EL LADO AYMARA DE CHILE: PEDRO HUMIRE EN CONCIERTO EN WAYNA TAMBO (2003) Por: Mario Rodríguez Ibáñez

Me contaron una historia, una vez en Arica, un músico que tocaba el bombo en las bandas del norte chileno, de esas bandas de bronces como llamamos en Bolivia, de esas que acompañan las fiestas, entradas y celebraciones folklóricas andinas. Me contó que su familia venía de Putre (del aymara Putiri, ‘murmullo de aguas’. Capital de la Provincia de Parinacota, en la Región de Arica y Parinacota, en Chile). Que sus abuelos habían vivido en carne propia el llamado proceso de chilenización del norte de ese país, desde inicios del siglo XX.  Ese que buscaba desarraigar a la población indígena de ese país de sus matrices culturales para integrarlas a las nociones de ciudadanización, modernidad y “blanqueamiento cultural”. Proceso que venía desde el mismo momento de la invasión colonial, pero que arreció en el siglo XX y tuvo su corolario durante la larga dictadura pinochetista.

Que ese proceso había dejado una profunda huella en su familia, que se expresaba en una tensión muy fuerte entre dos horizontes referencias contrapuestos. Por un lado, su familia miraba como el faro a seguir, inevitablemente, hacia la costa chilena, especialmente hacia Arica e Iquique. Que representaban el acceso a la ciudadanía chilena, a la modernidad, al desarraigo de origen y ancestralidad para acceder al mundo que se proclamaba como el deseado y exitoso. Que, a pesar de la fortaleza de este discurso en los medios estatales y dominantes de la sociedad chilena, también sentían como un llamado hacia la cordillera, al paso de la cordillera para reencontrarse con el altiplano boliviano que se sentía en su familia como un lugar de las raíces, de la sabiduría, del terruño, de lo propio. Que en su familia habían sentido por generaciones que desde Bolivia les venía la fortaleza de su pertenencia aymara expresada en los saberes, las ritualidades, las fiestas y sus músicas o vestimentas.

Este bombero, había llegado a Arica como resultado de esa tensión que buscaba resolverse con su integración a la sociedad chilena a través de su traslado a Arica. Allá vivía, por entonces, en Población 8, si mal no recuerdo. Ahí me dijo algo así: “vine para civilizarme, pero aquí me reencontré indio, aymara, y me dediqué a tocar el bombo en las bandas para volver a juntar mi sentimiento hacia Bolivia y el carnaval de Oruro, mi niñez en Putre y mis nuevas amistades aquí en Arica, tan aymaras como yo”.

Es que el sino de nuestras ciudades, expresiones muchas de ellas de la colonialidad y de las nociones modernas de éxito desarraigado de lo campesino y lo indígena, es convivir y ser rehabitadas desde eso indígena o negro africano que construye dichas ciudades y las disputa desde sus propios sentidos.

Este amigo que conocí hace muchos años atrás, en su casa en Arica, y del que hoy no recuerdo su nombre, me volvió a la memoria el 26 de febrero del año 2.003. Esa noche, gracias a unas amistades dedicadas a la música, la gente de Willkamayu, nos visitó en Wayna Tambo para un pequeño concierto, un maestro aymara de la poesía y de la música de la zona alta chilena, cerca de la cordillera que lleva a Bolivia, próxima también de las ciudades de la costa del norte chileno. Don Pedro Umire nos compartió esa noche su música y poesía, pero fundamentalmente su orgullo aymara.

La radio Wayna Tambo había comenzado como ocho meses antes de ese concierto. El centro cultural había cumplido 8 años. Fue una noche linda, de abrazos, de intensos sentimientos, de compartires. Aquí esperamos que se sienta mínimamente la intensidad de esa noche en Wayna Tambo. Aquí las dos partes de ese encuentro de música y poesía.

Avance del Conciertón:

 

Parte 1:

 

Parte 2: