EL PLURIVERSO, HORIZONTES PARA UNA TRANSFORMACIÓN CIVILIZATORIA

Federico Demaria

Universitat de Barcelona, International Institute of Social Studies (Holanda)

Alberto Acosta

FLACSO Ecuador

Ashish Kothari

Kalpavriksh (India) e Indigenous Peoples and Community Conserved Areas and Territories (ICCA) Consortium

Ariel Salleh

University of Sydney (Australia)

Arturo Escobar

University of North Carolina (EEUU)


Resumen

 

Este artículo expone una crítica al oxímoron del «desarrollo sostenible», y también los detalles y el potencial de una agenda de investigación postdesarrollista para una transformación civilizatoria. Presentamos y discutimos tres ejemplos de alternativas al desarrollo: Swaraj Ecológico de la India, Buen Vivir del mundo indígena amazónico y andino de Latinoamérica, y Decrecimiento de Europa. Estos ofrecen pistas sobre nuestro libro titulado Pluriverso: Un diccionario del postdesarrollo (Icaria, 2019), que aspira a profundizar y ampliar una agenda de investigación, diálogo y acción para activistas, responsables de políticas y académicos, sobre diversas visiones del mundo y prácticas relacionadas con la búsqueda colectiva hacia un mundo ecológicamente sabio y socialmente justo. Este volumen puede servir como base en la búsqueda de alternativas a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible propuesta por las Naciones Unidas, en un intento de transformar verdaderamente el mundo. De hecho, es una agenda hacia el «Pluriverso»: «un mundo donde quepan muchos mundos«, en palabras del Movimiento Zapatista.

INTRODUCCIÓN1

«[…] toda crítica del viejo mundo ha sido hecha en la lengua de ese mundo, aunque estuviese dirigida en su contra… La teoría revolucionaria ha tenido que inventar sus propios términos, destruir el sentido dominante de otros términos y establecer nuevos significados… que correspondiesen a la nueva realidad embrionaria que reclamaba ser liberada… Cada praxis revolucionaria ha sentido la necesidad de un nuevo campo semántico que permitiese expresar una nueva verdad;[…] porque el lenguaje es la morada del poder.«

Mustapha Khayati Las palabras cautivas: Prefacio para un diccionario situacionista (1965).

 

En 2017 se cumplió el 25º aniversario del Diccionario del Desarrollo editado por Wolfgang Sachs (1996, primera edición en inglés en 1992). Si bien el diccionario puede haber fallado en su intención de escribir el obituario del desarrollo, sí causó mucha conmoción en el mundo de los activistas, políticos y académicos, y se convirtió en un texto influyente. La relevancia y el impacto del libro de Sachs todavía se sienten hoy.

A la vez, no escasean los conceptos hegemónicos recientemente revitalizados, entre los cuales,     la «economía verde» y el «crecimiento verde» son las más conocidos, junto al concepto ameba (por su alta maleabilidad) de «desarrollo sostenible», todavía en circulación2. A todas ellos se intenta darles una nueva vida a través del acuerdo global intergubernamental sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, aprobado en 2015.

En este contexto, hemos publicado el libro Pluriverso: Un Diccionario del Post-Desarrollo que, si bien emula el espíritu del Diccionario original, visibiliza más claramente las reencarnaciones de las cosmovisiones y las nuevas alternativas al «desarrollo» (Kothari et al. 2019). El punto de partida es la necesidad de ir más allá de la crítica y concentrarse en articular las narrativas de quienes luchan por retener o crear formas de vida diversas enfrentadas a las fuerzas homogeneizadoras del desarrollo. Es necesario que las prácticas, ideas y cosmovisiones radicales postdesarrollistas se conviertan en una agenda para activistas, responsables de políticas y académicos, que ayuden verdaderamente a «transformar nuestro mundo» y, por lo tanto, sean también una alternativa a la Agenda para el Desarrollo Sostenible para el año 2030 (Naciones Unidas 2015).

El concepto del postdesarrollo surge de la confluencia de cuatro libros principales: primero, Diccionario del Desarrollo, editado por Sachs (1996); segundo, La Invención del Tercer Mundo por Escobar (1995); tercero, La Historia del Desarrollo por Rist (2003); y cuarto, The Post-Development Reader, editado    por Rahnema y Bawtree (1997). Dos décadas más tarde, con el título de Pluriverso: Un Diccionario del Postdesarrollo, nuestro libro se enfoca más en las alternativas al desarrollo que en su crítica. Recordemos las preguntas planteadas por las feministas a favor de la «sostenibilidad de la vida» (Pérez Orozco 2014):

¿cómo es una vida que merece ser vivida y cuáles son las condiciones que permiten alcanzarla?


1 Esta es una versión significativamente revisada y actualizada del artículo Demaria, F. and Kothari, A. (2017) ‘The Post-Development Dictionary agenda: paths to the pluriverse’. Third World Quarterly 38, pp. 2588-2599. Gracias a Benjamín Rodríguez, Maria Faciolince y Ana María Yaruro Jaime por la traducción del original en inglés al castellano, y a Neus Casajuana por revisarla. Gracias también a los editores de la Revista de Economía Crítica, en particular a Jorge Garcia-Arias y Jordi Roca, y a las dos revisoras anónimas por sus comentarios. Un agradecimiento especial a los activistas que continúan siendo una increíble fuente de inspiración. Este documento contribuye al proyecto de investigación ERC EnvJustice (www.envjustice.org; GA 695446) que estudia y nutre al movimiento global por la justicia ambiental, así como al proyecto COSMOS (CSO2017-88212-R) que estudia el rol de los comunes y movimientos sociales en las transformaciones sociales.

2 Palabras como «desarrollo» o «estrategia» se han venido considerando «conceptos ameba» o «palabras plásticas» por su maleabilidad y la asombrosa manera en la que se usan para casi cualquier circunstancia (Poerksen 2004). Como si de piezas de Lego se tratasen, son combinables e intercambiables. En boca de los expertos -políticos, profesores, altos cargos directivos empresariales-, son usadas una y otra vez para expresar y justificar cualquier tipo de planes o proyectos.


El postdesarrollo generalmente se entiende como una era o un enfoque en el cual el desarrollo ya no sirve como principio organizador de la vida social. Mientras las críticas al desarrollo aumentan en los espacios académicos, también surgen propuestas y acciones alternativas entre los pueblos indígenas, las comunidades locales, los movimientos por los derechos de las mujeres y otros grupos de la sociedad civil, y especialmente entre las víctimas del desarrollo. A nivel mundial esto está llevando al resurgimiento de las cosmovisiones antiguas con relevancia actual o a la emergencia de nuevos marcos, visiones e incluso prácticas que presentan alternativas sistémicas para asegurar el bienestar integral de seres humanos y no humanos. Este proceso, cada vez más vigoroso, también está forzando la descolonización de los sistemas de conocimiento y de las epistemologías, rompiendo muchos de los dualismos que los paradigmas patriarcales y coloniales occidentales han engendrado, como el que separa a la Humanidad y a la Naturaleza.

El postdesarrollo está relacionado con, al menos, cuatro imaginarios potentes: 1) el del postcapitalismo (que cuestiona la ocupación plena y natural de la economía por parte del capitalismo, y consiguientemente visualiza una serie de prácticas económicas diversas); 2) el del postcrecimiento o decrecimiento (que separa el crecimiento de la definición de economía y de la misma vida social); 3) el del postpatriarcado (que desafía el predominio de los enfoques masculinistas de liderazgo político, autoridad moral, privilegio social y control de la propiedad); y 4) el de la decolonialidad (que cuestiona un sistema de dominación,  el capitalista, sustentado en la raza y en la discriminación que esta concepción provoca). El estado de ánimo actual es «buscar alternativas en un sentido más profundo, es decir, con el objetivo de romper con las bases culturales e ideológicas del desarrollo, dando lugar a otros imaginarios, objetivos y prácticas.» (Gudynas y Acosta 2011: 75)

Por lo tanto, sostenemos que ha llegado el momento de profundizar y ampliar una agenda de investigación, diálogo y acción sobre una variedad de visiones del mundo y prácticas relacionadas con nuestra búsqueda colectiva en pos de un mundo ecológicamente sabio y socialmente justo, que sea construido democráticamente. Estas deben ser alternativas transformadoras a los procesos dominantes del desarrollo globalizado actual, incluyendo sus raíces estructurales en la modernidad3, el capitalismo, la dominación estatal, el patriarcado y en fenómenos más específicos propios de la colonialidad o no que se encuentran en algunas partes del mundo, como las castas. Además, deben ir más allá de las soluciones falsas que proponen los que tienen poder en un intento de darle una imagen ecológica al desarrollo (greenwashing), incluyendo las variantes de la economía verde, los remedios basados en el mercado y las soluciones tecnológicas (technofixes).

