LA PARRILLA DE PROGRAMACIÓN/ LA HUELLA DE LOS PRIMEROS PROGRAMAS, UN CAMINO HASTA HOY, CAPÍTULOS 4 Y 5, CUADERNO DE CONVERSACIONES #9: UNAS RADIOS A NUESTRO ESTILACHO

4- LA PARRILLA DE PROGRAMACIÓN

Cuando hablamos de nuestra parrilla de programación inevitablemente tenemos que volver en el tiempo y recordar cómo es que editábamos los primeros programas para las radios, algo ya dijimos en líneas previas, entonces regresamos a lo vivido que está presente en el recuerdo de las personas que acompañaron ese momento:

Para ese entonces no editamos en computadora, editamos en minidiscos, que nos permitía grabar, pausar, cortar, pero era un trabajo minucioso y moroso. Cuando compramos la radio fue un cambio total para Wayna Tambo, porque en el espacio teníamos un ritmo de actividades, unos horarios y maneras de hacer; de pronto pasamos a la radio 365 días al año, porque la radio no para, es una responsabilidad grande de tiempo completo.

Con experiencia de radio llegaron Ximena y Peggy Martínez, que en ese entonces hacían los programas de “El Bestiario” y “La otra Vereda”. Ellas fueron quienes nos instruyeron sobre cosas de radio: hacer escaletas, la parrilla de programación. Nosotros hacíamos radio, pero no sabíamos de radio, entonces nos reunimos en mi casa y trabajamos horas para armar la primera parrilla, entonces armamos, queríamos hacer una novedad y tener un formato diferente a otras radios en el espectro, hacer cosas que otras radios no harían, es ahí que nace la cuña “No sea gil, escuche Wayna Tambo”. Las primeras escaletas para todo. En ese entonces sin saber de radio, habíamos hecho el programa, fue desde ese entonces que empezamos a grabar nuestras cuñas, ahí nace la frase “Una Radio a Nuestro Estilacho”, desde esta ingenuidad de no saber hacer radio es que nos permitimos tener licencias, de permitimos hacer estas cosas.

Creo que hemos sido una novedad muy fuerte, hemos irrumpido con un formato diferente: las voces de los locutores, la mezcla de las músicas, las temáticas tratadas, la manera de hacer características, además definidos, autodefinidos como una radio alteña, rompimos muchos esquemas. (Mario Rodríguez Ibáñez)

Las intenciones de cómo debía estructurarse esta parrilla de programación responde a necesidades e inquietudes colectivas, así como a un tejido de articulaciones y reciprocidades que ya realizábamos:

Esta idea de que la programación de la radio se sostenga con programas independientes, en muchos casos, vinculados a organizaciones y colectivos, tiene un origen con la “Radio Pachamama” donde teníamos un programa de radio y luego a otras radios en el que se pasó de dos horas a tener toda una tarde, y en ese lugar se intercambiaba con otras organizaciones juveniles de la ciudad de El Alto, eso en sus inicios antes de tener la radio, porque la gestión de la programación se sostenía con la Casa Cultural y las actividades, eso nos permitía que los grupos que participaban estén en la feria que hacíamos, muy difícil imaginar la radio sin la gestión de la casa. (Santos Callejas Quiroz)

Era un tiempo en el que nos encontrábamos ya con cansancio de escuchar siempre lo mismo en las radioemisoras aquí en El Alto y también en La Paz, esto también nos motivó a trabajar en una propuesta diferente, algo que rompiera con ese orden ya establecido:

