Cuando hace unas semanas, en nuestro “círculo de lecturas subversivas” decidimos leer 1984 y Un Mundo Feliz, no nos imaginamos que pronto esas lecturas tomarían una actualidad escalofriante. Porque en verdad, en este tiempo se podría decir que nos hemos encontrado en medio de estas dos distopías: parecía que habíamos dejado atrás el mundo de los totalitarismos frontales, como el estalinismo o el nazismo, llevados al límite en el universo de 1984 de Orwell y que, si bien íbamos avanzando lentamente hacia la idea que Huxley planteó en Un mundo feliz, esta aún parecía muy lejana.
Sin embargo, a la luz de los acontecimientos actuales, quizás cabría replantear nuestro momento histórico y, ayudándonos con los universos planteados por Orwell y Huxley, ver si no estamos más bien acercando ambos mundos a nuestro contexto actual, más bien que encontrándonos en una posición intermedia.
Comencemos con 1984: una sociedad comandada por un régimen totalitario, que utiliza el miedo y la vigilancia perpetua para tener controlados a todos y todas. Nada puede escapar de la vista del “Gran Hermano”, que no es más que todo el mecanismo de control representado en una figura casi divina. Y aunque aún nos cueste pensar en esos términos, la verdad es que voluntariamente le hemos ido cediendo a un “gran hermano” mucho del control de nuestras vidas. Pero en los países en los que creemos más en la idea del “libertarismo”, nos cuesta todavía aún más pensar que existen otras sociedades, otros países, que han cedido al Estado casi todo el poder sobre sus vidas, y que conviven en el mismo mundo con nosotros aquí y ahora, como China. Y ahora, con cierta amenaza rondando por el planeta, hemos tenido la oportunidad de ver el mecanismo de una sociedad orwelliana en acción. Pero aquí solo estamos buscando similitudes de la realidad con 1984, que las hay, tampoco es nuestra intención ponernos moralistas, más cuando es una opción no tan lejana a nuestras sociedades “libertarias”. Orwell nos muestra en 1984 que para controlar a un pueblo hay que conocer su miedo y es evidente que el primer miedo de cada individuo es estar en peligro mortal. Una vez que el ser humano se hace esclavo de su miedo es fácil hacer emerger la figura paterna del Estado que estará listo para ayudar a salvarlo. Basta una amenaza real o imaginaria para que las personas empecemos a renunciar a nuestra libertad en pro de nuestra “seguridad”. Terminamos creyendo lo que el poder nos ha dicho que tenemos que creer, hacemos nuestro enemigo a quién nos dijeron que debíamos echar la culpa y aceptamos por cierto a lo que nos dijeron que debíamos temerle, quizás la única diferencia es que estamos dispuestos a aceptar estas verdades sin necesidad de torturas, porque realmente creemos en una racionalidad dominante, en la “voz de la razón”, que casualmente la detenta el poder de turno.
Pero esta sumisión es justamente la que nos acerca, por otro lado, al imaginario de Huxley. A diferencia de 1984, Un mundo feliz es una “dictadura feliz”, donde cada quien acepta su lugar en la sociedad y está feliz en el lugar que se le asignó, aún a costa de renunciar a la cultura: al arte, la política o la filosofía. Evidentemente esto se logra por medios “extra” ideológicos, es decir, por biotecnología y condicionamiento psicológico, pero, aun así, hay muchas cosas que pueden extrapolarse a nuestro momento actual. Es el mismo Huxley quien dijo alguna vez que él veía más cercano Un Mundo Feliz que 1984 a nuestras sociedades actuales. De hecho, el condicionamiento psicológico es una realidad cercana a nosotros, no necesitamos estar encerrados en un centro especializado para crecer con ideas en la cabeza que escuchamos en las canciones, en la televisión, en las películas y en la escuela, hablamos de cosas que nunca se nos ocurriría poner en cuestión, por ejemplo, que cada quien debe especializarse en un área del conocimiento. La idea del conocimiento holístico, además de inalcanzable nos parece inconveniente, porque es más práctico que cada quien se dedique a lo que mejor le sale ¿no? En el mundo de Huxley, este presenta a personas expertas en el área técnica, pero que desconocen otras áreas del conocimiento como la política y filosofía. Hoy en día podemos observar como las personas tienen que tener más especialidades para obtener una oportunidad laboral, desconociendo otras áreas del conocimiento, que incluyen también el área emocional. Pero en esta sociedad, a diferencia de 1984, el control es tan sutil porque nos encontramos en una especie de capitalismo 2.0, avanzadísimo, que consigue este estado por medio de estímulos alegres, drogas incluidas, convirtiendo al ser humano en el mejor producto de su creación. Y así como cedemos mucho del control de nuestras vidas voluntariamente pero también de manera “inconsciente”, habría que desentrañar cuáles son los medios que utiliza este capitalismo, el nuestro, defectuoso y todo, pero práctico al fin, para que aceptemos sin chistar mucho de lo que en principio debería rebelarnos.
En nuestro “Círculo de lecturas subversivas”, creemos que la lectura no es solo un hobby, o un placer, o un pasatiempo. Creemos que ya el hecho de leer un libro críticamente establece una posición de disconformidad con lo establecido y que desde el cuestionamiento que, inevitablemente, nos producen los libros, ya creamos un clima subversivo que nace en nosotros y que tiene la potencialidad de contagiar. Puedes agarrar un libro inocentemente, como 1984 o Un Mundo Feliz, y encontrarte con una idea que te impedirá volver a ver tu realidad de la misma manera. Y está bien que así sea.