Resumen
En las ciudades de La Paz y El Alto, el “indígena” urbano, cuyo protagonismo en las ciudades no es reciente, está inmerso en una intensa movilidad social que se traduce en la notoriedad de élites sociales –el qamiri–, con la consiguiente estratificación social que se expresa en la arquitectura. Más allá del “cholet”, se pueden evidenciar múltiples estéticas arquitectónicas, lo que implica una diversidad formal basada en un tipo arquitectónico orientado a la acumulación de capital económico y social. Estas expresiones están aglutinadas en un proceso de “automodernización popular” en el que se expresan los nuevos imaginarios urbanos.
1. Introducción
El presente artículo aborda la complejidad de las nuevas expresiones arquitectónicas aymaras cuyo epicentro es la ciudad de El Alto, en Bolivia, tomando en cuenta que estas construcciones han cobrado un sentido social de forma autónoma, lo que implica que se constituyen en entes con un valor análogo a lo patrimonial, aún no reconocido a plenitud por las instituciones cívicas y estatales.
Desde los primeros estudios concretos, las expresiones arquitectónicas deliberadamente englobadas en el denominado “cholet”1 no han sido profundizadas más allá de fraccionados componentes, ya sean arquitectónicos, antropológicos, sociológicos y artísticos, cuyo análisis segmentado ha impedido observar un proceso histórico con correlatos en lo social, económico, urbano y simbólico. Es en este sentido que se hacen necesarias aproximaciones desde enfoques multidimensionales para una mejor comprensión de un fenómeno que es el más difundido en la imagen derivada del proceso de urbanización boliviano.
La estética arquitectónica juega un papel muy importante al representar la visión del mundo que las sociedades demuestran en interrelación con otras; expresa desde construcciones míticas culturales hasta aspiraciones subjetivas y societales; en esa riqueza, se puede identificar los mensajes implícitos, asimismo los imaginarios que sirven como impulso para su proyección a futuro.
1 “Cholet” es un denominativo que tiene un sentido inicial peyorativo. Es la mezcla de “chalet” y “cholo”, implicaría la idea de “chalet de los cholos”.
El “ámbito popular” en lo general –y el aymara urbano en lo específico– ha experimentado un proceso histórico complejo sobre la base del cual se ha erigido como un actor dinámico en la construcción de la Bolivia contemporánea; su influencia cultural forma parte de la identidad boliviana. Esta influencia se puede evidenciar, por ejemplo, en un gran número de danzas que ya forman parte del acervo boliviano, así como en costumbres expandidas en todo el territorio nacional. En los últimos años, se ha constituido en un actor social importante en la dinamización de la economía, sin una planificación estatal previa y sumida en el ámbito económico informal.
Una construcción cultural fundamental que muestra la vitalidad de este proceso social e histórico boliviano es la emergencia y consolidación de la ciudad de El Alto como actor fundamental en la vida económica y política boliviana. En la actualidad, la urbe atestigua la emergencia de las nuevas clases medias bolivianas de extracto “indígena”, enmarcadas en un intenso proceso de acumulación de capital social y económico que se expresa en la imagen urbana y la arquitectura. Aquí la estética toma nuevos horizontes a través de la experimentación y búsqueda de referentes que estén en consonancia con un imaginario autónomo de modernidad.
El objetivo del presente artículo es presentar los resultados de una investigación sobre la “arquitectura de la automodernización popular” (coloquialmente denominado “cholet”), realizada en el marco de una investigación amplia y de largo alcance sobre el tema. El trabajo de campo se realizó entre septiembre de 2019 y febrero de 2020, con un interés centrado en el análisis de la estética, sus orígenes y su distribución. La investigación es fruto de un esfuerzo personal e independiente. La principal pregunta de investigación es: ¿qué imaginarios se expresan en la estética de las expresiones arquitectónicas de El Alto y cuáles son sus implicancias?
El aporte de esta investigación radica en poner en la palestra la complejidad y heterogeneidad del “cholet” y las implicancias de su diversidad, así también de sus elementos comunes, todo ello circunscritos a la ciudad de El Alto. Asimismo, se hace una aproximación al imaginario de “modernidad”, que se expresa en la estética de las diversas variantes estudiadas.
En este sentido, abordaremos un poco de historia, identificaremos las prin- cipales características de la arquitectura, más allá del “cholet”, y veremos qué proyecciones se pueden interpretar basadas en datos que son resultados de un estudio urbano concreto.
1. Proceso de urbanización y la notoriedad del “qamiri”
La ciudad se constituye en el soporte material donde se desenvuelven las relaciones de los diversos grupos que constituyen el conjunto de la sociedad; en este marco, la arquitectura juega un rol importante porque representa la materialización de esas relaciones sociales. En este sentido, David Watking indica que “la arquitectura es el producto de las condiciones políticas, sociales y económicas, en las cuales y para las cuales se ha generado” (cit. en Sánchez, 1998, p. 194); por ende, responde a un contexto concreto en un periodo histó- rico determinado.
En el caso de La Paz y El Alto, es necesario remitirse a los antecedentes mismos de la urbe. A menudo se afirma que el “indígena” es un recién llegado a la ciudad, ya que la migración campo-ciudad se aceleró en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, su presencia es constante desde la época de la colonia y la República y los censos estatales recogen información interesante al respecto:
En 1902, se contaron 3.282 migrantes, mientras que en 1909 había 22.901. La migración no era constante ni fija, sin embargo comparando el censo de 1902 con el de 1909 se notaba un extraordinario aumento. El censo de 1909 dio que la población indígena residente en la ciudad era de 22.901 habitantes, de los cuales 11.436 eran varones y 11.465 mujeres (Escobari, 2009, p. 52).
El Censo de 1909 arrojó una población total de 76.559 habitantes, de los cuales 22.901 eran considerados como “indígenas”, lo que demuestra el peso demográfico y por ende la influencia cultural aymara en la urbe paceña (fig. 1). Sin embargo, espacialmente, las comunidades desaparecen en esa década, aunque “la lógica de ayllu trasciende la mera propiedad de la tierra, factores políticos, económicos, sociales configuran dicha lógica y que lo harán vigente, que cobra trascendencia más allá de la tierra” (Quispe, 2014, p. 20).
Dos décadas más tarde, en plena ebullición del nacionalismo boliviano, el connotado arquitecto Emilio Villanueva expresaba: “Si yo pudiera dar un premio, se lo daría al albañil indio, quien hace posibles mis proyectos, que hace para ellos los adobes más perfectos que yo utilizo…” (cit. en Sánchez, 1998, p. 269). Es evidente que el aymara no solo estuvo presente en la urbe paceña, sino que también se constituyó en el constructor de la ciudad, pero no en el diseñador.
Te dejamos el material completo para que puedas seguir leyendo el trabajo de investigación que Guido Jesús Alejo Mamani ha realizado….
El_Alto_la_reconfiguracion_de_los_imaginarios_a _traves_de_la_estetica