El orden del espectro radial eran emisoras muy formales, muy estructuradas, muy académicas diríamos. A pesar de esto hay muchas emisoras, después, que han agarrado la nueva propuesta del Wayna Tambo, que también ha sido estudio de tesis posteriormente. Entonces para mi entender Wayna Tambo en la ciudad de El Alto ha sido una cosa diferente a las FM, desafía el control que se tenía de parte de ellas al espectro de las radioemisoras. Para mí en esas épocas donde la música no se la podía disfrutar en el sentido del que vos querías, ponían mucho comercial, te cortaban en medio tema y sobre todo que no había cabida a las nuevas bandas, a la nueva música que no se escuchaba mucho, eso era algo que a mí me ha provocado entrar en Wayna Tambo. Yo me acerqué por Henry, el choco que hacia producción antes, uno de los primeros que hizo producción aquí en Wayna Tambo, estaba también Ernesto, el Rufo en estos lugares, hasta Edgar -el piedra- y voy recordando a toda la gente que ha hecho producción, Rodny también. Yo iba aprendiendo al paso, esto de hacerte autónomo, de hacer tu programa de radio, era que Wayna Tambo te impulsaba a hacer muchas cosas, el hecho de hacer tus programas como tú quieras a tu estilacho como se dice. (Gonzalo Choquehuanca)

La parrilla de programación pasa por diversos procesos, pero tiene algunos elementos permanentes. Tener una parrilla diversa, en contenidos y en música, en voces y en programas producidos por diferentes personas y organizaciones. Algunos programas duran dos horas o incluso un poquito más, pero aprendimos que para que la gente no escuche solo su franja o lo que le gusta siempre, que se abra a otras escuchas, deberíamos hacer programas que duren poco, así si a alguien no le gustaba de inicio un determinado género musical o un tipo de temática, no cambie el dial, que se quede ya que tenía la certeza de que en breve tendría otra cosa diferente. Eso generó diálogos y encuentros diversos, aprendizajes y aperturas mutuas.

Recordamos una llamada a nuestra radio en la que un joven muy emocionado, al lado de su padre, nos decía que habíamos conseguido algo que en su casa les parecía imposible, que él y su papá escuchasen la misma radio sin molestarse, porque había para todos los gustos y eso les estaba llevando a comprenderse más mutuamente. Eso estaba complementado con todo el trabajo de nuestros espacios culturales. Nuestra programación cultural, los festivales, las ferias itinerantes, los espacios de formación trabajaban también desde esa idea de diversidad. Había gente que no le gustaba tanto cambio, a veces poníamos un grupo de fama mundializada y muy reconocido, e inmediatamente después la música de una comunidad indígena con una grabación casera, ambas en el mismo “nivel” de importancia y valoración. Así como había a quienes les chocaba ese nuestro estilo, otras personas se sentían identificadas con esas escuchas diversas, más presentes en su vida y cotidianidad.

Al principio teníamos horarios muy claros por franjas, pero también encontramos que alguna gente solo escuchaba la franja que le era afín a sus gustos y nuestras intenciones era que la gente vivencie, experimente, conviva esa diversidad. Así que organizamos horarios un poco más “caóticos”, en nuestro propio orden “desordenado”. Alguna gente nos reclamaba, pero otras se sentían desafiadas a lo que vendría, a lo que irrumpía, a esa diversidad que brotaba como naturaleza no controlada. No se trata de un desorden, sino de un latido capaz de dialogar con lo emergente, con la presencia de lo inesperado. Horas de trabajo nuestro detrás de esa construcción de parrillas.

También aprendimos que la mayoría de la gente no escucha la radio todo el día, así que les propusimos a muchos programas que, en vez de una hora de programa seguido en un horario, hagan programas de 25 minutos para que, si un día salía en la mañana, otros días se emitan en la tarde o en la noche, así llegar a más audiencias y desafiarse a hacer procesos más breves y “contundentes”. Aprendimos a hacer programas con esas características.

Programas o segmentos de 25 minutos, porque cada media hora teníamos cinco minutos para microprogramas, sellos, saludos, características provocadoras en breve. Unos puentes que hilvanaban todo nuestro tejido.

La parrilla de programación es realizada en red, es decir que, si bien hay momentos en las parrillas que son singulares para cada una de las tres radios que componen nuestra red, la misma es mayoritariamente común a las tres radios. Así los programas realizados en cada radio local, sin perder su localidad, tienen una dimensión país y mundializada. Lo local habla en el y sobre el mundo podríamos decir, sin perder localidad, arraigo, territorialidad. Eso nos ha permitido sostener una programación propia por 15, 17 o 24 horas diarias según el momento de nuestra historia.

