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¿QUÉ SON LAS ALTERNATIVAS SISTÉMICAS?

¿Cuándo podemos hablar de alternativas sistémicas? Cuando las alternativas tienen un carácter multidimensional que incursiona en el cuestionamiento a cierto nivel del capitalismo, el productivismo, el extractivismo, el patriarcado, el antropocentrismo, la plutocracia, la xenofobia, el colonialismo y otros factores estructurales de las crisis sistémicas.

Lo más importante para definir una alternativa sistémica es su dinámica: hacia donde se dirige. Si se queda en el marco unidimensional, por ejemplo de proponer solamente energías renovables, es una alternativa en relación a los combustibles fósiles pero no es todavía una alternativa sistémica. El momento en el cual ésta propuesta empieza a plantear que el problema no es sólo la fuente de energía sino también quién la controla y como se la produce, distribuye y consume, comienza a tener una dinámica anti-sistémica porque empieza a cuestionar de cierta manera el capitalismo, el productivismo y el extractivismo. Sin embargo, el proceso de construcción de una alternativa sistémica tiene que ir aun más allá.

Si vemos por ejemplo la problemática del agua, el reconocimiento y aplicación del derecho humano al agua es una alternativa, pero no es suficiente. Para ser una alternativa sistémica debe cuestionar la privatización y mercantilización del agua.

No se puede enfrentar la crisis global del agua sin salir del extractivismo, el productivismo y el consumismo. La minería utiliza ingentes cantidades de agua y deja ríos y ecosistemas contaminados. La gran agroindustria es el sector de mayor consumo de agua. Un kilo de carne requiere 15.000 litros de agua. Sin agroecología sostenible y cambios en los patrones de consumo es imposible hacer frente a la problemática del agua. Un automóvil utiliza 148.000 litros de agua en su fabricación. El productivismo, sea bajo la lógica capitalista o socialista, es un grave factor que debe ser confrontado para hacer frente a la crisis mundial del agua.

El agua no puede ser gestionada únicamente bajo una lógica estatista de arriba hacia abajo. Diferentes grupos humanos del campo y la ciudad deben involucrarse en la gestión del agua potenciando la práctica de los comunes.

El patriarcado se expresa de manera muy visible en la problemática del agua y el saneamiento básico. En el planeta cada día cientos de millones de mujeres caminan más de una hora para ir a recolectar agua. La falta de saneamiento básico es uno de los factores que agrava las agresiones sexuales y violaciones contra las mujeres cuando van a hacer sus necesidades al aire libre. Según la Organización Mundial de la Salud en el mundo hay 2.100 millones de personas que no tienen acceso a agua potable en su hogar, y 4.500 millones carecen de saneamiento básico seguro. Esta situación en extremo crítica se agrava con el cambio climático. Las mujeres destinan más tiempo que los hombres a las tareas vinculadas al agua en la agricultura, la cocina, la limpieza y la salud de la familia. Sin embargo, en general las mujeres se encuentran subordinadas en las estructuras de gestión del agua a diferentes niveles. La construcción de alternativas sistémicas requiere lafeminización de la gestión del agua en todas las instancias.

La gestión del agua debe ser integral y abarcar no sólo la dimensión humana sino también la preservación del ciclo vital del agua. Para garantizar el derecho humano al agua es necesario reconocer y asegurar los derechos del agua. Es fundamental no considerar al agua como un simple recurso, cómo un objeto, sino reconocer que el agua es un sujeto que en sus diferentes formas de rio, nevado u océano tiene los derechos a fluir, a no ser contaminado, a vivir y dar vida.

Si los ríos son sujetos de derechos entonces ello debe reflejarse en el ejercicio de la democracia en nuestros municipios, provincias, estados y espacios de integración internacional. Una democracia real debe incluir mecanismos de representación para el agua. Una democracia antropocéntrica no puede resolver la crisis sistémica del agua.

En la medida en que continúe el capitalismo, la globalización, el antropocentrismo, el patriarcado, el extractivismo, la xenofobia, el productivismo… cada vez habrán más conflictos y guerras por el agua. El agua será uno de los factores más determinantes de las disputas geopolíticas entre países, regiones, sectores sociales, grupos étnicos y religiosos. El agua no reconoce fronteras y su existencia nos plantea la necesidad de repensar las límites de las naciones para avanzar hacia una gestión compartida de cuencas hidrográficas. La crisis mundial del agua requiere de un nuevo tipo de integración internacional que no este dominada por el capital ni por las ambiciones geopolíticas de las élites de los estados nación.

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Una alternativa puede ser multidimensional y sin embargo no ser anti-sistémica. El sistema capitalista, patriarcal y neocolonial desarrolla también propuestas multidimensionales para ajustarse a las nuevas realidades con la finalidad de preservar su existencia. Existen alternativas que nacen con un dinámica anti-sistémica pero que luego son capturadas por el sistema. Ese es el caso por ejemplo de la economía verde que en sus orígenes planteaba una relación diferente con la naturaleza y que ahora se ha convertido en una nueva forma de mercantilizar la naturaleza a través de iniciativas como REDD+ y el pago por servicios ambientales. En otras palabras, un alternativa sistémica no tiene asegurado su carácter anti-sistémico de por vida. Todo depende de su dinámica, del proceso que siga, de su implementación, de cómo evoluciona adoptando nuevas perspectivas y profundizando sus propuestas para realmente cuestionar los diferentes factores de la crisis sistémica.

Por eso las alternativas sistémicas son lo más alejado a un recetario de buenas prácticas. Toda buena practica debe profundizarse y transformarse así misma para ser una alternativa sistémica. Sin esa evolución, que no está exenta de crisis, contradicciones y conflictos, dicha buena práctica puede acabar siendo funcional al sistema, fagocitada por el régimen al cuál un día aspiró a cuestionar.

Las alternativas sistémicas son ante todo procesos antes que hechos dados. Por eso no pueden ser replicados y multiplicados de manera indiscriminada. No existen alternativas sistémicas genéricas y universales. Todo tiene un contexto, unos actores, una historia y un devenir que no se repite de manera mecánica en cualquier situación. Siempre la construcción de alternativas sistémicas tiene que partir del conocimiento de las realidades concretas y de su dinámica.

Para construir alternativas sistémicas es fundamental partir de la realidad cambiante y de los postulados teóricos y prácticos de diferentes visiones y enfoques como son los comunes, el decrecimiento, el Vivir Bien, el eco socialismo, los derechos de la Madre Tierra, los ecofeminismos, la soberanía alimentaria, la transición justa, la deglobalización y muchos otros. Todas estas propuestas son muy valiosas pero ninguna por si sola puede dar respuesta a todas las complejidades de las crisis sistémicas. Todos estos enfoques necesitan complementarse para forjar alternativas sistémicas. Complementarse quiere decir completarse y articularse para forjar un todo que de respuesta a la complejidad del problema que tenemos planteado. Aprender de la otra visión, verse a través de los postulados de la otra propuesta, descubrir las fortalezas ajenas, explorar las debilidades propias y los vacíos comunes, y sobre todo, pensar en función de la totalidad del todo.