TRABAJO Y PROTECCIÓN SOCIAL EN EL MARCO DE LAS PLATAFORMAS DIGITALES: PERSPECTIVAS Y RETOS Por: Florencia Partenio

Dejamos nuestro aporte en base al tema, que se desarrolla a continuacion:

Chuymasaru Parte 1:

Chuymasaru Parte 2:

Resumen

Al momento de presentar esta ponencia en la Semana de la Economía Feminista, en noviembre de 20192, planteamos una serie de desafíos a los derechos labora- les y de la seguridad social para aquellos trabajos enmarcados en las platafor- mas digitales. Unos pocos meses después, se declaró una pandemia global que determinó medidas de restricción en la circulación, confinamiento en los hogares y distanciamiento físico entre las personas para evitar los contagios. Un grupo de trabajadores se vuelve “esenciales” durante la pandemia de la COVID-19, entre ellos, quienes reparten todo tipo de bienes a domicilio por distintas partes de la ciudad (ya sea en bicicletas o motos). Son nombrados “esenciales”; sin embargo, las empresas que ofrecen este servicio de reparto vía apps no les garantizan nin- guna protección, cuidado de su salud ni les reconocen como trabajadores. Más bien, estas aparecen como meras intermediarias entre usuaries.

Introducción

Me gustaría comenzar con la enumeración de una serie de escenas del mundo del trabajo bajo el contexto del capitalismo de plataformas3. Estas escenas pueden recrearse en ciudades como Londres, Santiago de Chile, Bogotá, Madrid, Buenos Aires y Lisboa:

La delegada de un nuevo sindicato de repartidores que realizan delivery en Argentina es bloqueada en la aplicación por organizar una huelga; gremios bancarios recla- man por la representación sindical de les trabajadores que venden servicios finan- cieros a través de plataformas; un joven migrante repartidor de pedidos vía apps es atropellado y muere en la vía pública mientras pedaleaba para entregar un pedi- do para la empresa Glovo; diseñadores freelancers de plataformas cobran por sus proyectos en bitcoin. Una mujer sostenía a su familia gracias a los ingresos por rentar su propia casa y algunos cuartos dentro, pero, ahora, dentro de la plataforma Airbnb, compite con anfitriones corporativos y ya no gana lo mismo. Trabajadores de Amazon van a la huelga en el día de mayor afluencia de ventas bajo la consigna “somos trabajadoras y no robots”.

Estas escenas, que aparecen en ciudades tan distantes, muestran las fuertes disparidades que hay entre la oferta y demanda de trabajo en las plataformas digitales en países del Norte y el Sur. Asimismo, constatan fenómenos parecidos en el avance de la pulverización de la relación laboral.

Frente a ello, nos preguntamos ¿por qué las narrativas de las plataformas digi- tales hablan de “ofrecer” una oportunidad laboral o de ingresos en un mundo embarcado en la llamada revolución 4.0? ¿Qué palabras se utilizan para nombrar el trabajo en las apps de delivery? ¿Qué términos se emplean para desdibujar la relación laboral? ¿Por qué las empresas de plataforma aparecen como meras “intermediarias”? Cuando se habla de “economía colaborativa”, se dice que “un usuario” puede ofrecer/intercambiar productos o servicios a través del mundo digital; se alude a la “interacción entre iguales” con fines económicos a través de plataformas digitales, al “consumo colaborativo” y bajo demanda4. Se habla de una economía compartida, de una “gig economy”, de “sharing economy”… Pero ¿qué es exactamente lo que se comparte?

La extensión de estas formas de economía esconde diferentes dinámicas de precarización y de deslaboralización del trabajo. Cabe hacer la pregunta ¿cuán “colaborativa” se vuelve esa plataforma si tiene serias dificultades a la hora de garantizar derechos? Estamos hablando de —al menos— cuatro condiciones: la protección de los datos individuales y colectivos; las normas laborales;     las regulaciones fiscales; la protección social para les trabajadores que están insertos y que han encontrado en las plataformas digitales una posibilidad de tener ingresos, o bien, de complementar ingresos.


