REPENSANDO LAS RELACIONES SEGUNDA PARTE Por: Valentina Campos – Comunidad Uywana Wasi

Extracto del libro de la mujer

Por Osho

 

A la mujer hay que amarla, no comprenderla. Eso es lo primero que hay que comprender. La vida es tan misteriosa que» nuestras manos no pueden alcanzar sus cimas, nuestros ojos no pueden observar su misterio más profundo.

El hombre es un misterio, la mujer es un misterio, todo lo que existe es un misterio, y todos nuestros esfuerzos para comprenderlo van a fracasar.

La mayoría de las diferencias entre los hombres y las mujeres se deben a miles de años de condicionamiento. No son fundamentales por naturaleza, pero hay unas pocas diferencias que les dan una belleza única, individualidad. Esas diferencias se pueden contar muy fácilmente.

Una de ellas es que la mujer es capaz de producir vida; el hombre no lo es. En ese aspecto, él es inferior, y esa inferioridad ha jugado un gran papel en el dominio de las mujeres por el hombre. Por eso, a lo largo de los siglos el hombre ha estado destruyendo la genialidad, el talento, las capacidades de la mujer, para, de esta forma, poder probar que él es superior, ante sí mismo y ante el mundo.

 

El hombre es muy débil en lo concerniente a la sexualidad; sólo puede tener un orgasmo. La mujer es infinitamente superior; puede tener orgasmos múltiples. Y este ha sido uno de los asuntos más molestos. El orgasmo del hombre es local, confinado a los genitales. El orgasmo de la mujer es total, no está confinado a los genitales. Todo su cuerpo es sexual, y puede tener una bella experiencia orgásmica mil veces mayor, más profunda, más enriquecedora, más nutritiva que la que puede tener un hombre. Pero la tragedia radica en que todo su cuerpo tiene que ser excitado, y el hombre no está interesado en ello, nunca ha estado interesado en ello. Ha utilizado a la mujer como una máquina sexual para aliviar sus propias tensiones sexuales. En cuestión de segundos ya ha terminado. Y para cuando ha terminado, la mujer ni siquiera ha comenzado. En cuanto el hombre termina de hacer el amor, se da la vuelta y se duerme. El acto sexual le ayuda a dormir bien, más relajado, con todas las tensiones liberadas en la actividad sexual. Y toda mujer ha llorado y gemido cuando ha visto esto. Ella ni siquiera ha comenzado, no se ha movido. Ha sido utilizada, y eso es lo más feo que hay en la vida: cuando se te utiliza como una cosa, como un mecanismo, como un objeto.

 

Un hombre debería hacer el amor de la misma forma que pinta un pintor —cuando siente que un vivo deseo llena su corazón— o como un poeta compone poesía, o como un músico toca música.

Debería ser algo sagrado, porque no hay nada sagrado en la vida corriente a no ser que hagáis sagrado el amor. Y eso será el comienzo de la apertura de la puerta a todo el fenómeno de la supraconciencia.

Pero el hombre tiene miedo, no quiere estar rodeado por la mujer, no quiere dejarle que cree su calidez cariñosa en torno a él. Tiene miedo, porque de esa forma se volverá dependiente. Así que, durante siglos, ha estado manteniéndola a distancia.

 

En el hinduismo, la mujer tenía que morir cuando moría su marido. ¡Qué celos tan enormes! La has poseído durante toda tu vida, e incluso quieres poseerla después de la muerte. Tienes miedo. Ella es hermosa, y cuando tú ya no estés, ¿quién sabe?

Puede que encuentre otro marido, quizá mejor que tú. Así que el sistema del sati ha permanecido durante miles de años, el fenómeno más feo que uno pueda imaginar.

En los Upanishads hay una bendición muy extraña dedicada a las nuevas parejas. Una nueva pareja acude al vidente de los Upanishads y éste les da su bendición. A la chica le dice específicamente: «Espero que llegues a ser madre de diez niños y que, finalmente, tu marido sea tu onceavo hijo. Y a no ser que te hagas la madre de tu marido, no habrás triunfado como esposa verdadera.» Es muy extraño, pero tiene una inmensa profundidad psicológica, porque esto es lo que descubre la psicología moderna, que todo hombre está buscando a su madre en la esposa, y toda mujer está buscando a su padre en el marido.