No siempre lo hacemos bien, pero nuestra programación es un tejido multicolor que desafía a lo inesperado, lo diverso, lo complementario, lo múltiple con sentidos comunes, con horizontes compartidos. Un trabajo imposible sin afinidades, desde nuestras singularidades, de todas las personas, equipos y organizaciones que hacemos la programación.

5.- LA HUELLA DE LOS PRIMEROS PROGRAMAS, UN CAMINO HASTA HOY

Es una tarea prácticamente imposible el nombrar y contar sobre cada uno de los programas que han sido parte de nuestra programación durante estos más de veinte años que existe Wayna Tambo y, luego, la Red de la Diversidad. Sería injusto resaltar unos y “olvidar” otros. Todos fueron importantes y contribuyeron de diferentes maneras a nuestra historia y a lo que somos como radios. Sin embargo, mientras conversábamos para elaborar el presente texto, aparecieron con fuerza algunos de los iniciales de nuestras radios, los programas que abrieron brechas para los siguientes. Así que sin afanes de recuerdo riguroso señalamos algunos que fueron más mencionados en las conversaciones con las audiencias que nos escuchan muchos años.

En este recorrido por la memoria colectiva de las radios nos ponemos a recordar los primeros programas con los que inician las radios de la Red de la Diversidad. Por supuesto que el programa emblemático de origen es el “Hueco en el Muro”, nuestro programa desde antes de tener radios propias, se trata de una revista de noticias, de opiniones, de entrevistas, reportajes y música, es la voz de nuestra Red. El programa con el que ha iniciado todo este caminar comunitario y al que le dedicaremos un capítulo después.

También mencionamos a los programas del Chuymasaru, luego denominado “Palabras de nuestro corazón”, que son parte de la parrilla de la programación casi desde el inicio. Este programa se convirtió en un ícono, al principio señalado por gente de otras radios como un programa no radial y destinado a morir en breve, ya que se trataba de lectura simple y llana de fragmentos de libros y artículos, de entre 15 y 25 minutos de duración. Textos de diverso tipo, desde textos de profundización, investigaciones, sistematizaciones, artículos de todo tipo. El programa sigue hasta hoy y para mucha gente es una suerte de biblioteca oral. Ahí nos dimos cuenta que la gente no siempre tiene tiempo ni acceso a libros para leer, que escuchar le introducía en campos de su interés u otros nuevos. Que la oralidad jugaba un rol importante en los aprendizajes. Muchas personas dedicadas a la educación nos solicitan colecciones de éstos programas o varias personas luego nos pedían una copia del libro completo porque se habían “picado” con los fragmentos leídos.

El “Especial Musical” y el “Otros Territorios”, con música del mundo, marcaron también tendencia y que desde la música permitían profundizar sobre contextos, historias, procesos sociales, políticos y culturales dando una dimensión propia al lenguaje musical. La música habla, dice, cuenta, se posiciona. Así entrevistar a las personas que hacen la música no es sólo pasar por las anécdotas o lo común de la “farándula”, sino que la gente se posicione desde sus sentidos de vida, se coloque en sus contextos y los diálogos con la historia, con lo social, con lo político, con lo ecológico, con las relaciones de género, con las afectividades, con los pueblos. La música no es acompañante, momento de pausa o descanso, distracción o relleno, es forma y contenido a la vez. Forma que dice, contenido que tiene sus propias formas y lenguajes. Por eso los programas musicales son fundamentales en nuestra programación, pero al mismo tiempo no lo son todo. Somos unas radios profundamente musicales, pero no somos radios solamente musicales. El “Especial Musical” y el “Otros Territorios” son una muestra de lo que hicimos sostenidamente con la música en nuestras radios.

