He luchado por darle sentido a lo que está pasando. Mi mente suspicaz vagaba inquieta, examinando todas las teorías y posibles explicaciones, pero debo admitir: no sé lo que está pasando. Sé que este es un momento crucial de decisión para la humanidad. En este ensayo, no sugeriré ni discutiré «lo que está pasando». Más bien quiero invitarlos a un reino que trasciende la dicotomía de la «realidad objetiva» vs. los «pensamientos/sentimientos subjetivos”; que subyace a la mayoría de las teorías, predicciones y llamadas a la acción en esta crisis. Partiendo de una visión del mundo holística y espiritualmente fundamentada, considero que existe la posibilidad de que nosotros, como humanidad, o alguna parte más profunda de nosotros mismos, sea consciente o no, hayamos soñado con este momento de la existencia como un catalizador para nuestra evolución colectiva. Si eso fuera cierto, ¿cómo podríamos comprometernos y responder? El Covid-19 podría presentar una posibilidad inesperada para el despertar colectivo y un cambio de sistema de gran alcance.
Por Martin Winiecki, abril de 2020.
Ni real, ni irreal sino onírico
«Este lugar es un sueño. Sólo el que duerme lo considera real. Entonces la muerte llega como el amanecer, y te despiertas riéndote de lo que creías que era tu dolor.»
– Rumi
Durante más de cien años, los físicos y los filósofos han tratado de entender las diversas maravillas de la física cuántica. Vieron que las entidades subatómicas, como los electrones, se comportan de manera asombrosa y mágica. No existen simplemente «como tales», como entidades fijas y acabadas; pueden aparecer como una onda en un instante o como una partícula en otro, dependiendo de si se observan o no. Esto es cierto. Nuestra percepción del mundo no es sólo pasiva, es creativa – literalmente “in-forma” a su propio ser y a la realidad. La física cuántica nos invita a una visión de la realidad en la que la realidad «objetiva» que parece estar ahí fuera y nuestra experiencia «subjetiva» se entrelazan inseparablemente. Así como los personajes y los acontecimientos de los sueños no están separados del soñador, el mundo, según el gran psicoanalista Carl Jung, no es más que un símbolo vivo, la encarnación de partes más profundas de nosotros mismos que colectivamente soñamos y materializamos.
Abrazando la realidad de esta forma, ¿cómo le daríamos sentido a Covid-19?
A través de experiencias espirituales y estudios, he aprendido que las enfermedades rara vez aparecen sin razón. A menudo llevan mensajes más profundos. Por ejemplo los conflictos, los anhelos y los impulsos vitales que nuestra mente suprime pueden resurgir en forma de síntomas corporales. La sanación a menudo ocurre en el momento en que nos damos cuenta de lo que hemos suprimido. Tales percepciones tienen la posibilidad de hacernos más íntegros y pueden, de hecho, cambiar nuestras vidas. De esta manera, podemos decir que el antídoto de curación – o, en este caso, el antivirus – se encuentra escondido dentro de la enfermedad como una valiosa comprensión transformadora. Si luchamos exclusivamente contra los síntomas sin explorar la raíz más profunda, podríamos sobrevivir a la enfermedad, pero es probable que se presenten otros síntomas.
Lo que es cierto para una enfermedad individual también puede ser cierto para los brotes epidémicos o pandémicos. En su provocativo libro, “Selbstzerstörung aus Verlassenheit” [Autodestrucción por abandono], el psicoterapeuta Franz Renggli atribuye el brote de la Gran Plaga en la Europa cristiana del siglo XIV, que mató al 30%-60% de la población del continente, a una «erupción de psicosis masiva». Escribe:
Mi modelo psico- o más bien socio- somático es la psico-neuro-inmunología: ni una bacteria, ni un virus son el problema central, sino las personas dentro de una sociedad que han sido sacudidas por una crisis. Si esta crisis dura demasiado tiempo, es demasiado grave o demasiado traumática, el sistema inmunológico de la población se debilita lentamente y finalmente colapsa. La gente se vuelve vulnerable a las enfermedades y finalmente a la muerte. Este modelo es válido para cualquier epidemia y puede servir como una clave para una nueva comprensión de la historia.
En el siglo previo a la Peste Negra, argumenta, la Iglesia Católica comenzó a aconsejar a las madres a separarse de sus bebés durante el día y la noche. Los niños que crecieron en los siglos XIII y XIV sufrieron un trauma colectivo de abandono primordial. Renggli muestra que las regiones en las que las madres continuaron practicando el contacto físico cercano con sus hijos se salvaron de la plaga. ¿Podríamos estar experimentando algo similar en este momento?
