un saber que todavía circula y está al alcance de las nuevas generaciones que también saben mucho al respecto, aunque claro, todavía menos que las awichas y su mayor experiencia en el campo.

“Todo nos curamos en la casa nomás, con la yerba que cogemos nomás del terreno, nada especial”. Se habla de que la medina está al alcance de la mano, que no se cultiva, sino que se tiene, es lo que naturaleza brinda, como ya se mencionó. La forma más común del uso de esas yerbas es como infusión, en mates. “Hay que curarse, con perejil, q’oa, yerba buena, santa maría,malva,…”.

Algunos de los saberes, de los muchos, compartidos son los siguientes:

Cuando una persona se asusta o mulljata, le duele la cabeza y se cura con hierbas como ser ch’uqich’iwa, khanapaqu, pampa limón, perejil y  otros.

Para la bilis (otro motivo muy mencionado en las causas de enfermedades y asociada al renegar mucho) se curan con hierbas naturales como ser khanapaqu, malvasa, sik’i y limón.

Cuando una persona tiene tos o asma se cura con eucalipto o pino.

Para curare de gripe, se recomienda tomar eucalipto con manzanilla, además es bueno dicen sahumar y se lava con agua caliente.

Para dolor de muela recomiendan la qariwa roja y blanca.

Para dar a luz bien y rápido, se recomienda usar la hierba carlos santo.

“Agua de chuño para la calentura y para diarrea la pepa de palta hay que hacer quemar y tomar”.

La zanahoria se recomienda para personas que tiene mal de la vista. Para personas ciegas se señala que hay que usar una zanahoria pequeña que se agüerea en la noche y al día siguiente se hace gotear en los ojos como unos 15 días y poco a poco se va aclarando la vista.

Las awichas cuentan que, para curarse de menopausia, para estabilizar el cuerpo de los cambios, se recoge q’oa, apio, acelga; todo eso hay que moler y ungir con cebo de vaca.

Así podríamos seguir con una innumerable cantidad de recomendaciones para la salud, pero lo que hay que destacar es que cada awicha, cada familia, cada persona tiene sus propias experiencias con la medicina tradicional en base a yerbas, tiene su saber singularizado, hay mucho en común pero también hay particularidades en cada experiencia, no hay recetas únicas y fijas, aunque hay algunas tendencias compartidas. La diversidad y variabilidad de experiencias y prácticas en la medicina tradicional es la riqueza de los saberes de las awichas y que todavía están presentes en las nuevas generaciones, aunque como ya se mencionó, en menor volumen e intensidad.

La medicina aymara especializada: yatiris y el uso de rituales

Un aprendizaje para el equipo fue que los saberes en medicina tradicional más especializada, a diferencia de otros saberes, no circulan de la misma forma, sino sólo de padres a hijos y abuelos/as a nietos. Por tanto, no fue posible, que los y las yatiris dialoguen sobre sus saberes con estudiantes que no son de su descendencia directa. Sabemos históricamente que la colonia persiguió a quienes poseían estos dones y/o saberes y una forma de proteger sus saberes fue esa, no comunicando. Sobre todo, los varones son más cerrados en ese aspecto. En las mujeres encontramos más apertura a comunicar.

El ejercicio de sanar enfermos en la cultura aymara, tiene que ver con ciertos dones y marcas que posee el individuo. En este caso no alcanza la experiencia, el saber, sino se requiere un algo extra que podemos denominar don. Ellas dicen que, llegado el momento, el don se manifiesta de alguna forma, a veces a través del rayo que le llega, o porque se es gemelo/a, se tiene una marca física como el tener 6 dedos en una mano o un pie, etc. Cuando el don se manifiesta y se reconoce que es el momento, entonces otro “yatiri” (sabio) prepara a esa persona y la consagra para ese servicio, que dicho sea de paso es un SERVICIO y de ninguna manera puede ser para lucrar, lo que no quiere decir que no existan hoy, algunos “yatiris” mercantilizados.

El saber de yatiris es especializado, no cualquiera puede serlo, se requiere ese don, pero esto no significa que la persona que es yatiri se especialice solo en esa tarea. Los/as yatiris siguen haciendo su vida normal para poder sobrevivir, hacen chacra, comparten como las demás personas de la comunidad, cumplen sus tareas y responsabilidad. Por ello hablamos de un saber especializado, pero no de personas que se especializan en una sola cosa en su vida.

“Yo tengo 14 hijos, 7 mujeres y 7 varones de 2 veces mellizos, mis primeros hijos murieron, sé cuidar mucho pero igual se morían y mi esposo me sonó con un palo del brazo diciendo: hasta cuando vas a hacer morir a nuestros hijos y yo fui al cerro y pedí hincada para que no se mueran mis hijos, señor por favor échame con incienso sobre mi estómago para que no se me mueran mis hijos. Y así fui cada día al cerro y después a mi esposo un yatiri le dijo que él debía de ser yatiri, que por eso se mueren tus hijos. Le dijo también que tus hijos que se han muerto quieren waxt’a en el cerro de pachxiri, donde que hay las ispas ahí iremos a hacer waxt’a, y después de hacer eso ya no se morirán tus hijos. Cuando ya hicimos todo lo que se había dicho, se cumplió. Después el yatiri me dijo que yo también tendría que ser partera, pero tu irás a Santiago de Ojje a pedir licencia de la virgen de la Merced y fui y ya tengo la licencia. Desde ahí yo sé ser partera y también se curar a los niños que son asustados. Cuando sus ojos están en adentro, está asustada la wawa y le froto en la cabeza y en el corazón con su mano y después se cura el niño”.

Las awichas mencionan que recurren a los/as yatires para curarse principalmente del susto, del ajayu (espíritu) y de dolores raros en las piernas u otras partes del cuerpo.

También se menciona que entre las causas de enfermedades complicadas por las que hay recurrir a yatiris, son las provocadas por qharisiris (personajes abundantes en algunas zonas de la región que extraen la grasa de las personas y que en muchos casos se ha asociado al robo del ánimo o el espíritu de las personas desde la invasión colonial y la presencia de latifundistas, hacendados y la iglesia como mecanismo de dominación). Lo curioso de que esto, cuando hablan al respecto las awichas, es que mencionan que a los qharisiris les conocen y viven en las comunidades nomas, pero que no se hace nada contra ellos porque de ahí también son. Otra vez aparece la idea de un saber especializado, aunque “maligno y perjudicial”, pero que las personas no solo se especializan en la extracción de grasa humana, sino que igual les toca vivir como uno más de la comunidad. Como en el caso de yatiris, ese saber especializado, no significa que la persona abandone su vida y sus relaciones cotidianas con la comunidad, muy similar al resto de las personas. Que habitan en la misma.

  1. SABERES DE LAS AWICHAS EN TEJIDOS Y TEXTILES

Los tejidos y textiles andinos son una de las expresiones culturales más complejas y ricas. Se han encontrado textiles antiguos con más hilos por centímetro cuadrado que la seda china, lo que los coloca en un nivel de finura bastante relevante. También, son reconocidos por su capacidad de combinar colores y sus múltiples técnicas de hilados y confección. Durante siglos, los textiles y tejidos andinos han desarrollado innumerables técnicas con una capacidad impresionante y muy valorada por todo tipo de personas.

