MÁS QUE ENAMORADOS DEL TARWI, K-MOTES! Por: Maria Eugenia (Mauge) Galarreta Tarqui

Uno de los primeros recuerdos gratos que tengo, de cuando era niña, me remonta al pueblo de Guaqui, específicamente a la comunidad Belén Pituta, en la provincia Ingavi, lugar donde mi mamá y mis abuelitos nos llevaban a sembrar. Eran viajes relámpago porque aún estábamos en la escuela. Ya para el mes de enero, cuando las clases terminaban, regresábamos para el aporque. Ver esos campos reverdecer con esa fragancia tan fascinante, como el olor a la tierra húmeda, fue una de las experiencias más lindas. 

Para la cosecha se aprovechaban los feriados de Semana Santa. Ahí compartíamos con la familia entre juegos y comida abundante, que se preparaba en la cocina a leña o una watia, y se compartía con todos los que habíamos trabajado. Era tan bonito escuchar de rato en rato un “jallalla”, que era el grito de regocijo, por haber encontrado una papa gigante, la que se alzaba en lo alto como símbolo de gran alegría.

Entre esos recuerdos también está mi admiración por las florcitas del tarwi, que en ese momento ni siquiera sabía que se podía consumir o qué cosas se podían preparar con esta semilla. Recuerdo que mi tía María me dijo que esas plantitas cuidaban muy bien a las papitas. Pasaron muchos años, mis abuelitos se fueron. Ni mis tíos ni mis papas pudieron regresar de nuevo a Belén Pituta.

Años después tuve la oportunidad de viajar a Ecuador, donde me encontré de nuevo con esta plantita, a la que en mi niñez había conocido de lejos. En esta gran ciudad recién pude probar de su fruto, allá le llaman “chocho”, palabra que en los Andes se relaciona con la alegría. Fue grato para mí encontrarme con algo que me acercaba a mi territorio. El  tarwi había permanecido latente entre los “ñaños”(hermano) y a inicios de este nuevo siglo,  se estaba comenzado a trabajar la transformación del tarwi(chocho) con bastante fuerza, con el apoyo del Estado Ecuatoriano, y la población acompañaba con el  consumo cotidiano.

En las calles de Quito, en las esquinas de las plazas o de sorpresa en los mercados, se podía comprar el “cevichocho”, preparado de manera artesanal con el gusto de los limones, el cilantro, el tomate de árbol que, me han contado, lo cultivan en los Yungas paceños, aunque no tengo mucha suerte para conseguirlo. Cuando comí por primera vez el “cevichocho”, me lo sirvieron en un cono de papel blanco donde pusieron el tarwi, la cebolla, el tomate, el cilantro, un poco de maíz tostado y lo sazonaron con una pizca de sal. ¡Cómo lo disfruté! Ese sabor tan peculiar, tan de nuestros ancestros, que despertó aún más mi curiosidad.

Así que, en uno de esos encuentros domingueros, una amiga muy querida me invitó a comer en su casa, ubicada en el Vallecito de Tumbaco. Le comenté del chocho, le conté que en La Paz le decíamos tarwi o tauri y que lo vendían las caseritas por vasitos, pero que no se comía de otro modo. Entonces ella preparó un delicioso ceviche de chocho y de paso compartió conmigo su receta. ¡Qué gran aprendizaje!, tenía un tesoro que me urgía compartir con mi familia.

Cuando regresé a Bolivia, cargada de nuevas experiencias y muchos aprendizajes, entre ellos, me traje esa inquietud por descubrir más sobre el tarwi.

Por cosas de la vida y decisiones tomadas, se dio la oportunidad de trasladarnos al municipio de Copacabana, solo un año dijimos, pero qué va…, ya son 16 años, y contando, los que llevamos en este territorio maravilloso, que supo cautivarnos con sus montañas, queñuales y la energía de la Qutamama.

 Fue en este territorio donde pude conectarme con esta hermosa plantita, fue como conversar con ella sin que medie palabra alguna, solo un sentimiento que puedo traducir como una encomienda, como si me hubiera otorgado la responsabilidad de compartir estos saberes, no solo con mi entorno cercano, sino con las personas con las que pudiera encontrarme en este mi transitar por la vida.

El año 2012 se presentó la oportunidad de participar en la realización de un video documental en Copacabana. Inicialmente se iba a realizar con la temática de los tejidos aymaras, pero terminamos, afortunadamente, haciéndolo sobre el tarwi, sobre cómo se cultiva, cómo se desamarga, quiénes lo cultivan, en qué se puede transformar y sus usos medicinales. Este video tiene una duración de 16 minutos, aquí cabe contar que teníamos un guion muy bien elaborado, pero que tuvimos que cambiar intempestivamente, por diversas razones, así que, en plena filmación, hicimos cambios y no teníamos un cierre del documental. Algo preocupada, me fui a caminar entre los cultivos de tarwi que se encontraban casi en la ribera del lago Titicaca, para encontrar alguna idea de cierre. Y es en ese momento en que sucede lo que considero un momento mágico, pues sentí que, a través de mis manos, las hojas y flores del tarwi pudieron establecer una conexión conmigo que aún me llena de emoción, pues así nacieron unos versos con los que pudimos terminar el documental:

Flor de tarwi

Veo tus flores mecerse al viento

Resistiendo todo tiempo

Y tu fragancia perpetua, eleva mi ser.