En estos mismos sentidos, prontamente comenzaría el “Imantata”, un programa que en base a la música propia y diversa del país y de los países vecinos, con base en los pueblos originarios y de origen africano de nuestras tierras, comparte esa música con registros de las comunidades indígenas rurales, hasta propuestas más contemporáneas y/o fusionadas. El “Imantata” nació con un equipo joven y muy dinámico, varias personas de éste equipo venían de grupos de rock, pero con intereses muy visibles en la música propia de nuestras culturas, lo que permitiría profundizar por distintos géneros y ritmos de música de origen ancestral hasta formas contemporáneas que no pierden sus raíces. Ese programa luego se convertiría en una franja de programas que, con una diversidad de formas y lenguajes muy rico, con singularidades propias cada uno, pero en un sentido compartido. La franja se constituyó en una de las más sólidas y entretejidas entre las tres radios, con programas singulares venidos de Tarija y Sucre como “Reencuentro”, “Saratarpuy”, “Flor de hayño” u otros como “Al sur del sur”, “Lluvia Sur”, “Rimay Pacha”, “Alma Ajayu Universal”, “Espiral Resonante” y tantos otros. Es una las franjas sostenidas en el tiempo.

Tuvimos varios programas de literatura como “La morada del olvido” conducida inicialmente por Virginia Ayllón y que incorporaría gente joven en su corresponsabilidad. Así como otros programas en este mismo campo conducidos por notables hermanos como Elías Blanco con diversos nombres hasta el actual “Chairo libros y arte” y Gonzalo Llanos (Golla) con el muy destacado “Letras y garrapatas”. Esos programas son referencias de la literatura boliviana y mundial, un reservorio estimable y muy valioso.

También es importante mencionar a otro de los programas iconográficos de la historia, se trata del que producía La Familia Galán denominado “Entre sábanas” y luego “Escenario Trans”. Se trata de un programa, al que siguieron otros, desde las poblaciones LGTBIQ+. El mencionado en particular, posiblemente es el primero sostenido desde esta población. El mismo comenzaba a las 22:00 y la gente de la Familia Galán que conducía el mismo, varias veces solía hacer en vivo en nuestro auditorio, donde se travestían en vivo lo que motivaba una gran afluencia de gente de todo tipo, abriendo un espacio de conversación que rompía estereotipos y prejuicios.

La franja dedicada al rock en sus diversas variantes y entradas tuvo varios programas icónicos. Comenzamos con “La Otra Vereda”, luego llegaron “Mente Ñusata”, “El Gueto”, “El Portal Rock”, “Kimsacharani”, “Cofradía Rock”, “El Secreto de las Runas”, “Oscura Dimensión”, “El show de Roco”, “La Bohemia” y tantos otros. Hay que resaltar en esta franja “Resistencia Rock Nacional”, que se ha convertido en un verdadero reservorio del rock boliviano durante ya más de 20 años. Con “Resistencia” se vienen organizando desde hace ya varios años, las jornadas largas de rock boliviano en torno al día de la independencia, el 6 de agosto, sesiones que llegaron a durar entre 24 y 72 horas continuas de rock boliviano.

Otro programa a destacar es “Planeta Sónico”, por su constancia y su calidad, pero también porque comenzando por conciertos de rock, abrió diálogos a muchos otros géneros ampliando la escucha diversa. Algo parecido sucede con la “Comunidad del Vinilo”, que a través de la escucha y el compartir de ese soporte discográfico, nos permite caminar por diferentes historias y contextos.

Otros géneros musicales diversos han dialogado en nuestra programación como el reggae, el hip hop, el blues, la música de la nueva era o la electrónica, el jazz, la canción nueva o social, la música “clásica” y un largo etcétera. Sería innumerable citar a todos los programas, pero quisiéramos anotar a programas como “Taqui Pacha Blues”, “Amerrikua” o “El Autoblues”, este último desde Tarija, por su carácter singular, muy propio que les dieron un sabor especial a las radios. “Alma Rasta” o “Esto es Reggae”, “El camaleón de la nueva era”, “El Tentempié”, “Música con sentido”, “Con Ton y Son” y otro larguísimo etcétera. También es de destacar los programas que buscar tejer, más intencionadamente, puentes intergeneracionales convocando a las juventudes de hoy a la escucha de lo que transgredían o generaban de emancipaciones las músicas de la primera mitad del siglo XX o hasta los años ’70 del pasado siglo como la franja del DGeneraciones con “Gato Calculista”, “Guateque 451”, “Mucho Corazón” o “A la Rueda”, algunos de los cuáles nos vinieron de alianzas con otras radios como de migrantes en Suiza como los dos primeros nombrados de ésta franja.