Se dice que en cuanto a las figuras que los tejidos y textiles andinos, aymaras en este caso, contienen, éstos tienen una perspectiva compleja y sencilla a la vez. Sencilla porque se busca que sean pocos los trazos que se utilicen en sus tramas, y sin embargo esos permiten desarrollar un sinfín de posibilidades optimizando su uso complejamente. También se dice que las figuras utilizadas carecen de fondo, en términos de perspectivas sobre espacios planos y bidimensionales, pero al usar un espacio tridimensional en el textil, su valor de combinación es mucho más complejo sin necesidad de complicar la confección.

Muchas de las técnicas utilizadas en los textiles y las características de los mismos, se utilizaron en el arte plástico occidental recién a partir del siglo XVIII e incluso a final del siglo XIX y comienzos del XX. En cambio, en nuestras culturas, eso se utilizaba ya hace más de mil años.

También los tejidos y textiles andinos muestras la simplicidad y complejidad, contradictoria y complementaria a la vez, del lenguaje. Hay numerosos estudios que señalan las interpretaciones de las figuras y la composición de los colores, llegando a afirmarse que cada textil cuenta historias, narra aconteceres, explica cosmovisiones. Y sin embargo hoy, mucha de esa sabiduría se ha erosionado, al menos en el plano del lenguaje y de la interpretación de lo que configura los símbolos y gráficos del textil. Cuando hablamos de tejidos andinos, tenemos que aceptar que el tejido habla por sí solo de un pasado y un presente, algunos investigadores señalan que los tejidos encierran mensajes grabados, las artistas plasmaron saberes en las figuras en sus tramas. Estos saberes parecen sencillos, pero tienen un alto grado de complejidad, algunas figuras funcionan con cuatro hasta cinco “illawas” que son tramas elaboradas con que forman figuras.

Los tejidos de Achacachi, también hablan de historia y memoria, de grandes momentos y también de sufrimientos, las awichas, con orgullo exponen sus trabajos, a la pregunta de quién les enseñó, responden que su mamá o sus abuelas y mirando atrás dicen: siempre hemos sabido. En la memoria no existe un principio, ni autoras, sino un circular de saberes compartidos, de sabiduría ancestral. Su inspiración es la naturaleza, mientras tejen captan a las aves que vuelan, se inspiran en los caparazones de los bichos, escriben mensajes sin ser alfabetas.

La elaboración de textiles es una de las tareas que exige mayor actividad cerebral y se podría decir que alta matemática. Para elaborar un textil se combinan múltiples dimensiones: los colores, las texturas, la trama, las figuras, las formas, los hilos, etc. Todo se conjuga en un diseño complejo y matemático: el diseño del textil que se prefigura en la cabeza de las personas que lo elaboran. No se hace diseños escritos y menos computarizados como muchas de las textileras de hoy en día, sino todo se prefigura en la cabeza de quien teje. Todo ese proceso es de una alta complejidad matemática y las tejedoras y tejedores lo realizan de forma común y cotidiana, es sencillo en su complejidad. Elaborar textiles exige una sabiduría muy profunda.

Sin embargo, de esta riqueza y sabiduría colocada en la experiencia del tejido y el textil aymara, cada vez menos personas, señalan las awichas y personas con las que se conversó, se dedican a esta actividad. El acceso a prendas de vestir y otras prendas (como aquellas utilizadas para cargar y transportar cosas y alimentos entre otros) sintéticas en los mercados y ferias locales, que contrasta con los costos y el volumen de trabajo que significa el textil tradicional, han ido erosionando esa necesidad de confección propia. En la conversación de las awichas y otras personas se valora siempre la calidad de las prendas elaboradas de manera artesanal en los telares propios, en cambio se señala la mala calidad de las compras del mercado sintético, sin embargo, se admite que, a pesar de ellos, ya no elaboran prácticamente prendas de vestir propias, que todas las familias ya prefieren las compras del mercado. Antes se solía elaborar todo tipo de prendas de vestir como los pantalones, camisas e incluso los sombreros de lana de oveja, hoy ya se compra dicen con pena las awichas.

Se percibió que los saberes se van perdiendo según las edades, los niños y niñas saben parte de los procesos y técnicas de esquilado, teñido y tejido; los y las adolescentes verbalizan sobre todo los procesos de lavado de la lana y el tejido; las y los jóvenes por su parte, si bien tienen el conocimiento de elaboración de prendas y tejidos como su uso en determinadas fechas especiales, son tímidos para referirse a estos temas lo que puede confundirse con un sentimiento de poco orgullo o desprecio por lo local. En el caso de los niños, niñas y adolescentes, se ve la predisposición de comentar e intercambiar sus saberes (por muy básico que este sea), la técnica del dibujo para plasmar una situación, en este caso sobre el proceso de la producción de la prenda de tejido, mostrar los telares que conocen la materia prima que utilizan, ayudó a entender el conocimiento que tienen acerca de la elaboración de telares y de las prendas.

Es decir que, si bien cada vez menos personas se dedican al tejido y los textiles, especialmente por el tiempo y el abundante trabajo que estos significan en su confección, también es cierto que mucho de los saberes todavía circulan en las nuevas generaciones. La riqueza de esta sabiduría desafía a como continuar enseñando a las nuevas generaciones su proceso y elaboración. Un desafío que cruza también a la escuela.

Mujeres y varones en los tejidos y textiles aymaras

Las awichas señalan que antes era común que la elaboración de tejidos y telares fuera una actividad tanto de varones y de mujeres, que ahora se ve a muy pocos varones en estas tareas y a cada vez menos mujeres también. Que si bien, casi siempre las mujeres eran las que más realizaban tejidos y textiles y con casi exclusividad la tarea del hilado de la lana, no se trataba de una tarea exclusiva de ellas y se compartía en los roles de ambos géneros.

Las mujeres realizaban y realizan sus textiles en telares horizontales y se dedican con mayor detalle a la confección de awayos, taris, llijllas, phullus (frazadas), manteos para la cosecha, costales para trasladar los productos (phullikustala), mantas, mantillas, chuspas, ponchos, chala, capacho y otras prendas de vestir. Las mujeres también tejen con palillos, especialmente chompas.

Los varones utilizaban y usan los telares verticales y su tarea es principalmente la de la elaboración de telas, la bayeta principalmente.

Todas las mujeres hilan sus lanas, especialmente de oveja; la de llama y alpaca suelen comprar ya que no tienen la crianza de esos animales por la región, salvo en contados lugares. Era poco común y ahora menos todavía, ver a un hombre realizando las tareas del hilado.

Se cuenta que el tejido y los textiles eran tan importantes antes, que eran una suerte de requisito para formar pareja. Las mujeres cuando más sabían tejer eran más valoradas por la suegra. Las mujeres antes de casarse debían elaborar una variedad de frazadas y el poncho del futuro esposo, eso servía para evaluar la capacidad de esas mujeres y se realizaba con mucho ahínco la tarea.

Los varones tejían telas, también antes del matrimonio, y la familia de la mujer también hacía la tarea de evaluación de las habilidades del futuro esposo.

Así la confección de textiles y tejidos era parte de los atributos centrales en las relaciones de pareja e interfamiliares. Hoy, como ya se viene mencionado, eso se ha perdido.