¡Me inspiras semilla en flor!

Por agua, por tierra

Por fuerza y rebeldía

Fundiendo tu esencia en un lazo de profunda tradición.

La esperanza florece de tu herencia ancestral

Flor de tarwi, tus frutos son un encuentro con la energía vital

Surco a surco abriremos caminos de libertad.

 

Todo este saber, esta información, dio pie a que podamos trabajar con un emprendimiento propio. Me habían despedido del trabajo que tenía en la radio municipal, porque mi hijito, según me dijeron, les ponía nerviosos. Bajo esas circunstancias nació “Flor de tarwi”, que en ese momento fue bautizado por mis wawas, como Gotas Mágicas. Comenzamos a trabajar las galletas, los queques y todo aquello que había inspirado la necesidad de alimentar mejor a mis t’ilis.

Con el paso del tiempo, los espacios para aprender mucho más se fueron abriendo. El año 2018, se dio la oportunidad de participar en la décimo quinta Conferencia Mundial del Lupino, que es el nombre científico del tarwi. Este encuentro se realizó en la ciudad de Cochabamba. Entre las cosas que me causaron sorpresa están: que el mayor productor mundial de una variedad del tarwi es Australia, que lo usa como forraje; que en Chile existe un Banco de Semillas de todas las variedades del lupino; que el consumo per cápita de Bolivia está entre los 100 y 200 gramos, en relación a los cuatro kilos que consume el hermano país Ecuador, anualmente. Este último dato me inquietó bastante, siendo Bolivia un país donde el cultivo del tarwi es parte de nuestra tradición agrícola, entonces, ¿por qué el consumo de este alimento es tan bajo? Existen varias respuestas, pero principalmente porque no hay una estrategia de promoción del tarwi, que dé a conocer sus propiedades nutricionales.  Hace falta una mirada integral, de todos los eslabones que componen esta cadena o sistema alimentario. Necesitamos que la producción esté relacionada con los espacios de comercialización(mercados), donde los productores no tengan que poner en riesgo sus cosechas. El trabajo conjunto, articulando todas las esferas involucradas, entre los que también están los trasformadores, investigadores y consumidores, deben estar acompañadas de políticas públicas, a nivel nacional y local.

Tomando en cuenta estas consideraciones, la fuerza de  unir nuestras voluntades, nos ha llevado a  formar un tejido de seres humanos, que también han asumido, como propósito de vida, difundir las bondades de esta leguminosa, que  llena nuestras expectativas alimenticias y hace que trabajemos, con el objetivo de motivar a que más personas lo vayan incorporando dentro de su consumo diario de alimentos, no solo por sus propiedades nutricionales, sino también porque corresponde a un legado ancestral,  que nos une con  nuestras abuelitas y abuelitos, que han sabido transmitir ese conocimiento y sabiduría, de generación a generación, hasta nuestros días.

Ese tejido en el que nos hemos articulado, se llama “Red K-Motes del Tarwi”, que nació, entre risas y juegos, en febrero del año 2019 en la Casa de las Culturas Wayna Tambo en la ciudad de El Alto. Inicialmente conformado por tres personas, fuimos creciendo, conectándonos con nuestras hermanas de Carabuco y Escoma de la provincia Camacho, Sahuiña, Chaapampa y Wayra Sucupa de la provincia Manco Kapac, además de personas que trasforman e investigan el tarwi en las ciudades de El Alto y La Paz. Gracias Mario y Roberto por hacer eco de nuestras inquietudes.

Nos habíamos declarado tan enamorados del tarwi, y más aún, nos sentíamos “camotes” de nuestro legado ancestral, de nuestro patrimonio alimentario.

Son tres años de constante caminar, lindos sueños estamos criando, con nuestra forma de decir haciendo. Somos un tejido diverso que sigue trabajando desde nuestros territorios.  Juntos hemos realizado tres encuentros del tarwi. Hemos generado varios espacios de diálogo, de acercamientos para revalorizar nuestros cultivos y a las personas que lo realizan, como  Gladys, doña Elena y su Jacobo, que trabajan en la comunidad de Sahuiña, junto a doña Ema que cultiva en Chaapampa y son parte de la asociación “Suma Jhata”.  