 

Es por eso que todos los matrimonios fracasan: no es posible encontrar a tu madre. Pero la bendición de los Upanishads, que tiene casi cinco o seis mil años de antigüedad, ofrece una visión similar a la de la psicología moderna. Una mujer, quienquiera que sea, es básicamente una madre. El padre es una institución inventada, no es natural… Pero la madre seguirá siendo indispensable. Se han probado ciertos experimentos: han dado a los niños todo tipo de facilidades, medicación, toda la comida… toda perfección proveniente de diferentes ramas de la ciencia, pero, extrañamente, los niños siguen encogiéndose y mueren en tres meses. Entonces descubrieron que el cuerpo de la madre y su calidez son absolutamente necesarios para que crezca la vida. Esa calidez en este enorme universo frío es absolutamente necesaria al principio, de otra forma el niño se sentirá abandonado. Se encogerá y morirá…

 

No hay necesidad de que el hombre se sienta inferior a la mujer. Pertenecen a una misma humanidad, y ambos tienen cualidades complementarias. La vida hay que tomársela con calma. Las diferencias no son contradicciones. Pueden ayudarse mutuamente y realzarse inmensamente.

La mujer debería buscar en su propia alma su propio potencial y desarrollarlo, y tendrá así un hermoso futuro. El hombre y la mujer no son ni iguales ni desiguales, son únicos. Y el encuentro de dos seres únicos trae algo milagroso a la existencia.

“Yo veo que las relaciones matriarcales benefician altamente tanto a las mujeres como a los hombres. Ellos tienen el mismo nivel de libertad y gozo que las mujeres. En estas sociedades no existe la carga enferma y dolorosa de un matrimonio de una familia nuclear. Tampoco existe la ausencia de compromiso, respeto, ayuda mutua y crecimiento interpersonal.

 

“En todas mis experiencias de pareja que he tenido siempre han llegado a un punto de agobio y apego que me sofocan-anulan. Y creo que esto se da cuando ellos buscan en mí resumir toda su vida. Necesitan fundirse en mi como en una persona, porque de otra manera tendrían que tomar las riendas de sus vidas y tomar decisiones y responsabilidades solitos, algo que considero que en general los hombres no son buenos en esto. También pienso que las mujeres, si bien somos buenas en conducirnos solas por la vida, asumiendo cosas y guiando a otro-as, no es algo que nos encante y si pudiéramos lo haríamos mejor y con más placer en comunidad y no necesariamente en pareja.

 Sobre Género 

Pérdida del género como consecuencia de la pérdida de lo vernáculo (sobre Ivan Illich)

Al descubrir Illich que lo vernáculo es socavado por la occidentalización, se percata también de que las relaciones entre hombres y mujeres se modifican. Pero ¿qué determina las relaciones vernáculas entre el hombre y la mujer? Estas relaciones son determinadas por el género.

Illich define al género como:

«una diferenciación en la conducta que es universal en todas las culturas vernáculas. Distingue lugares, tiempos, herramientas, tareas, formas de lenguaje, gestos y percepciones asociados con hombres de los que están asociados con mujeres. Esta asociación constituye el género social porque es específico de una época o un lugar. Le llamo género vernáculo porque tal conjunto de asociaciones es tan peculiar de un pueblo tradicional (en latín, gens) como lo es su habla vernácula.

 

Utilizo la palabra género de una nueva manera para designar una dualidad tan obvia en el pasado que ni siquiera cabría darle un nombre y que hoy nos es tan distante que a menudo la confundimos con el sexo. Al decir sexo me refiero a una polarización en aquellas características comunes que, a partir de fines del siglo XVIII, se atribuye a todos los seres humanos» .

 

Con base en lo anterior, Illlich concluye que lo vernáculo siempre tiene género.

 

Ahora ¿Cómo son las relaciones entre hombre y mujeres en donde el género persiste?

 

La relación entre los hombres y las mujeres, en las sociedades vernáculas -es decir, con género- pueden ser calificadas como relaciones de complementariedad ambigua.

 

La relación entre géneros en las sociedades vernáculas suele ser una relación de dominios diferentes. La diferencia que queda instituida en dichas relaciones no conlleva a la dominación ni a la competencia entre géneros, pero si a una exclusión de un género por el otro. Es decir, el dominio femenino queda vetado para los hombres, y el dominio masculino deja al margen a las mujeres.

 

En condiciones especiales, la barrera que se plantea entre los géneros, queda derribada. Cuando esto sucede es porque algún tipo de calamidad envuelve a tal sociedad.

 

La relación entre géneros que hace que hombres y mujeres se complementen de manera ambigua, es distinta a aquella que surge en las sociedades económicas. Mientras que en las sociedades vernáculas la barrera entre géneros se disuelve en ocasiones extraordinarias, en la modernidad queda disuelta permanentemente. Esto por motivos de funcionamiento de la sociedad económica.

 

En las sociedades vernáculas los quereres materiales se satisfacen con base en las tradiciones, las posibilidades materiales y los planes de crecimiento y destrucción de la producción. De tal suerte que el mercado es una institución marginal.

