“EN NUESTRO ESTILACHO” Por: Alejandro Canedo

Hola. Soy Alejandro Canedo. Cuentapropista y, como ustedes, un oyente de la radio.

Sería el año 2000 o 2001. Yo trabajaba en una pequeña institución metida en eso que llamábamos educación popular. Allí, escuchábamos la wayna, a todo dial. La escuchábamos para tomar ideas útiles en nuestro trabajo, informarnos, entender y sentir las cosas que pasaban en el país y en el mundo; y, particularmente, saber qué pasaba en El Alto y en el altiplano, como si desde allí estuviese “transmitiéndose” la historia, mediante la wayna.

Además, junto a la wayna, estaba el juguete rabioso, ese periódico quincenal medio atrevido que defenestraba a intelectuales, políticos y empresarios indignados por las movilizaciones populares, campesinas e indígenas, lideradas –en parte– por el Mallku, el “rebelde sin pausa”. Así, mientras el juguete rabioso era la palabra escrita, la wayna, con sus programas “en nuestro estilacho”, era la banda sonora de nuestras presunciones. Luego, se vino el zafarrancho del 2003-2005 y el Evo llegó al gobierno en 2006; muchas ilusiones de cambio se atizaron, aunque lo que pasó después es leña y ceniza de otra historia.

Casi de inmediato, yo tomé otros senderos laborales que me distanciaron de la audiencia cotidiana de la radio, aunque siempre la tuve presente; de hecho, un par de veces canté en vivo en la wayna, acompañando unas tertulias de artistas plásticos, y también pude presenciar en estudio una inolvidable conversación entre Lucy Condori y mi maestro, el poeta Jorge Campero.

En 2019, la wayna y la Radio Deseo fueron las únicas radios que resistieron al “cerco mediático” impuesto para legitimar al gobierno de facto de Áñez y Cía. Particularmente recuerdo la cobertura de cuando militares y policías acribillaron civiles en Senkata (El Alto), con el pretexto de evitar que “esos terroristas y salvajes” (entre comillas) hicieran explotar la planta de gas. Iveth Saravia –de la fundación Inti Phajsi– reportó los acontecimientos en vivo y directo, mientras Santos Callejas apoyaba la cobertura desde el estudio. Era para despellejarse de rabia ante el estrépito de sirenas, helicópteros y disparos de militares, y ante los testimonios a gritos y el llanto de víctimas inermes, que la wayna transmitía.

Finalmente, el año pasado, la wayna difundió lecturas de poesía grabadas por amigas y amigos del país y del mundo, para acompañar el encierro y contrarrestar las patrañas del gobierno en pandemia, y resistir “en nuestro estilacho”.

Por todo eso, y más, muchas gracias wayna tambo; ¡ánimo, mucho ánimo y felicidades!