  • 3. Se retoma aquí la conceptualización enunciada por Nick Srnicek (2018).
  • 4. También son términos asociados a la “economía bajo demanda”: crowdsourcing, microworkers, y access economy.

En este sentido, los relatos alrededor de la “economía de plataformas” giran inclu- so sobre la idea de “ser tu propio jefe” o tener la capacidad de “internacionalizar” tu trabajo individual (si tienes la posibilidad de “insertar” tu producto/servicio en usuarios de otros países). Otro de los rasgos positivos al que se alude es la llamada “flexibilidad” de tiempo: cada “usuario” puede manejarse con “libertad” en sus jornadas. Sin embargo, los efectos y alcances de estas narrativas necesi- tan ser situados, ya que tienen diferencias entre las plataformas digitales y los territorios donde aterrizan (marcos regulatorios existentes, acceso diferencial a la justicia laboral, pisos de protección social mínimos, etc.). Por ejemplo, el estudio sobre las plataformas de reparto de pedidos/delivery en Quito mues- tra las características y qué sectores sociales encuentran allí una posibilidad de ingresos a falta de empleo en sectores registrados y formales (Hidalgo Cordero y Valencia Castro, 2019).

Si se analizan en detalle las características y posibilidades que abren las pla- taformas, se podrá ver que hay una heterogeneidad entre las tareas necesarias para que funcionen los bienes y servicios que se ofrecen y los intercambios que se dan. Algunas de esas diferencias tienen que ver con las formas donde se sitúa el trabajo. No es lo mismo pedalear por toda la ciudad para entregar un pedi- do y estar pendiente de una aplicación geolocalizada en el teléfono móvil que laborar en modo remoto desde casa o desde un bar. En este punto, las distin- ciones en materia de calificación laboral también definen la forma de insertarse en esas plataformas digitales y el ingreso que se puede obtener. Un ejemplo de esto son las plataformas que ofrecen servicios de profesionales en diferentes áreas (diseño, contaduría, comunicación, etc.). Esta modalidad ha reunido en un mismo espacio virtual —y en competencia— a profesionales que ofrecen indivi- dualmente su servicio con equipos que trabajan coordinadamente por proyectos y que tienen mayor capacidad de acaparar pedidos. En este sentido, el tipo de plataformas puede ser caracterizado por la cantidad de personas implicadas: a veces, son individuos aislados trabajando para tareas concretas y otras, se trata de grupos y colectivos que están laborando para un proyecto.

 

Otro punto interesante por destacar de la economía de plataformas es la construc- ción de los perfiles que aparecen como “usuarios”, “emprendedores” y no como “trabajadores”. Es decir, las figuras que predominan son las de “consumidores” y las de “usuarios proveedores” de un servicio o un bien, pero se borra el rol de la trabajadora o del trabajador y, por tanto, sus derechos laborales.

Asimismo, otra de las cuestiones se vincula con las diferencias en la remunera- ción en clave Norte-Sur; se evidencian fuertes disparidades entre los países del Sur global que están ofreciendo los mismos servicios. Por ejemplo, un diseñador de la India puede cobrar un poco más que uno en Argentina que está haciendo exactamente la misma tarea de diseño gráfico (considerando además los tipos de cambio y el acceso a los pagos en moneda extranjera). Aquí, también es central analizar las diferencias en las jornadas laborales y su extensión.

Las transformaciones generadas por estas modalidades atraviesan el concepto de la vieja oficina de personal, donde la evaluación de desempeño era un tema central para medir los progresos y ascensos en las carreras profesionales. En un mundo de relaciones laborales donde ha prevalecido una mirada neoliberal sobre el “manejo de los recursos humanos” y ha tratado a las personas como “recursos”, cabe hacerse la pregunta ¿cómo se evalúa el desempeño ahora? ¿Quién te califica por tu trabajo en una plataforma digital? ¿Cómo se mide tu trabajo? ¿Qué pasa si entregas un pedido en un tiempo mayor al esperado por un cliente? En estas modalidades de calificación comienza a visualizarse lo que les investigadores Min Kyung Lee, Daniel Kusbit y otres (2015) llamaron “gestión algorítmica”.