 

Por otra parte, en las sociedades económicas la dependencia al mercado afecta tanto a hombres como a mujeres, es decir, el mercado es neutro -carente de género-. Las mercancías, que sólo pueden adquirirse en el mercado, tienen el papel central en la satisfacción de los quereres materiales, para lo cual es preciso conseguir un patrón que nos vincule con ellas. Este patrón se denomina dinero. Sólo con él podemos adquirir todas las mercancías que son necesarias para vivir. El dinero, la forma de obtenerlo y las mercancías, son neutras y por ello el mercado se convierte en una institución neutra. El dinero es neutro puesto que tanto hombres como mujeres lo requieren para adquirir mercancías. Y, para obtenerlo es necesario que hombres y mujeres se conviertan en un ente sin género llamado fuerza de trabajo.

 

En pocas palabras, Illich describe cómo es que en las sociedades económicas el género queda en ruinas. Es decir, cómo es que esos dos dominios, el masculino y el femenino, son abatidos por una neutralidad económica. Una vez instituida la sociedad económica, la única diferencia que queda entre hombres y mujeres, es su sexo.

 

Una vez que el reino del género ha sido roto, ideológicamente hombres y mujeres son iguales. Pero sólo ideológicamente pues en realidad lo moderno no trae consigo la igualdad entre el hombre y la mujer. Tan sólo los inserta en un esquema al que difícilmente se acoplan, el uno como el otro; aunque cabe aclarar que quien se acopla con mayor dificultad a dicho esquema es la mujer .

 

En estas sociedades que se pretenden igualitaristas, quien lleva la peor parte es la mujer, puesto que una vez que ha perdido el amparo que le proporcionaba el género es desplazada de su dominio vernáculo, ya que los ámbitos que por tradición le correspondían han sido invadidos por los hombres; además es discriminada en el mercado de trabajo y cuando realiza trabajo fantasma.

 

El mercado de trabajo es discriminatorio. Su discriminación va en contra de la mujer. La discriminación se manifiesta no sólo porque en lo general los salarios son más bajos para las mujeres que para los hombres, sino porque el índice de contrataciones se muestra porcentualmente mucho más favorable para los hombres. Illich descubre que a medida en que el crecimiento económico es cada vez mayor, y que el capitalismo avanza aplastando a lo vernáculo, dicha discriminación se vuelve mayor.

 

De la mano de la desaparición del género, desaparece también esa relación proporcional que existe en las sociedades vernáculas, entre hombres y mujeres. De dicha desaparición resultan nuevas relaciones entre hombres y mujeres, mismas que se caracterizan por ser de envidia y competencia.

 

“Cuando le preguntaban a Foucault lo que había antes de la sexualidad, este hecho público, contestaba: “antes, teníamos las artes eróticas, que eran secretas”. En cierta forma, liberarnos del sexo económico, es decir, de la sexualidad y de la economía, es recobrar algo de las artes eróticas. Restaurar el velo que ponía a las artes eróticas a salvo del escrutinio público contribuiría también a rescatar las artes de subsistir, afirmando el lado erótico de la subsistencia. La economía es el sometimiento de la subsistencia a la ley de escasez11 y la sexualidad es el sometimiento paralelo de las artes eróticas a la misma ley.

 

No sin razón, Illich califica de sexo económico esta igualdad malograda y creadora de inequidad. Su origen es la progresiva de- generación –o pérdida de género, es decir, complementariedad disimétrica– de las relaciones entre hombres y mujeres. Con el pretexto de aliviarla, el sexo crea nuevos abismos de desigualdad entre mujeres y hombres, suprime los dominios femeninos y ata a las mujeres a una esfera dominada por el varón, la esfera económica.

Sobre la Monogamia y el Matrimonio

“La monogamia del hombre ha sido objeto de múltiples análisis con distintos enfoques y resultados. Es un hecho con el que convivimos en nuestra cotidianidad, que sella nuestra existencia íntima, un hecho emblemático de la cultura del hombre civilizado, esencial y característico de su organización económica y sexual. El patriarcado surge con la monogamia del hombre, al mismo tiempo aparece la esclavitud, junto a ellos nace, en la economía, la propiedad privada, hecho que representó un “parteaguas” en la historia del hombre.

 

“La orientación psicológica de propiedad nacida como resultado del nacimiento de la propiedad privada, es el origen de las normas sexuales en general, en virtud de que éstas establecen propiedades y, por lo tanto, propietarios, (matrimonio, monogamia, patriarcado, virginidad, entre otras) y como consecuencia, límites a las propiedades y a los propietarios, (incesto, celos, “no desearás a la mujer de tu prójimo”).

Precisamente eso es la propiedad privada: un tener y un no tener.

