“…Es tarde, pero somos nosotros
esta hora tardía.
Es tarde, pero es madrugada
si insistimos un poco”.
Pedro Casaldaliga
Cuando miramos la “nueva normalidad” a la que nos ha llevado una larga cadena de procesos marcados por un modelo civilizatorio en decadencia, podemos asemejar estos “nuevos procesos” con la sobre explotación y objetivación de la tierra y los cuerpos. Una tierra a la que se empeñan en pelar, en dejar vacía, que vive en constante carencia, forzándola a producir, pero no desde su diversificación, sino bajo el control y regulación en un sentido homogéneo de ver, sentir y vivir. Pero también miramos esas otras formas de vida, que no surgen en la emergencia, sino que responden a la emergencia y los modelos en crisis, reconstituyendo comunidades, para que recuperen la capacidad de producir en diversidad, en abundancia, donde la tierra siempre está cubierta, acompañada de todo tipo de seres, que nos enseñan que otras chacras son posibles.
La escuela se amoldo a esa “nueva normalidad” alterando las relaciones entre los sujetos, no respondiendo a la emergencia, sino siendo parte de esa emergencia pelada y vacía. Ahí nace (brota) la Escuelita del Vivir Bien, impulsada por colectivos alteños como: Wayna Tambo-Red de la Diversidad, Aymilla Gestion-Produccion y Mentes Brillantes; donde lo comunitario hace parte de la constitución y las alternativas emancipadoras no están en un futuro ideal, sino son parte de las experiencias y prácticas desde lo comunitario, lo existente; es por eso que la Escuelita del Vivir Bien no solo nace como una respuesta ante la emergencia y crisis de la escuela, sino como otra forma de vida, que propone recomunalizar y relocalizar la escuela. Esta semana iniciaron las actividades y se lo hizo challando con los niños y niñas, challando esas illas ese pequeño brote, que nos dice que abra algo, pero para que ese algo crezca es necesario ser criado cuidadosa y comunitariamente.
Este texto es corto, habla del primer paso a un largo proceso de experiencias, aprendizajes, complicidades y cuidados compartidos con los niños y niñas, con sus padres, madres, hermanos, hermanas, abuelos, abuelas, vecinos, vecinas, caseros y caseras, el entorno, el barrio, los animales y alimentos, al cual celebramos e impulsamos con un fuerte: ¡Jallalla!