Derechos laborales y seguridad social: ¿dónde quedaron?

El foco de este texto será analizar los retrocesos en materia de protección social, de seguridad social y derechos laborales desde un análisis feminista del mundo del trabajo. Al mismo tiempo, se propone pensar algunas claves y estrategias organizativas, justamente para no abonar las miradas sobre el avance “imparable e inmanejable” de las nuevas tecnologías.

Aquí sería fundamental repasar algunas precisiones sobre los tipos de platafor- mas y sus implicancias a la hora de pensar estrategias organizativas y demandas. En algunos casos, se trata de plataformas de capital intensivo o fuerza de trabajo intensiva. Pensemos, por ejemplo, el caso de Airbnb, donde el principal servicio que se provee es el de alquiler temporal de departamentos o casas en distintas ciu- dades del mundo. Aquí cuadra perfecta la narrativa de la “economía colaborativa”, que pasó de ser una experiencia de “alojar en tu hogar” a un visitante a ser el boom de la expansión turística, donde se refleja una estrategia más de acumu- lación de capital (Morell, 2018). Con la expansión de los anfitriones corporativos, se ha desplazado a un número importante de población local de barrios típicos e históricos (algunos ejemplos son barrio Alfama en Lisboa, El Raval en Barcelona, Palermo y San Telmo en Buenos Aires, el casco histórico de Lima) y ahora son rentados para turismo.

El contraejemplo de estas plataformas sería la “economía de la changa”, basada en las tareas de reparto de pedidos, sostenida en base a la fuerza de trabajo intensiva y en el uso de aplicaciones geolocalizadas (PedidosYa, Rappi, Glovo, son algunos ejemplos). Otro punto para pensar las plataformas tiene que ver con el tipo de servicio prestado: podría ser meramente virtual o físico. En el caso de las que funcionan y se sirven del empleo remoto y del home office para aprovechar las posibilidades de que una trabajadora aporte todos sus medios, conexión y herramientas en su hogar, ¿qué diferencias y asimetrías de género profundizan? Y, en este sentido, un punto interesante es pensar qué discusiones se pueden dar en torno a los “debates del futuro del trabajo”; sobre todo porque el mayor riesgo en la extensión de estas modalidades es que avanzan fuertemente en la deslaboralización del trabajo o pulverización del vínculo laboral.

Un rasgo característico de estas plataformas es que se apoyan en las posibilida- des que inaugura la economía digital, eludiendo regulaciones laborales, fiscales, entre otras. ¿También se apoyan en la profundización de la división sexual del trabajo? Veremos esto más adelante.

El avance de la economía de plataformas y del comercio digital en América Latina

Bajo estas modalidades, la relación de dependencia entre empleador y trabaja- dores se vuelve difusa, o bien, se borra. El problema es que se eliminan derechos. En trabajos donde la precariedad se trama con múltiples desigualdades (por razones de género, condición migrante, falta de acceso a la vivienda, sin seguro social, etc.), les trabajadores de plataformas de reparto se exponen a una falta total de derechos (por ejemplo, un seguro frente a los accidentes de trabajo en la vía pública). Esta situación preocupante se ve agravada en países como Argentina, Ecuador, Brasil e incluso en Chile, donde se han dado intentos o bien avances concretos de una reforma laboral en los últimos años. En estos proyectos, lo más peligroso es que se intenta crear figuras ad doc del trabajador como cuentapropista, autónomo, freelancer5; pero estas refuerzan la supresión total de la relación laboral y, al mismo tiempo, crean esa idea de “falso autónomo”.

Como se mencionaba al principio, estos repertorios discursivos que construyen las figuras de “emprendedores”, “autónomos”, “freelancer” estuvieron presentes en proyectos de reforma laboral como el de Argentina durante el gobierno neo- liberal de Macri. En ese proyecto aparecía la idea de “cooperación entre partes” y las figuras de “trabajador independiente con colaboradores” y “trabajadores autónomos económicamente dependientes”. En este sentido, los desafíos del avance de estas modalidades son primordiales para la regulación laboral nacio- nal de cada país y en el marco regulatorio en clave transnacional, dado que estas plataformas no tienen fronteras y sus obligaciones no están reguladas por los Estados (tanto en materia de impuestos como en la legislación laboral). Similares disputas vemos alrededor de las negociaciones por la regulación del comercio electrónico y el control de los datos.