Posterior al 2003, más precisamente a lo sucedido en la Guerra del Gas y la masacre en El Alto, de la cuál hablaremos luego, atravesamos una irrupción del hip hop alteño con raíces aymaras. La radio no fue ajena a ello y aparecieron los primeros programas de éste género. El primero fue uno que conducía el “Marraketa Blindada”, hiphopero reconocido de La Paz. Él organizó unos talleres y conversaciones sobre hip hop en el local de Wayna Tambo y allí llegaron los fundamentales Ukamau y Ké, nació Wayna Rap, los Klanes de El Alto y tantas otras experiencias musicales de éste género que marcaron una tendencia fundamental de las culturas juveniles alteñas. Luego aparecieron otros programas conducidos por el Ukamau y Ké o el Fado, así como por el mismo movimiento del hip hop alteño en diversas tendencias. Lo que se sostuvo como una huella en el tiempo de éstos programas fueron los espacios de formación, las conversaciones en el auditorio de manera abierta y los diversos conciertos y festivales transmitidos por las radios.

Si seguimos con los géneros musicales en las radios, es de mencionar nuestros debates y caminos sobre la cumbia. Desde el inicio de la radio asumimos la posición de que no existe música mejor o peor, buena o mala, pero que nuestra opción era fortalecer géneros y propuestas musicales que tengan menos difusión en los medios convencionales y el mercado musical, así como propuestas que por su propia musicalidad y sus contenidos transgredan lo dominante. Al principio teníamos la sensación de que la cumbia estaba en todas partes, que si bien emergía desde lo popular, tenía una amplia difusión comercial incluso alternativa. Además, sentíamos que mucho de lo que se producía en este género reproducía las dominaciones patriarcales. Sin embargo, sentíamos que algo debíamos hacer con éste género, que era importante, pero que deberíamos tener la capacidad de darle una vuelta “a nuestro estilacho” con el mismo. Demoramos bastante en darle su lugar en nuestra programación. Se incorporó a nuestras ruletas diversas musicales y a momentos de varios programas, pero solo con los años aparecieron programas como “Meta Cumbia”, “El Batidito” o “La Sonidera”, especializados en el género.

Menos intensas fueron nuestras conversaciones sobre la incorporación de temas deportivos en nuestras radios. Algunas veces nos preguntamos cómo hacer una entrada distinta, desde otro lugar, a lo deportivo sin entrar en lo competitivo. Nunca logramos desarrollar un segmento y menos un programa deportivo en las radios Hay una excepción, el segmento “Pelota de Trapo” de una revista alteña trabajada por un equipo dinámico de jóvenes alteños y alteñas, equipo liderado y formado por nuestro querido Marco Alberto Quispe, un segmento que traía informaciones de campeonatos de los barrios. Sin embargo, incluso en ese intento, no logramos profundizar y sostener una entrada más nuestra en el mundo de los deportes.

Ya entre los años 2002 y 2003, y mucho más luego de la guerra del gas, la radio se convirtió fue clave para la expresión de los primeros feminismos en la radio con programas como “El Juego de las Manzanas” o “Valentinas Libertarias”, para luego tener una variedad larga de programas con diversas tendencias hasta programas de mujeres con énfasis más comunitarios como “Warmi Ayras”.