La agenda del postdesarrollo debe investigar el qué, el cómo, el quién y el porqué de todo lo que es transformador y también lo que no lo es. Asimismo, los propulsores del postdesarrollo deben superar una serie de debilidades en su narrativa, tienen que reconocer que la idea del desarrollo no ha muerto y deben enfocarse en los cambios estructurales necesarios para tratar las temáticas de la inequidad, la injusticia, la privación generalizada y el colapso ecológico (Ziai 2015).

Nuestro trabajo se enmarca en el giro postestructuralista de los estudios del desarrollo. Este artículo aspira también a responder a la crítica de este enfoque hecha en esta Revista por Ramírez-Cendrero (2017). Reconocemos el debate sobre sistemas económicos de la Economía Crítica y Heterodoxa, incluso la marxista, por ejemplo con la Teoría de la Dependencia (Acosta 2016), y más recientemente sobre el (¿mal llamado?) Socialismo del siglo XXI en Latinoamérica. Sin embargo, cuestionamos la colonización del lenguaje economicista, y ponemos énfasis en los aspectos culturales, ecológicos y de género porque


3 Téngase en cuenta que una crítica a la «modernidad» no implica el rechazo a todo lo que es «moderno» ni una aceptación incondicional de todo lo «tradicional»; somos muy conscientes de que sociedades tradicionales han tenido (y tienen) muchos aspectos desiguales e injustos, que incluyen indudables rasgos patriarcales, por ejemplo, y de que algunos elementos «modernos» que han surgido en la actualidad han sido liberadores para aquellos que fueron reprimidos en el pasado. Es al aspecto hegemónico, unidireccional y occidentalista de la modernidad al que nos referimos.


han sido injustamente marginalizados. Lo consideramos parte de la evolución de la conceptualización del desarrollo en las Ciencias Sociales: la teoría de la modernización en las décadas de 1950 y 1960, con  sus teorías asociadas sobre el crecimiento; la teoría de la dependencia, inspirada en gran medida en el marxismo en las décadas de 1960 y 1970; y las críticas al desarrollo como discurso cultural en las décadas de 1990 y 2000. Ojalá la perspectiva que presentamos aquí sea capaz de sintetizar los debates de las últimas dos décadas.

La exploración de alternativas al desarrollo ya encuentra una expresión concreta en una gran panoplia de conceptos y prácticas nuevas o reemergentes tales como el buen vivir, el decrecimiento, el swaraj ecológico, los feminismos radicales de varias índoles, el ubuntu, la reivindicación de bienes comunales,  la economía solidaria, y la soberanía alimentaria y energética. Estos son quizás los ejemplos más visibles de un campo emergente epistémico-político postdesarrollista con miras a construir un pluriverso4. Estas alternativas radicales se están volviendo no sólo más visibles sino cada vez más fiables y viables. Sin embargo, permanecen marginales en comparación a la narrativa y la práctica dominante del desarrollo. Por lo tanto, es un buen momento para promover el conocimiento general de estas alternativas y para facilitar puentes entre ellas, respetando sus especificidades geopolíticas y epistémicas. También es fundamental construir puentes entre las alternativas constructivas y los movimientos populares que resisten a los sistemas económicos y políticos dominantes, como las luchas documentadas por el Atlas de la Justicia Ambiental (Ver: https://ejatlas.org).

El artículo está estructurado de la siguiente manera. Primero presentamos una crítica del desarrollo en sus reencarnaciones recientes, como la del «desarrollo sostenible» y la economía verde, delineando el camino de Estocolmo-1972 a Río+20, o el camino de la crítica a la defensa del crecimiento económico. Luego presentamos los orígenes y la importancia de las cosmovisiones y algunas prácticas transformadoras alternativas al desarrollo. Por último, esbozamos el propósito y el concepto del Pluriverso con un conjunto de cuestiones centrales en la agenda de transformación que estamos proponiendo. Nuestra intención es contribuir a la búsqueda de respuestas a la pregunta: ¿cómo podrían lograrse estos mundos que componen el Pluriverso?

 

DESARROLLO SOSTENIBLE, LA ECONOMÍA VERDE Y SUS FALSAS SOLUCIONES

«Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie.» Giuseppe Tomasi di Lampedusa, El Gatopardo (1963)

En 1987, la Comisión Mundial de la ONU sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo presentó el informe Nuestro Futuro Común (más conocido como Informe Brundtland). Allí se acuñó el concepto de «desarrollo sostenible», que posteriormente fue presentado en la cumbre de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Principio 12 de la Declaración), de 1992. Con ese marco de referencia, el impulso hacia el crecimiento y la liberalización económica fue ganando protagonismo en los eventos globales subsiguientes relacionados con el desarrollo sostenible, parcialmente disimulado, eso sí, tras la retórica de la sostenibilidad medioambiental.

En comparación con la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente de Estocolmo     en 1972, las conferencias posteriores supusieron un cambio de marco estratégico general tanto en el diagnóstico como en el pronóstico, en relación a la crisis ecológica (ver Tabla 1). El foco se ponía ahora en la pobreza de los países subdesarrollados, en lugar de en la opulencia en los desarrollados, en sintonía con las tesis postmaterialistas de Inglehart (1990) «antes has de ser rico para poder ser ambientalista«, tan criticadas por Martinez-Alier (2002) con su trabajo sobre justicia ambiental y el ecologismo de los pobres.


4 Ver Walter Mignolo, «On Pluriversality», disponible en https://waltermignolo.com/onpluriversality/, accedido el 9 de marzo de 2017.


De esa forma, el crecimiento económico fue librado del estigma y reformulado como uno de los pasos necesarios hacia la solución de los problemas medioambientales (Gómez-Baggethun y Naredo, 2015). Esta pérdida de fuerza con respecto a los debates iniciales de los años 70 influenciados por el informe Los límites del crecimiento (Meadows et al. 1972) constituye el núcleo de la «economía verde», una especie de keynesianismo verde con propuestas para el nuevo milenio como el Green New Deal y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

En la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible de 2012 (conocida como Cumbre Río+20) el concepto de «economía verde» tuvo un papel clave como hilo conductor durante los debates multilaterales (aunque la resistencia de muchas naciones del Sur puso de manifiesto que no era un concepto tan fundamental como a sus partidarios les hubiera gustado). Como preparación para la cumbre, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP por sus siglas en inglés) publicó un informe sobre «economía verde», definiéndola como «la que resulta de mejorar el bienestar humano y    la igualdad social, al mismo tiempo que reduce los riesgos medioambientales y la escasez ecológica» (UNEP 2011). En consonancia con el enfoque a favor del crecimiento del desarrollo sostenible, el informe ignoró cualquier tipo de compensación entre el crecimiento económico y la conservación medioambiental y conceptualizó el capital natural como un «bien económico primordial», abriendo así aún más la puerta a la mercantilización de la Naturaleza (el llamado «capitalismo verde»). De hecho, enunció claramente que «el objetivo principal para una transición a una economía verde es posibilitar el crecimiento económico y las inversiones a la vez que se eleva la calidad medioambiental y la inclusividad social.» (UNEP 2011)

Tal y como denuncian Gómez-Baggethun y Naredo (2015), en la declaración final de Río+20 la defensa del crecimiento económico se menciona en más de 20 artículos. Por ejemplo, en el Artículo 4 se lee: «reafirmamos también que es necesario lograr el desarrollo sostenible promoviendo un crecimiento sostenido, inclusivo y equitativo«. Este enfoque está basado en la teoría económica neoclásica (con su visión de economía medioambiental), que desemboca en la creencia de que el crecimiento económico podrá desligarse (o desacoplarse) de su base medioambiental a través de la desmaterialización y la descontaminación, gracias a los avances en ecoeficiencia (incremento en la productividad de los recursos y descenso de la contaminación). En este marco conceptual, los precios de mercado se consideran medios apropiados para resolver los problemas medioambientales y se cuenta con que las tasas exógenas de

 

progreso tecnológico contrarresten los efectos del agotamiento de recursos. Sin embargo, el conflicto entre una economía dominada por el crecimiento y el medio ambiente no puede resolverse con la búsqueda de «desarrollo sostenible», o medidas tendientes a conseguir la «ecoeficiencia», la «modernización ecológica», la «geoingeniería», la «agricultura o ciudades inteligentes», o la «economía verde o circular». Todas estas son falsas soluciones. Por esta razón consideramos que el Objetivo 8 de Desarrollo Sostenible – crecimiento económico inclusivo y sostenible-, es un oxímoron, además de entrar en contradicción con la mayoría de los otros objetivos.