En referencia a este último punto, se debe aclarar que las plataformas digitales suelen asociarse a los ingresos que generan los intercambios económicos, pero  la verdad es que las personas desempleadas están generando datos que son rea- propiados y vendidos por esas empresas. Se trata entonces de un capitalismo extractivista —como dice Saskia Sassen (2015)— de recursos naturales, extractivo de las finanzas y extractivo de los datos. De este modo, aun estando desempleades o fuera de los circuitos comerciales on-line, estamos alimentando a esta lógica   de volver monetizable lo que antes no lo era porque generamos datos, hacemos búsquedas on-line, nos tomamos un Uber, recibimos y reenviamos información a través de las aplicaciones de nuestro teléfono.

Analizando la propiedad de los datos, un reto interesante que se ha ido esbozan- do y discutiendo en diferentes organizaciones que están analizando la justicia digital e incluso la posibilidad de articular demandas globales es cómo se va           a luchar por la propiedad y la portabilidad de los datos. Esto es lo que algunes han llamado el ranking portable6. Si antes la trayectoria laboral se reflejaba en    un currículum vitae, ¿qué sucede cuando un trabajador se va de una plataforma digital? ¿Dónde quedan los datos que hablan del rendimiento, de la trayectoria laboral? ¿Quién se queda con toda esta información? Aquí se presenta un problema de transparencia digital (sobre el destino y control de datos) y de la acredita- ción de la historia laboral.


  • 5. En el caso de Argentina, consultar los estudios de Andrea del Bono (2019) sobre las implicancias de estas figuras en materia del contrato
  • 6. En el caso de Argentina, se elaboraron documentos en diálogo con sindicatos y universidades sobre una “agenda urgente” en esta clave (CEtyD et al., 2019).

En materia de organización sindical, un desafío candente es que, si bien hay avances en la creación y articulación de sindicatos alrededor de trabajadores de plataforma, estas formas de disciplinamiento de las empresas son un ataque directo al ejercicio de la libertad sindical. En varios países de América Latina hay casos concretos donde a las trabajadoras que empezaron a reunirse, les dieron de baja en las aplicaciones desde las empresas. En el caso de las modalidades de trabajo remoto, quienes realizan microtareas en las plataformas no tienen posi- bilidad de contestar ante alguien que los evalúan mal, no hay una interacción, no hay instancias colectivas, se pierde la posibilidad de diálogo social: ¿cómo se pueden discutir las condiciones laborales?

Con estos movimientos vamos viendo cómo avanza una especie de algoritmización de las relaciones laborales. Si antes la figura de jefe de personal, del responsable de recursos humanos y las evaluaciones de desempeño eran aquellas que podían medir el rendimiento, la productividad e incluso la posibilidad de ascenso, ahora

¿quién hace eso? Y como lo podemos constatar en ejemplos concretos: si a un cliente no le gustó la cara del repartidor cuando entrega un pedido, se lo califica negativamente; si una mujer está en una casa vendiendo productos vía web y no puede atender durante una mañana los pedidos por responsabilidades de cui- dado, también va a recibir una calificación negativa, ya sea porque no respondió la consulta o porque no entregó el pedido en el tiempo esperado. Entonces nos preguntamos: ¿dónde está la flexibilidad en todo esto? ¿Dónde quedó lo de “ser tu propio jefe”?

Otra dimensión clave para pensar nuestras condiciones laborales es el tema del respeto por la jornada laboral y los tiempos de descanso, sean pausas, tiempo libre u ocio. Reflexionemos sobre la disponibilidad de tiempo que se tiene si se trabaja en estas plataformas; incluso si una parte de la jornada se hace en una empresa o en un lugar fijo y otra en casa, pareciera que estamos disponibles las 24 horas del día. En este plano, se debe empezar a luchar —como dice Sofía Scaserra (2019)— por el derecho a la desconexión. Ahora mismo contestemos ¿cuántas veces res- pondemos un mensaje de texto fuera del horario laboral? ¿Cuánto se acrecienta esta predisposición en el marco de las plataformas digitales?

