EL DILEMA DE LAS PALABRAS Y LAS COSAS Por: Colectiva Ivaginarias

Pocas semanas fueron tan desgarradoras en el sentido de corroborar una y otra vez el alcance de la violencia patriarcal y la misoginia en el cuerpo de las mujeres; como lo denunció la compañera Jenny Ybarnegaray:  Dos «amigos» violan brutalmente a su amiga Icla Kahlo  (La Paz), un sujeto descarga toda su ira impotente y asesina a su expareja en la puerta de un supermercado (Santa Cruz), tres médicos niegan a una niña de 12 años, víctima de violación, el derecho a la ILE, se declaran «objetores de conciencia» (Monteagudo), un juez libera a un padre violento poniendo en riesgo la vida de las dos hijas a las que martirizó por años (La Paz) (decisión afortunadamente revertida gracias a la movilización feminista ciudadana) y como guinda del pastel, el viceministerio de Seguridad Ciudadana intenta ponerse las pilas en cuestión de prevención de la violencia, culpabilizando una vez más a las mujeres: “Si te muestras todita, peligras solita”. Claro, lo políticamente correcto exigió bajar la publicación, destituir a la autoridad a cargo, pero, ¿en verdad importa? Las estructuras estatales continúan reproduciendo el patriarcado, como si nada; porque la despatriarcalización va más allá de una campaña de marketing o un pañuelo morado.

Todo discurso políticamente correcto demanda ahora integrar la palabra género de boca para afuera. Pero, ¿qué hay de nuestros discursos políticamente incorrectos dentro del cotidiano? ¿En verdad nos interpela la incomodidad de visibilizar el patriarcado en todos los espacios de vida y de generación de la vida? En un simple ejercicio realizado con un vistazo a los medios de comunicación escritos, pudimos comprobar que la dinámica de revictimización a mujeres en situación de violencia es una práctica común, alimentada por el morbo. La mujer recae como objeto, sin voz y sin posibilidad de presentar su propia vivencia en primera persona, si así lo desea. La violencia es la protagonista, no así las sujetas que la viven.

El poder de la palabra, el ejercicio de nombrar que de por sí es potente (desnormalizamos, desmitificamos, sanamos), queda nuevamente ahogado por las prácticas comunicacionales marcadamente misóginas de los grandes medios; no consideramos que la disputa con los grandes medios sea un objetivo prioritario ya que es precisamente a través de medios alternativos que se ha logrado nombrar, proponer, soñar, debatir, incomodar, pero sí consideramos urgente que la población sea consciente de que la carga discursiva del feminismo emergente, en especial en espacios tan pequeños como Tarija, pasa por un poner en cuestionamiento cómo se retrata al movimiento, pues es complejo, increíblemente diverso y pasa por una reapropiación de las formas de expresión y expresividad.

Ese es el actual desafío.