Por poner un ejemplo: siendo cierto que el enfoque de la economía verde puede verse como una mejora respecto al modelo neoliberal convencional, sigue siendo fundamentalmente fallida en toda una serie de cuestiones. Por ejemplo, el objetivo final del Green New Deal es la creación de «economías resilientes de bajas emisiones de carbono, ricas en trabajos y basadas en el suministro de fuentes independientes de energía» (NEF 2008; UNEP 2011). Mientras que en esto puede existir un consenso más o menos unánime, la controversia gira en torno a las medidas a adoptar. Algunos de los defectos o puntos débiles del enfoque de la economía verde y del desarrollo sostenible tal como se ha venido definiendo hasta ahora en varios documentos avalados por la ONU o de la propia ONU, incluyendo la declaración para Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (SDSN 2013; United Nations 2012; 2013; 2015), son los siguientes (Kothari 2013):

  1. Ausencia de un análisis de las raíces históricas y estructurales de la pobreza, el hambre, la insostenibilidad y las desigualdades, que incluirían la centralización del poder estatal y los monopolios capitalistas;
  2. Inadecuada importancia dada a la democracia directa (toma de decisiones llevada a cabo por ciudadanos y ciudadanas, así como comunidades en reuniones sin intermediarios), en lugar de recalcar la asunción de responsabilidades y la transparencia;
  3. Incapacidad de reconocer los límites biofísicos del crecimiento económico;

 

  1. Sumisión continua al capital privado, y la incapacidad o poca disposición a democratizar la economía;

 

  1. Enaltecimiento de la ciencia moderna y la tecnología como panaceas, ignorando sus limitaciones y marginando otras formas de conocimiento;
  2. Marginación de la cultura, la ética y la espiritualidad;

 

  1. Consumismo desenfrenado no abordado sin ambages;

 

  1. Falta de relaciones globales construidas sobre las particularidades de cada región y su independencia; y
  2. Falta de una nueva arquitectura de las instituciones a nivel global, nacional y local que promueva la soberanía efectiva y activa de los pueblos, en vez de una continua dependencia en la centralidad de los Estados-nación, que impide una verdadera democratización a todos los

Estos puntos débiles resumen el cómo y el por qué consideramos que las soluciones propuestas por el desarrollo sostenible o sustentable y la economía verde son falsas. En la siguiente sección, damos a conocer alternativas que, a diferencia de lo anterior, van más allá del desarrollo, integrando un potencial transformador real.

ALTERNATIVAS TRANSFORMADORAS AL DESARROLLO: VISIONES DEL MUNDO Y PRÁCTICAS

«El desarrollo se ha convertido en un principio ubicuo y una creencia generalizada; ha estructurado nuestro mundo, nuestras cosmovisiones y nuestras acciones.

En estos tiempos críticos, este importante libro nos presenta una increíble variedad de

alternativas ayudándonos a repensar el valor de nuestras sociedades y el significado de ser

humano.»

 

Jingzhong Ye, Profesor y decano de la Facultad de Humanidades y Estudios de Desarrollo de la

Universidad Agrícola de China.

 

En síntesis, la actual crisis planetaria posee una dimensión civilizatoria. Nunca tantos aspectos cruciales de la vida fallaron simultáneamente ni las expectativas sobre el futuro han sido tan inciertas. Los problemas ambientales son inocultables, no importa cuán poderosos sean los negacionistas. Tampoco es posible ocultar las enormes desigualdades socioeconómicas mundiales que crecen a medida que el «desarrollo» se extiende por todo el mundo como virus mutante. Esta crisis se ve y siente en todos los ámbitos: ambiental, económico, social, político, ético, cultural y espiritual. Irónicamente, estas crisis son incluso alimentadas por las fuerzas de derechas para obtener el apoyo de los marginados, con imágenes falsas pero atractivas de cómo «el otro» -el inmigrante, por ejemplo- roba «nuestros» trabajos, recursos y felicidad. Resultado de este escenario convulso, la violencia y la represión envuelven y debilitan los procesos democráticos.

Poner fin a la búsqueda del «desarrollo» no es fácil. Su lógica seductora está ampliamente internalizada. Las sociedades del Norte Global, que sufren los efectos del crecimiento industrial, fueron las primeras   en aceptar el evangelio de un único camino hacia el progreso. El Sur emula al Norte, cautivado por sus deslumbrantes estilos de vida en un curso aparentemente imparable que trae cada vez más problemas sociales y ambientales. Siete décadas después de que el concepto de «desarrollo» fue puesto oficialmente en escena, el mundo entero está sumido en el «maldesarrollo».

¿Qué le sucede a la vida misma? Paradójicamente el discurso del «desarrollo» solo consolida la crisis global. Esta crisis no es coyuntural ni manejable desde las instituciones existentes; más bien, es estructural e histórica. Por eso urge pensar y actuar más allá del desarrollo, buscando una profunda reorganización de las relaciones dentro y entre las sociedades, y de las relaciones entre la Humanidad y la Naturaleza, de las cuales somos parte. Se requiere una nueva versión de las instituciones a nivel global, nacional y local, pero este objetivo está más allá de las capacidades de los posibles administradores planetarios o los políticos de los estados nacionales. En cambio, la remodelación debe ser, y está siendo, impulsada desde diversos espacios comunitarios de base.

 

CRÍTICA DEL DESARROLLO Y ORÍGENES DE LAS VISIONES ALTERNATIVAS DEL MUNDO

«Dentro del capitalismo no hay solución para la vida; fuera del capitalismo hay incertidumbre, pero todo es posibilidad. Nada puede ser peor que la certeza de la extinción. Es momento de

inventar, es momento de ser libres, es momento de vivir bien» Ana Esther Ceceña, Economista y coordinadora del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica

En diversas regiones del mundo han surgido una variedad de nociones o visiones del mundo diferentes y complementarias, que buscan imaginar y lograr una transformación más fundamental que la propuesta por los enfoques de economía verde y desarrollo sostenible. Algunas de estas son un renacimiento de   las cosmovisiones de los pueblos indígenas; algunas han surgido de los recientes movimientos sociales y ecologistas relacionados con viejas tradiciones y filosofías. Provenientes de diferentes contextos culturales y sociales, a veces difieren en la prescripción (que se hará, cómo, por y para quién), pero comparten     el diagnóstico (cuáles son los problemas sociales y quiénes con los responsables), así como similares o equivalentes cosmovisiones (Weltanschauungen). El Diccionario del Post-desarrollo tiene como objetivo iluminar el camino para la articulación de estas alternativas al desarrollo5.