 

Leyendo los datos en clave de género, los informes recientes (OIt, 2019) enfati- zan que quienes más optan por esta modalidad de trabajo en plataformas son las mujeres porque, de acuerdo con las encuestas, les permite combinar traba- jo de cuidado de les hijes y cumplir con lo que pide el trabajo vía web/remoto (por ejemplo, desarrollar un diseño gráfico). La preferencia por quedarse en casa reactualiza los viejos debates sobre las posibilidades de emancipación que tenía el trabajo remunerado. En este escenario, no solo permanece una organización injusta de los cuidados, sino que, encima, se vuelve a casa y se combinan ambas cosas (trabajo remunerado y no remunerado). ¿Cuán esenciales se vuelven aque- llas discusiones en la década de 1970 sobre producción y reproducción para que se actualicen en relación con estos nuevos trabajos vistos como los “trabajos del futuro”?

En materia de obligaciones estatales, se cuestiona ¿dónde está el Estado regulan- do todas estas modalidades tan disímiles y diferentes de las plataformas? ¿Qué pasa cuando una mujer necesita tomarse licencia por maternidad o por enferme- dad? ¿Qué sucede con el futuro previsional de esas trabajadoras y trabajadores?

¿Es posible garantizarlo a partir de estas modalidades de plataformas digitales?

Hasta ahora hemos dado ejemplos de la economía urbana, pero no debemos perder de vista el trabajo en contextos de ruralidad y de economías campesinas. Recientemente, han desembarcado las plataformas en la comercialización de productos agrícolas en los países del Sur. Estas compiten palmo a palmo y arrasan la producción de la agricultura familiar encabezada por las mujeres. ¿Es posible enfrentarse a un gigante como Amazon? ¿Cómo operan los discursos en torno a las bondades de la economía digital o la inclusión digital como vía para la inclu- sión económica de las mujeres? Desde estas propuestas y discursos, nuevamente nos encontramos frente a inéditas formas de instrumentalización de las mujeres.

Esto nos lleva a hablar de la necesidad de articulación de las luchas en contextos de ruralidad con la lucha feminista en tiempos de revolución 4.0. La propuesta de las economías feministas es conversar con todo el abanico de alternativas eco- nómicas. La apuesta por soberanía alimentaria y por agroecología se transforma en un diálogo muy fructífero con la Economía Feminista. La disputa por la tierra  es cada vez más vigente y es interesante ver las narrativas que vuelven a levantar los foros económicos (como el G20, Davos, etc.) alrededor de la “inclusión de las mujeres rurales” en la economía, y cómo se articula con la “inclusión digital”.

 

En este sentido, hay que exponer todos los pliegues a la revolución 4.0, que tienen narrativas de encantamiento, pero cuando se las desmenuza, se encuentra mucha desprotección y precariedad. Cuando se dice que la inclusión digital de las mujeres rurales es una llave para la incorporación económica, no se muestra el “lado B” de estos discursos. En los territorios encontramos fuertes brechas digitales de género que son clave a la hora de analizar el acceso a la tecnología (dispositivos, conectividad, alfabetización digital). Estas brechas evidencian que no todas las capacidades tecnológicas son las mismas para esas mujeres que están disputando en un escenario de comercialización de su propia producción agrícola con estos gigantes o titanes que tienen un modelo de negocios extendi- do (el caso de Amazon es el más claro).

Si retomamos todas las dimensiones analizadas hasta aquí, nos surge la pregunta

¿cómo estas dinámicas que esconden la relación laboral, al mismo tiempo, rea- firman la división internacional sexual y racial del trabajo?  Cuando estudiamos  los perfiles de les trabajadores de plataformas encontramos que algunas están altamente masculinizadas (por ejemplo, las enfocadas en transporte de pasajeros como Uber) y otras, feminizadas (servicios de limpieza de hogares, cuidado de mascotas). En el caso de las plataformas de trabajo de casas particulares o tra- bajadoras del hogar, ¿cuáles son las perspectivas de esas mujeres en términos de acceso a protección social y,  sobre todo, en relación al futuro de las jubilaciones  y pensiones en ese marco?

