CON LAS MANOS Y EL CORAZÓN EN LA TIERRA CHARLA, TRABAJO E INTERCAMBIO DE SABERES Por: Mariciña No Más

Una experiencia pedagógica compartida y trabajada con los jatum yachachiq (grandes sabios/as) y los juch´uy yachachiq (pequeños sabios/as) sobre los huertos escolares y la soberanía alimentaria.

Aquí, en el último lugar del imponente Sud Yungas en la que lastimosamente se ha dejado de lado los cultivos de frutas, hortalizas y el turismo consciente para priorizar el cultivo de la hoja de coca, se ha llevado a cabo una experiencia pedagógica comunitaria con la participación activa de las wawas, sus familias y representantes del consejo educativo; hemos trabajado un huerto escolar de hortalizas, es un reto porque estas tierras se han acostumbrado tanto a los cocales.

Trabajar en la tierra nos ha levantado el ánimo, nos ha conectado profundamente y elevado nuestras conciencias para entender de dónde vienen los alimentos, quiénes se dedican a cultivarlos, qué materiales y herramientas necesitamos, cuánto debemos invertir y sobre todo cuánta energía, cuidado y cariño necesitamos para mantener seguros nuestros huertos.

Debo reconocer y aplaudir la paciencia y el cariño que han demostrado los jatum yachachiq para compartir saberes con las wawas y por permitirse a trabajar de manera conjunta; sin duda, el brillo en las wawas era inevitable, imagínense ustedes verse de pequeñitos/as trabajando con sus familias en un proyecto en su escuela, wow. En un inicio realizamos una asamblea en la que planificamos nuestra jornada laboral, reunimos los materiales y herramientas necesarias, revisamos las semillas que íbamos a sembrar y definimos espacios… después, todo fue dándose por añadidura, todo en perfecta sincronización; las familias escarbaban la tierra y las wawas trasladaban las piedras, las familias echaban abono y las wawas lo esparcían por todo el terreno, las familias preparaban los surcos y las wawas echaban y enterraban las semillas, las familias colocaban las estacas y las wawas preparaban los huecos, las familias instalaban un sistema de riego y las wawas hacían la prueba, las familias colocaban un cerco de protección y las wawas pasaban los clavos, alambres y estacas. Finalmente, nos sentamos a descansar, a tomar sombra, a compartir nuestro apthapi y conversar sobre cómo ha ido nuestro trabajo y sobre lo que quedaba por seguir haciendo… desde ese día las wawas están muy pendientes del huerto, se han dado cuenta que algunas plantitas ya brotaron, lo limpian a menudo, revisan el riego y les hablan bonito porque les he contado el secreto de que si a las plantas les hablamos bonito ellas crecen bonito y las wawas lo han creído… también, todos los días rogamos a las chhakas (hormigas gigantes), a las gallinas y especialmente a los saris (conejos grandes veloces) que respeten nuestra huertita.

Y más allá de que sepamos qué herramientas utilizamos, cuántos clavos y estacas pusimos, cuántos metros de red utilizamos, en cuánto espacio hemos sembrado, cuánto de capital hemos invertido… nada, nada puede substituir a andar en la selva, escuchar los pájaros, buscar semillas o ver el crecimiento diario de un pajarito recién nacido, de una flor, de una planta, de tu propio alimento. Desde el comienzo de la vida es vital mantener la conexión entre las wawas y la naturaleza.

Decidamos elegir todos los días la educación a través del amor y no del temor y siempre en contacto y conexión con nuestra madre tierra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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