Se cuenta que incluso había tonos de colores para varones y para mujeres, más diferenciados que ahora. Nos preguntamos si eso era siempre así o fue ya una incorporación colonial. Cuentan, por ejemplo, que tonos más cafés eran para varones y que ahora esos colores también usan las mujeres indistintamente.

Del tejido y el textil para el uso propia, al elaborado para el mercado del turismo

Las awichas nos cuentan que mucho de lo que se hila, ya no se utiliza hoy en día para la elaboración de prendas de vestir, por los costos y la competencia del mercado sintético como se señaló, sino para hacer taris o alguna otra prenda con destino al mercado, especialmente por el turismo.

Hay comunidades como Huapa de Huatajata y Corpaputo de Achacachi, que tienen la especialidad en producción de tejidos y teñidos, elaboran prendas para la venta a turistas extranjeros, ya que señalan que ellos pagan bien, aquí no se valora se lamentan.

Narran las awichas que antes se solía tejer también para cambiar con otros productos. Es decir que el valor del tejido y el textil era tal que servía como mediador para el trueque, era una suerte de moneda propia. Ahora también ese uso se ha perdido por la circulación del dinero, por la monetarización de las relaciones de transacción.

Además de la confección para el turismo, se indica que todavía hay un mercado que valora mucho los textiles y tejido antiguos de las familias, pero que eso ha generado un saqueo camuflado del patrimonio textil de la región. Cuentan que muchas personas cambian los textiles antiguos por artefactos y cosas que se necesita hoy y que ya quedan pocos de esos ricos trabajos de decenas de años de antigüedad, e incluso algunos con algunos centenares de años de vida. Cuentan que vienen muchos “rescatistas” a buscar estas prendas, especialmente desde el Perú y que pagan poco precio, pero por necesidad la gente vende y se lo llevan para el turismo. Una pena grande genera esto, porque no solo se pierden prendas valiosas, sino el espíritu y la sabiduría que habita en ellas. En la zona no hay políticas ni trabajo educativo para la conservación y le resguardo de este patrimonio tan valioso.

El hilado

Para la elaboración de textiles y tejidos, primero se esquila con cuchillo la lana de los animales, especialmente de oveja, llama y alpaca, aunque ahora como se mencionó casi solo se hace de oveja y las otras lanas se compra, incluso hay un creciente mercado de compra de lana de oveja. La lana de oveja se lava con agua fría y luego se hace secar en el  sol. La lana de llama y de alpaca no se lava directamente, sino se hilan primero. Algunas abuelas aconsejan lavar la lana solo con agua caliente, casi herviendo para obtener lana blanquita, así no se requiere de detergente.

Después se escoge las lanas grandes y medianas, para luego hilar y después para torcer. De ese proceso se hace diferencias ya que se hila las lanas grandes para bayeta o se dice khiwsuñamuruq’u. Para el poncho es kustalaphullutari. Las lanas medianas se usar en la confección de mantas, costales, taris, awayos, estalla, kapachu, ch’uspa, faja, chala, ch’ullu, chompa, corpiño, camisa. De otras un poco más medianas que las anteriores, se usa para la confección de camas o frazadas. Con las más pequeñas se elaboran wiskashondas.

Teñido

“Yo sé teñir con piedra qawa y qintu (planta zarzaparilla), color rojo  y  café”.

Las awichas cuentas que antes de teñir se lava con agua caliente la lana de oveja. Dicen que antes todavía lavaban con agua de quinua, a eso se llamaba koimiy. Después del lavado se teñía con yerbas como el diente de león y el limón para el color amarillo; con t’ulaqalaqhawa vicuña, que es una planta café y se utiliza mucho para phullus o frazadas. Nos cuentan que los colores naturales más usados son el blanco, negro y café, que los otros colores de obtenían con el teñido natural con diferentes plantas.

A pesar de la existencia de estos saberes y su riqueza, ahora ya se ha dejado de usar esos teñidos para dedicarse al uso de la anilina. Ésta llega del Perú y señalan que ha encarecido los costos de la producción de textiles, se gasta como 90 Bs en anilina suficiente para teñir la lana para una cama o frazada. Con la anilina los colores más usados son el blanco, rosado y azulón.

Los colores y las figuras

Las figuras se solían utilizar en algunos de los tejidos y textiles, no en todos, especialmente eran visibles en awayos, taris, istallas, ch’uspas, y capachus.

Las awichas cuentan que las figuras que usan reproducen lo que aprendieron de las abuelas y abuelos, que no saben mucho los significados ni las historias que narran, pero que así siempre han hecho y así se les va ocurriendo cuando va a tejer algo.

Muchas de las figuras que utilizan son animales y plantas que se observan en la naturaleza. En especial cuando se utilizan las figuras de animales, ahí se menciona que las mismas tratan de expresar el carácter de las personas o el uso que tienen las autoridades (por ejemplo, en las ch’uspas). Por ejemplo, se pone un pajarito porque es vivaz y se usa para niños o personas inteligentes y vivaces. La viscacha tiene ese mismo significado indican.

Como se mencionó, la revalorización del rol de las autoridades ha hecho que algunas prendas se vuelvan a confeccionar y ha revitalizado el uso de figuras en las mismas, en especial se señala que son las ch’uspas las que se elaboran ahora para las autoridades con mayor esmero y se busca representar figuras acordes con la tarea que desarrollan. Otra de las prendas que todavía se confeccionan en telar, a pesar de los años, son las wak’a (fajas). Estas son de las pocas prendas que todavía se confecciona en mucha cantidad para el uso local, lo demás, está más destinado al mercado del turismo.

Entre las figuras de animales que se utilizan, se han introducido la del caballo y el perro. Algunas investigaciones señalan que los textiles aymaras tenían menos figuras de animales o seres humanos y más formas simbólicas del cosmos, respecto a los textiles quechuas, por ejemplo. Sin embargo, de un uso menos de estas figuras, las que se utilizaban fueron prohibidas en la colonia y la época de la extirpación de idolatrías ya que eran “sospechosas” de idolatría a la naturaleza y los ancestros y ancestras. Por ello, en muchas comunidades introdujeron figuras de animales venidos con la invasión europea, como los caballos y perros, ya que, al no ser animales locales, la prohibición no llegaba a ellos. En la zona se mantienen estas figuras de caballos y perros y conviven más con pajaritos, viscachas e insectos.

Los diseños elaborados exigen un trabajo matemático profundo, como ya se mencionó, y todo es prefigurada en la cabeza de las tejedoras, para ello se hace contando y alzando los hilos para ir haciendo esas figuras que brotan desde la inspiración de la artista tejedora.

Dicen las awichas, que más que figuras se preocupan por la combinación de los colores, para que quede bonito lo que se hace. Esas combinaciones también fueron aprendidas de las abuelas y los abuelos, a otras les nace nomas al hacer. Les cuesta explicar el porqué de algunas combinaciones. Los saberes se viven nomás, no se explican podríamos decir.

Al combinar hilos y colores lo que producen son las siguientes figuras, según su nominación tradicional:

K’ili: sale de dos colores

Phuyu: sale de tres colores

Salta: tres colores y seis amarros

Sillana pequeño: cinco amarros

Sillana grande: seis amarros y tres colores

Pichuka: cuatro amarros

Corte: seis colores y amarros

Caballo grande: de veinticuatro amarros

Camino del ratón: cuatro amarros

K’achi: tres colores y seis amarros

Pichjalla: sale de dos y seis pares y de dos colores

Viscacha: sale de 12 pares y de dos colores

Jamach’i: sale de 12 pares y de dos colores

Anucayuitu (pie del perro): sale de 12 pares y de dos colores

Entre algunas de las técnicas compartidas por las awichas se mencionó que un phullu o frazada se elabora con franjas de color azul, verde y anaranjado, eso tiene que ser torcido hacia la izquieda.

