DESARMAR LA GUERRA CUIDAR LA VIDA: LAS TRAMAS DE LA AUTONOMÍA FEMINISTA PARA REPENSARNOS Y RETEJERNOS EN UN MUNDO EN CRISIS Por: Territorio Feminista.

La gestión estatal de la crisis como “Guerra

 

Iniciamos nuestras reflexiones señalando que hemos elegido no hablar desde y para la política estatal, optamos por hablar desde   y para nuestras formas de politización en medio de este tiempo de crisis.

Venimos viviendo un tiempo largo de crisis que  se  presenta  como acontecimientos concatenados e intentamos tejer memoria colectiva sobre ellos, no solo como crisis que se sobreponen, sino como un tiempo de experiencia vivida en el que la quema de los bosques en la Chiquitanía y Amazonía5 tiene que ver con la violencia desatada a fines de 2019, y con la dinámica policiaca y de vigilancia de la crisis sanitaria por la Covid-19, intensificada con la anunciada y ya sentida crisis económica.

Las crisis nos atraviesan como experiencias muy fuertes, trastocan nuestros modos de vivir de manera personal y colectiva; sin embargo, en el debate público sentimos que despersonaliza y, por esa vía, se despolitiza lo vivido ya que se enfatiza en la gestión gubernamental de las crisis invisibilizando las experiencias concretas y cotidianas que desde la sociedad se ensayan para reproducir la vida en un contexto político conflictivo y en pandemia.


5 “Una sentencia del Tribunal Internacional por los Derechos de la Naturaleza (TIDN) ha calificado los incendios de 2019 en la Chiquitanía, el Chaco y la Amazonía como un “ecocidio provocado por la política de Estado y el agronegocio”. El TIDN pide la abrogación de 14 normas legales por ser “incendiarias” para que los incendios que afectaron comunidades, bosques, plantas, animales y, lo más grave, al ecosistema, no se repitan. De esas normas entre las que están leyes y decretos, 11 corresponden a la etapa gubernamental de Evo Morales y tres a la de Jeanine Áñez.”. (Recuperado de: https://guardiana.com.bo/especiales/tribunal-internacional-pide-a-bolivia-abro- gar-14-normas-por-incendiarias-10-son-de-evo/


 

Las crisis, pensadas desde esta centralidad en  lo  estatal,  han  sido aprovechadas electoralmente por los diferentes actores partidarios en el sentido de que encubren continuidades en el modelo económico que promueven presentándose falsamente como portadores de proyectos políticos antagónicos. Podemos mencionar, por ejemplo, que la leyes y decretos “incendiarios” han sido promovidos durante el gobierno de Morales con el apoyo de la bancada opositora, y Añez los profundizó y amplió. Uno de los imaginarios que se capitalizó durante este último proceso electoral es el de la promesa de retorno a un periodo de estabilidad, que el Movimiento al Socialismo (MAS) logró dejar instalado a pesar de la crisis de legitimidad que atravesaba6. El apoyo a Jeanine Añez7 se sostuvo en parte en una mirada idealizada de la mujer que por el hecho de serlo tendría una mayor sensibilidad para llevar a cabo una pacificación post crisis política de 2019 y que asumiría la pandemia con mayor sensibilidad social.

La limitación política que encontramos en las miradas que se centran en la gestión gubernamental de la crisis sanitaria es que dejan por fuera de la caracterización de las crisis y de su comprensión lo que no deriva de la acción estatal, invisibilizando lo que se produce de manera diversa desde la creatividad social desplegada para vivir y transformar este tiempo convulso y violento. Esto alimenta unas miradas conservadoras que se reproducen y, a la vez, produce formas e imaginarios patriarcales como el de Evo padre proveedor y Añez madre cuidadora. El estado, como el administrador de la crisis, es asumido como el padre proveedor de una sociedad que es presentada como la familia sostenida por un padre, a pesar de sus probadas ausencias, como se evidenció en la crisis política de 2019.


