¿ENERGÍA PARA QUÉ? Por: Jazmin Quisbert

El acceso a las telecomunicaciones se ha vuelto una necesidad básica de nuestra vida diaria, a más de un año de la migración masiva de nuestro cotidiano a los espacios virtuales, a causa de la crisis sanitaria,  este espectro ha ido mediando nuestras relaciones sociales. El acceso a los servicios como la telefonía o el internet, para tener acceso a la información y conocimiento, así como al de los servicios básicos como la salud y educación, es un tema a tratar, puesto que si bien se ha vuelto un bien necesario, no es un bien al que todos y todas tengan acceso.

No podemos hablar de telecomunicaciones sin hablar de la Energía Eléctrica.

Los cambios en las lluvias, tiempos de sequía, las altas y bajas temperaturas, afectan en gran medida a las comunidades rurales. Causas como la deforestación o la cría extensiva de ganado, pero principalmente el modelo energético y petrolero está consumiendo de gran manera nuestras vidas. 100 compañías extractoras de combustibles fósiles generan el 71% de los gases de efecto invernadero industrial en el mundo desde 1988, mientras ganan millones por vender gasolina, diésel y gas para el consumo automotor, de conteiner, aviones y barcos, o se usan en fábricas que gastan millones de litros de agua al día para generar energía eléctrica. Se desvían ríos y se los deja sin vida, en muchos casos la contaminación es irreversible. Aun así, cerca de 30 millones de personas en América Latina no accede a energía eléctrica, no tienen luz para las actividades escolares, no pueden conectar equipos médicos, no pueden informarse a través de la radio.

Las desigualdades del modelo energético actual pueden medirse en consumos y daños, donde los países más ricos y dentro de ellos las familias más ricas, consumen más energía y al mismo tiempo son los dueños y beneficiarios del dinero que producen las industrias y los negocios asociados a la energía, mientras que, quienes menos energía consumen, son quienes suelen cargar con la devastación de sus territorios a partir de la extracción y contaminación de sus ríos para la explotación energética.

Si bien la energía eléctrica contribuye a tener una mejor calidad de vida, y frente a un modelo energético que prioriza las necesidades del mercado y la industria, antes que priorizar las necesidades básicas de las personas, es importante preguntarnos ¿Cuáles son las principales repercusiones sociales y ecológicas del modelo energético actual? ¿Para qué queremos la energía? ¿Para quienes queremos que sea la energía? ¿Cómo luchamos contra los megaproyectos de muerte que despojan de la tierra y el territorio en nombre del progreso? ¿Qué alternativas construimos?

Creemos firmemente que la energía debe ser para la vida, para los pueblos, para las personas. Pero no para cualquier vida, para la vida en comunidad, con responsabilidad, cuide el agua y facilite la producción y la economía local y solidaria, tanto en el campo como en la ciudad.