 

También se menciona que antes se tenía tejidos de luto, con colores negro y violeta y con hilado a la izquierda, una técnica especial para cuidarse, pero que ahora ya no se elabora los mismos, que se han perdido.

Otro elemento interesante a destacar es que las prendas tejidas o los textiles en general se hacen enteras, es decir de una sola pieza. Solo se corta si se teje para pollera señalan.

Por último, cabe señalar que no se tejía con lanas, sino también con plantas como la totora y la paja brava, usadas para hacer telas de carga y sogas con sus propias técnicas de tejido. Productos valorados también en la construcción de viviendas, especialmente para los amarres.

  1. SABERES DE LAS AWICHAS EN MITOS, LEYENDAS Y LA TRADICION ORAL

La tradición oral de nuestros pueblos, de las comunidades aymaras en específico, es bastante grande. Los mitos, las leyendas y las narraciones de la tradición oral abundan en todas las regiones y suelen cumplir, por lo general, dos funciones claves en la reproducción y la socialización de los colectivos y comunidades:

  • Cuentan la manera en que cada pueblo o cultura se explica a sí misma, es decir es un referente que explica sus orígenes, sus maneras de vivir, sus formas de relacionarse. Son auto explicaciones de lo propio que permiten darle sentido y contenido a los ritos y costumbres. Los mitos son los que más aportan en este sentido.
  • Son narraciones que sirven como criterios éticos para regir los comportamientos cotidianos y ayudar a decidir sobre lo correcto o no de nuestras opciones en función del bien colectivo y las costumbres del grupo. En este sentido muchas de las leyendas y las narraciones orales cumplen esa tarea de “educar” a las personas en los criterios compartidos por la comunidad.

Por ello gran parte de las narraciones de la tradición oral está encargada a las personas mayores de la comunidad y las familias, a las abuelas y abuelos, porque con su experiencia tenían la tarea de encaminar las costumbres y el buen proceder de las nuevas generaciones. Los niños, niñas y jóvenes se encargaban de escuchar, repetidas veces estas historias, para que vayan configurando sus comportamientos, para ir incorporando las propias historias en su memoria, para luego narran a las nuevas generaciones. Así se garantiza la transmisión de generación en generación.

Las noches solían ser los momentos de lo sagrado, del encuentro familiar y la disposición para escuchar estas narraciones mezcladas con una serie de anécdotas. Ahí se congregaba la familia y las historias daban cohesión a un relato unificador. A un sentido compartido.

La importancia de estos mitos, leyendas y narraciones de la tradición oral también se viene erosionando. La sustitución del tiempo familiar por la televisión y el video, la distancia generacional creciente, la poca valoración de las abuelas y abuelos influyen en esta suerte de desencantamiento del espacio familiar compartido y de estas historias, casi siempre nocturnas.

A pesar de ello las awichas nos muestras que muchas de estas historias siguen circulando, los niños y niñas nos mostraron que ellos también las conocen, aunque muchas veces recortadas y modificadas drásticamente. Muchas de estas historias se han entremezclado con otras fruto de la colonización y la evangelización, pero todavía esconden rasgos de las propias cosmovisiones. A veces aparecen como intentos de una moralidad excesiva, casi sancionadora y castigadora, pero si se escuchan bien, se puede notar que muestran otra ética, más abierta y celebrativa de los encuentros y las relaciones.

En los eventos realizados poco dijeron las awichas y otras personas de las enseñanzas que dejan estas historias, como poco se dice de las telenovelas, pero se sabe que entre más circulan, como esas telenovelas, más impactan sobre el tejido de las subjetividades de las personas. Siguen jugando, aunque erosionado, un rol socializador y educativo. Por ello es importante volverlas a escuchar, a leerlas y a compartirlas.

A continuación, compartimos algunos de los relatos, con sus propias variantes locales, que nos compartieron las awichas en los distintos eventos del proceso. Algunos de los relatos son conocidos con ligeras variantes en diversas regiones aymaras y andinas en general, otros son más locales:

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QATI  QATI

Es una historia basada en hechos reales. Se dice que cuando una persona descansa o se duerme sin tomar agua, teniendo sed, en la noche dicen que empieza a roncar y su cabeza de la persona que no ha tomado agua, en la noche va en busca de agua. La cabeza   en la noche se va, y en la noche hay redes por ahí que dicen son una trampa para la cabeza, también son una trampa para las mujeres porque sus cabellos fácilmente se enredan y no se salen. Si la cabeza o las mujeres siguen ahí enredados cuando se hace de día, las personas se mueren.

Cuando la cabeza vuela no se hace enredar, va diciendo qatqat, qatqat y ahí algunas vecinas o comunarios escuchan y le imitan: qatqat, qatqat; le ven y le topan, después le botan al mismo lugar como si alguien lo hubieran pegado.

Cuando qati qati vuela encima de la casa diciendo qatqat, los comunarios escuchan en la casa y sus esposas rápidamente le dicen mañana vas a venir y te prestaré sal y ají, después  le marcan con un palo de hacer mover el fogón, como es de color negro le marcan en forma de equis (x) y al día siguiente la persona que estaba yendo de qati qati va donde le  han marcado y dice que le preste sal y ají, con una cara marcada y le dicen porque caminas de qati qati, ayer has venido flojo(a), y esa persona le responde: yo no era.

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EL  CUENTO  DEL  PERRO

Dicen que antes hubo un dios que hablaba y le mandó con una orden o mensaje al perro para las personas que viven en la tierra: que deben comer dos veces al día, no más. Pero el perro cambió el mensaje y pensó mucho y dijo de la siguiente manera: si la gente come dos veces al día, yo comeré dos veces al día también; y otra vez dijo: si la gente come tres veces, yo comeré tres veces también. Así cambio el mensaje de orden.

Como la orden fue mentida, por eso comemos tres veces al día y el perro es castigado con su boca grande y ya no habla.

***

 

 

EL CONDENADO DE QALA QALA

Hace mucho tiempo había un joven millonario de una comunidad de Qala Qala que era huérfano. A este joven todas las otras personas le tenían envidia, porque era muy rico y eso les hacía despertar la envidia.

Uno de esos días, el joven decidió ir a la ciudad de Chuquiago Marka. Llegó a la ciudad y fue la feria de la 16 de Julio, donde se sorprendió al ver una cholita hermosa que estaba ahí. Esa cholita era de la comunidad donde vivían.

El joven millonario le habla a la cholita y le cuenta que era millonario. La cholita muy interesada del dinero decidió casarse con el joven millonario. El joven millonario estaba enamorado y le aceptó casarse, hasta que un día la cholita se le lleva todo el dinero con su amante y cuando el joven millonario vuelve de la chacra, vio un desorden en su casa y busca a la cholita día y noche. Al no encontrarla juró venganza.