En materia de distribución por regiones, cuando se analizan los datos en el Sur global —sobre todo los últimos que hay en África, Asia y Pacífico—, un porcentaje muy pequeño de trabajadores tiene cobertura de alguno de los componentes de la seguridad social (seguro de salud, plan de jubilación, pensión). Si se trata de sistematizar las experiencias donde se han reconocido derechos laborales, observamos que la mayoría de estas disputas judiciales acontecen en países del Norte y, en algunos casos, con vaivenes y retrocesos, como el caso de la lucha de riders en el Estado español.

En este sentido, nos preguntamos cuáles son las formas de lucha y organización actuales y cuáles formas quedaron obsoletas frente a esta dinámica y velocidad que plantea la economía digital y la modalidad de trabajo en las aplicaciones. Entre ellas puede mencionarse la potencia de las huelgas mundiales y los apa- gones virtuales. En otros casos, han sido las disputas judiciales en fueros labo- rales, como la denuncia tan fuerte de trabajadores del Estado español diciendo “esto no es un hobby, es una relación laboral” y las denuncias contra esa pseudo libertad que se vende a partir de este ingreso en las plataformas. Las claves de coordinación con otros sectores de la clase trabajadoras se podrían pensar en la articulación de las luchas, en los procesos de externalización, subcontratación y precarización del trabajo, como les trabajadores de servicios, en cadenas de comidas rápidas, café, pizza, es decir, la unión de las luchas de quienes hacen la pizza o la hamburguesa y de quienes las reparten.

Finalmente, no podemos dejar de mencionar la apuesta por otra economía y cómo las cooperativas y la economía social están pensando acciones para usar  la economía digital para su propia articulación colectiva. Por ejemplo, proveer el mismo servicio de delivery bajo la modalidad de cooperativas. Son ejemplos de ello las cooperativas en Barcelona y Madrid.

En relación con esto, ¿cómo se pueden vincular los diálogos que se han venido teniendo desde los feminismos con estas experiencias de resistencia y de con- testación frente al avance de la precarización en estas plataformas digitales? Las preguntas que nos hacemos son ¿cómo se pueden virtualizar las luchas? ¿Qué capacidad hay para internacionalizar la organización con la misma velocidad que lo hacen las plataformas digitales? ¿Se puede internacionalizar la articulación y la lucha entre los diferentes puntos y puestos de trabajo? ¿La capacidad de inter- nacionalización que tuvieron los feminismos en los últimos años es una posible estrategia y pilar donde apoyarse? ¿La revolución 4.0 será feminista o… no será?

Aportes de los feminismos para analizar la revolución 4.0

La discusión alrededor de la revolución 4.0 se basa en desandar las narrativas que venden estas modalidades de trabajo como un modelo de “libertad y autonomía” que no es. Si hay algo que ha caracterizado potentemente a los feminismos popu- lares en América Latina es reclamar autonomía: autonomía económica, autono- mía de los cuerpos. Estas luchas distan mucho de los sentidos de “libertad” que enarbola la nueva economía colaborativa.

La tarea es repensar los discursos que venden un paraíso de flexibilidad y liber- tad cuando lo que se encuentra es mayor restricción de libertades, desprotec- ción social y precariedad. Se refuerza la división internacional del trabajo con plataformas pertenecientes a corporaciones transnacionales cuyas sedes están ancladas en el Norte y se sirven de la oferta de trabajo del Sur global. Aquí hay una lectura en clave Norte-Sur que los feminismos aportan para discutir el “futuro del trabajo”, pero se trata de un futuro de trabajo que ya está acá, no está más allá. Desde la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y la Organización Internacional del Trabajo (OIt) se vienen haciendo algunos estudios sobre el impacto de una mayor automatización, robotización, incluso del avance de la inteligencia artificial sobre los puestos de trabajo que hoy están ocupados por mujeres. Pensemos que no podemos parar el viento con la mano, sino más bien reflexionar sobre la organización. ¿Cómo estamos generando estrategias?