6 A fines del 2019, el MAS atravesaba una de sus mayores crisis de legitimidad de sus 14 años de ejercicio de gobierno, producto principalmente de sus maniobras por imponer una reelección de Evo Morales, tras ya haber forzado su anterior reelección.

7 Los niveles altos de apoyo que Añez había alcanzado en algunos sectores de la pobla- ción como se desplomaron tras destaparse escándalos de corrupción en la compra de respiradores para los hospitales públicos. Cabe mencionar en este punto que ca- racterizamos el gobierno de Jeanine Añez como gobierno de facto en su acepción de “gobierno de hecho” y no así porque consideremos que hubiera sido producido por un golpe de Estado como tal. Planteamos que se trata de un gobierno que se produjo, en medio de una convulsión social; que se conformó por la fuerza de algunos hechos, entre los que destacamos los siguientes: La renuncia del presidente y vicepresiden- te y de sus sucesores constitucionales inmediatos (cuatro parlamentarios del MAS pudieron haber asumido la presidencia antes de Añez si no renunciaban), un pacto entre grupos de poder poco transparente que habilita a Añez ( en una reuniones con presencia confusa del MAS) y la ratificación del mandato transitorio por parte de un bancada masista, que gozaba de dos tercios y que decidió asumir el mando de la Asamblea Legislativa Plurinacional frente al vacío de poder que dejaron sus correli- gionarios.


 

En un contexto social de exacerbación del miedo por los amagos de guerra civil y la posterior amenaza del virus, se asumió que Añez por ser mujer-madre, lideraría un proceso de pacificación y la gestión de la pandemia de manera más sensible. Sobre una necesidad social sentida, se asienta la idea de que una mujer a la cabeza del gobierno, por su condición de madre, garantizaría un tipo de administración de la crisis más sensible y centrada en el cuidado de la vida. Esta idea estuvo en la base de cierto apoyo a Añez y se sustentó también en un tipo de proyección social conservadora basada en una visión idealizada y no problematizada de la maternidad, percepción que también deja por fuera la comprensión de la crisis como tiempo que se habita y se sostiene en una diversidad de relaciones y redes de cuidado, y no solamente en el mandato de la maternidad.

 

La crisis habitada desde la polarización gatilla lo más conservador de los imaginarios sociales, no solo los centrados en la heteronormatividad y el patriarcado, como acabamos de ver, sino en la colonialidad que se afinca en una de nuestras heridas más dolorosas: la racial. Actualmente, atestiguamos un juego perverso de calificaciones y descalificaciones racializadas y racializadoras que se usan de manera arbitraria dependiendo de los escenarios   y los intereses en juego. De ahí el nacimiento de categorías socio raciales bastante sui generis, como la de los “blancos sanos”, para justificar la imposición de Luis Arce como candidato a la presidencia de parte de Evo Morales, en lugar de Choquehuanca que era el candidato apoyado por las organizaciones sociales. También se encuentra la categoría de las “rubias ilegitimas”, como forma de descalificar a Añez; el “entorno de blanquitos” para liberar de toda responsabilidad a los representantes populares de los  fracasos del MAS y el “proceso de cambio” y eludir la autocrítica o la de los “alteños salvajes” para legitimar la violencia sobre la ciudad de El Alto; y “blancos gays” para burlarse de la mayor prevalencia de casos de coronavirus en la Zona Sur de La Paz, entre otras.

