Hace 17 años ser Alteño era sinónimo de vergüenza, desprecio, por mantener nuestras prácticas y lenguajes originarios, por oler a campo, por ser indios e indias. Pero cuando nuestros pasos ondearon y avivaron un camino sinuoso y después llano, cuando la historia empezó a caminar sobre nuestros polvorientos zapatos y abarcas. Cuando las wawas colgadas en las espaldas de nuestras mujeres indomables, recibían sus cotidianas lecciones de lucha popular callejera, con gases, empujones de policías, leche agria, y besos de mamá después de jornadas de cansancio galopante, de marchas protestando a voz pelada, dignidad plena para el futuro de estas wawas, entonces El Alto se arrimó a la historia y empezó a escribir su propia historia, y con ella, la historia más bella, la transfiguración de un cuerpo dolido, maltrecho, cabizbajo, en uno que levanta la barbilla y puede mirar el rostro de los otr@s, sonreír a mandíbula abierta.
El Alto es el lugar donde se sepultaron las reminiscencias coloniales, aunque hoy en día quieran reavivarse, seguiremos sacudiéndonos de ese yugo, esa esclavitud y obediencia de nuestro cuerpo al miedo.
Hoy 19 de Junio, recordamos ya 7 meses de la masacre de Senkata. Otra vez nos han masacrado, nos han perseguido, nos han encarcelado, amparados en el Decreto Supremo 4078. Policías y militares dispararon a matar contra la marcha pacífica de hermanos y hermanas que reclamaban el golpe de estado, pedían respeto a su voto, a la wiphala y a la mujer de pollera.
Por eso no vamos a bajar los brazos, no vamos a callar nuestras bocas, porque además hemos sido triplemente golpeados, en medio de la crisis sanitaria donde las medidas tomadas por la señora Añez, no correspondían a nuestras problemáticas de antes y después acrecentadas por esta crisis. Y ahora con el cierre del ministerio de culturas desconociendo la diversidad cultural que tiene nuestro país, la memoria de las luchas populares y el trabajo que se hace desde la cultura para que podamos criar una sociedad con respeto, empatia y reciprocidad. El Alto es el lugar donde nació la nueva Bolivia. Aquí nació el estado Plurinacional. Aquí cayeron dictadores y no vamos permitir el regreso de estos. Aquí nació el tejido de cultura viva comunitaria, Inti Phajsi, Kalakaya, Compa Trono, El Wayna Tambo, Tabla Roja y tantas otras agrupaciones que hacen de los cuerpos territorios liberados.
Cuando Tupac Amaru o Tupac Katari y Bartolina Sisa fueron desmembrados, y cada parte de cuerpo alejado y separado y escondido, para que no se encontraran, nació el mito del reencuentro, del Incarij, de que un día el cuerpo volverá a unirse. Y desde entonces cada protesta, cada acto rebelde, cada marcha, es un camino al reencuentro del cuerpo, de las partes. Las Caravanas son esos pedazos de cuerpos que hoy se vuelven a unir, que se abrazan. Somos El Alto rebelde. El Alto de pie nunca de rodillas.
(Re- edición del texto de Iván Nogales Bazán / Tomar el cielo por asalto)