A diferencia del desarrollo sostenible, que es un concepto basado en un falso consenso (Hornborg 2009), estas visiones alternativas no pueden ser reducidas a una única visión y, por tanto, no pueden aspirar a ser adoptadas como una meta común por organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, la OECD, la Unión Africana o la Organización de Estados Americanos. Estas ideas nacieron como propuestas radicales de cambio desde lo local a lo global. En este escenario de la postpolítica (Swyngedouw 2007), estas visiones pretenden repolitizar el debate sobre la tan necesaria transformación civilizatoria socioecológica, afirmando el desacuerdo con las representaciones actuales del mundo y buscando otras alternativas. De esta manera, son una crítica de la hegemonía actual del desarrollo, lo que significa una crítica de la homogeneización de las culturas debido a la adopción generalizada de tecnologías particulares y modelos de consumo y producción experimentados en el Norte Global (Escobar 1995; Rist 2003). El economista ecológico José Manuel Naredo (1987) ha puesto énfasis en como el imperialismo de la ideología económica -revestida de presunta racionalidad y apologética del statu quo y del poder- se funda en el cuento del carrusel de la producción y del consumo. Sin embargo, Naredo explica que el sistema económico se asienta en la adquisición o apropiación de riqueza, más que en la producción de la misma. Sobre esta noción ficticia de producción que rechaza cualquier límite físico se apuntaló la mitología del crecimiento económico. De esta forma, el crecimiento se refiere estrictamente al crecimiento del agregado monetario de producción medido por el Producto Interno Bruto. El PIB es el único respaldo que otorga significado concreto a la palabra crecimiento y a su derivado desarrollo, y permite clasificar los países atendiendo    a su nivel de renta o PIB per cápita. La noción de producción se ha vuelto una metáfora absoluta, que   es aquella que permite transferir ideología y juicios de valor sobre temas socialmente relevantes sin contar con apoyo racional ni empírico alguno. Su función expresiva no puede, así, racionalizarse, ni el concepto sustituirse, ocupando un lugar esencial en la historia del pensamiento, en este caso, económico. Naredo ilustra ampliamente en el libro La economía en evolución como estas categorías (ej. producción  y crecimiento) y la noción de sistema económico con ellas configurada, siguen siendo asumidas como si fueran universales, cuando de hecho son una creación de la mente humana que nació en el siglo XVIII como fruto de un maridaje entre la filosofía mecanicista y las creencias alquímicas. Para Naredo (2006)  el desarrollo se revela una cuestión más de posición que de producción, lo cual nos induce a pensar en modelos Depredador-Presa o Parásito-Huésped.

El modelo de desarrollo occidental es una construcción mental, adoptada por el resto del mundo, que necesita ser deconstruida (Latouche 2009). Por lo tanto, el término de desarrollo debe ser rechazado por su toxicidad (Dearden 2014), así como el de «desarrollo sostenible» por su inherente contradicción.

La deconstrucción del desarrollo abre la puerta a multitud de ideas (nuevas y viejas) y visiones del mundo o, si se prefiere, a una matriz de alternativas (Latouche 2009). Esto incluye la del Buen Vivir,  una cultura de la vida con denominaciones y variedades diferentes en distintas regiones de Sudamérica (Gudynas 2011; Acosta 2012); Ubuntu, con su énfasis en la reciprocidad humana en Sudáfrica y varios equivalentes en otras partes de África (Metz 2011); Swaraj con su énfasis en la autosuficiencia y el autogobierno, en India (Kothari 2014); y muchas otras (más de cien en nuestro libro Pluriverso; Kothari et al. 2019).

Lo que es importante aquí es el hecho de que, aunque muchas sean antiguas, estas opciones están reapareciendo tanto en su forma original como añadiendo modificaciones como una parte de la narrativa dentro de los movimientos que luchan contra el desarrollo y/o reivindican formas alternativas de bienestar.


5 Para tentativas anteriores, ver Salleh (1997), Kothari, Demaria y Acosta (2014) o Escobar (1995), entre muchos otros aportes.


Los postulados ecofeministas representan otro aspecto más dentro de este arcoíris postdesarrollista (Shiva 1989; Salleh 1997). Y sin duda hay que incorporar todo el aporte decolonial (Quijano 2014).

Estas visiones del mundo no son una novedad en el siglo XXI, sino más bien, parte de una       larga búsqueda de modos de vivir alternativos, forjados en el crisol de la lucha de la Humanidad por      la emancipación y la ilustración dentro (en lugar de fuera) del vientre de la Naturaleza. Sin embargo,     lo que hace notables a este tipo de propuestas alternativas es el hecho de que a menudo surgen de grupos tradicionalmente marginados. Estas visiones del mundo difieren de las del Occidente dominante al emerger desde comunidades no capitalistas o espacios no capitalistas, tales como el sector doméstico en el Norte Global (Mies 1993; Salleh 1997). Son, por lo tanto, independientes de la lógica antropocéntrica y androcéntrica del capitalismo, la civilización dominante, así como de los diferentes modelos de socialismo de Estado (en la práctica, capitalismo de Estado) existentes hasta ahora. Otros enfoques surgidos desde dentro de países industrializados -las entrañas de la bestia, por decirlo de alguna manera- pueden también romper la lógica dominante, como es el caso del decrecimiento, un ejemplo del occidente no occidentalista (Sousa Santos 2009).

Estas visiones del mundo difieren profundamente de la idea contemporánea de desarrollo. No se trata de aplicar una serie de políticas, instrumentos o indicadores para salir del «subdesarrollo» y alcanzar esa deseada condición de «desarrollo». En cualquier caso, ¿cuántos países han alcanzado el desarrollo? Décadas después de que la idea de «desarrollo» se esparciera por todo el mundo, solo un puñado de países pueden denominarse «desarrollados», otros se esfuerzan por emularlos, y todos ellos lo hacen a un coste ecológico y social enorme. El problema no se trata de la falta de puesta en práctica de una serie de medidas, sino más bien del concepto de desarrollo como crecimiento lineal, unidireccional, material y financiero. El mundo experimenta un «mal desarrollo» generalizado, incluyendo aquellos países considerados industrializados, o lo que es lo mismo, aquellos países cuyo estilo de vida serviría como ejemplo a seguir para los países atrasados. El funcionamiento del sistema global es, en sí mismo, un «mal desarrollador» (Tortosa 2011).

En resumen, es necesario anular el concepto tradicional de progreso en su deriva productivista del desarrollo (así como sus numerosos síntomas) como un concepto unidireccional, especialmente en su visión mecanicista del crecimiento económico. Sin embargo, no se trata solo de anularlo; hacen falta diferentes puntos de vista, mucho más ricos en contenido como también en complejidad. Como explica Kallis (2015):

«El desarrollo sostenible y su más reciente reencarnación, el ‘crecimiento verde’, despolitizan los legítimos antagonismos políticos entre las distintas visiones de futuro. Consideran los problemas medioambientales como técnicos, prometiendo soluciones en las que todos salen ganando y el objetivo imposible de perpetuar el crecimiento económico sin dañar el

medioambiente.»

 

Es por ello que estos enfoques alternativos son necesarios para desafiar las ideas de la economía verde y el desarrollo sostenible y las creencias que llevan asociadas, que consideran el crecimiento económico como una ruta recomendada e indiscutible en las agendas políticas. También son importantes en la medida que nos presentan un conjunto de valores y principios éticos que sientan las bases de una acción transformadora positiva, tales como la diversidad, la relacionalidad, la reciprocidad, la solidaridad, los comunes, el sentimiento de unidad con la Naturaleza, la interconectividad, la simplicidad, la inclusividad, la equidad y la no jerarquización, la suficiencia y no solo la eficiencia, la pluriversalidad y la paz.

De aquí en adelante describiremos brevemente tres de esas alternativas transformadoras: el swaraj

ecológico (o democracia radical ecológica) desde la India, el buen vivir y el decrecimiento desde Europa.

 

SWARAJ ECOLÓGICO O DEMOCRACIA ECOLÓGICA RADICAL

«Un pluriverso es un mundo en el que se pueden sembrar diversas esperanzas, se pueden cultivar múltiples oportunidades y se puede lograr una pluralidad de vidas significativas por medio de personas tan diferentes y solidarias como somos. Hay muchas alternativas al dominador, especulador, globalizador y desempoderador ‘progreso’ occidental.»

Richard Norgaard, Autor de Development Betrayed. Profesor Emérito de Energía y Recursos, Universidad de California, Berkeley.

En medio de las desigualdades socioeconómicas y el colapso ecológico que vemos alrededor del mundo, existe un número creciente de iniciativas que practican o difunden formas justas y sostenibles de lograr el bienestar humano. Algunas de estas son afirmaciones de ancestrales estilos de vida y medios de subsistencia que han permanecido en relativa armonía con la tierra durante siglos o milenios, otras son iniciativas recientes que surgen de movimientos de resistencia, o resultado de comprobar el carácter destructivo   de los sistemas económicos y políticos actualmente vigentes. Aunque son increíblemente diversas en sus contextos y procesos, muchas de estas iniciativas y enfoques exhiben algunas características comunes, que permiten el surgimiento de modelos o paradigmas amplios.