Su sinónimo psicológico es un “puedo” (derechos sexuales exclusivos) y un “no puedo” (restricción de derechos sexuales). El contrato matrimonial como forma legal es precisamente un establecimiento de propiedades y propietarios, en ambos sentidos, entre personas, quizá nuestros hijos o nietos, se reirán de esto. Sobre el origen de la monogamia. Federico Engels, escribe:

“Tal fue el origen de la monogamia, según hemos podido seguirla en el pueblo más civilizado, y que llegó al más culminante desarrollo de la antigüedad. De ninguna manera fue fruto del amor sexual individual, con el que no tenía nada de común, siendo los matrimonios de pura convención después, como lo eran antes. Fue la primera forma de familia que tuvo por base condiciones sociales, y no las naturales; y fue, más que nada, el triunfo de la propiedad individual sobre el comunismo espontáneo primitivo. Preponderancia del hombre en la familia, y procreación de hijos que sólo pudieran ser de él y destinados a heredarle: tales fueron, franca y descaradamente proclamados por los griegos, los únicos móviles de la monogamia. En lo demás, el matrimonio era para ellos una carga, un deber para con los dioses, el Estado y sus propios padres, deber que se veían obligados a cumplir. En Atenas, la ley no sólo imponía el matrimonio, sino que además obligaba al marido a un mínimum de pagos de lo que se llama débito conyugal

 

 

“Esta libertad sexual que la mujer tenía naturalmente, era necesario limitarla totalmente. Así, encerrando a las mujeres para que el marido tuvieses pleno poder sobre ellas y estuviese seguro de su fidelidad, el varón inventó algo tan limitado para la vida sexual como la monogamia. El menos monógamo de todos, el varón, inventa una monogamia que sexualmente no le puede satisfacer y por eso, al final del poblado, en un lugar apartado construye un nuevo hogar diferente al que vive: las casas de placer donde residen una nueva clase de mujeres: las prostitutas y cortesanas. Esto, más que contradictorio es un tanto hipócrita y como nadie puede soportar sus propias contradicciones es necesario justificarlas dándose un paso más donde se hace a la mujer fuente de todo pecado, perversiones y tentaciones sexuales

 

Hoy día todo ese castillo artificial se está derrumbando, por eso muchos andan diciendo que la familia está en crisis y en peligro; aunque otros, los idealistas de cosas más verdaderas puedan objetar: ¿es que antes ha habido familia en el sentido auténtico y profundo de la palabra familia: democrática comunidad emocional?

 

“Antes las parejas “funcionaban” porque en caso de crisis había uno que tenía la oficial y total autoridad y había una que no tenía ningún derecho ni oportunidad de oponerse a ello. Ahora las parejas quieren funcionar basándose en el amor y la igualdad, teniendo siempre que buscar e inventar soluciones creativas a la contradicción básica que existe entre las necesidades de libertad personal y la responsabilidad solidaria que nos liga a la pareja.

 

Creo que no se puede afrontar la construcción de un ideal de pareja o de relación humana de íntima convivencia sin afrontar el hecho de la necesidad de renovación sexual que siempre ha sentido el hombre y también la mujer, aunque ahora se despierta y manifiesta todavía más en ellas.

 

Por eso, la transformación de las relaciones puede aportar mucho en este momento histórico porque ya no es una alianza para la seguridad material como las uniones de antes, ni tampoco es una alianza para la seguridad emocional sino una alianza para el crecimiento global y total de cada una de las personas.

 

“yo pienso que lo natural es que nos enamoremos de la belleza de otro-as a lo largo de la vida. Nos dejemos cautivar por la riqueza, el encanto, la gracia, la originalidad, la dulzura, la fuerza del otro-a. Muchas veces esto dura muchísimo tiempo, el enamoramiento sigue aunque vaya sintiéndose y manifestándose de diferentes maneras e intensidades. Puede ocurrir que se quiera estar con esa persona toda o casi toda la vida, pero por lo que he visto y experimentado lo más común y natural es que nos sintamos atraídos a vivir otras relaciones porque la belleza de cada persona es única y nos enriquecerá de diversas maneras, no solo al recibir su amor sino al darlo y la manera en que el otro-a sabe recibirlo de nosotros-as.

 

“Una de las razones por las que no estoy de acuerdo con la monogamia es la verdad de que una persona no puede satisfacernos completamente en todos los aspectos, como así tampoco podemos nosotro-as satisfacer al otro en todas las formas, o ser compatible en todas; sexualmente, socialmente, políticamente, o que comparta TODO, mis sueños, gustos, objetivos, juegos, estilo de vida, etc.