 

En un país donde no se sabe dónde empiezan y acaban los colores, como dice Zavaleta (1989), darle carácter oficial y legítimo a la clasificación colorimétrica –que por otro lado nunca amenguó  ni desapareció- y usarla como argumento para rehacer el mapa político o para distribuir  “pegas”  en  los  aparatos  ministeriales es producir un doble eje de violencia y despolitización8 porque implica nublar lo que está detrás de los pedidos de “democracia”, de la auto organización de colectivos de jóvenes urbanos reclamando contra las quemas en la Chiquitanía boliviana, de pueblos indígenas exigiendo respeto a sus territorios, y deslegitimarlo todo diciendo que son reclamos minoritarios de blancos y clases medias anti indígenas. De igual manera, con los reclamos de democracia interna al interior del MAS y la preocupación por una cada vez más evidente “derechización del proceso” que son acalladas con la acusación de infiltración, racismo y traición hacia quienes los emiten.

Convertida la polaridad en un instrumento de chantaje y culpabilización, el color convertido en pecado original, los espacios en los que se puede ejercer libre pensamiento y critica son cercados cada vez más por las presiones para asumir un bando dentro las falsas dicotomizaciones y por convertir el debate político en un hecho de lealtad racial: quien critica es racista. El estado sale incólume de todo esto, más bien resulta dando carta de ciudadanía a nuestras luchas y razón de ser a nuestras historias de resistencia.


8 Por otro lado, las fuerzas centradas más en un discurso que giraba en torno a la idea de democracia, se cuidaron de usar públicamente ejes de clasificación racial, pero no problematizaron ni profundizaron más en la idea de democracia, dejando esa noción como algo estancado en el formalismo y la definición procedimental. Otras expre- siones más radicalizadas de la derecha tradicional, como la representada en Añez, produjeron imaginarios raciales más agresivos, centrados sobre todo en la descalifi- cación de la ciudad de El Alto, estigmatizada por el ministro Murillo como ciudad de personas “irresponsables” e “ignorantes” por no cumplir estrictamente con la cua- rentena.


 

Es un retroceso respecto a nuestros propios hitos de lucha vernos huérfanos sin un caudillo, sin representantes en el estado – desvinculados siempre de nosotr@s- y salir a matar o a morir, a nombre de élites políticas, que más allá de los colores partidarios y los colores de piel se rearman entorno a intereses comunes de reproducción como clase, como cultura y como género.

 

Por otro lado, creemos que pensar la crisis desde los lugares concretos que hemos vivido posibilita explorar maternidades otras y cuidados no necesariamente o exclusivamente anclados en la experiencia de la maternidad, al igual que vivir y habitar nuestra herencia cultural como algo no dado, ni centrado exclusivamente en la bioracialidad10 sino como algo libre y en construcción y no mediada por ningún estado. También abre otra  comprensión sobre la “pacificación” relacionada con desmontar la polarización y la guerra, y no así la forma militarizada que se impuso desde el estado y que también fue demandada por amplios sectores de la población en los momentos de mayor temor y confusión.

Cuando criticamos la centralidad del estado en la gestión de la crisis no pretendemos desconocer la responsabilidad pública- estatal en materia social. Nuestra crítica es a una falsa centralidad pues en los hechos, la sociedad es la que soporta la crisis de manera desigual. Nuestra crítica apunta a la despolitización que se opera por la vía de la capitalización electoral de un acontecimiento social. Nosotras entendemos las crisis vividas en Bolivia en este tiempo como acontecimientos sociopolíticos que trastocan profundamente la vida social ya que, por un lado, nos percibimos como parte de una sociedad violentada y por el otro, advertimos la profundización de polarización como un mecanismo para predisponer conservadurismos y formas reaccionarias diversas.


9 Esta forma de racialización despolitiza y quita la potencia contenida en la denuncia de “Las dos Bolivia”, en el marco de las luchas desplegadas a principios de los 2000, cuando esta enunciación si se convirtió en una forma de evidenciar dos proyectos po- líticos antagónicos, para proponer una agenda alternativa a la que se imponía desde el sistema de partidos vigente en la época.

