Senkata, ese barrio de la ciudad de El Alto. Ahí está la planta engarrafadora de gas y distribuidora de gasolina de YPFB. Por ahí también sale la conexión de La Paz con gran parte del país, es la salida a la carretera que te lleva a Oruro, Potosí, Tarija, Sucre, Cochabamba, Santa Cruz y un largo listado de ciudades y localidades. Pero, lo que de verdad hace estratégica a Senkata es su gente. Memoria ancestral de una población compuesta de oleadas migratorias y rebalses urbanos, de tradición originaria indígena y familias con vivencia minera, de gente que tiene un pie en la ciudad y otro en el campo. Lugar de gente trabajadora, capaz de montarse su barrio a decisión propia y con manos propias, lugar de ferias y de comercios, lugar de familias que portando sus raíces culturales rehabitan las ciudades para hacerlas suyas.
Así, hechas a mano y por decisión propia, nacieron poco a poco, especialmente desde la década de 1.980, sus diferentes zonas: Florida Senkata, San Luis de Senkata, San Jorge Senkata, 5 de diciembre, Senkata 79, San Miguel Senkata, 27 de mayo Senkata, Los Pinos Senkata, Florida Senkata, 6 de agosto Senkata, Senkata Pucarani y tantas otras. Parte del distrito 8 de El Alto, el más poblado de esta pujante ciudad andina.
El Siglo XXI para Senkata es una historia cargada de dignidades y también de dolores. Las masacres de los años 2003 y 2019, ocurridas en ese lugarcito de El Alto son huellas imborrables de dolor. Pero, también son memoria de dignidad y de demostración de la fuerza del pueblo para retejer la historia colectiva del país. Por eso Senkata es memoria viva y abrazo profundo. Inti Phajsi, Teatro Trono, Tabla Roja, Wayna Tambo y otras organizaciones de Cultura Viva Comunitaria decidimos sostener esta memoria cada 19 de mes, ya que la última masacre, la del 2019, fue el 19 de noviembre. Aquí les compartimos un video que muestra las acciones de esa Memoria Viva del 19 de octubre, a casi un año de éste luctuoso hecho.
El año 2003 la crisis del modelo neoliberal en Bolivia, sumada a la crisis política de la llamada democracia pactada, la crisis del modelo monocultural del Estado colonial y republicano del país, así como la visibilización de una crisis múltiple del modelo de desarrollo global hegemónico y dominante, expresado en la llamada modernidad occidental y el capitalismo, era cada vez más evidentes de manera contundente en Bolivia. Estábamos pasando de la profunda desesperanza a creer que otro país era posible. En septiembre se desató un nuevo ciclo de conflictos, ya para octubre la situación era insostenible. Senkata bloqueó la planta de YPFB y la carretera, El Alto principalmente, pero muchas otras ciudades, localidades y carreteras del país se convirtieron en puntos de bloqueo y movilización contra el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa. El 11 de octubre, ya con muertes ocurridas en los días previos fruto de la represión, el gobierno autorizó el despliegue militar para resguardar la salida del llamado “convoy de la muerte” con gasolina para abastecer a La Paz. El resultado: la masacre de Senakta. Se contabilizaron, solo en la ciudad de El Alto, 57 muertos entre el 9 al 13 de octubre. Mucho dolor. El 17 de octubre Gonzalo Sánchez de Lozada y sus principales colaboradores huían del Bolivia, empezaba un difícil camino de transición. Se intentó sostener un gobierno neoliberal con Carlos Mesa, pero su incapacidad de gobierno y su manera limosnera de pensar el país desde su señorialidad de clase, ayudaron a profundizar la sensación de que se necesitaba un cambio más profundo que la de un presidente. Otro gobierno transitorio de Rodríguez Veltze y elecciones al final del 2005. Así, germinado también en Senkata nació el llamado “proceso de cambio” en Bolivia, la Asamblea Constituyente y las agendas de nacionalización. Más allá de lo que sucedió en ese periodo de gobiernos del MAS, Evo Morales y García Linera, de sus logros y limitaciones, de sus retrocesos y contradicciones, lo que queda es que parte de la historia contemporánea del país no se escribiría sin las resistencias de la población e Senkata, no solo de ella, pero también y de ella.
En el año 2019 vivimos una de la ofensivas más fuertes e intensas de los sectores más conservadores del país, al mismo tiempo que neoliberales, cargados de racismo, colonialidad y señorialidad. Decidieron, junto a los poderes de las élites del país y los intereses geopolíticos imperiales y transnacionales, tratar de cerrar todo mínimo resquicio de posibilidades de transformaciones profundas que afecten los intereses de la expansión del capitalismo y del modelo civilizatorio único y dominante. Más allá de lo que sucedía con el gobierno del MAS, Senkata volvió a salir a bloquear la planta de YPFB y la carretera. Salió a defender su dignidad, “la wiphala y la pollera” como se dije centenas de veces esos días. Salió a decirle al país de que había un sujeto colectivo que no estaba dispuesto a volver a este colonial y racista, que lo “popular-plurinacional-comunal”, con sus propias contradicciones y complejidades, ya había tomado la decisión de torcer la historia del país casi dos décadas antes y que no estaba dispuesta a perder lo conquistado. Desde a estructura mediática empresarial, los poderes surgidos del golpe de estado, todas las derechas políticas, el nuevo fascismo social y hasta ciertas “izquierdas e intelectualidades” señoriales les dijeron vándalxs, salvajes, terroristas. Les acusaron de querer volar la planta de YPFB y construyeron el pretexto para la nueva masacre. El resultado trágico de ese 19 de noviembre: 11 asesinadxs, 65 heridxs y decenas de detenidxs. El otro resultado: la resistencia de siglos hecha contemporánea, el sujeto colectivo rehabitando la ciudad, el freno a esa ideología de derechas y fascista que menos de un año después salió derrotada y diciendo que “no comprende al país”. ¿Cómo lo va comprender si no es capaz de aproximarse al mismo?
Senkata es memoria viva, es dignidad. Su fuerza comunitaria y de clase la hace fuerte al mismo tiempo que tierna. Que las resistencias sean también, poco a poco, desde lo existente contradictorio y complejo, el lugar de múltiples crianzas territoriales y plurales de modos de vida capaces de erosionar la colonialidad, el patriarcado, la dominación capitalista y el antropocentrismo. Que Senkata y su memoria viva, sea un campo fecundo de otras chacras de vida. Su dignidad será siempre lluvia que haga fértil el tiempo que hacemos en el día a día.
11 de noviembre 2020