Creo que es posible encontrar un amor del alma, que pueda ser infinito en el tiempo, pero esto no quita que relacionarse con otro-as amigo-as que son diferentes y con los que puedas compartir cosas diferentes, vaya a robarle poder, interés o intensidad a tu amor del alma. Incluso creo que podría enriquecer esa relación

“Hay mucho conflicto en esto de las categorizaciones en una relación. Hay mucha gente que dice que si tienes una relación donde sientes profundo amor, conexión, pero no hay sexo, entonces es simplemente un amigo-a. Pero si lo tienen entonces son amantes. Esta creencia le coloca al sexo mismo una importancia significante cuando en realidad ¡no la tiene!. En general a la Amistad no se le da la fuerza, el valor que tiene.

Dentro de ella no se acepta que la persona pueda ser central en tu vida, que es importante en las decisiones de tu vida, que pueda ser íntimo contigo a muchos niveles. El sexo es solo una forma de intimidad. Lo importante es que reconozcamos los límites y acuerdos para poder respetarnos mutuamente, dar y recibir amor

“La sociedad es la gran barrera para poder vivir las relaciones plena y sanamente. La monogamia es apremiada y reesforzada a cada momento. Es muy difícil desafiar esto.

“Las relaciones se dan, no se buscan. Llegan, te trastornan, las vives, se van, se quedan, las despides… Es común que por largos periodos no llegue ni una, pero de repente llegan varias juntas. Cada una es un mundo, bella en su energía única inigualable, irremplazable. Puede que solo queramos zambullirnos en una lo más profundo posible en espacio y tiempo, o nos cautive los diversos lenguajes de varias almas al mismo tiempo.

 

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La monogamia: un invento del hombre. El matrimonio es un “Contrato de Exclusividad” por Matriz Holográfica

 

El ser humano no es monógamo por naturaleza. Primero, miremos a nuestro alrededor. ¿Cuantas parejas conocemos que estén plenamente satisfechas con su relación? Si descartamos a las que son recientes, a las que viven sus primeros momentos de pasión y arrebato, pocas. ¿Cuantas historias conocemos de personas que han tenido relaciones con terceras personas? Y mirando más de cerca, ¿usted nunca ha deseado sexualmente a otra persona diferente a su pareja? Solo este último dato ya revela algo importante. Si en uno nace el deseo… solo eso, no es necesario llevarlo a cabo… si nace el deseo de relacionarse sexualmente con otra persona diferente a su pareja actual… ¿no indica que hay una pulsión interna que escapa a la moral impuesta? ¿una pulsión que nace de las entrañas y que por tanto, es natural?

 

Y entonces, ¿de dónde viene esa idea de que hay que tener una, y solo una persona como compañera sentimental? Por qué ojo, no estoy hablando solo de sexo. Sería simplificarlo demasiado. Estoy hablando de sentimientos, de compartir caricias, comprensión, complicidad, juegos, ayuda mutua… Muchas veces ese deseo proviene de una carencia que no necesariamente tiene por qué ser sexual.

A una mujer de la comunidad matriarcal Mosuo le preguntaron si pretendía estar siempre con el mismo hombre. Esta respondió:

 

“Lo que pretendo es estar enamorada, y si para ello debo cambiar, entonces cambio.”

 

¿De dónde viene la idea del matrimonio?

 Sabemos que la historia se re-escribe siempre para adoctrinar a las generaciones venideras. Incluso en la religión -especialmente la de origen judeocristiana- se muestra el origen revirtiendo el orden natural de las cosas. Diciendo el absurdo de que la mujer proviene del hombre, es la costilla de Adán. Cuando de toda la vida -y esto lo saben bien los biólogos por no decir el sentido común- todos los hombres provenimos del vientre de una mujer.

 

El matrimonio: un contrato de propiedad, de derecho exclusivo y si uno revisa la historia, la oficial, ese derecho exclusivo se impuso a la fuerza. Desde el código de Hammurabi en adelante vemos leyes que castigan muy duramente el no sometimiento a ese contrato. Penas durísimas especialmente hacia las mujeres -que eran las articuladoras anteriores de la organización social- incluida la muerte.

Volviendo al presente, la evolución humana parece estar regresando a sus orígenes. Hace tan solo 40 años estaba muy mal considerado que alguien tuviese más de una pareja sentimental en su vida.

 

Hoy por hoy, está plenamente normalizado y aceptado que tanto hombres como mujeres tengamos más de una pareja siempre y cuando sea de forma secuencial. Es decir, una detrás de otra pero no a la vez.

 

Es posible, y auguro que sea así, que quizás dentro de 20, 30 o 40 años sea de nuevo socialmente aceptado que quien quiera tenga relaciones sentimentales y sexuales simultáneamente con varias personas. Pero no como ahora, en la oscuridad de la noche con engaños y falsas promesas si no a la luz del día y aceptado por todas las partes implicadas y por la comunidad.

Porque, desengañémonos, querer la exclusividad sexual de alguien es un intento de apropiarse ilícitamente de esa persona. No tiene nada que ver con el amor.