¿Cómo ha sido capaz el espectro de Covid-19 de perseguir a 7,5 mil millones de personas y detener el mundo en un abrir y cerrar de ojos? Porque la narrativa resuena masivamente con algo latente que está a la vez rebosante y profundamente suprimido en el subconsciente de la gente.
El coronavirus «mental» se propagó antes, más rápido y mucho más poderosamente que su contraparte biológica. El Covid-19 comenzó a aparecer en los titulares y la gente encontró repentinamente una justificación «objetiva» para el miedo y la desesperanza que se había estado acumulando inconscientemente en su interior durante mucho tiempo. El bucle de retroalimentación entre el aluvión constante de titulares que inducen al miedo en los medios de comunicación y las crecientes expectativas ansiosas en la mente de las personas atraparon a la humanidad en un círculo vicioso neurótico. Cada nuevo «caso» en nuestro vecindario o región, cada tos en el metro, cada extraño que se acercaba demasiado se duplicaba en una espeluznante sensación de peligro omnipresente. Cuanto más pensamos en la enfermedad, más miedo tenemos. Cuanto más miedo experimentamos, más débil se vuelve nuestro sistema inmunológico. Cuanto más débil es nuestro sistema inmunológico, más probable es que desarrollemos síntomas. Intenta no pensar en un elefante rosa.
Se ha demostrado que la dimensión psico-espiritual tiene un efecto muy concreto en el reino material. Los sorprendentes impactos físicos de gran alcance del efecto placebo están bien documentados, y del mismo modo, muchos estudios muestran cómo el estrés emocional, el miedo crónico y la soledad pueden debilitar peligrosamente nuestro sistema inmunológico y deteriorar nuestra salud.
Por favor, tened paciencia. No estoy sugiriendo que el Covid-19 es sólo un engaño, ni estoy tratando de restarle importancia o negar la tragedia que tantas personas están experimentando.
Sugiero que lo veamos desde un ángulo diferente: ¿Y si el Covid-19 no fuera un peligro independiente de nuestras mentes y almas sino, de hecho, un fenómeno cuántico, el personaje de un sueño compartido que hemos convocado colectivamente a la existencia? ¿Una encarnación de algo enterrado profundamente en los reinos del subconsciente colectivo que hasta ahora no hemos podido comprender? ¿Un símbolo viviente de una infección mucho más profunda?
Los virus de la mente y la magia del miedo
Volviendo a las tradiciones orales de varias Primeras Naciones, el académico nativo americano Jack D. Forbes escribe en Columbus and Other Cannibals, «Durante varios miles de años los seres humanos han sufrido una plaga, una enfermedad peor que la lepra, una enfermedad peor que la malaria, una enfermedad mucho más terrible que la viruela». Los algonquines y otras Primeras Naciones Indígenas identificaron la enfermedad mental del hombre blanco, a su llegada a sus tierras natales en los siglos XV y XVI, como «Wetiko», traducido literalmente como canibalismo: «el consumo de la vida de otro para su propio propósito o beneficio privado». Forbes concluye diciendo: «Esta enfermedad es la mayor enfermedad epidémica conocida por el hombre».
El Wetiko – a menudo llamado virus mental – propaga la ilusión profundamente arraigada de verse desesperadamente recluido en la jaula de un ego separado. Desde esta perspectiva de aislamiento, los demás aparecen como competidores o como presas. En una visión del mundo en la que el miedo es la condición básica, la lucha y la explotación parecen racionales, la empatía ridícula y sentimental.
Después de 5000 años de patriarcado, 500 años de capitalismo y 50 años de neoliberalismo, Wetiko ha llegado a definir casi todas las áreas de nuestro mundo (occidental) y nuestras vidas. La razón por la que podemos aceptar un sistema económico que celebra la mayor devastación posible del mundo natural como «éxito» se debe a nuestra propia infección con el virus. Wetiko ha adormecido nuestros corazones, desdibujando nuestra capacidad de percibir tanto la sacralidad como el dolor de la vida, tanto fuera como dentro de nosotros mismos. Innumerables seres están pereciendo debido a esta incapacidad crónica de sentir empatía.
