Durante el tiempo de reclusión en la cárcel de Turi de Bari, entre 1927 y 1928, Gramsci retomará ‘El príncipe’ de Maquiavelo y a partir de este configurará su idea de «Príncipe Moderno».
Si atendemos a las indicaciones de Fernández Buey, “lo esencial para estudiar la teoría política gramsciana está en los cuadernos 8 (donde inaugura un nuevo epígrafe con el título de “El príncipe moderno” y declara la intención de incluir en él todas las notas y apuntes de ciencia política), 13 (sobre la política de Maquiavelo); 14 (una parte del cual contiene más notas sobre Maquiavelo), 15 (que incluye notas varias de historia y teoría política dentro del rótulo “Pasado y presente”), y 18 (en el que escribe o reescribe más notas sobre Maquiavelo)”.
Gramsci entiende que la figura del «príncipe moderno», al que se dirige Maquiavelo es el partido político, órgano nuclear de la política moderna.
Partido político
El partido político, al respecto de dicha perspectiva, la de «príncipe moderno», explica Daniel Campione que para Gramsci «el partido es la fuerza unificadora de la clase en el plano político, cultural, el ámbito de formación del núcleo dirigente de la misma y de desarrollo de espíritu innovador, de crítica activa del sentido común y del ataque concreto a la clase dirigente tradicional, a través de la elaboración de una conciencia de cuestionamiento activo a su dominación».
Se exponen así los dos aspectos sobre los que Gramsci vertebra dicha cuestión: “La formación de una voluntad colectiva nacional popular, que de la que el `Moderno Príncipe’ es a la vez organizador y expresión activa y actuante, y la reforma intelectual y moral”.
Es bien cierto por otro lado que en este contexto encuentra también la razón del fracaso en la constitución. En su caso en torno a la constitución del Estado nacional italiano. El motivo no es otro que el “carácter cosmopolita de los intelectuales”, sí lo señala en los Cuadernos: “… Las razones de los sucesivos fracasos de crear una voluntad colectiva nacional-popular hay que buscarlas en la existencia de determinados grupos sociales que se forman con la disolución de la burguesía comunal, en el carácter particular de otros grupos que reflejan la función internacional de Italia como sede de la Iglesia y depositaria del Sacro Imperio Romano».
«Esta función y la posición consiguiente determinan una situación interna que puede denominarse económica-corporativa, es decir, políticamente, la peor de las formas de sociedad feudal, la forma menos progresiva y más estancada. Faltó siempre y no podía constituirse una fuerza jacobina eficiente, precisamente la fuerza que en otras naciones ha suscitado y organizado la voluntad colectiva nacional-popular fundando los Estados modernos…” .
Reduccionismo partidario
Otra de las advertencias de Gramsci en torno a la cuestión del partido es la del excesivo reduccionismo en la relación entre partido y clase social: «si bien es verdad que los partidos no son más que la nomenclatura de las clases, también es verdad que los partidos no son solamente una expresión mecánica y pasiva de las clases mismas, sino que reaccionan enérgicamente sobre ellas para desarrollarlas, consolidarlas y universalizarlas».
Campione explica que «la relación entre partido y grupo social es vista por Gramsci no como un vínculo instrumental, de representación directa de intereses sino como una actividad de construcción hegemónica, que erige alianzas en base de «equilibrios sociales»: «Si bien es cierto que los partidos no son más que la nomenclatura de las clases, también es verdad que los partidos no son meramente una expresión mecánica y pasiva de estas clases, sino que reaccionan enérgicamente sobre ellas para desarrollarlas, fortalecerlas y universalizarlas».
En este sentido, el partido y su identificación con una clase social a veces se resquebraja y existen facciones. Como dice Campione «la verdadera dirección política de la clase dominante está distribuida entre varios partidos (…) o bien en aparatos que pueden orientar a los grupos políticos sin mezclarse directamente en sin mezclarse».
Biago de Giovanni afirma que «la reflexión de Gramsci parte de una auténtica atención extremadamente determinada sobre la necesidad de que la iniciativa del partido deje filtrar realmente a través de su propia obra de dirección la productividad política de las masas. El riesgo principal es visto en la caída de esta relación».
Principales problemas del partido
Gramsci en este sentido alude a la enquistación burocrática y anacrónica en la que puede deriva el partido. De darse dicha situación dejan de ser «principio articulador de la acción de clase».
Así es para Gramsci como un partido puede convertirse en su propia traba, su límite y freno de acción como consecuencia de que se convirtió dicha «organización en el un fin en sí misma».
«El partido de masas burocratizado puede, incluso, reproducir comportamientos y modos de pensar que le retrotraen al estado de ‘secta’; agrupación pequeña, de prácticas excesivamente ritualizadas y sin contacto con las masas», explica Campione, sobre un partido que más tarde que temprano, como «ex partido revolucionario», se convertirá en reutilizable por la clase dominante, para aludir a cierta clase social que se escapa de sus consensos.