Buscando, buscado llega una noche al encuentra a su amante, él bien enfurecido le agarro diciendo: ¿dónde está mi cholita? Y así se pelearon hasta que el joven tropezó y se murió. El amante muy asustado se escapó. Pasó tres semanas y el joven millonario se despierta de muerto en vida.

Desde ese día corrieron rumores que el joven millonario se había condenado y toda la comunidad le tenía miedo.

El joven millonario, como ya era condenado, fue en busca de la cholita tan linda y hermosa, cuando la encontró a la cholita, le agarró muy y muy fuerte hasta dejarle bien seca de sangre.

Así se cumplió la venganza del condenado, desde ahí descansó en paz y se fue tornándose en un remolino de viento y subiendo hacia el cielo. 

 

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EL HOMBRE EN BUSCA DE LA SUERTE

Había un hombre que tenía una mala suerte, pero muy mala suerte. Un día un peregrino le dijo que tendría que ir donde dios en la montaña, entonces el hombre le dijo: ahora mismo emprenderé el viaje.

Cuando ya emprendió a pie su plan, pasó por un bosque y en ahí se encontró a un tigre y el hombre le dijo: no me comas, tengo una mala suerte, mi carne no te gustaría y dejará un mal sabor y olor. El tigre le dijo no te preocupes, no tengo hambre, ya hace mucho tiempo que no me llega hambre, no tengo apetito. Entonces el hombre le dice que: yo voy en busca de la suerte y voy donde el dios y de paso le preguntaré porque no tienes hambre.

Así camino un poco más, se encontró con un árbol y el árbol estaba muy triste y el hombre le dijo: ¿por qué estás muy triste? Y el árbol le respondió: no entiendo por qué no creceré grande y robusto como los demás. Y el hombre le dijo: que estaba yendo donde el dios y que le podía preguntar por qué no crecía.

Así siguió caminando, casi al llegar al monte, en ahí, se encontró con una mujer muy bonita y esta desconsolada estaba llorando y el hombre le dijo: ¿por qué lloras? Y la mujer le dijo: que no podrá ser feliz, que le faltaba algo, pero no sabía qué era. Él también le dijo: que va preguntar al dios lo que le falta para ser feliz.

Así camino un poco más y llegó donde dios, estando en la puerta le apareció el dios y le dijo: solo tienes tres preguntas para mí, yo te las responderé.

Primero el tigre no puede comer, segundo el árbol no crece y tercero la mujer que llora no sabe que le falta.

Le dijo dios: la mujer tiene que conseguir su marido y casarse, el árbol no puede crecer porque tiene un tesoro que no le permite el paso de sus raíces y el tigre tiene que comer todo lo que quiera, y dios le dijo ve tú con suerte y que te esperan.

Y el hombre bajó y dijo a la mujer, tienes que casarte y la mujer le dijo cásate conmigo, y le dijo que no podía porque mi suerte me espera, y le encuentra al árbol y le dice que tienes un tesoro atascado y eso es lo que te impide el paso de tus raíces. El árbol le dijo ayúdame y yo creceré y tú te agarras el tesoro. Y el hombre le dijo, no puedo, mi suerte me espera y fue donde el tigre y le dijo tienes que comer al hombre más tonto del mundo y el tigre le hizo una pregunta: ¿un hombre que deja a una mujer bella y que no toma un gran tesoro… qué es?

Y el hombre le responde: UN TONTO.

Y de  una  vez y rápido el tigre se  lo  come al hombre sin que diga nada.

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EL BEBE DEL PONGUNUYU

En una comunidad había una familia que tenía una sola hija y la hija siempre pedía permiso para salir y sus padres siempre le encomendaban que con nadie que sea desconocido debe hablar y su hija dijo ya.

Así salía de su casa cada vez, cuando un joven le vio a la cholita y decía es aquella la hija   de ese señor que siempre habla mal de mi familia y a los demás les crítica y los discrimina. Seré su amante de la hija de ese señor, por un momento.

Le habló a la cholita y así se hicieron amigos, así ambos se enamoraron y la cholita se queda embarazada. La cholita y el joven se pierden y ya no aparecen por ningún lado. Así ella dio a luz a su bebe de ocultas. Uno de esos días la cholita salió de su casa en busca del padre de su bebe y sus padres de la cholita entran a su cuarto y ven a un bebe. Su padre dice que es esto, que va decir la gente de nosotros, ¿qué hacemos con este bebé? ¿de quién será? Lo mataremos ¡no! Le iremos a botar al rio y fueron y lo botaron al rio.

No se sabe cómo murió el bebé. Desde ahí se escuchaba que lloraba un bebé cada noche,  y hasta le apareció a su madre.

Así murieron sus padres, siempre escuchando lo que lloraba el bebé, después se arrepintieron por botar al bebe en el rio.

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EL  BEBE DE PUTUNI

Hace mucho tiempo, en la comunidad de Putuni, junto al rio de aguas cristalinas que cruza la comunidad, en una casita rodeada de árboles, vivía una familia que tenía una única hija a quien sus padres cuidaban celosamente y no la dejaban relacionarse con nadie. Era una muchacha muy joven y hermosa, de largas trenzas, andar erguido, ojos negros de largas pestañas, carita redonda y sonrosada que mostraba una hilera de dientes blanquitos y perfectos. Era muy alegre, revoloteaba en las praderas de la ribera del río, corriendo tras las ovejas, seguida de su perrito. Sus padres le encargaban que no hablara con nadie y menos con desconocidos. Ella decía: ya mamá.

Un día de esos, un joven vio a la hermosa muchacha y quedó prendado de su belleza, oculto detrás de los árboles y entre las piedras del muro que marcaba los linderos con la casa vecina la vigilaba en sus faenas diarias que ella disfrutaba corriendo arriba y abajo por la verde pradera. Un día en que persiguiendo a su cerdito que se le escapó, se aproximó a los linderos de su sayana, sin saber que era vigilada desde la arboleda. El joven muy emocionado la estaba observando, pero al verla de cerca, la reconoció. Era la hija de aquel hombre que mantenía una rivalidad con sus padres, aquel que habla a todos mal de sus padres, los criticaba y discriminaba gracias a su poderío en la comunidad. El odio hacia los padres de chica, fue más fuerte y decidió vengarse de ellos.

Desde entonces se puso al acecho. Le alumbraba con el espejo y se escondía. La joven que nunca había tenido ninguna relación con nadie, respondió al juego, con cualquier pretexto buscaba acercarse a la arboleda, donde estaba escondido su galán, así se inició una relación con el desconocido, la muchacha estaba profundamente enamorada del joven e ingenua cayó en la trampa. De pronto, el joven desapareció, la muchacha lo buscaba desesperadamente entre la arboleda, testigo de sus amores. Los días pasaban para su desesperación y nunca más volvió.

La hermosa joven ya no era más esa alegre mariposa, al contrario, su vientre empezó a crecer, sus padres se desesperaron al ver el cambio de su querida hija, pero ella se había encerrado en su cuarto y no salía, hasta que dio a luz a su bebé. Sus padres no podían creer lo que estaban viendo. El padre se enfureció. ¿Qué va a decir la gente? Ellos habían criticado tanto a las hijas de otros comunarios y no podían aceptar que la gente ahora se les ría igual. Su orgullo pudo más, agarraron al bebé. ¿De quién será? La arrebataron a su hija y se la llevaron. ¿La matamos?, no, bótala al rio.  Así se deshicieron del bebé, por el qué dirán.

