CULTURAS: EL RESPIRAR CONJUNTO Por: Rocío Álvarez Araníbar

La eliminación del Ministerio de Culturas profundiza nuestras desigualdades, la crisis que atravesamos es un lente que en su complejidad política permite observar asimetrías a muchos niveles, a nivel de género afecta más a las mujeres, a nivel generacional a niñas, niños, abuelas y abuelos, a nivel laboral a trabajadoras y trabajadores informales, a nivel de clases sociales afecta más a quienes tienen menos recursos económicos, a nivel de accesibilidad a las personas con discapacidad, a nivel territorial a migrantes y quienes habitan las periferias, y hoy a nivel social, laboral y estatal afecta al ámbito cultural.

La mayor repercusión en ciertas poblaciones o sectores no es una causa propia de la situación sanitaria, es consecuencia de un modelo ideológico, la segunda imagen que devela el prisma son las soledades que nos habitan como sociedad al reconocer que la exclusión de estos sectores significa una clase de confinamiento histórico, previo y existente más allá de la pandemia.

El momento que atravesamos es un fenómeno compuesto, pues la pandemia se desenvuelve en el marco de otra crisis: la anómala situación política y los desgarros irresueltos producto de la convulsión de octubre y noviembre de 2019, en ese contexto se decide suprimir el ámbito cultural en la esfera estatal porque aún no existe la comprensión de que las razones para la violencia, la exclusión, el hambre, el especismo, la ruptura del equilibrio con la vida que hoy nos pone frente a la pandemia son razones culturales, la cultura significa una forma de transmutar la crisis y a la vez es una alternativa para los mismos sectores en condiciones de desigualdad de los que forma parte, lo que se torna en un paradoja.

Reconfigurar nuestras relaciones, como alternativa a la crisis es un tema cultural, desconocer las culturas significa desconocer las alternativas de solución a la crisis.

No basta hacer el análisis homogéneo del sector artístico cultural pues aún dentro del mismo ámbito existen desigualdades en gran desproporción, pocos artistas que ganan grandes sumas y gozan de privilegios y sectores que subsisten en situaciones precarias, para los primeros es menos evidente advertir estas diferencias y abogan por una gestión individualista, mientras una parte de los segundos no se involucran en la gestión conjunta de la política cultural como producto de la sensación de desarraigo y olvido del sector.

La intención de situar a las culturas en lo invisible, no responde a una política de ahorro de recursos, de ser así se acudiría a los sectores de mayores ingresos como el sector ganadero, se trata de una consideración de fondo: se puede excluir todo aquello que no sea de interés económico e inservible a los propósitos dogmáticos estatales y sin embargo las culturas se abren paso como el flujo de los ríos, son y existen más allá del estado porque se vinculan con lo que somos como especie, las culturas existen desde el detalle y son capaces de permear todo, ahí su enorme fuerza, su aporte significa nuestra subsistencia no solo en términos de identidad, también en el aporte a la cohesión social, a las condiciones de paz, al cuidado de la memoria colectiva y a la economía de los pueblos, la energía del detalle reside en las recetas de nuestras abuelas, en manos tejedoras, en nuestras montañas, las leyendas de los viejos y viejas, los saberes de las semillas, en nuestros ritmos, texturas y lenguajes, en nuestros movimientos, en nuestras forma de leer las estrellas, en nuestras fiestas y en nuestra forma de entender el mundo y cuidar del otro, todo esto es invisible para el estado.

Los derechos culturales se sitúan en el ámbito de los derechos humanos y su ejercicio es inalienable, no son exclusivos del sector artístico, por ello la discusión se debe situar más allá de ese ámbito, los derechos culturales se vinculan con libertades fundamentales, su reconocimiento en la conciencia colectiva es un avance que no se puede desconocer, lo contrario significa reducir nuestras libertades y capacidades democráticas.

Desde hace más de una década se reflexiona y plasma en normativas internacionales la importancia de las culturas, la Agenda 21 de la Cultura, la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales y la Declaración de Friburgo entre otras, establecen que la diversidad cultural es tan necesaria para la humanidad como la biodiversidad para la naturaleza, señalan que la cultura es un bien común que amplía la capacidad de cada persona para crear su futuro y transformar la realidad, todas la personas son portadores de cultura y no se puede limitar su alcance, las libertades culturales de los individuos y las comunidades son tanto una condición esencial de las dinámicas democráticas como una resultante de las mismas.

Hoy la reflexión no debe ser reducida a una posición dualista: Apoyar el movimiento que reclama la decisión asumida por el gobierno o desentenderse del tema por considerar existir más allá del estado; ambas posiciones no permiten una observación objetiva, si bien las culturas son y existen más allá del estado y su estructura institucional, florecen y resisten históricamente, también es cierto que no se puede extender un silencio cómplice ante el desconocimiento de derechos fundamentales por parte del estado, se trata de cuestionarnos si damos nuestro consentimiento ante un signo autoritario. ¡El Ministerio de Culturas debe restituirse!

El llamado es a movilizarse desde la creatividad, no solamente en las formas inmediatas de manifestación, sino en las formas próximas de organización, se avecina un tiempo post pandemia que requerirá desterrar egoísmos, competencia e individualidad para generar nuevos sentidos comunes que nos sostengan desde la colaboración.

Instamos a la conformación de espacios permanentes de reflexión, propuesta y resguardo de los derechos culturales desde la diversidad, a nivel nacional, sectorial, intersectorial, barrial, etc. para sentir la pulsión del respirar, hoy que ese verbo cobra hondo sentido, respiremos colectivamente para que ante la distancia impuesta reivindiquemos la palabra como proximidad para soñar, pensar y actuar y ante el autoritarismo reivindiquemos nuestras libertades y la construcción de futuros comunes aquí y ahora.
Rocío del Carmen Álvarez Araníbar Gestora cultural y narradora oral
Awarmatu Laboratorio de Artes, Chiri Wayrita, Telartes
La Paz 6 de Junio de 2020