Uno de estos esquemas de vida, que surgió de la experiencia de grupos de base en la India, pero que ha comenzado a lograr una resonancia global, es la Democracia Ecológica Radical, también llamada eco-swaraj en el ámbito local. Es este un enfoque que respeta los límites de la Tierra y los derechos de las demás especies, a la vez que persigue los valores fundamentales de justicia social y equidad. Con su firme impulso democrático e igualitario, busca empoderar a cada persona para que participe en la toma de decisiones, y su visión holística del bienestar humano comprende las dimensiones físicas, materiales, socioculturales, intelectuales y espirituales. En lugar del Estado o la gran empresa, swaraj sitúa a los colectivos y a las comunidades en el centro de la gobernanza y la economía. Se basa en iniciativas de la vida real puestas en práctica en todo el subcontinente indio, que incluyen la agricultura sostenible, la pesca y el pastoreo, la soberanía alimentaria y del agua, la producción descentralizada de energía, la autogestión local, la salud comunitaria, el aprendizaje y la educación alternativos, los medios y las comunicaciones controlados por la comunidad, la localización de las economías, la justicia de género y de casta, los derechos de las sexualidades diferentes y múltiples, y muchas otras.

La Democracia Ecológica Radical comprende las siguientes cinco esferas interconectadas:

 

  • Sabiduría ecológica y resiliencia, incluida la capacidad de conservación y regeneración del resto de la naturaleza (ecosistemas, especies, funciones y ciclos) y su complejidad, basándose en la convicción de que la Humanidad es parte de la Naturaleza, y que el resto del mundo natural tiene un derecho intrínseco a
  • Bienestar social y justicia, incluidas las vidas que son gratificantes física, social, cultural y espiritualmente; donde hay equidad en los derechos socioeconómicos y políticos, en los beneficios, en los derechos y las responsabilidades de género, clase, casta, edad, etnias, capacidades, sexualidades y otras divisiones actuales; donde hay un equilibrio entre los intereses colectivos y las libertades individuales; y donde la paz y la armonía están
  • Democracia política directa o radical, donde el poder de toma de decisiones comienza en la unidad más pequeña de asentamientos humanos (rurales o urbanos), en la que cada ser humano tiene el derecho, la capacidad y la oportunidad de participar; partiendo desde estas unidades básicas hasta los niveles más altos de gobierno, que deben rendir cuenta a los niveles inferiores; donde la toma de decisiones políticas tiene lugar respetando los vínculos y límites ecológicos y culturales (y, por lo tanto, desafiando las fronteras políticas actuales, incluidas las de los estados-nación); y donde el papel del Estado finalmente se vuelve mínimo, para funciones como la conexión con otros territorios y cualquier medida de bienestar que pueda ser necesaria.

 

  • Democracia económica, en la que las comunidades locales, incluidos los productores y los consumidores, a menudo combinados como «prosumidores», tienen el control de los medios de producción, distribución, intercambio y mercados; donde la localización es un principio clave que cubre todas las necesidades básicas a través de la economía regional local; el comercio y el intercambio de mayor alcance, según sean necesarios, se basan y garantizan esta autosuficiencia local; la Naturaleza, los recursos naturales y otros elementos importantes que alimentan la economía son gestionados como bienes comunes; la propiedad privada se minimiza o desaparece; donde las relaciones no monetizadas de cuidar y compartir recuperan su importancia central; y los indicadores son principalmente cualitativos, centrándose en las necesidades básicas y el
  • Pluralidad cultural y del conocimiento, donde la diversidad es un principio clave; el conocimiento, incluidos su generación, uso y transmisión, es de dominio público o un bien común; la innovación se genera democráticamente y no hay torres de marfil de «expertos»; el aprendizaje se lleva a cabo como parte de la vida y viviendo, no solo en instituciones especializadas; y las vías individuales o colectivas en pos del bienestar ético y espiritual y de la felicidad están disponibles para

Visto como un conjunto de pétalos en una flor, el núcleo o yema donde todos se entrecruzan forma un conjunto de valores o principios, que también representa una parte esencial de las iniciativas alternativas. Estos valores también pueden verse como el fundamento ético o espiritual de las sociedades, la visión del mundo que sus miembros comparten:

  • Integridad ecológica y derechos de la naturaleza.
  • Equidad, justicia e inclusión.
  • Derecho a, y responsabilidad con, la participación relevante.
  • Diversidad y pluralismo.
  • Comunes colectivos y solidaridad con las libertades individuales.
  • Resiliencia y adaptabilidad
  • Subsidiariedad, autodeterminación y ecorregionalismo.
  • Simplicidad y suficiencia (o la noción de «esto es bastante»).
  • Dignidad y creatividad de la mano de obra y del trabajo.
  • No violencia, armonía y paz

Los múltiples componentes y valores del eco-swaraj se han discutido en toda la India mediante    un proceso continuado llamado Vikalp Sangam (Confluencia de alternativas). Este proceso reúne a un conjunto diverso de miembros de las comunidades, la sociedad civil y diversas profesiones, que participan en iniciativas alternativas en todos los ámbitos. Una serie de confluencias regionales y temáticas que comenzaron en 2015, permiten a los participantes compartir experiencias, aprender unos de otros, establecer alianzas y colaboraciones, y concebir juntos un futuro mejor. Destaca la tarea de documentar las iniciativas alternativas en forma de historias, vídeos, estudios de casos y otros formatos, que proporciona un medio adicional para difundir los aprendizajes y fomentar la inspiración para una transformación aún mayor, a través de un sitio web específico, una exposición móvil y otros medios6.

 


6 Ver www.vikalpsangam.org


 

Fuera de la India, este enfoque también está vinculado con alternativas radicales en otras regiones del mundo. En 2012, varias organizaciones y movimientos de la sociedad civil firmaron un Tratado de Sostenibilidad de los Pueblos sobre Democracia Ecológica Radical; posteriormente, una lista de debates ha mantenido vivo el diálogo y han surgido oportunidades para el aprendizaje mutuo sobre enfoques como el decrecimiento, el ecofeminismo, las sociedades cooperativas, la economía social y solidaria en Europa, el Buen Vivir y sus demás equivalentes en América Latina, entre otras cuestiones. Eco-swaraj o Democracia Ecológica Radical es una visión del mundo en evolución, no un programa tallado en piedra. En su propio proceso de evolución democrática de base, constituye una alternativa a las ideologías y propuestas de arriba hacia abajo, por más que incorpore elementos relevantes de tales ideologías. Esta es la base de su potencial transformador.

 

EL BUEN VIVIR O EL VIVIR BIEN O LOS BUENOS CONVIVIRES

«En este contexto, caben algunas precisiones sobre el concepto del Sumak Kawsay. A partir de nuestras vivencias, podemos decir que se trata de un concepto que es la columna vertebral en el sistema comunitario. Es una construcción colectiva a partir de las formas de convivencia de los seres humanos, pero ante todo, en coexistencia con otros elementos vitales, donde se constituyen las condiciones armónicas entre los seres humanos, la comunidad humana y las otras formas de existencia en el seno de la Madre Naturaleza. Desde nuestra comprensión, la vida es posible, en tanto existe la relación y la interacción de todos los elementos vitales.»

Luis Macas Ambuludi. Líder indígena

 

El Buen Vivir, en esencia, proviene del mundo indígena amazónico y andino. Es el resultado de largas luchas de resistencia y de consolidación de sujetos políticos -los movimientos indígenas- que emergen como tales y como portadores de sus propias cosmovisiones. El Buen Vivir representa una clara alternativa al desarrollo, más allá de los vaciamientos conceptuales que ha sufrido por parte de los gobiernos progresistas de Bolivia y Ecuador. En muchos saberes indígenas -fuentes insoslayables del sumak kaysay7 (traducido en Ecuador como Buen Vivir y en Bolivia como Vivir Bien)- no existe una idea análoga al «desarrollo». No hay una concepción lineal de la vida que establezca un estado anterior y posterior, a saber, de «subdesarrollo» y «desarrollo»; dicotomía por la que deberían transitar personas y países para conseguir el bienestar, como ocurre en Occidente. Tampoco existen conceptos análogos a «riqueza» y «pobreza» vistos como acumulación y carencia material. Asimismo, el ser humano es visto como un actor más en la Naturaleza, y no como «su corona».

