DE UNA INSTITUCIONALIDAD EDUCATIVA ESTATAL QUE SOLO RECONOCE LO QUE CONTROLA A UNA APERTURA A LAS INICIATIVAS DE LA SOCIEDAD Y LAS COMUNIDADES Por: Mario Rodríguez Ibáñez

Son tiempos de transición, de caminar hacia la descolonización de la educación de manera que puedan brotar sistemas educativos más nuestros. Todavía nos toca recorrer un camino para desmontar los dispositivos de dominación colonial presentes en nuestras venas, en nuestra piel, en nuestras relaciones cotidianas, en todas nuestras formas educativas.

La descolonización no puede ser nuestro horizonte educativo en sí mismo, no afirma una nueva educación (o unas nuevas educaciones), solo marca la necesidad de un tránsito que genere condiciones para que de verdad podamos hacer brotar esas múltiples experiencias educativas que den cuenta de nuestra abigarrada diversidad.

Se trata de rehabitar esa abigarrada diversidad como un proceso de aprendizaje, deconstruyendo la dominación colonial para permitir el brote de otras creatividades.

Para ello necesitamos procesos de profundos diálogos, de conversaciones de nuestras diferencias, de participación de todos los actores educativos y del conjunto de la sociedad, de negociaciones culturales que nos permitan reconocer consensos para la convivencia en condiciones más equitativas, pero también para fortalecer las singularidades que enriquecen nuestras diversidades.

Es tiempo de descolonizarnos, pero también de generar experiencias para ir mostrando caminos posibles de otras educaciones, ya no colonizadas ni colonialistas, sino nuestras. Para que esto pueda suceder, se hace necesario deconstruir una institucionalidad educativa centralista y controladora, para abrirse a otras experiencias de institucionalidad.

El sistema colonial construyó su propia institucionalidad estatal por encima de las formas organizativas ya existentes en los pueblos originarios. Se toleró la continuidad de algunas formas organizativas propias si éstas no molestaban a la dominación colonial o eran funcionales a la misma. Por el ejemplo, las mitas y encomiendas se estructuraron bajo formas incas del sistema de rotación del trabajo y de ayni entre la organización macro y las comunidades o ayllus de origen; pero ese sistema se corrompió para favorecer al sistema de saqueo colonial y eliminó la reciprocidad complementaria.

El poder colonial se ejercitó bajo mecanismo de centralización de la administración del Estado, por tanto, también de las tareas educativas que responden a directrices de quienes monopolizan el poder y las decisiones. Las iniciativas civiles y/o comunitarias, más allá del control del Estado colonizador, y la participación de la población son vistas negativamente y están en contradicción con un sistema que requiere de un alto autoritarismo para asentar su dominación y evitar que las formas de resistencia crezcan y proliferen.

Así las culturas diversas que pueblan el país no pueden configurar su institucionalidad educativa al margen del control estatal, no se trata solo de reconocimiento sino también de autonomía de sus formas educativas. La educación alternativa, espacio llamado a favorecer el brote de otras institucionalidades, formas, pedagogías y metodologías educativas siempre fue arrinconada, no contó con el apoyo estatal y sus iniciativas innovadoras fueron muy poco fortalecidas.

En el contexto contemporáneo de descolonización se trata de potenciar el brote de experiencias creativas, innovadoras, vigorizadoras de las formas propias de educación de cada una de las diversidades existentes. No se trata de un libre albedrío educativo, pero sí de una apertura y un desafío para que la centralidad estatal esté dispuesta a confiar en la sociedad civil, las comunidades y en la población, garantizando ciertos elementos mínimos que le den consistencia y coherencia a esas experiencias educativas. Se trata de darle real importancia a la educación alternativa, de repensar el sistema escolar como abierto a múltiples opciones o caminos, con calidad, con acompañamiento desde el Estado, con criterios comunes negociados para no convertir en isla cada iniciativa, pero abiertos al desafío de ser sociedades y comunidades educadoras como fueron y son las culturas originarias donde todas las personas juegan un rol criador.