No se sabe cómo murió el bebe, si de frío o ahogado en el río. Desde entonces, se escuchaba en ese lugar el llanto de un bebé, todos los transeúntes lo escuchaban, pero no lo podían ver, hasta que se le apareció a su madre. El susto fue mayor. Cuentan que los padres se arrepintieron en el alma el haber botado al bebé y murieron escuchando el llanto, todas las noches….

Solo entonces dejó de llorar el bebé del río de Putuni…

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LA  CHOLITA  DE  CHOQUELPATA

En una población había una familia que tenía una sola hija que era bien cuidada por sus padres y sus cuatro hermanos. Como era una sola hija, la tenían en su casa. La cholita no sabía hablar con nadie. En una de esas noches vino un joven bien elegante, con traje. Del joven su idea era conquistarla. Mientras la cholita no contestaba al joven y se hizo rogar. El joven cada vez que venía le hablaba a la cholita y así se hizo convencer con el joven que solo venia por las noches.

Como le aceptó la cholita al joven, en una de las noches se cayó una estrella del cielo hacia ella, así se quedó embarazada la cholita. Cuando la cholita estaba embarazada, se fajaba el estómago y así ocultó el embarazo. Cuando dio a luz su bebé, vio que tenía cola y lo ocultó en una olla. Cada vez que crecía el bebé, siempre le pedía una olla más grande y en la olla le crio a su bebé. Como no lo dejaban salir de su casa, sus padres dijeron que podría salir a la plaza. La cholita salió, y ahí fue cuando sus padres entraron a su cuarto de la cholita, vieron las ollas que siempre hay en aquí. ¿Qué guarda en esa olla grande? ¿Qué hay en esa olla? Y así destaparon la olla y vieron un bebe con cola y dicen que hay que llamar al sacerdote de la población y dijeron que primero le cortaremos su cola y luego lo mataremos al bebé. Cuando le cortaron su cola comenzó un trueno fuerte y se nubló la población. La cholita se dio de cuenta que estaba pasando algo con su hijo, así se fue corriendo hacia su casa, pero ya le habían cortado su cola. Ella les dijo que, si lo matan al bebé, todos quedarán encantados y vueltos en piedra.

Lo mataron y así toda la población es encantada. La cholita no está encantada, pero si se quedó sola la cholita.

 

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EL BORRACHO Y LAS TRES DONCELLAS

 

Había un borracho en una población que tomaba alcohol y caminaba por lugares céntricos y lejanos cada vez que se tomaba. En unas de esas noches al borracho le aparecieron tres doncellas que lo seguían a todo lugar. El borracho decidió ganarles a las doncellas, corrió y corrió y las doncellas le perseguían al borracho. El borracho se cayó y cuando quería levantarse al borracho le seguían persiguiendo. Así se murió, el borracho viendo siempre a las tres doncellas. Ellas, a un solo ritmo dieron un suspiro y se comieron el ajayu del borracho.

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LA MUÑECA

 

En una ciudad había una familia que tenía una hija muy querida y se lo compraron una muñeca a la niña. La niña le bajó las piernas, los brazos y así quedó la muñeca destrozada y le dijo a su mamá que le comprara otra muñeca.

Así salieron de compras y la niña le insistía a su madre de que le comprara una nueva muñeca. Su madre le decía que ya tenía una. Al pasar por la calle vio una muñeca de porcelana destrozada y siguió insistiendo que le compre. La mamá no le compró y se fueron a su casa.

Cuando ya era hora de dormir, su mamá le hizo dormir a su hija. Cuando ella ya se estaba por dormir, la niña escuchó una voz que decía: estoy en tu puerta, ábreme. Ella gritó a su mamá de susto. Su madre salió y la niña le dijo que había alguien en la puerta que me dice ábreme… Su madre contestó que no había nadie en la puerta. Otra vez se fue su mamá a su cuarto. La niña otra vez escuchó que alguien estaba en la puerta y gritó nuevamente. Su madre volvió y dijo que no había nadie en la puerta, otra vez se salió. La niña volvió la voz que le decía: estoy cerca de ti. Ahí, de susto se murió la niña.

Al día siguiente su madre hizo el desayuno. La niña no bajaba a desayunar y ya eran las 8, las 9, las 10 de la mañana y no bajaba la hija. La mamá subió a ver a su hija, y ella estaba muerta, destrozada igual que la muñeca.

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Algunas breves conversaciones sobre los contenidos de los mitos, leyendas y narraciones orales

En los eventos realizados, poco se pudo recoger sobre la interpretación que dan las awichas y otras personas respecto a los contenidos de los mitos, leyendas y narraciones orales. Sin embargo, llama la atención algunos elementos de lo conversando, especialmente en momento más informales de encuentro.

Uno de esos elementos tiene que ver con que aparece con fuerza la noción de sanción y castigo cuando los comportamientos no son los adecuados o “correctos” para la comunidad. El perro por sacarle beneficio a lo que no le correspondía termina mudo y con la boca grande, el borracho y la niña que destroza los objetos (muñeca en este caso) que su familia le regala terminan muriendo, la ambición de la cholita interesada en la riqueza del joven de Qala Qala termina muriendo trágicamente. Muchas de esas sanciones son a través de la muerte y esto no genera necesariamente la noción de algo malo, de algo trágico, sino como parte normal de la propia vida. Los comportamientos son incorrectos en la medida que estos son dañinos para el bien común o el equilibrio de las relaciones: estar siempre borracho, ser alguien “interesado” y querer sacar provecho de toda situación o no cuidar los bienes que se tiene. La muerte como castigo también puede ser simbólica, es decir que ese comportamiento excesivo que no ayuda al equilibrio de las relaciones comunitarias, termina sacando a las personas de las redes de amparo y de reciprocidad en su familia y/o en la comunidad. La muerte como salida de su forma de vida compartida y comunitaria.

Un aspecto interesante a resaltar es que en las interpretaciones que hacen las awichas de estos relatos, se señala que una persona se condena porque sufre mucho y porque ese su sufrimiento fue la causa de su muerte. Esto es clave, ya que, si combinamos con las nociones de las causas de las enfermedades que nos dieron en otras conversaciones, en las que señalaron que una persona se enferma más por renegar, por no estar bien en su vida lo que le provoca ese malestar espiritual. El condenado, así como las enfermedades nos están mostrando desequilibrios y malestares espirituales como sus causas. No son problemas físicos en sí mismos, sino consecuencias de esos desequilibrios.

En el caso del hombre que buscaba la buena suerte, es interesante observar que esa persona termina también muriendo, devorado por el tigre, porque no fue capaz de aceptar su suerte justamente, por creer que más allá de lo que tenía al alcance su mano, su suerte estaba más allá. Este relato es interesante porque podría estar mostrando como la cosmovisión aymara no se rige por la noción de futuro deseado, sino la aceptación de lo presente que la vida te ofrece. Que los sentidos de vida no se organizan en función de lo que se quiere conquistar en un objetivo imaginado distante, sino a través de lo que se tiene en el presente, aunque mejorado. Las interpretaciones con mayor profundidad de la propia gente del lugar, sobre el valor de este relato pueden ser claves para comprender mejor sus sentidos.