Se puede amar a más de una persona a la vez. Es suficiente con borrar los miedos, las inseguridades, las convenciones sociales impuestas, el artificio de la monogamia y el deseo de someter al otro.

 

Amar es darse, no apropiarse. Como seres libres, defendamos la libertad del otro. Lo natural es amar.

 

Sobre la infidelidad

Por Osho

 

“El hombre ha sido muy listo para crear falsos valores, parecen auténticos pero no te requieren en tu totalidad, se trata de una formalidad superficial.

Un ejemplo es el de la infidelidad. En lugar del amor, de la confianza, hemos creado el falso valor de la infidelidad. La persona fiel solo se compromete superficialmente con el amor. Realiza todos los gestos del amor, pero esos gestos no significan nada porque no pone su corazón en esos gestos formales.

Un esclavo es fiel, pero ¿crees que un esclavo, a quien han reducido su humanidad, le han arrebatado su orgullo y su dignidad, puede amar a la persona que le ha herido tan profundamente? ¡La detesta! Y si se presenta la oportunidad la matará. Pero seguirá siendo fiel en su superficie, no le queda más remedio. No con alegría sino por miedo. No por amor, sino por una mente condicionada que le dice que tiene que ser fiel a su amo.

El amor requiere de una fuerza más total, no surge del sentido del deber, sino de los latidos de tu corazón, de tu propia experiencia de la dicha, del deseo de compartirla. La fidelidad es algo feo, pero se ha considerado un valor respetable por miles de años, porque la sociedad ha esclavizado a las personas de diferentes maneras. Supuestamente la esposa debe guardar fidelidad al marido, hasta el punto de que en la India han muerto millones de mujeres a la muerte de su marido, arrojándose a la misma pira funeraria. Se llegaba a la conclusión de que si no podía morir con su marido, es porque no le era fiel.

Démosle la vuelta, ¡Ni un solo hombre se ha arrojado a la pira funeraria de su esposa! Y a nadie se le ha ocurrido plantearse:

¿Significa eso que ningún marido le ha sido fiel a su mujer? Pero estamos en una sociedad de doble moral, hay una moral para el amo y hay otra moral para el esclavo.

La fidelidad, la fábrica tu propia mente, se trata de adiestrarse en una cultura concreta, empiezas a representar un papel, y al final acabas creyéndote tu propia actuación. La fidelidad te exige a que siempre te dediques a una sola persona, tanto si tu corazón lo desea como si no. Es una forma psicológica de esclavitud.

El amor trae la libertad, la fidelidad, la esclavitud. En la superficie se parecen, pero en el fondo son todo lo contrario, dos cosas diametralmente opuestas. La fidelidad consiste en representar un papel, te han educado para ello. El amor es libre, en eso reside su belleza. Llega como una brisa fragante, te llena el corazón, y de repente, donde había un desierto, florece un jardín. Pero no sabes de donde viene, y sabes que no hay ninguna forma de atraerlo. Llega solo y se queda el tiempo que quiera la existencia. Y al igual que un día que llega como un desconocido, como un invitado, otro día, se marcha de repente. No hay forma de sujetarlo, de aferrarlo.

La sociedad no puede depender de experiencias tan impredecibles, tan inestables. Necesita garantías, seguridades, de ahí que haya apartado el amor de la vida, y la haya sustituido por el matrimonio.

La sociedad aprueba la fidelidad porque es algo en lo que se puede confiar. Tu marido, tu esposa, pueden confiar en ti, en que mañana seguirás siendo fiel como hoy. No se puede confiar en el amor, y lo más extraño es que el amor supone la mayor confianza, pero no se puede confiar en él. En el momento es total, pero al momento siguiente es algo abierto. Pueda que crezca dentro de ti, o pueda que se evapore. El marido quiere que su esposa sea su esclava durante toda la vida. No puede depender del amor, tiene que crear algo que se parezca al amor, pero fabricado por la mente del hombre.

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“Fidelidad como acuerdo mutuo en pro de una garantía aparente de estabilidad. Una ilusión de permanencia. Un tipo de amor dirigido a aquello que recibimos de la pareja; un amor hacia nosotros mismos, a costa de sacrificar su libertad. Un amor que se proyecta hacia dentro y muta en alimento para el ego.”

 

 

“Según Barash y Lipton, la doble moral sexual está muy extendida en la mayoría de las sociedades patriarcales: los hombres disfrutan de mucha mayor libertad que las mujeres para practicar el sexo fuera del matrimonio. Tras examinar 116 culturas diferentes, la antropóloga Gwen Broude señaló que mientras que 63 permiten el sexo extramarital de los maridos, sólo 13 se lo permiten a las mujeres.