Aglutinábamos y aglutinamos un campo alternativo amplio, donde diversos colectivos y comunidades encuentran su vocería en la radio. Programas de debate político, social y ecológico, con  enfoques  despatriarcalizadores,  descolonizadores  y desmercantilizadores. Son innumerables los programas que aportaron en esos debates, sería una larga lista de programas propios del equipo de las Red de la Diversidad como los realizados por tantas organizaciones aliadas y cómplices de éstos caminos. Varios de los grupos y colectivos aliados en éstos programas, incluso cuando ya no hacían programas en nuestras radios, fueron fundamentales en redes de trabajo diversas y en los momentos de mayor tensión y conflicto social en las innumerables luchas de nuestros pueblos en El Alto, La Paz, Tarija y Sucre principalmente, y luego, ya con el trabajo complementario con redes y plataformas digitales, en luchas en diversos puntos del país y en nuestra Abya Yala. Recordamos a la gente de Indymedia Bolivia, que desarrollaron varios programas y con quienes nos reencontramos muchas veces, incluso ya personas que por fuera del colectivo tenían sus propios proyectos y caminos y con quienes seguimos compartiendo en varios momentos. El colectivo de los “Aru” con su “Pateando Piedras”, luego sus trabajos en video y nuestras colaboraciones en momentos de conflictos sociales. La gente que hacía prensa de los barrios y de las comunidades campesinas e indígenas en Tarija, quienes desarrollaron sus propios programas en nuestras radios y desde ahí, le hablaron al país. Personas con quienes tejimos amistades y luchas por años. La gente más joven en Sucre, que incluso se animó a realizar programas en quechua dándole una sonoridad propia a la radio, hablándole al país desde lo propio, incluso sabiendo que en varios lugares la audiencia no entendía el idioma, pero sosteniéndolo por un sentido básico de dignidad e igualdad en la diversidad; total sabíamos que por nuestra estructura de programación, mucha gente estaba dispuesta a escuchar un programa en un idioma que no comprendía si esté duraba no más de 25 minutos, que ya venía otro programa con otra diversidad.

Es de destacar el programa “Artes para Respirar” que nació en medio del escenario pandémico del año 2020 y de una ofensiva feroz de las extremas derechas. Ahí con organizaciones amigas organizamos un festival anual en plataformas digitales, una respuesta necesaria al momento. Así nació el “Festival por la Dignidad de los Pueblos. Artes para Respirar” que es convocado y organizado por CEAAL, ALER –en el primer momento-, Cultura Viva Comunitaria, Red de la Diversidad – Wayna Tambo, AREPA, CEP Parras, Radio Imagina, El Rejunte Arte, Rede Pacra e IMDEC. El programa es producido colaborativa con el equipo del festival, siendo gente de nuestro equipo una presencia permanente a cargo del mismo.

Una última mención particular, se trata de la voz de niñas y niños en las radios. Tenemos varios microprogramas, sellos, mensajitos con la presencia de niñas y niños. Sin embargo, son dos espacios los más potentes en estas experiencias, ya que son las experiencias en que niñas y niños desarrollaron todo el proceso con mayor autonomía, en diálogo intergeneracional, pero desde su propio caminar en la selección y definición de contenidos, en la búsqueda de informaciones y reportajes, en la producción, la edición, la emisión. Por un lado, el programa “Déjame mostrarte el mundo” emitido desde Tarija, y por otro lado los programitas de las Escuelitas del Vivir Bien de Villa Dolores en El Alto y de Alto Villar en Sucre. También es de mencionar la cantidad de productos radiofónicos que generó el proceso de gestación, formación, construcción y elaboración del “Museo del Barrio” en Wayna Tambo, dónde las hijas e hijos de las caseritas que venden en la feria, trabajaron meses dejando una secuela de producciones tremendamente valiosa y que luego se constituyó en la Escuelita del Vivir Bien.

Todo ese encuentro de programas variados y diversos en los espacios que se gestionaban en las radios Wayna Tambo, Yembatirenda y Sipas Tambo, mostraban la clara intención de acercarnos lo más posible a ese contexto complejo, por eso la importancia de visibilizar las voces diversas y pluris que había en nuestros contextos, territorios y comunidades. Teníamos varias voces y como esto que desde ahí se compartía, decía, visibilizaba, se conectaba con el proyecto de país y lo que estaba aconteciendo en nuestra historia, podías y puedes ampliar tus comprensiones a lo que se presentaba en los medios convencionales. Siempre lo dijimos, tratamos de no compartir verdades, sino una voz más entre muchas otras.