Llama la atención que tres relatos que tienen como centro el embarazo de cholitas o jóvenes sin la aceptación o a escondida de los padres. Dos ellos son similares, con ligeras variaciones, pero los tres componen una unidad de relato. En todos estos relatos lo que más llama la atención es la muerte de los hijos que nacieron a escondidas de los padres, más que por una acción intencionada de los mismos padres, por una suerte de desconocimiento de la situación de los bebés. Se mata sin saber que son los bebés de las hijas y son los padres los que terminan castigados muriendo sin poder alejarse del llanto de los bebés asesinados. Es decir, lo que se castiga no es que las hijas hayan tenido hijos a escondidas o sin el beneplácito de la familia, aunque esto es causante en parte de la situación negativa de las relaciones, pero el mayor castigo es para los padres de las muchachas que sin saberlo no aceptan a sus nietos o nietas. Esto es muy interesante, ya que en ninguno de los relatos se sanciona o se habla mal del que las muchachas hayan tenido hijos en sí mismo, sino de la situación de distancia con los padres que genera confusión y el que los padres sin saberlo rechacen a su familia expresada en los nietos termina siendo la acción más negativa y sancionada.

En las conversaciones con algunas personas del lugar sobre estas leyendas, se interpreta mucho desde las nociones de que no hay que enamorarse mucho porque eso genera estas situaciones, pero parece que hay nociones éticas transgresoras de una moralidad que se instaló discursivamente desde las lógicas colonias y evangelizadoras.

Los mitos, las leyendas, las narraciones expresan también formas de resistencia y muestras las cosmovisiones, aunque como ya se mencionó, hoy en día están siendo erosionadas en su importancia por un desplazamiento de la importancia educativa de las abuelas y los abuelos y una presencia creciente de la televisión y el video en la vida de las comunidades. Sin embargo, todavía quedan bolsones fuertes de resistencia y presencia que pueden ser vigorizadas.

  1. PROPUESTAS DE POLÍTICAS PARA VIGORIZAR LOS SABERES AYMARAS A TRAVÉS DE LA VALORACIÓN DE LAS AWICHAS

¿Es importante revalorizar y vigorizar los saberes tradicionales aymaras a través de las awichas? ¿O solo son nostalgias tendientes a desaparecer o a ser arrinconadas en su importancia y que por tanto no se necesita trabajar en ello?

Estas dos preguntas nos parecen las claves para tratar de comprender si se hace necesario plantear algunas políticas para vigorizar los saberes aymaras a través de la valoración de las awichas.

No seremos nosotras y nosotros quienes respondamos únicamente, sino a través de las conversaciones compartidas con otras mujeres autoridades, lideresas y dirigentas de sus comunidades, con niñas, niños y jóvenes de comunidades y con las propias awichas.

Unas mujeres nos dijeron: “lo que saben las awichas es para el presente, es para ahora y para el futuro también, es para que no se pierdan nuestros saberes que son tan ricos y valiosos”; “las awichas mantienen como nuestra ciencia, son tantas cosas tan profundas y que nos ayudan hoy en día que no podemos perder eso”.

 

Pero esas mismas dirigentas, autoridades y lideresas reconocen que hoy en día a las awichas no se las toma en cuenta, no se las valore y no se reconoce sus saberes. Ellas admiten que mucho de lo que saben lo recogieron de sus propias mamás y sus abuelas, que cuando escuchan a las abuelas se dan cuenta que saben mucho y que deben saber mucho más que no nos cuentan ya porque no les dan espacio o no las valoran. Pero, reconocen que ya no se las valora como antes, que ni en las familias ni en las comunidades ya son tan importantes como antes. Por eso no basta reconocer que las awichas tienen un saber muy rico y profundo, sino que hay que trabajar para revalorar el lugar de las awichas en las familias y las comunidades.

 

Esas mismas mujeres reconocen que va ser muy difícil cambiar esa tendencia, ya que las nuevas generaciones cada vez escuchan y valoran menos a las awichas, que, porque la escuela se valora más, los niños, niñas y jóvenes creen que ya saben más que las awichas y no valoran lo que pueden aprender de ellas.

Con los jóvenes de las Unidades Educativas con las que se trabajó acontece una mirada parecida. A pesar de constatar una erosión de los saberes tradicionales aymaras, también se reconoce que todavía muchos siguen siendo parte de los saberes de las nuevas generaciones. Muchos de los y las jóvenes guardan los saberes de sus abuelas, reconocen el valor de los mismos, en espacial en la alimentación y la riqueza nutritiva de la alimentación tradicional. Y, sin embargo, al igual que las mujeres con las que conversamos, reconocen que la influencia de los medios de comunicación, la escuela y su creciente consumo de comida “chatarra” han contribuido a que los saberes de las awichas sean guardados, arrinconados y reemplazados por otros.

No se puede soslayar los cambios que la escuela produce en los y las jóvenes, a muchos de ellos y ellas les costó entrar en la dinámica de revalorización de saberes, les avergonzaba hablar de sus abuelas y los saberes de sus antepasados/as, lo expresan con su silencio y otros con su reacción contraria y contestataria a los que se estaba tratando.

Y sin embargo, también, en la medida que se conversa de esos saberes, en la medida que se escucha a las abuelas y abuelos, reconocen que ahí hay saberes que las nuevas generaciones todavía portar, pero que hay mucho más que deberían aprender porque reconocen que son saberes valiosos, que expresan unos modos de vida más sanos y más recíprocos y equilibrados con la naturaleza y la vida misma.

Entonces, las mujeres dirigentes, autoridades y lideresas, las y los jóvenes comparten que esos saberes deben ser vigorizados y deben estar presentes en la escuela, que las awichas son unas verdaderas “maestras” de la vida, del buen vivir, de los saberes tradicionales aymaras. Se habla de que los mismos deberían aparecer en libros o en videos y que ellas y ellos comprarían esos materiales para aprender más de las awichas. Es interesante observar cómo se menciona a los videos, ya que es un nuevo soporte comunicativo muy introducido en las familias y se menciona como los mismos podrían ser vistos, adquiridos y facilitarían la circulación de esos saberes bajo formatos más contemporáneos.

Las awichas con su profunda sabiduría nos dicen: “Hoy en día nosotras ya no tejemos, sino que compramos los que son fabricados de los extranjeros y eso nos hace enfermar; tampoco ya comemos como antes, comemos lo fácil nomás y eso también nos hace enfermar”.

Y nos siguen diciendo, antes “chacha-warmi (varon-mujer) caminaban y educaban a sus hijos desde pequeños, se sabía dar consejo para que mejore más que los padres”. Ellas saben que la mejor educación sigue siendo la de caminar junto a las nuevas generaciones, el compartir(se), él mostrar con el ejemplo y la práctica. Sin relación próxima no hay “buena educación” parecen decir. Y eso nos está desafiando otra manera de entender la propia escuela y el lugar de las awichas en ella.

Y sin duda, estar cerca de las awichas es un motivo de aprendizajes siempre profundo y muy valioso. Conversar es la manera más sabrosa de aprender. Todavía podemos recordar nuestro último encuentro cuando una awicha dijo “la charla es siempre bien sabrosa”, porque como se dijo al inicio de este documento, cada saber tiene su sabor, conversar es compartir esos múltiples y diversos sabores.

