REFLEXIONES A CERCA DE DOS PREGUNTAS RECIBIDAS: ¿QUÉ ES LA POESÍA? Y ¿CUÁL ES SU ORIGEN? Por: Elizabeth Johannessen Lino

Compartimos una entrevista realizada a Elizabeth Johannessen Lino para el Programa El Hueco en el Muro donde nos habla un poco sobre la poesía y tambien compartimos algunas reflexiones escritas por ella…

Al pensar sobre qué es la poesía o cuál es el sentido que tiene para él o la poeta, rememoro algunas respuestas de poetas, que directa o indirectamente, hablan sobre ello:

Cito algunas:

El poeta español, Federico García Lorca, ante la pregunto de ¿qué es la poesía?, alguna vez dijo: “ciervo vulnerado”, citaba en estas palabras los versos de un gran poeta místico del siglo XVI, San Juan de la Cruz: “Vuélvete, paloma, /que el ciervo vulnerado/ por el otero asoma/ al aire de tu vuelo, y fresco toma./ Versos y respuesta, que nos acercan a la extraordinaria sensibilidad del encuentro entre lo divino y lo humano.

Alejandra Pizarnik expresa “Aún sopla en mí la optimista esperanza de hallar el puente transitable entre los límites y el infinito”.

Rubén Darío escribe: “Mi verso es como un puñal/ que por el puño hecha flor/ mi verso es un surtidor/ que da un agua de coral…

Rafael Alberti señala: “Las palabras abren puertas sobre el mar”.

Octavio Paz dice: “No hay una partícula de vida que no tenga poesía dentro de ella”.

Para Jaime Saenz, gran poeta boliviano, “_en un abrir y cerrar de ojos. /Rasgando el horizonte o sepultándose en el abismo, / aparece y desaparece la verdadera vida. / .

Ante estas reflexiones observamos sus percepciones y el hecho de que la poesía encarna la vida misma, más allá de la palabra…

Me han pedido hablar del origen de la poesía, voy a intentar hacerlo a partir de algunas reflexiones desarrolladas sobre la palabra poética en un ensayo que escribí hace más de una década en diálogo con algunos filósofos y poetas que hablan sobre ella.

Intentar conocer el origen de la poesía, si seguimos las reflexiones leídas, es escarbar en la esencia misma del alma humana. Convocar a la poesía es abrir las puertas al sentido profundo de la existencia: la intensidad de la vida, la creación o la revelación… El milagro de retener el instante, el segundo en el que se descifra el secreto de la vida.

El lenguaje poético nace por ausencia de un lenguaje que pueda nombrar esa realidad que está más allá de lo sensible; ese instante fugaz que caracteriza a la revelación de lo verdadero. Tal vez es aquello por lo que la palabra nace, según George Steiner, el enigma por el que la palabra humana libera el gran silencio de la materia.

Diversidad de percepciones nos determinan, pues es la herencia híbrida que como americanos hemos recibido. Podemos reconocer el legado de muchas culturas occidentales y originarias de

América, de muchas generaciones, orales y escritas, pero también podemos observar la diversidad en las elecciones de los poetas en relación a esta herencia.

La historia de la humanidad determina también la palabra poética. Sus crisis y sus reivindicaciones se reflejan en ella. En 1924, en el Primer Manifiesto Surrealista, el poeta francés André Bretón, expresaba: “¡Se acercan los tiempos en que la poesía decretará la muerte del dinero, y ella sola romperá el pan del cielo para la tierra!”. Esta visión de vitalidad transformadora de la palabra cambia después de la Segunda Guerra Mundial, huella profunda que provoca una visión opuesta. La crisis de la historia del mundo occidental en el siglo XX muestra que no hay palabras para expresar las experiencias profundas. Eugene Ionesco, dramaturgo franco— rumano, afirma y refleja en sus obras la fragmentación y confusión que crean las palabras, así como su imposibilidad de expresar la verdad desnuda.

El antropólogo argentino, Adolfo Colombres, menciona dos aspectos interesantes sobre la palabra a partir de la tradición oral. Uno es la percepción del silencio frente a la palabra y, el otro, la trascendencia de una memoria colectiva y su sobrevivencia a través de la palabra poética. Rescata algunos proverbios de los dogan que nos muestran una visión que revela también los límites de la palabra: “Si la palabra construye la aldea, el silencio edifica el mundo”, “si la palabra te quema la boca, el silencio te curará”. Otro proverbio Malí reza: “aprende a escuchar el silencio y descubrirás la música”. La tradición oral nos revela que la palabra no sólo se ausenta porque no puede expresar ciertas vivencias, sino que debe ausentarse para que se puedan percibir otras manifestaciones que ella no alcanza. También el silencio hace a la poesía.

El poeta, dentro de la tradición oral, cumple una función social; él y su arte son un producto social. Su voz es colectiva. La creación poética está consagrada a la memoria de los ancestros. Los muertos existen gracias a una palabra cargada de su fuerza espiritual.

En los pueblos americanos originarios la palabra se acerca a lo sagrado, es la voz de los ancianos y sabios, cohesiona sus pilares éticos. Para los guaraníes es el canto puro, no emitido por nadie, el que genera la vida. En general, se percibe una concepción que diviniza la palabra, y otra que marca sus fronteras.

Frente a la opción por el silencio de la modernidad occidental ante la devaluación de la palabra, se halla esta vitalidad que destaca Colombres en la tradición oral; vitalidad que, además, cohesiona el espacio colectivo de las culturas de la “periferia”. Mientras, la palabra en el espacio de la cultura occidental, tal como lo dice Steiner, refleja la desarticulación de sus colectivos.

Sin embargo, más allá de estos legados y sus fracturas, lo que nos interesa resaltar es esa fuerza mágica que se le asigna a la palabra poética y la sobrevivencia de su integridad. Concebimos a la poesía como un acto que trasciende la escritura: un acto de autenticidad necesaria en vida y obra, de vivencia; acto de búsqueda de unidad e identidad. Ella es el espacio para la evocación y la sugestión, donde se detiene la fugacidad del instante, donde se reconoce la fuerza de la intuición y se crea un nuevo lenguaje para expresarla. Es el espacio donde se libera la palabra y otros mundos se expresan; la vida, la muerte, los sueños… el subconsciente emerge en ella. La poesía es, entonces, un espacio revelador. La poesía es el espacio de encuentro, de reconciliación, en el que pueden confluir las más grandes oposiciones, porque, en esencia, es un acto liberador.

El poeta Octavio Paz, en su libro El arco y la lira, nos habla de un proceso del lenguaje en el cual el poder mágico de las palabras hace que la frase prosaica se convierta en frase poética y a través de ella logremos nuestra propia reconciliación.

El poeta no es un mago, según Paz, pero su concepción del lenguaje lo acerca a la magia. El poeta despierta las fuerzas secretas del idioma. Encanta al lenguaje por medio de su ritmo. Y el acto poético se convierte en el ritual que logra armonizar al poeta con el ritmo que gobierna el universo.

Tal vez el poeta intenta reinventar el mundo para hacer posible verlo como si lo viéramos por vez primera, sorprendernos una y mil veces subsistiendo al desgaste; tal vez la poesía busca ser el espejo que convoca cuestionamiento, encuentro, transformación, renovación; y como todo arte, su libertad y el compromiso para asumirla.

Elizabeth JohannessenLino