 

“Yo no tendría problemas en que mi pareja-compañero comparta su cuerpo. Pero si el sintiera una conexión emocional fuerte con otra persona creo que me sentiría desestabilizada, dejada, triste… Creo, no lo sé realmente. Estas cosas se saben cuando en verdad lo vives. Conozco mujeres que han dicho una cosa y cuando realmente lo vivieron, lo sintieron diferente. El problema parecería que surge cuando está involucrado el cuerpo. Por eso me pregunto porque está todo bien cuando compartimos emociones (Corazón), pensamientos (mente), espíritu (ser) pero con el cuerpo es problemático

 

“En uno de los pasajes de su libro La revolución sexual, Whilhem Reich refiriéndose a la fidelidad que el marido impone a su mujer en el matrimonio, dice:

“La obligación de fidelidad que el marido impone a la esposa tiene también sus motivos individuales. La base económica de la monogamia, si se juzga por las experiencias con que contamos hasta el momento, no parece tener representación psíquica inmediata. Las razones son, en primer lugar, el miedo a un rival, en particular a un rival más viril, y el miedo narcisista al estigma público de cornudo. A una mujer engañada no se la desprecia, sino que se la compadece, porque la infidelidad del esposo constituye para la mujer, en su situación de dependencia económica, un peligro real. La infidelidad de la esposa, por el contrario, significa en el criterio público que el marido no ha sabido hacer respetar sus derechos de propietario, quizás también que no ha sido lo bastante hombre, en el sentido sexual, para retener a su mujer. Por eso, de ordinario, la esposa soporta mejor la infidelidad del marido que éste la de su mujer; si los intereses económicos influenciaran directamente la ideología, lo contrario sería verdad. Sin embargo, entre la base económica de los conceptos morales y estos conceptos en sí, se intercala toda una serie de intermediarios, por ejemplo, la vanidad del marido, de manera que, en resumidas cuentas, la significación social del matrimonio queda intacta: el hombre puede ser infiel, la mujer no debe serlo

 

“La fidelidad es en realidad una forma de vida o una decisión personal. Coincido con que el ser humano no es monógamo por naturaleza y solo algunos seres humanos son monógamos por convicción

 

 La dignidad del varón matriarcal

“El varón que libremente decide negarse a sí mismo por amor a la Mujer, no sólo reniega de su ego, de la violencia y del autoritarismo, además demuestra un nivel de libertad interior que le dignifica al haber elegido la mejor parte. Pues comprometerse en actitud de servicio total y desinteresado a la mujer no significa renegar de la libertad personal. De hecho, el varón siempre tendrá la libertad de abandonar a la mujer si ésta no le respeta. Él no es esclavo de nadie.

Es el hombre que se siente libre de sus condicionamientos culturales y biológicos. Es la libertad que procede de la presencia femenina que lo habita, y nadie puede arrebatársela. Ha descubierto una llama sagrada en su interior, la misma que mora en los espíritus de sus hermanas, y por fin las mira con ojos nuevos, ojos de admiración y respeto.

 

El varón matriarcal se reconoce a sí mismo, por fin, en el rostro de cada mujer. Puede compartir sus penas y alegrías, puede dejar de juzgarla por su físico, puede agradecer su amistad. Contempla su belleza con encanto, sin el deseo de poseerla, pues se identifica con ella espiritualmente y ama su libertad.

 

El varón matriarcal es digno ante la Madre Naturaleza, ante la humanidad y ante sí mismo. Poco le importan las descalificaciones del resto de patriarcas quienes todavía siguen esclavos de su propia ceguera, acomodados en su inseguridad disfrazada de autoritarismo.

 

El varón matriarcal se deja sorprender por la mujer, no sabe adónde le conducirá, no sabe qué esperar de ella, y sólo por ella saborea la vida. Es el hombre que no se resiste al canto de las sirenas y se deja arrastrar por ellas, confiado, sabiendo que no hay muerte allí donde hay amor.

 

Es el hombre que ha descubierto que la felicidad no la dan las posesiones ni las riquezas, ni el poder, ni la fuerza. La felicidad está en servir a la Vida, en concreto a aquellas que pueden gestarla, abandonarse a su pasión por la vida, satisfacer sus deseos, y reverenciar el profundo amor que siente la madre por sus hijos.

 

Restaurar la matrilinealidad es el primer paso para socavar los fundamentos del patriarcado. Es la primera demanda que se le debe hacer a cualquier varón que anhele la auténtica libertad.

 

 

“Decir que las etnias indígenas matrilineales, por ejemplo, no han aportado ni pueden aportar nada a la humanidad, es un grave insulto contra ellas y su cultura.