Otra awicha dijo para irse lo antes posible, luego de compartir esa sabrosa conversación: “Yo bien comido y tomado refresco y ¿mis ganados?, pobres de sed y hambre!!!” Es que, en cada frase, en cada palabra se aprende de las awichas. ¡El ganado, los animales son parte de nuestra familia, son parte de esta manera de comprender la familia, la comunidad y el ayllu junto con la naturaleza, junto con los animales, no para dominarlos, sino para convivir y reciprocar con ellos, porque son semejantes, porque son familia!!!

Por estas razones compartidas por las mujeres dirigentes, autoridades y lideresas, por lo dicho por niños, niñas y jóvenes, por lo mencionado por las mismas awichas, por lo compartido en este documento sobre los saberes de las awichas en alimentación y producción, en salud y medicina tradicional, en tejidos y textiles, y en mitos, leyendas y narraciones orales, creemos importante plantear unas políticas para la vigorización de los saberes tradicionales aymaras a través de la valoración de las awichas como educadoras y maestras.

Objetivo General de la Política

Vigorizar los saberes tradicionales aymaras a través de la valoración de las awichas como educadoras y maestras del Vivir Bien o Buen Vivir.

Objetivos Específicos de la Política

  • Generar espacios de encuentro, intercambio y conversación entre awichas para vigorizar la circulación de saberes entre ellas, la generación de confianza colectiva para retomar la importancia de sus roles en las familias y la comunidad, y la generación de un sujeto colectivo capaz de irrumpir en los espacios educativos oficiales.
  • Profundizar la recolección, sistematización y circulación de los saberes tradicionales aymaras a través de las conversaciones y narraciones de las awichas y la producción de materiales que permitan la conservación de los saberes, su circulación y regeneración de los mismos.
  • Incorporar la presencia de las awichas en el sistema educativo regular a través de compaginar sus saberes con el currículo regional aymara, los programas escolares y los materiales educativos.

Líneas de acción y criterios estratégicos para la implementación de los objetivos específicos de la política

Objetivo Específico Líneas de Acción Criterios Estratégicos
1)Generar espacios de encuentro, intercambio y conversación entre awichas para vigorizar la circulación de saberes entre ellas, la generación de confianza colectiva para retomar la importancia de sus roles en las familias y la comunidad, y la generación de un sujeto colectivo capaz de irrumpir en los espacios educativos oficiales. Centros de encuentros para awichas:

–          Actividades de conversación e intercambio.

–          Actividades relacionadas con su salud: recreativas, festivas y otras.

–          Actividades de intercambio con las familias y la comunidad.

–          Compartir de comidas y otros intercambios de lo que ellas producen.

Espacios físicos para uso de las awichas donde se produzcan encuentros regulares y sostenidos.

Se puede contar con una o dos personas dinamizadoras de estos centros, mujeres preferiblemente, con mucha empatía para trabajar con awichas.

El local debe ser culturalmente adecuado, por el ejemplo el tener espacio abierto para sentarse en el piso y compartir en círculos de conversación de fiambre comunitario.

Encuentros y convivencias intercomunales, cantonales y municipales de awichas

–          Compartir saberes.

–          Compartir producciones de awichas.

–          Compatir comidas, canciones, danzas y otras formas de saber vivencial.

–          Visibilización de las actividades de las awichas.

Realizar con cierta periodicidad estos encuentros y convivencias.

El carácter festivo de los mismos en clave para sostener el interés de los mismos.

2)Profundizar la recolección, sistematización y circulación de los saberes tradicionales aymaras a través de las conversaciones y narraciones de las awichas y la producción de materiales que permitan la conservación de los saberes, su circulación y regeneración de los mismos. Recolección y sistematización de los saberes de las awichas:

–          En los centros y encuentros de awichas a través de un trabajo permanente.

–          Diseño de un proceso de investigación etnográfica y de la tradición oral para ser ejecutada en esos eventos cotidianos.

Tener un equipo de acompañamiento con experiencia en el trabajo de recolección y sistematización de saberes para formar a las personas que acompañen los centros de encuentro y convivencia de awichas, así como los encuentros, para convertir a esos espacios en el mecanismos de recolección permanente de saberes con mecanismos de sistematización centralizados para garantizar la calidad de los productos finales.
Producción de materiales con los saberes sistematizados:

–          Libros.

–          Revistas o historietas para jóvenes y niñas/os.

–          Videos documentales.

–          Videos de ficción.

–          Programas de radio y audios debates.

Contar con un equipo, de jóvenes y local en lo posible, que cuente con el apoyo profesional que acompañe sus capacidades de producción de materiales, para traducir la sistematización de los saberes en materiales comunicativos y educativos de amplia difusión.
3)Incorporar la presencia de las awichas en el sistema educativo regular a través de compaginar sus saberes con el currículo regional aymara, los programas escolares y los materiales educativos. Jornadas educativas de escucha, encuentro y conversación con las awichas:

–          Jornadas escolares.

–          Organización de lo aprendido por parte de los estudiantes.

–          Ferias estudiantes y de maestros para compartir lo aprendido delas awichas.

Es importante que las awichas vayan en grupo, colectivamente para ganar fuerza y confianza. Se deberían organizar actividades/jornadas especiales de uno o varios días para escuchar y conversar sobre los saberes de las awichas.

Deberían participar tanto maestros como estudiantes, y toda la comunidad escolar debería preparar con lo aprendido de las awichas unas ferias en las que las propias awichas sean las homenajeadas.

Esta actividad puede ser anual en cada establecimiento educativo.

Incorporación de los materiales educativos y comunicativos producidos en el currículo educativo:

–          Compaginación con el currículo regional aymara.

–          Publicación y circulación de los materiales.

Trabajo en constante coordinación con el Consejo Educativo Aymara (CEA).
Formación de maestra/os y maestras en saberes ancestrales y tradicionales aymaras y el rol de las awichas

–          Talleres de formación.

–          Acompañamiento educativo.

–          Manejo y uso de los materiales educativos y comunicativos producidos.

Organizar uno o dos talleres anuales con maestros/maestras para trabajar estos temas.

Coordinar con el municipio y el CEA para sostener un equipo de acompañamiento en saberes tradicionales aymaras a los establecimientos educativos.

Trabajar en primera instancia con maestros/as dispuestos y abiertos a este trabajo.

Estrategia de alianzas para la aplicación de esta política

Para la posibilidad de que esta política se aplique y sea sostenible, se requiere que la misma encuentre presupuesto en los Planes Operativos Anuales (POAs) del Municipio y en otras opciones como los presupuestos del Ministerio de Educación a través del Consejo Educativo Aymara, así como programas del gobierno central como “Evo Cumple”.

Para ello la alianza inicial de trabajo para la política debería convocar a:

  • Las organizaciones de mujeres campesinas: Federación de Mujeres Campesinas Indígenas y Originarias “Bartolina Sisa”
  • El Consejo Educativo Aymara (CEA).
  • Autoridades municipales sensibilizadas con el valor de las awichas.
  • Otras organizaciones interesadas.
  • Instituciones que pueden aportar en el trabajo especializado sobre elaboración de políticas y presupuestos sensibles a género como la Fundación Colectivo Cabildeo.

Ese es el desafío, o como dijo una awicha en uno de los encuentros realizados: “me gusta mucho que así compartamos, hay que seguir pues”.

 

 

 

Septiembre, 2013.

Fuente: FUNDACIÓN COLECTIVO CABILDEO.