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Ciudad – Industrialización – Modernidad: una historia a la boliviana Primera Parte – Nuestra fase Cepalina del asunto

Pero si bien esos eran los criterios digamos de la “economía formal”, eran otros los comportamientos de la economía real, los impactos generados por el Nacionalismo Revolucionario en el crecimiento urbano se manifestaron de forma efectiva desde los años 70, con una particularidad que quisiéramos visualizarla. Definitivamente los centros urbanos en Bolivia no se constituirían en grandes conglomerados fabriles industriales, que si bien en un inicial arranque habrían formado “zonas industriales o barrios industriales”, con el pasar del tiempo más bien estos irían languideciendo gradualmente, hasta formar estancos de fabricas clásicas “formales” de diverso tipo que eran funcionales a una demanda real que crecía y a su posibilidad de rentabilidad dada por el reducido mercado local y las posibilidades de exportación, pero que no absorbían grandes cantidades de mano de obra, ¿y el resto que haría para sobrevivir?, – se considera que en aquel entonces más del 50% de la población podría considerarse económicamente activa –, pues bien es allí que se empieza a conformar lo que hoy conocemos como “economía informal”; estaban allí creciendo en el entramado migratorio rural que necesitaba complementar su economía incorporando el circulante monetario en el siempre cambiante sistema de vida, entonces eran ellos y ellas los que construían la ciudad, los encargados de hacer circular los alimentos en tambos y mercados, los chifleros que vendían las baratijas indispensables desde la aguja, hasta la máquina de coser a mano y muchísimas, muchísimas otras actividades imaginables posibles, pero con toda una carga social, étnico y cultural discriminatoria, porque su lugar era ese, el de ocuparse “de lo sucio”. Indudablemente no se valoraba que estas actividades “por cuenta propia” eran las que posibilitaban el funcionamiento urbano y que le hacían la gauchada de cubrir las imposibilidades de la industria sustituidora de importaciones, así con las particularidades y singularidades propias de cada región crecían nuestras ciudades, acomodando y combinando todo el saber acumulado de los sistemas de relación socioeconómica que habíamos desarrollado en tiempos precoloniales, modificados ya por las imposiciones coloniales y que en el nuevo periodo republicano post guerra del Chaco se mostraban con otro cariz y que sin duda conformarían las renovadas formas estéticas de identidad de las crecientes nuevas ciudades, que de manera efectiva se incorporaba a la remozada forma de la “modernidad” establecida después de la segunda guerra mundial.