LA VEZ QUE LLEGARON 3 DIPUTADAS A MI COMUNIDAD Por: Elena Peña y Lillo Llano – Yembatirenda

Schavelzon tiene un libro genial que se llama “El Nacimiento del Estado Plurinacional de Bolivia. Etnografía de una Asamblea Constituyente”, 500 páginas de relato de cómo se construyó ese proceso. Ahí nos cuenta que ese 6 de agosto de 2006, cuando se inauguraba la Asamblea en Sucre –“ciudad blanca”, los empleados a cargo de la seguridad del acto pidieron a un grupo de campesinas –manta, pollera y sombrero— que se levantaran del suelo porque por allí pasarían los constituyentes. Ellas sí se levantaron, pero fue para unirse al desfile: eran las mujeres constituyentes. El proceso constituyente marcó con más fuerza algo que se venía dando desde hace unos cuantos años: la llegada de nuevos actores en la cosa del poder. Sobre todo, la relación con el poder. No es que la subalternidad se suprima por decreto. No es que se elimine el mandato de callar y aceptar con los ojos bajos de un día para otro. No es que así nomás, con un nombre largo –estado plurinacional de Bolivia— y una constitución progresista, que se eliminan 500 años de coloniaje. Y la colonialidad del poder.

A poco más de una década, cuando se discute la pertinencia de la categoría mestizo para el censo, ¿dónde se ubican esos actores, históricamente excluidos de los circuitos del poder? Casi 30 años de participación popular, 12 años de plurinacionalidad, 20 años de equidad e inclusión discursiva, ¿dónde estamos?

María Galindo, en sus sucesivos radio documentales -10 mil personas viendo en Facebook, promedio— mostró la burocracia estatal en todo su esplendor. Un reality show sin precedentes para hacer control social público. Y la interpelación directa. Sobra decir que la interpelación directa es un derecho de todos y todas. Que sea y que se ejerza es ya otra historia. Sentirse con derecho a hablar sigue siendo un privilegio de clase. Y no depende, necesariamente, de exigir a raja tabla el cumplimiento de la ley contra toda forma de racismo y discriminación, sino de la posibilidad efectiva de su cumplimiento. Hablo de lo que hay detrás de la ley. Hablo de cómo construimos el relacionamiento con el servidor público. Hablo de cómo atienden rápido a algunos y a otros no. Hablo de la llamada que algunos pueden hacer para que te atiendan rápido. Hablo de que en verdad hay que creerse que tienes el derecho que te escuchen, te atiendan, te hagan caso.

¿Dónde estamos?

Estamos en una comunidad cerca de la ciudad de Tarija. En una escuela que cerró hace 14 años porque no había niños suficientes para que mantengan el ítem del profesor. Esa escuela es, también, la sala de reuniones del sindicato. Hablo de las 3 diputadas que,  sentadas en las sillas de plástico, escuchan a los 4, 5, 6, 7 comunarios toman la palabra para contarles, de tú a tú, cómo se hizo el proceso de socialización para la construcción de una planta de tratamiento de residuos sólidos en la comunidad, propuesta que hace meses llevó la alcaldía, primero a la dirigencia y luego a la comunidad de San Antonio La Cabaña en su conjunto.

Las diputadas forman parte de la comisión de Tierra y Territorio. Llegaron por el 15 de abril, aniversario de Tarija, pero también al llamado de esos actores que tienen el poder en la lista de contactos. Escucharon los reclamos del sector de bodegueros de la zona. Escucharon la versión del ejecutivo municipal. Y luego vinieron a escuchar la versión de la comunidad. Primera vez que venía un diputado a la zona y ni siquiera era tiempo de campaña.

Una de las diputadas dijo algo que ya empieza a ser sentido común: vinimos a saber qué pensaban ustedes.

¿Dónde estamos?

Estamos en un micro con unos 15 servidores públicos entre los del municipio, las diputadas y su equipo asesor y unos 10 comunarios, cruzando el río –no hay puente—, mostrando la escuela –está abandonada por falta de niños, queremos que se la habilite porque ahora sí hay más niños—, el camino de tierra que atraviesa las tierras comunales –necesitamos riego para habilitarlas, ahora son de pastoreo— y la zona donde se proyecta la planta de tratamiento de residuos sólidos: lejos, lejos de las bodegas. En el micro, se escucha el relato de cómo se vive. Sin ceremonias, de tú a tú.

Pienso que hace 20 años ni habrían venido. Nos habrían avisado para estar en algún acto protocolar donde tal o cual diputado/a iba a estar presente. Lo habrían presentado como un favor o una oportunidad. Veo al dirigente de la comunidad. Salió de la promoción al mismo tiempo que yo, pronto se recibe como agrónomo. Les explica a las diputadas que la ley de autonomías declara que cada comunidad es soberana para tomar decisiones en su territorio. Les recuerda que hace 6 años que el proceso de saneamiento de las tierras está estancado en el INRA, que las ojotas se gastan de tanto ir a preguntar cómo están las carpetas. La diputada toma nota y se compromete a hacer un requerimiento formal del porqué de esa tardanza. Otra comunaria –una de las que llamamos mayores— toma la palabra y les recuerda que a los diputados se los elige para fiscalizar que todo se lleve bien. Es decir, no se trata de un favor, es su trabajo.

¿Dónde estamos?

La escuelita está llena. Otro comunario toma la palabra para hablar de la responsabilidad social para con las comunidades que albergan a las empresas SAIV, Kohlberg ¿cuánto por ciento de sus ingresos regresa a la comunidad? ¿Cumplen con los requerimientos ambientales? ¿Si hablan de turismo, cuánto de ese turismo toma en cuenta a los jornaleros que lo hacen  posible? ¿Cuánto pagan las bodegas a los viticultores cuando les entregan su uva? ¿Quién controla los precios? Los demás asienten. Una de las diputadas asiente. Martha, presidenta de la comisión, originaria del norte de Potosí, también productora, ahora diputada, habla de la importancia de la organización a tiempo de felicitar la vida orgánica de la comunidad.

El poder estatal se constituye a sí mismo con una serie de rituales, hay una suerte de religiosidad en la burocracia. Hay pequeños intersticios desde el cual se puede generar quiebres. El poder una y otra vez apunta a la acumulación, aunque la democracia diga que se trata de representación. Quizás no se trata tanto de nuevos actores en los circuitos del poder, sino de quebrar desde el imaginario todo ese misterio construido para con la cosa pública. La mística del poder se quiebra cuando le aclaras a la diputada que lo que ve no son viñas, sino chacras. Es una anécdota tan buena como cualquier otra, pero útil para ejercer la horizontalidad. Humanizar, dice la Galindo. Bajar a los jerarcas del cielo y ponerles los pies en la tierra. O en el polvo, como ese día.