¿Incluso las prácticas más clásicas del sindicalismo pueden hacer frente a este escenario?

Discutir la revolución 4.0 es revisitar viejos debates que son fundantes en el femi- nismo desde la década de 1970, justamente ese viejo tópico en torno al nudo producción y reproducción. ¿Por qué decimos esto? En la actualidad, hay muchas empresas que están haciendo pruebas piloto, sobre todo en el sector bancario y de servicios, ofrecen a su plantilla de empleados y empleadas permanecer cierta cantidad de horas en el lugar de trabajo y otra parte de la jornada en sus hogares. Cuando se analizan los registros, se ve que son las mujeres las que están optando por esta modalidad (para tratar de garantizar cuidados en sus hogares), pero esto impacta en sus carreras profesionales: contadoras, auditoras, responsables de áreas que venían haciendo carrera dentro de esas empresas, hoy, en la modali- dad home office o empleo remoto son excluidas de los procesos de ascenso; los puestos de dirección en estos sectores lo están ocupando varones. Esto muestra que no hemos resuelto, en sociedades como las latinoamericanas, las políticas de corresponsabilidad de los cuidados; en el interín, las trabajadoras están vol- viendo a lo doméstico, para tratar de combinar sus dobles y triples jornadas bajo modalidad virtual o de empleo remoto.

Miradas críticas feministas sobre las nuevas formas de acumulación

La pregunta —en este escenario donde se constata cada vez más el límite a la extracción de energía fósil, la extracción de hidrocarburos sea en su variante convencional como no convencional (fracking)— es ¿por dónde seguirá el capi- tal acumulando? Si esos límites energéticos e incluso ambientales ya fueron traspasados y el capitalismo va buscando nuevas modalidades para montarse en nuevos ciclos de acumulación, ¿no sería interesante pensar cómo esta nueva economía digital se nos presenta como desmaterializada, liviana, blanda y hori- zontal? Veamos el fenómeno de la venta en Internet: todes tienen acceso, puedes armar tu emprendimiento, montarlo en la web, intercambiar. Esa economía digital se presenta como aparentemente “soft”, pero ¿cuáles son los costos ambien- tales y sociales? ¿Cómo ese petróleo del siglo XXI configura nuevas formas de acumulación? Decíamos que esos datos se generan continuamente en nuestros celulares y en nuestras computadoras y pensamos que son datos inservibles, ¿a quién le puede interesar qué miro, compro y vendo en Internet? Bueno, ahora mismo esa información está siendo comercializada.

Otra interrogante se abre sobre la creación de plataformas digitales enfocadas en el cuidado, el care: ¿qué desafíos despierta frente a la necesidad de impulsar la corresponsabilidad de los cuidados? En un escenario donde se necesita garanti- zar a nivel global el trabajo decente7 y la inversión en la economía del cuidado, apostando por el reconocimiento de derechos de los cuidadores y cuidadoras y por la profesionalización, resulta desafiante el crecimiento de plataformas que cubren estos servicios (Uber Care es solo un ejemplo). Cada vez encontramos más servicios de cuidados plataformizados, pero, sin una garantía de derechos labora- les, ¿cómo enfrentarlos? ¿Qué elementos encontramos en la caja de herramientas de la Economía Feminista para pensar el cuidado en tiempos de economía digital?

En relación a estos trabajos y otros servicios, lo que más necesitamos son datos porque no hay estudios que puedan cuantificar y dimensionar la diversidad de estas tareas. Además, en ciertos contextos permanecen invisibles a la cuantifica- ción económica. ¿Cómo visibilizar una actividad económica y una relación laboral si en muchas plataformas aparecemos como “usuarias”? Los datos también nos permiten dimensionar las brechas de género no solo en el salario sino en el acceso a estos trabajos de plataformas. Por ejemplo, en el caso de las choferas de Uber, las brechas salariales son significativas justamente por las condiciones y riesgos que implica manejar toda la noche por diferentes ciudades y sus consecuencias en la organización del cuidado en el hogar. ¿Cómo sale a manejar Uber durante la noche una mujer si no puede contar con alguien o con una red de cuidados?

