LAS MEMORIAS DEL PUEBLO CHICO Y SU INFIERNO GRANDE Por: Elena Peña y Lillo Llano

El único libro publicado por María Virginia Estenssoro (1903-1970) fue El Occiso, en 1937. Tenía 34 años. Nunca más volvió a publicar, pero no dejó de escribir. Siempre en la vanguardia, gran parte de su escritura estuvo signada por el escándalo: Decir las cosas, escribirlas sin anestesia, rascar allá donde pica. En El Occiso habló, entre otras cosas, de un amor fuera del matrimonio y de un aborto voluntario. María Virginia, mujer, madre, divorciada, escritora, periodista y profesora, no se hacía muchas ilusiones; en el epígrafe de El Occiso dejó escrito que “este libro es una crucifixión y un inri”.  Esa primera edición se agotó. Y es que en una sociedad tan reprimida como la nuestra, el morbo nos ha ganado siempre, aunque sea para escandalizarnos y guardar el libro en el estante más recóndito, no vaya a ser encontrado.

Muchos años después, y de manera póstuma, su hija e hijo publicaron sus obras completas, entre ellas Memorias de Villa Rosa. Y ella lo hizo otra vez, aun desde la tumba: sus letras levantaron el polvo y la roncha. Su dedicatoria es toda una declaración de intenciones: “a los tontos graves de mi tierra y del extranjero; a los asnos solemnes que no consultan el diccionario por no encontrar en él la palabra mingitorio (…) a los cuerdos abrumados por serias preocupaciones y a los que jamás hallarán una cuerda suficientemente cuerda para ahorcarse”.

Villa Rosa pica mucho. Quizás por ello, su reedición se demoró casi cincuenta años y, según Sampietro, el editor de la actual edición, esta obra fue sistemáticamente ocultada en el entorno local, haciendo muy difícil su acceso y, por ende, facilitando su olvido. Las Memorias de Villa Rosa son una semblanza de la Tarija que María Virginia Estenssoro conoció en su infancia y adolescencia. En un total de ocho relatos, ella se pasea, hurga y hace aflorar la villa (y sus moscas), la gente (y sus ínfulas) y la vida en el pueblo (y su vocación mediocre y chismógrafa). No me cabe duda que, en clave de seudónimos, su prosa irónica hace una crítica certera a una serie de personajes ilustres del terruño, con todo su tremendal de taras, así como a las arraigadas costumbres del poblado, entre ellas, el mandato del patriarca, la explotación de las criadas, la corrupción, el nepotismo y esa enconada lentitud que, entre siesta y siesta, se erigió como virtud en la villa: “En el pueblo era voz corrida que hasta los perros ladraban echados de barriga en el suelo”.

Así, en 142 páginas, Villa Rosa queda expuesta en su anverso y reverso, con sus vidas y milagros más pintorescos. Son relatos llenos de vida, con descripciones que fácilmente tienen un trasfondo histórico –la Loma de San Juan, el Club Social, las propiedades agrícolas—, con el agregado de jugar a buscar a quién se refiere con “el poeta del pueblo”, “el Prefecto” o “el Fray Botija”. Este libro es un caldo bien sazonado que creo que más allá de que tarijeñas/os reconozcamos en él un sabor familiar y hasta propio, invita a ser degustado y disfrutado más allá de nuestras fronteras. La escritura de María Virginia Estenssoro se inscribe en las vanguardias, tanto bolivianas como latinoamericanas, aunque aún no figure en el canon.

Poco a poco, los olvidos históricos y la condena al ostracismo se ven superados por la necesidad y la urgencia –¡al fin!— de escuchar y redescubrir a autoras nacionales, quienes escribieron y fueron acalladas, ensombrecidas e invisibilizadas por un entorno corto de miras que consideró ese oficio como un privilegio netamente masculino. María Virginia Estenssoro, junto a Hilda Mundy, Yolanda Bedregal, Blanca Wiethüchter y las propias Adela Zamudio y María Josefa Mujía… son algunas de las voces que urge encontrar, reeditar, leer, indagar, criticar y esta segunda edición de las Memorias de Villa Rosa (Editorial Socios del Naufragio, 2023) se encamina a ese cometido, al igual que la tercera edición de El Occiso, publicado por Dum Dum Editora, y las excelentes antologías impulsadas por la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia.

Remarcar, por otro lado, la importancia de seguir cualificando a editoras/es que no sólo realicen un trabajo de rescate del olvido, sino que también nos brinden a la comunidad lectora elementos que contextualicen el porqué de los olvidos, los contextos históricos de la creación de la obra, la biografía de las/os autoras/es y, por supuesto, el cuidado en la edición y corrección de erratas.

Elena Peña y Lillo. (Tarija 1997). Es antropóloga feminista y educadora popular. Se dedica a la investigación social y la gestión cultural.

Fuentes consultadas:

Colanzi, Liliana (2018). “María Virginia Estenssoro. Una aureola de maldad”. Disponible en: https://letraslibres.com/revista/maria-virginia-estenssoro-una-aureola-de-maldad/ (Fecha de consulta: 07/01/2024).

Hablemos, escritoras (s.f.). “María Virginia Estenssoro”, entrada web disponible en https://www.hablemosescritoras.com/writers/752 (Fecha de consulta: 07/01/2024).

Mustaffa, Jorge (21/12/2023). “Memorias de Villa Rosa vuelve al papel de la mano de Casa Creart y Franco Sampietro”. Disponible en: https://verdadcontinta.com/2023/12/21/memorias-de-villa-rosa-vuelve-al-papel-de-la-mano-de-casa-creart-y-franco-sampietro/  (Fecha de consulta: 07/01/2024).

Quiroga, Miriam (1997). “María Virginia Estenssoro. Escritora, periodista y profesora boliviana”. En: Serie “Protagonistas de la Historia”. La Paz: Ministerio de Desarrollo Humano. Disponible en: https://historiabolivia.org.bo/img_usr/MariaVirginiaEstenssoro.pdf (Fecha de consulta: 07/01/2024).