“El sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación. Cuando yo voy a confesarme es para sanarme, curar mi alma, sanar el corazón y algo que hice y no funciona bien”, decía Francisco, el 266 º y actual Papa de la Iglesia católica en 2014.
Lo que se dice en el confesionario se queda ahí, entre quien confiesa sus culpas y quien escucha la confesión: un sacerdote (la misma persona, a través de quien Dios te perdona las culpas cometidas, según la religión Católica).
Hace unas semanas, dentro de una institución educativa católica, nace un nuevo paradigma de confesionario. Un espacio donde la sanación que yo busco no es por algo que yo hice, sino que me hicieron. Un espacio donde se le dio voz a las víctimas, respetando su anonimato. Los días pasaban y se publicaban, una tras otra, más y más denuncias.
A la opinión pública no le sorprende la violencia, le sorprende que alguien desee denunciarla; que el agresor tenga un nombre, una cara y una historia de agresión, y que ese agresor sea tu amigo, tu compañero, el profesor, o el Padre de la iglesia a la que vas.
Al fin, el Confesionario UCB, desde Tarija, hace eco de otro agresor, el Padre Coco, un sacerdote y docente de la Cato de Tarija. Lo jodido de un sacerdote que además es docente, es justo eso, que ostenta un doble rol de poder construido desde lo social. El rol de docente, que se constituye en autoridad académica y el de guía espiritual, guiado a su vez por el mismísimo Dios y seguro, con la cualidad moral que le permite ir perdonando las culpas de otros.
¿Hace falta más para entender por qué a pesar de tener denuncias previas en su contra, este individuo fue simplemente reubicado? ¿Cuál es el criterio de las autoridades de la Iglesia Católica para cometer el pecado de OMISIÓN, sabiendo que existe entre sus filaa, un agresor potencial? ¿Cómo favorecen y facilitan que, a través de su doble rol de poder, se acerque a más jóvenes? ¿Qué caridad les alcanza para mirar a otro lado?
Un acosador como el padre Coco, no es solo un acosador, es un acosador con una institución cómplice que lo respalda, o que al menos, por mucho tiempo lo respaldó. ¿Cuántos más hay?
No es casualidad que muchos agresores que encabezan los titulares de cada caso de abusos, violaciones y feminicidios, sean maestros, jefes, policías, militares, autoridades públicas, líderes scout, guías espirituales, terapeutas y por supuesto sacerdotes, personas a quienes nos han enseñado a obedecer y respetar por el lugar de autoridad que ocupan. Figura de autoridad sustentada desde nuestra crianza y desde las normas sociales.
La reubicación y la oración de mil Padres Nuestros, no va a lavar la huella de violencia que han dejado este y tantos perpetradores amparados es sus privilegios. Y más aún, no va a evitar que más vidas sean dañadas, por actos amparados por una institución que se llena la boca de amor al prójimo.
Hoy queremos que, junto a su ayuno, limosna y oración, cada golpe que se dan en el pecho “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa” se vuelvan gritos de verdad contra la impunidad.
Porque ahora no estamos calladas, porque ahora no estamos solas, porque la impunidad se va a caer. Porque nosotros nos quitamos ese peso de la culpa impuesta desde el nacimiento. Porque no hicimos nada para merecerlo. Porque exigimos que los agresores se hagan responsables de sus propias culpas y de sus consecuencias.
¡Queremos justicia y justicia es que NO vuelva a pasar. Ni un abuso más, ni una violación más, ni una muerta más!
La VERDAD y la DESOBEDIENCIA nos harán LIBRES. La violación no es un acto sexual, sino de poder.
L.A.