El principio que inspira al Buen Vivir es la armonía o, si se prefiere, el equilibrio (sin ser la contraposición de fuerzas opuestas, como se vería a la luz del Iluminismo). Equilibrio y armonía en la vida del ser humano consigo mismo, en los individuos en comunidad, entre comunidades, entre pueblos y naciones. Y todos, individuos y comunidades, viviendo en armonía con la Naturaleza. Somos Naturaleza.

En esta concepción de vida la relacionalidad es preponderante, pues el mundo posee un incesante  y complejo flujo de interacciones e intercambios: todo se relaciona con todo. Dar y recibir, desde infinitas reciprocidades, complementariedades y solidaridades, es la base del Buen Vivir. Las festividades, como manifestaciones extraordinarias de la cotidianidad, son momentos para disfrutar de forma más intensa la vida al compartir en comunidad lo sagrado de la Naturaleza e incluso al redistribuir el bienestar acumulado inequitativamente.


7 Las expresiones más conocidas del Buen Vivir o Vivir Bien, remiten a conceptos existentes en lenguas indígenas de América Latina, tradicionalmente marginados, pero no desparecidos: sumak kawsay o allí kawsay (en kichwa), suma qamaña (en aymara), ñande reko o tekó porã (en guaraní), pénker pujústin (shuar), shiir waras (ashuar) entre otras. Existen nociones similares en otros pueblos indígenas, por ejemplo: mapuches de Chile, kyme mogen; kunas de Panamá, balu wala; miskitus en Nicaragua, laman laka; así como otros conceptos afines en la tradición maya de Guatemala y en Chiapas (México).


Es decir, el Buen Vivir asume la postura ética que debe regir la vida humana: cuidar de uno mismo y de los demás seres (humanos y no humanos), buscando siempre equilibrios que aseguren el fluir de la vida. Un mundo inspirador de armonías y equilibrios, donde la vida está por encima de cualquiera otra consideración. En términos políticos, diríamos que el Buen Vivir busca reproducir la vida y no el capital.

Si bien el Buen Vivir debe comprenderse desde diferentes enfoques y visiones evitando homogenizaciones -pues restringen las visiones y comprensiones de los otros-, el núcleo de los debates encierra lo holístico de ver a la vida como relación, relación del ser humano consigo mismo y con otros seres humanos y no humanos: la Pachanama (Madre Tierra), en una permanente complementariedad entre los unos y los otros.

Tal cosmovisión debe analizarse desde la historia y el presente de los pueblos indígenas, como parte de su continuidad histórica. Aquí, pasado y futuro se funden en un presente de (re)conocimiento y (re) construcción de «alternativas alterativas«, atado a sus luchas de resistencia frente a interminables procesos de conquista y colonización. En definitiva, lo que cuenta es recuperar, sin idealizaciones, el proyecto colectivo de futuro de la comunidad indígena con una clara continuidad desde su pasado.

Estas utopías andinas y amazónicas -posibles y realizadas- se plasman en su discurso, en sus proyectos políticos y especialmente en sus prácticas sociales y culturales, inclusive económicas. Aquí radica una de las mayores potencialidades del Buen Vivir: aprehender las experiencias de pueblos que viven con dignidad y armonía desde tiempos inmemoriales, pero –insistamos- sin idealizar la realidad indígena. Actualmente el mundo indígena sigue siendo víctima de dominación, explotación y represión propios de la larga noche colonial, cuyas sombras aún oscurecen nuestros días republicanos sea con gobiernos neoliberales o progresistas. La influencia colonial y capitalista está presente y se filtra cada vez más a través de múltiples formas en su mundo, lo que exige evitar las aproximaciones románticas a la realidad indígena8.

Entonces, esta aproximación a las experiencias indígenas no está exenta de conflictos, aproximaciones excluyentes e inclusive dogmáticas. Ese riesgo emerge cuando se busca diferenciar y separar al Buen Vivir de su original sumak kawsay. Si bien esta aproximación diferenciada permite conocer mejor lo que representa el Buen Vivir en las comunidades indígenas, ningún diálogo de saberes y conocimientos -urgente para la Humanidad- se puede dar desde posiciones dogmáticas y aislacionistas.

Sin negar las especificidades de los mundos indígenas de Nuestra América, es necesario complementar y ampliar sus conceptos y vivencias con otros discursos, propuestas y prácticas nacidas desde diversas regiones del planeta, espiritualmente emparentadas en su lucha por una transformación civilizatoria.

¿Cómo propiciar y enriquecer dicho diálogo, incluso con otras alternativas que disputan el sentido histórico en los márgenes de la Modernidad? He ahí uno de los grandes retos.

Así, al Buen Vivir pueden juntarse muchas otras visiones que rompen con la civilización del capital, proponiendo enfoques y propuestas -similares en muchos aspectos, sin ser iguales en todo- presentes en otras partes del planeta, con varios nombres y características. Se trata de valores, experiencias y sobre todo de prácticas existentes en diferentes períodos y regiones de la Madre Tierra. Cabría destacar el ubuntu (sentido comunitario: una persona es una persona solo a través de las otras personas y de los otros seres vivos) en África, o el eco-swaraj (democracia ecológica radical) en la India.

Dejemos sentado que el Buen Vivir -siendo por excelencia un discurso político- no sintetiza ninguna

propuesta terminada ni indiscutible, no emerge de reflexiones académicas, ni de propuestas de algún


8 También cabe aprender de aquellas historias trágicas de culturas desaparecidas por diversas razones (incluyendo sus errores, agresiones a la Naturaleza, desigualdad, violencia), así como de los procesos aún vivos. Hay elementos para pensar soluciones innovadoras ante los actuales desafíos sociales y ecológicos.


 

partido político. Y, por cierto, si el Buen Vivir proviene de una matriz andino-amazónica ancestral o de matrices similares, portadoras de otras racionalidades y otros sentipensares (Escobar 2014), es muy complejo, sino imposible, entenderla usando el instrumental teórico de la Modernidad.

Un corolario de lo dicho es que no podemos seguir mercantilizando la Naturaleza, propiciando su explotación desenfrenada; hay que desmercantilizarla. Tenemos que reencontrarnos con ella asegurando su regeneración, desde el respeto, la responsabilidad y la reciprocidad, desde la relacionalidad.

Asimismo, al hablar de Buen Vivir -Ecuador- o de Vivir Bien -Bolivia-, pensamos en plural. Es decir, imaginamos «buenos convivires», y no un Buen Vivir único y homogéneo, imposible de cristalizar. El  Buen Vivir, insistamos, no podría erigirse en un mandato global único como sucedió con el «desarrollo» a mediados del siglo XX.

 

DECRECIMIENTO: NO MENOS DE LO MISMO, SINO ALGO DIFERENTE

«Una estimulante mirada al notable espectro de experiencias, propuestas y conocimientos radicales que desafían a la actual crisis de civilización. Pluriverso permitirá fomentar el reconocimiento mutuo, los diálogos y las convergencias, sin los cuales «otro mundo» será

difícilmente posible.»

 

Edgardo Lander, Profesor de la Universidad Central de Venezuela en Caracas; Autor de La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales.

En términos generales, el decrecimiento cuestiona la hegemonía del crecimiento económico y reclama una reducción redistributiva, y democráticamente gestionada, de la producción y el consumo en los países industrializados, como una vía para alcanzar la sostenibilidad ambiental, la justicia social y el bienestar (Demaria et al. 2013). El decrecimiento suele asociarse con la idea de que lo pequeño puede ser hermoso. Sin embargo, el énfasis debe ponerse no solo en el menos, sino también en lo diferente. En una sociedad de decrecimiento, todo será diferente: las actividades, las formas y usos de la energía, las relaciones,  los papeles de género, la distribución del tiempo entre el trabajo remunerado y el no remunerado y las relaciones con el mundo no humano.