Retrotraer siempre lo matriarcal a épocas primitivas y, por asociación, vincularlo con imágenes irreales de orgías y demás fantasías falocéntricas, es otra asociación arbitraria que limita sus posibilidades de futuro.

Sorprende la facilidad con la que algunos olvidan que el fundamentalismo patriarcal ha sido el mayor freno al avance científico en la historia. Ningún matriarcado, que yo sepa, ha quemado bibliotecas y monasterios, amenazado a científicos, o recluído a las mujeres lejos de las academias. Basta ver el filme de Hipatia para comprenderlo.

Lo matriarcal es transversal, una cosmovisión universal, defensora del amor no egoísta, opuesta al dominio violento y la explotación irresponsable de los bienes naturales. No permitamos que el historicismo impregne la reflexión matriarcal, porque terminará en el más absoluto fracaso. La pugna por ver quién es más antipatriarcal favorece al patriarcado.

Lo matriarcal puede hacerse presente en todas las culturas, porque el amor incondicional es una fuerza transhistórica.

Sean cuales sean los matices culturales bajo los que se nos aparezca, la fe en el orden matriarcal es fe en la trascendencia del amor.

En un matriarcado, la mujer no goza de privilegios por el hecho  de ser mujer. Uno de los principales argumentos que suelen escucharse contra el matriarcado es creer que se trata de un ‘gobierno de las mujeres’ a todos los niveles.

No debe avergonzarnos usar la palabra «matriarcado». Yo, personalmente, siendo hombre, me siento orgulloso de pronunciar en voz alta que soy matriarcal, y que sirvo a mi pequeña comunidad familiar en actitud de servicio  (no obediencia ciega) a la madre. Si me agrada dicho término es porque, para mí, no tiene connotaciones negativas. Me he sentido atraído por él tras estudiar las peculiaridades de los pueblos que se autodenominan matriarcales, y ver los valores sobre los que se basan: fraternidad, ausencia de  violencia,  cooperación  y respeto. El hecho de que la palabra «matriarcado» incomode  tanto a los patriarcas también es otra prueba de la validez del término.

Aún se sigue prefiriendo eludir el término, personalmente, me declaro matriarcal porque expresamente he desplazado mi autoridad hacia la madre de nuestros hijos para que ellos tengan un referente claro. Nuestra familia no es bicéfala, no hay dos cabezas de familia que puedan contradecirse y crear confusión.

 

Lo «matriarcal» suele asustar porque tiene connotaciones autoritarias, pero no es así. Un matriarcado autoritario no es matriarcado, es patriarcado. Un matriarcado es una sociedad que valora y reconoce por encima de todo la «autoridad» del amor maternal. En un matriarcado tiene autoridad aquella persona que sabe amar no egoístamente. No es lo mismo autoridad que dominio: el dominio se impone violentamente, unilateralmente. Una madre matriarcal no actúa dominantemente, pero todos le reconocen su autoridad

 

“En el planteamiento contemporáneo del matriarcado, la mujer no está obligada a ser madre, mantiene su independencia y la libre decisión sobre su maternidad. Éste es el argumento usado por algunxs para condenar el modelo matriarcal: si todas las mujeres deben ser madres, la mujer dejará de poder ejercer una carrera profesional, o desaparecerá la ciencia, y todas las mujeres se dedicarán a las labores domésticas propias de la era patriarcal. La idea de que en un matriarcado todas las mujeres están destinadas a ser madres es FALSA. También es falso pensar que la madre tiene un status superior a las mujeres sin hijxs. De hecho, cuando la mujer elige ser madre, en un matriarcado, adquiere más responsabilidades.

 

“He escuchado de algunas personas decir que un matriarcado nunca puede ser igualitario. Deduzco que se identifica erróneamente matriarcado con la instauración del modelo de madre dominadora, lo cual es totalmente falso. Una familia sin padre donde la madre impide egoístamente la autonomía de sus hijxs sigue siendo una familia patriarcal.”

 

“Cada vez somos más los varones que nos resistimos a tener que ejercer roles tradicionalmente asociados a la «masculinidad», si ello nos aleja de una relación en equilibrio con nuestras compañeras e hijxs. Unos pocos somos expresamente radicales, hasta el punto de convertir nuestra familia en un pequeño matriarcado, libremente

 

 

Kiran Gulrajani Pratibha pratyaksh Hector Bernal Mora William Sanchez Casilda Rodrigañez Doula Dasgupta Tristan Taormino Helen Fisher

Anne Koedt Whilhem Reich Amparo Moreno

Colectivo Matriz Holografica Valentina Campos

Howard Sasportas Ricardo Coler

Ivan Illich

Alejandro Jodorowsky Eduardo Garza Cuellar

Fuente: http://www.uywanawasi.org/pages/descargas/Reflexion%20sobre%20las%20relaciones.pdf