Conocer también a doña Agustina de Carabuco, que produce y transforma el tarwi en pancitos, galletas, harinas y endulzados. Y a Eulogia, que está sembrando en Escoma su propio tarwi, el que luego confita para llevar a las ferias. Ambas compañeras de la provincia Camacho

Disfrutar del trabajo de Inti Phajsi, con su panadería “Masas Rebeldes”, que están batallando junto al pancito con tarwi, cañahua, quinua y amaranto, desde mi querida ciudad de El Alto.

 El valioso aporte de Milenka que realiza trabajo de campo, combinando el conocimiento académico y el saber de los abuelos para poder aumentar el rendimiento del cultivo del tarwi y el mejoramiento de la semilla.

La creatividad de la transformación a cargo de nuestras compañeras, Alison de “Kulli Pancarita”, que pone a cada preparado de humus de tarwi, el color de las verduritas de una manera muy sabrosa; Wara de “Musa”, con los diversos preparados, dulces y saldos a base del tarwi, combinado con cañahua y  Martha  de “Antojitos de tarwi” hace que la leguminosa pueda  estar presente en cada comidita, con tan diversas recetas.

Finalmente, estos encuentros y andares en torno a nuestros alimentos, han posibles gracias a la complicidad del Wayna Tambo, allá en Villa “Colores” Dolores, donde el compromiso y el acompañamiento de  Juanita,  Jazmín, Pablo,  Santos y  Mario son vitales para seguir en esta ruta de convivir con las bondades que nos ofrece nuestra Madre Tierra.

Me siento afortunada de poder contar lo que significa para nosotros el tarwi, desde nuestra realidad actual como “Flor de Tarwi” y hacia el horizonte que deseamos alcanzar como  “Red K motes del Tarwi”. Nos mueve la alegría y el cariño hacia nuestros alimentos, para el disfrute y el goce de la vida. Si bien el tarwi representa una oportunidad económica, para muchos de nosotras, la satisfacción va más allá de lo necesariamente material, es el ajayu,  el espíritu que nos comparte la plantita, que permanece y se adapta, hacia el  vivir bien,  del saber alimentarnos bien, con dignidad y armonía.

Maria Eugenia Galarreta Tarqui

Vive en Copacabana, es de El Alto y es parte de Flor de tarwi

 

 

Datos sobre el tarwi

El tarwi o lupino andino (lupinus mutabilis) es una leguminosa herbácea típica de la región de los Andes, a la que pertenecen Perú, Colombia, Ecuador y Bolivia. Generalmente se cultiva entre los 200 y 3.500 m.s.n.m., aunque se han encontrado variedades que crecen a una altura que supera los 4.000 m.s.n.m. (Mario Tapia, 2015). En Bolivia, el tarwi se cultiva en los departamentos de la Paz, Potosí, Cochabamba, Chuquisaca y Oruro; esto quiere decir que se produce en climas templados y fríos de los valles interandinos del país, ubicados entre los 2.500 y 3.800 m.s.n.m. (Swisscontact, 2020).

El tarwi es una planta que se adapta fácilmente a condiciones climáticas adversas y además funciona como fijador de nitrógeno, mejorando la calidad de los suelos y aumentando su fertilidad (Mamani et.al., 2015). Si la tierra donde se sembró tarwi se usa para otro cultivo (en rotación), éste tendrá rendimientos altos. El tarwi es un cultivo de ciclo largo ya que desde la siembra hasta la cosecha hay un intervalo de tiempo que varía entre los 8 a 9 meses. Una vez cosechado, el grano del tarwi puede ser almacenado por muchos años en lugar seco. Debido a su alto contenidos de alcaloides, el tarwi debe pasar por un proceso de desamargamiento para ser consumido.

El proceso del desamargamiento del tarwi consiste en remojar los granos entre 24 a 48 horas, cocinar los granos alrededor de una o dos horas y trasladarlos a vertientes de agua, ríos o lagos para lavarlos durante unos días. Este proceso requiere menor tiempo si se lo realiza mecánicamente. Una vez realizado este procedimiento se obtiene el mote de tarwi, que está listo para ser consumido.

El tarwi es un alimento altamente nutritivo, su aporte en proteínas es de casi un 50 por ciento y contiene lisina, ácidos grasos poliinsaturados, fibra, calcio, hierro, zinc y omegas 3, 6 y 9 (Mamani et.al., 2015). Además, ayuda a regular la glucosa en el organismo, por lo que es recomendado a personas con diabetes o prediabetes, ya que disminuye el azúcar en la sangre y detiene la glucogénesis. Su alto contenido en calcio hace que sea un alimento ideal para mujeres embarazadas, lactantes, niños y niñas en etapa de crecimiento. Entre los beneficios para el sistema inmunológico, encontramos que sus grasas esenciales contribuyen al desarrollo óptimo de sistema nervioso central, mejorando la función inmunológica y protegen la salud del corazón.

Bibliografía 

Cosecha colectiva, tiempos de transformación “la gratitud empieza en la mesa: Datos y consejos para mejorar la alimentación en tiempos de transformación”, p. 32,33