10 Con este concepto queremos plantear una crítica a las nociones biologicistas en los debates sobre lo racial ya que son miradas que reproducen lógicas racistas basadas en rasgos fenotípicos y no plantean lo indio, por ejemplo, como un proyecto político. En estas miradas se fundamentan perspectivas identitarias esencialistas, que borran la


Los acontecimientos vividos exhiben también la crisis de una forma de hacer política y de una clase política que ha encontrado su nicho de legitimación en una polarización que simula constantemente antagonismos a la vez va pactando y negociando la persistencia de un modelo desarrollista y extractivista expropiatorio y avasallador del territorio y de las luchas; nos referimos a esa clase política que negoció la Constitución y fue generando un sistema bipartidista profundamente empobrecedor de la vida pública.

En la coyuntura de protestas contra las denuncias de fraude electoral y contra el prorroguismo de Evo Morales, protestas que en sí misma ya  condensaban una serie de descontentos diversos   y contradictorios, se profundiza la lógica de la polarización. El sentido político de la crítica a las formas autoritarias de gobierno se difumina en un escenario político, que se convierte en una especie de campo de batalla electoral entre “Pititas” (“jailones”) “Masistas” (“vándalos”); se amplifican las voces estigmatizadoras, mientras la mayor parte de la sociedad está confinada enfrentando un momento de extrema confusión.

En este marco, la idea que se proyecta de un potencial gobierno cuidador es totalmente artificial y usada electoralmente para generar la sensación de que la crisis se resolverá con las promesas electorales de los diferentes partidos: el MAS promete estabilidad con su retorno al gobierno, esquivando toda responsabilidad de 14 años de ejercicio gubernamental en relación a la crisis.

Desde la oposición11, aglutinada de manera circunstancial por Áñez, se pretende instalar la idea de cambio, como un bien en sí mismo, sin plantear proyectos alternativos políticos concretos, se limitan a ocupar un lugar que refuerza la polarización. Comunidad Ciudadana (CC), por su parte, pretende ocupar el lugar de un centro desdibujado y despolitizado y, CREEMOS instrumentaliza y exacerba el sentimiento regionalista que lo ubica como antagónico al MAS, cuando tienen agendas similares12. La dinámica de la polarización genera la idea de una ultra derecha encarnada en Añez y Camacho, como el único actor de la derecha a combatir, cuando el espectro de la misma13 es bastante amplio y no necesariamente el MAS queda excluido.

Durante las crisis, la sociedad experimentó el accionar de dos gobiernos, ubicados como antagónicos, pero que en sus respectivas gestiones no operaron desde el cuidado, sino desde la represión,  la vigilancia y la persecución. En el caso del MAS, la conflictividad social y la protesta fueron, sistemática y permanentemente acalladas, estigmatizadas como de Derecha o judicializadas. En el caso de Áñez, ya  en la Pandemia, ante una evidente ausencia de  un sistema público de salud, se despliega una suerte de cuidado reaccionarios, a través del miedo, la culpabilización a la población en caso de enfermarse y la estigmatización como salvajes e ignorantes a quienes no cumplían la cuarentena rígida, principalmente si era habitantes de El Alto vistos como “masistas” y “salvajes.”


11 Esa oposición busca capitalizar un sentimiento social anti masista, que una parte se expresa en voces racistas y, en otra parte, se expresa en un descontento legítimo contra el prorrogismo y autoritarismo del

12 Nos referimos a la agenda a favor del agronegocio, la quema de bosques, el avance de proyectos extractivistas sobre territorios indígenas amazónicos, el proyecto de venta de carne a China, entre

13 La idea de “espectro amplio de la Derecha” la recuperamos de la participación de Ailynn Torres durante la presentación del libro Nuevas Derechas Conver- saciones sobre el ciclo político actual en América Latina. (Grupo Permanente de Tra- bajo sobre Alternativas al Desarrollo – Fundación Rosa Luxemburg), 19 de noviembre 2020. Ver: https://www.rosalux.org.ec/lanzamiento-nuevas-derechas-autoritarias/