El objetivo del decrecimiento es salir de una sociedad dominada por el fetichismo del crecimiento. Tal ruptura está, por lo tanto, relacionada tanto con las palabras como con las cosas, con las prácticas simbólicas y materiales. Implica la descolonización del imaginario y la construcción de otros mundos posibles. El proyecto del decrecimiento no aspira a otro crecimiento, ni a otro tipo de desarrollo (sostenible, social, justo, etc.), sino a la construcción de otra sociedad, una sociedad eco-feminista (Amaia Pérez Orozco), una sociedad de abundancia frugal (Serge Latouche), una sociedad poscrecimiento (Niko Paech), o de prosperidad sin crecimiento (Tim Jackson). En otras palabras, no es inicialmente un proyecto económico, ni siquiera de otra economía, sino un proyecto social que implica escapar de la economía como una realidad y como un discurso imperialista.

«Compartir», «simplicidad», «convivencialidad», «cuidado» y «comunes» son manifestaciones primordiales de cómo se vería esta sociedad (D’Alisa et al. 2015).

Aunque el decrecimiento incorpora a la bioeconomía y a la macroeconomía ecológica, es un concepto no económico. Por una parte, el decrecimiento implica ciertamente la reducción del metabolismo social (la energía y el rendimiento material de la economía), algo imprescindible para afrontar las actuales restricciones biofísicas (en términos de recursos naturales y de capacidad de asimilación del ecosistema). Por otro lado, el decrecimiento es un intento de impugnar la omnipresencia en la sociedad de las relaciones basadas en el mercado y de reemplazar los pilares del imaginario social, hoy basados en el crecimiento, por el concepto de abundancia frugal. También es un llamado a una democracia más profunda, aplicada  a temas que se encuentran fuera del ámbito democrático vigente, como es el caso de la tecnología.

Finalmente, el decrecimiento implica una redistribución equitativa de la riqueza, tanto en el interior como en todo el Norte y el Sur globales, así como entre las generaciones presentes y futuras.

En las últimas dos décadas, el rostro triunfal de una ideología de crecimiento alentada por el pensamiento único no ha sido otro que el eslogan, aparentemente consensuado, de «desarrollo sostenible», un simpático oxímoron. Su objetivo ha sido el de tratar de salvar el credo del crecimiento económico ante la crisis ecológica y aparentemente fue bien aceptado por el movimiento antiglobalización. Se hacía urgente plantar cara al capitalismo de mercado globalizado con otro proyecto civilizatorio o, más específicamente, dar visibilidad a un plan que había estado gestándose durante mucho tiempo, pero que había progresado de manera clandestina. La ruptura con el desarrollismo, una forma de productivismo para ser aplicada en los llamados países subdesarrollados, fue la base de este proyecto alternativo.

El término «decrecimiento» fue propuesto por el ecologista político André Gorz en 1972, y se utilizó como título de un libro con la traducción francesa de los ensayos de Nicholas Georgescu-Roegen en 1979. El decrecimiento fue recuperado por ecologistas franceses en 2001, como un eslogan provocativo para repolitizar al ecologismo. La consigna del decrecimiento fue lanzada casi accidentalmente ante la necesidad apremiante de romper con el doble discurso, a menudo sin sentido, del desarrollo sostenible que compartían corrientes enteras del ecologismo político y de los sectores críticos con el desarrollo. Por lo tanto, la frase no es originalmente un concepto (al menos no a la manera del crecimiento económico) sino más bien una desafiante consigna política destinada a recordarnos el sentido de los límites; más específicamente, el decrecimiento no equivale a una recesión o a un crecimiento negativo. Dentro de la noción usual de sistema económico el decrecimiento del PIB tiene nombre propio y se llama depresión. La intención es trascender la metáfora de la producción y el reduccionismo monetario del PIB. Reconocemos que algunos autores, como José Manuel Naredo (2011), tienen reservas sobre el uso del eslogan decrecimiento, y prefieren otros términos como «mejor con menos» o «reconversión» para referirse a la necesidad de la desmaterialización de la vida económica.

La palabra no se debe interpretar literalmente: decrecer para no crecer sería tan absurdo como crecer para crecer. Una transición decrecentista no es una trayectoria de descenso permanente, sino una transición a sociedades convivenciales que viven de manera simple, en común y con menos. Hay diversas ideas sobre las prácticas e instituciones que pueden facilitar dicha transición y los procesos que pueden vincularlos y permitirles prosperar. El atractivo del decrecimiento surge de su poder para incluir y articular diferentes fuentes o corrientes de pensamiento (incluidas la justicia, la democracia y la ecología) y para formular estrategias a diferentes niveles (entre ellos el activismo de oposición, las alternativas de base y las políticas institucionales). En él confluye un grupo heterogéneo de protagonistas, que se desenvuelven en diferentes temas, desde la agroecología hasta la justicia climática. El decrecimiento podría complementar y reforzar estas áreas temáticas, funcionando como un hilo conductor (es decir, una plataforma para una red de redes) más allá de la política monotemática.

De hecho, el decrecimiento no es la alternativa, sino más bien una matriz de alternativas que reabre la aventura humana a una pluralidad de destinos y al espacio de la creatividad, eliminando la cubierta de plomo del totalitarismo económico. Se trata de salir del paradigma del homo œconomicus o del hombre unidimensional de Marcuse, responsable principal de la homogeneización planetaria y del asesinato de las culturas.

En consecuencia, la sociedad de decrecimiento no se establecerá de la misma manera en Europa, en el África subsahariana o en América Latina, en Texas o en Chiapas, en Senegal o en Portugal. Es fundamental favorecer o redescubrir la diversidad y el pluralismo. Por lo tanto, no es posible formular soluciones integrales favorables al decrecimiento, sino solamente un boceto de los fundamentos de cualquier sociedad sostenible no productivista, y ejemplos concretos de programas de transición.

El diseño puede tomar la forma de un «círculo virtuoso» de sobriedad representado por las 8 «R»: reevaluar, reconceptualizar, reestructurar, relocalizar, redistribuir, reducir, reutilizar y reciclar (Latouche 2009). Estos ocho objetivos interdependientes constituyen una ruptura revolucionaria, que puede desencadenar una dinámica en pos de una sociedad autónoma de sobriedad sostenible y convivencial.

Las cuestiones políticas relacionadas con la dinámica social, los actores, las alianzas y los procesos que generarán transiciones de decrecimiento permanecen abiertas y se están debatiendo animadamente en Europa y más allá de ella. Por ejemplo, en Septiembre de 2018, más de 200 científicos escribieron una carta abierta a las principales instituciones europeas titulada «Europa, ha llegado el momento de terminar con la dependencia del crecimiento«9 que luego fue firmada por casi 100.000 ciudadanos10. La red de decrecimiento incluye más de 100 organizaciones con 3.000 miembros activos, en su mayoría ubicados en Europa pero también en América del Norte y del Sur, Filipinas, India, Túnez y Turquía.

De aquí en adelante, esquematizamos el propósito y la conceptualización del Pluriverso, en el cual tratamos de reunir y articular las alternativas transformadoras al desarrollo (sostenible).

 

LA AGENDA DEL DICCIONARIO DEL POSTDESARROLLO: HACIA EL PLURIVERSO

«Ya lo ves, señor Nicetas –dijo Baudolino–, cuando no era presa de las tentaciones de este mundo, dedicaba mis noches a imaginar otros mundos. Un poco con la ayuda del vino, y un poco con la de la miel verde. No hay nada menor que imaginar otros mundos para olvidar lo doloroso que es el mundo en que vivimos. Por lo menos, así pensaba yo entonces. Todavía no había entendido que, imaginando otros mundos, se acaba por cambiar también éste».

Umberto Eco, Baudolino (2000)

 

En una época en la que el capitalismo, el nacionalismo y el patriarcado brutalizan la vida diaria de los ciudadanos y las ciudadanas de todo el mundo, en particular los habitantes del Sur Global, es primordial que voces contestatarias y movimientos populares se comprometan en un esfuerzo concentrado de investigación, participación, diálogo y acción, inspirado en los movimientos de base y a los cuales, a su vez, les rindan cuentas. La resistencia es crucial, pero no es suficiente. Necesitamos nuestras propias narrativas. Los actos de resistencia y re-existencia dan esperanza aquí y ahora. De eso trata el Pluriverso

  • Un diccionario del posdesarrollo11. Está hecho para fomentar un proceso de investigación, publicación y diálogo. El formato en diccionario del libro se compone de una serie de entradas clave, escritas cada una por,  al menos, un académico o activista. El libro consta de tres secciones principales, tituladas de   la siguiente manera: (1) «El Desarrollo y sus Crisis: Experiencias Globales»; (2) «Universalizar la Tierra: Soluciones reformistas» y (3) «Un Pluriverso de los Pueblos: Alternativas transformadoras».