Otro de los temas fundamentales es el encuadramiento sindical de estas tareas y trabajos: ¿dentro de qué sector o qué rama están incluyéndose estas trabajadoras y trabajadores de plataforma? ¿Qué brechas están apareciendo ahí? ¿De acuerdo con qué convenio colectivo se rigen? En el caso de Argentina, las diferencias salariales son monumentales si un trabajador está dentro de un convenio del sector de choferes de camiones o dentro del Convenio Colectivo de Trabajo de Trabajadores de Carga y Descarga: en el bolsillo, unos cobran la mitad de los salarios, aguinaldo y vacaciones.


  • 7. Ver el  estudio  de  la  Organización  Internacional  del  Trabajo  (OIt),  https://www.ilo.org/employment/ about/news/WCMS_741946/lang–es/index.htm

Estas desigualdades se están expresando al interior de una misma empresa, tal es el caso del ecosistema Mercado Libre: ¿cómo regulamos la actividad dentro de estas plataformas? El primer paso es visibilizar la relación laboral y, de ahí en más, ir complejizando y caracterizando los sectores de trabajadores y trabajado- ras involucradas. Un tema sustancial es analizar qué está pasando con la gran población migrante sobrerrepresentada en ciertas plataformas. ¿Qué esquema de protección social está pensando el Estado para este sector de la población que viene de por sí desprovisto totalmente de derechos? Vemos esta serie de puntos como parte de una agenda urgente por la soberanía digital.


Fuente: ECONOMIA PARA CAMBIARLO TODO, FEMINISMOS, TRABAJO Y VIDA DIGNA

Alejandra Santillana ortiz
Karla Vizuete
Paula Serrano
Nora Fernandez mora
(compiladoras)

Bibliografía

CETyD et al. (2019) “Agenda urgente para una sociedad de trabajo”. Buenos Aires: IDAES-UNSAM/FES.

Del Bono, A. (2019). “Nuevas tecnologías y relaciones laborales: la gestión algo- rítmica y su impacto sobre los trabajadores de plataformas”. Voces en el Fénix, 80. Buenos Aires: FCE-UBA.

Hidalgo Cordero, K. y Valencia Castro, B. (2019). Entre la precarización y el alivio cotidiano. Las plataformas Uber Eats y Glovo en Quito. Quito: FES-ILDIS.

Lee, M. K., Kusbit, D., Metsky, E. y Dabbish, L. (2015). Working with machines: the impact of algorithmic and data-driven management on human workers, Conference: CHI ‘15 Proceedings of the 33rd Annual, ACM Conference on Human Factors in Computing Systems.

Morell, M. (2018). “Una casa deshabitada no es en realidad una verdadera casa. Estado y movimiento en el alquiler turístico en Mallorca”. En Claudio Milano y José A. Mansilla (Coord.) Ciudad de vacaciones. Conflictos urba- nos en espacios turísticos. Barcelona: Pollen ediciones.

OIt (2019). “Las plataformas digitales y el futuro del trabajo. Cómo fomentar el trabajo decente en el mundo digital”. Ginebra.

Programa de Ciudades de CIPPEC (2018). Ciudad digital: Claves para entender  la Economía Colaborativa y de plataformas en ciudades. Buenos Aires: CIPPEC.

Sassen, S. (2015). Expulsiones. Brutalidad y complejidad en la economía global.

Buenos Aires: Katz Editores.

Scasserra, S. (2019). Cuando el jefe se tomó el buque. El algoritmo toma el control.

Buenos Aires: Fundación Foro del Sur.

Srnicek, N. (2018). Capitalismo de plataformas. Buenos Aires: Caja Negra Editora.


  • FLORENCIA PARTENIO: Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Directora de la Licenciatura en Relaciones del Trabajo de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ), Docente de posgrado (UNGS/UNSJ). Integrante del Comité Ejecutivo de la Red de feministas del Sur-Global Development Alternatives with Women for a New Era (DAWN).
  • Quiero agradecer por la invitación a todo el comité organizador de la Semana de la Economía Feminista y a la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), en especial a Nora Fernández y Alejandra Santillana