En resumen, el libro aspira, en primer lugar, a presentar una rica variedad de visiones del mundo y prácticas relacionadas con la búsqueda colectiva de un mundo socialmente justo y ecológicamente sabio, con algunas de ellas bien conocidas como el ecosocialismo, el Buen Vivir o el ecofeminismo, pero también otras de las que raramente se oye hablar, tales como kyosei, minobimaatisiiwin y nayakrishi. Cubre una gran variedad de enfoques de pueblos indígenas, comunidades campesinas y pastoriles, movimientos populares y comunidades urbanas. Ofrece también ensayos críticos sobre un número de falsas soluciones


9 Carta abierta: «Europa, ha llegado el momento de terminar con la dependencia del crecimiento«. Disponible aquí en castellno: https://www.eldiario.es/ultima-llamada/Europa-llegado-terminar-dependencia-crecimiento_6_814428550.html; y aquí en otros 15 idiomas: https://degrowth.org/2018/09/06/post-growth-open-letter/

10 Petición disponible aquí: https://you.wemove.eu/campaigns/europe-it-s-time-to-end-the-growth-dependency.

11 Ashish Kothari, Ariel Salleh, Arturo Escobar, Federico Demaria, Alberto Acosta (editores; con contribuciones de 110 personas de todos los continentes), Pluriverso – Un Diccionario del Posdesarrollo, Barcelona: ICARIA, Quito: Abya Yala (2019). Existe también una edición en inglés: (2019), Pluriverse: A Post-Development Dictionary, Nueva Delhi: Tulik Books and AuthorsUp- Front.


que aquellos que detentan el poder están proponiendo como un intento de «pintar de verde» el desarrollo, tales como la eficiencia, las soluciones tecnológicas, las ciudades inteligentes, la ética del bote salvavidas, el (neo)extractivismo, la economía verde y el ecomodernismo. En segundo lugar, consolidar un debate que dura ya mucho más de un cuarto de siglo sobre la crítica y las alternativas al desarrollo, más allá de la actual fragmentación, presentando tanto su estado actual como sus desafíos futuros con la contribución de autores internacionales influyente de distintas disciplinas y continentes. En tercer lugar, es una guía para entender los conceptos más importantes del postdesarrollo para lectores interesados en diferenciar sus matices y, en el camino, ayudar a clarificar y superar algunas malas interpretaciones frecuentes y críticas, y proporcionar una base para fomentar el avance tanto en la investigación intelectual como en la práctica política de alternativas al desarrollo. Y, en cuarto lugar, es una pequeña pero significativa contribución a la confluencia a nivel mundial de visiones y prácticas culturales, económicas, sociales, políticas y ecológicas.

La futura agenda del postdesarrollo debe investigar el qué, el cómo, el quién y el porqué de todo lo que es transformador y también lo que no lo es. En particular, debe ampliar el inventario del Pluriverso, avanzar en la definición de cuáles son las alternativas transformadoras, mostrar en qué se diferencian  de las falsas soluciones y también explorar cómo pueden articularse. Desde esta perspectiva se puede investigar:

  • ¿Qué tienen en común y en qué se diferencian?

 

  • ¿Qué potencial de tensiones y complementariedades hay, dado que las comunidades socioecológicas de las que emergen están enraizadas en territorios y contextos culturales específicos?

 

  • ¿Cómo podrían estas alternativas al desarrollo converger y sintonizarse entre ellas, por ejemplo las propuestas y las luchas postextractivistas con las decrecentistas (Acosta y Brand 2018)?
  • ¿Cómo podemos tratar con aquellos mundos que no quieren relacionarse, por ejemplo los mundos etno-nacionalistas e imperializadores, sin ir en contra de los principios del pluriverso? ¿Es posible hacerlo sin recurrir a criterios universales (pluriversidad vs universalidad)?
  • ¿Frente a problemas e ideologías globales (como la económica con su noción de sistema económico y sus ideas de producción y crecimiento), hace falta anteponer visiones globales que relativicen toda una serie visiones e ideas antropológicas, sociales, políticas y económicas que se consideran universales? ¿Cómo podría la exploración de ese pluriverso de alternativas    al desarrollo, caracterizadas con más o menos radicalidad y éxito, contribuir a trascender el paradigma sociocultural dominante y globalizado de la civilización industrial?

Aparte estas cuestiones teóricas que necesitan una mayor investigación, Bengi Akbulut, Julien Francois Gerber y Federico Demaria proponen una serie de cuestiones empíricas para explorar que podemos aprender de experiencias concretas que componen el pasado, presente y futuro del Pluriverso. Estas incluyen:

  • La exploración de experiencias territoriales como Rojava, Chiapas, Cuba, Kerala, Bután, sociedades indígenas y cualquier otra iniciativa
  • Experiencias territoriales históricas y «espacios exilicos» (exilic spaces), es decir aquellas áreas de la vida social y económica en las que las personas intentan escapar de las relaciones y procesos capitalistas, ya sea territorialmente o intentando construir estructuras y prácticas que sean autónomas de la acumulación capitalista y el control social (por ejemplo, Zomia, Maroons o Makhnovia).
  • Alternativas municipales (por ejemplo, Marinaleda, Mendha Lekha, Longo Maï o Auroville) y

estudios etnográficos de experiencias de economías solidarias y comunidades intencionales.

 

  • Diversas concepciones del Buen Vivir (good life) como base para construir alternativas concretas (por ejemplo, buen vivir, mino-mnaamodzawin, bamtaare o tri hita karana).
  • Iniciativas de políticas de poscrecimiento y bienestar (por ejemplo, Nueva Zelanda, Gales o Escocia).
  • Evaluación de alternativas desde una variedad de perspectivas (ecológica, de género, económica, de democracia,…); ¿Cómo lidiar con los problemas de las poblaciones diferenciadas (con diferentes intereses) y de esencializar las «alternativas culturales»?

Para concluir, estas prácticas y visiones del mundo alternativas al desarrollo tratan de repolitizar el debate en la más que necesaria transformación socio-ecológica, ratificando la disidencia respecto a las actuales representaciones del mundo (o lo que es lo mismo, el desarrollo sostenible) y buscando otras alternativas. Recalcan la necesidad de superar la ontología moderna de un solo mundo y expandirla a la multiplicidad de mundos posibles. Como sostiene Escobar (2011: 139):

«La ontología moderna asume la existencia de Un Mundo – un universo. Esta suposición se ve debilitada por los debates dentro de las Conversaciones de Transición, el Buen Vivir, y los derechos de la Naturaleza. Haciendo hincapié en la profunda relacionalidad de todas las formas de vida, estas nuevas tendencias muestran que, por supuesto, existen visiones del

mundo relacionales u ontologías para las cuales el mundo es siempre múltiple – un pluriverso. Las ontologías relacionales son aquellas que rompen con la división entre naturaleza y cultura, individuo y comunidad, y entre nosotros y ellos, que ocupa un lugar central en la ontología moderna. Algunas de las luchas de hoy en día pueden verse como el reflejo de las maniobras de defensa y activación de comunidades relacionales y visiones del mundo… y, como tales, pueden ser consideradas como luchas ontológicas; tratan sobre una manera diferente de imaginar la vida, sobre otro modo de existencia. Señalan hacia un pluriverso; en la exitosa fórmula de los zapatistas, el pluriverso puede describirse como «un mundo donde quepan

muchos mundos».

 

De esta manera, esperamos que el Pluriverso: Un diccionario del posdesarrollo sea un apasionante volumen de ensayos acerca de las alternativas transformadoras a los procesos dominantes actuales del desarrollo globalizado, incluyendo sus raíces estructurales en la modernidad, el capitalismo, la dominación estatal, el patriarcado, la colonialidad y otras fuerzas. El libro contribuye a dar los pasos democratizadores hacia un mundo equitativo, justo y ecológicamente sabio. Estos quieren ser pasos hacia horizontes para una transformación civilizatoria.

 

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