Desde la obsesión compulsiva por maximizar los valores artificiales en la economía, hasta la pandemia de relaciones amorosas rotas y abusivas, la enfermedad de Wetiko se ha normalizado tanto que ya no se reconoce como tal. Un miserable culto de auto-obsesión ha erosionado el tejido social de la humanidad y profanado la Tierra. Como resultado, el miedo está en todas partes – miedo al abandono, miedo a la muerte, miedo a la vida, miedo a la sexualidad, miedo al castigo, miedo al colapso venidero… El frente bondadoso de la decencia burguesa oculta un sótano psicológico en el que los hijos del miedo merodean libremente: ira permanente, desconfianza general, adicción, depresión, aburrimiento, perversión, consumo compulsivo y control, y la fascinación secreta o abierta por la violencia.
La narrativa de Covid-19 ha sido capaz de infectar a la humanidad a una velocidad récord porque el miedo está tan profundamente arraigado y es tan inconsciente en la humanidad que ya no somos conscientes de lo que está sucediendo en nuestro interior.
La tragedia es que el virus opera en las sombras de nuestra conciencia. Nos infectamos a nosotros mismos y a otros sin saberlo. Como escribe Forbes, estamos condicionados por la enfermedad a través de «estructuras familiares autoritarias», «dominio masculino», «subyugación de las mujeres» y «actitudes extremadamente negativas hacia el sexo» – y a nivel ideológico, a través de «nociones de superioridad racial y cultural».
Una vez atrapados en esta caja, perpetuamos sin pensarlo la enfermedad en nuestras interacciones diarias, alimentándonos de los puntos ciegos y puntos de dolor de cada uno. A medida que proyectamos lo que tememos internamente en otros o en eventos externos, confirmamos nuestro miedo mientras suprimimos de dónde viene. Creemos que el peligro está fuera de nosotros, por lo que tratamos de protegernos de él y, por lo tanto, a menudo actuamos de manera que perpetúa el mismo peligro del que tratamos de protegernos. Jung describe este mecanismo como «proyección de sombra».
En la medida en que estamos impulsados inconscientemente por el miedo, nos volvemos susceptibles a la manipulación. Cuando millones de personas proyectan sus sombras inconscientes sobre los demás, evocan el mismo peligro del que todos intentan escapar. Wilhelm Reich hizo explícita esta dinámica durante el ascenso de Hitler (ver su libro de 1933, La psicología de masas del fascismo) y es la premisa de todos los regímenes totalitarios hasta el día de hoy.
Después del 11 de septiembre, se nos dijo que nuestro enemigo era el mundo musulmán; ahora el «enemigo» es invisible y podría esperarnos en cada pomo de puerta, o meterse en nosotros mientras nos besamos, abrazamos o incluso respiramos. Cuanto más extravagante sea la película neurótica que se está reproduciendo en nuestras mentes, más fácil es que los poderes externos nos controlen y nos utilicen para sus intereses.
La gran revelación
Mucho más que una prueba difícil para la humanidad, el brote de Covid-19 también alberga la posibilidad de una curación colectiva de la infección masiva depredadora de Wetiko. Podemos entenderlo como una somatización global – o simulación simbólica – de la enfermedad de Wetiko subyacente. Como con cada brote de una enfermedad grave, los patrones más profundos están ahora a la vista de todos a nivel mundial.
Ahora estamos presenciando una simultánea revelación, ruptura y una exageración intensa de Wetiko:
- A nivel ecológico, el Covid-19 se originó como resultado directo de la insaciable avaricia de nuestra civilización por el crecimiento exponencial. Probablemente los animales salvajes transmitieron el virus a las personas después de que los ecosistemas naturales que los sustentaban fueran destruidos por la aplanadora ecocida del «progreso» de la civilización. Y ahora estamos igualmente asombrados de ver cuán rápido puede despejarse el aire en China, la velocidad con la que la vida silvestre regresa a las zonas urbanas, y cómo repentinamente los viejos esfuerzos ecocidas se derrumban ante nuestros ojos (por ejemplo, la industria de fracking de los Estados Unidos).
- A nivel económico, Covid-19 ha sido la gota que colmó el vaso, desencadenando la reacción en cadena de un colapso financiero largamente esperado. El bloqueo ha enviado a nuestra economía globalizada a una «evaporación» rápida y completa, con industrias enteras detenidas, millones de trabajadores despedidos de un día para otro y mercados bursátiles que se derrumban. La industria de los combustibles fósiles se enfrenta al «desafío más grave en sus 100 años de historia«, del que tal vez nunca se recupere. Las Reservas Federales están prestando actualmente a los grandes bancos un billón de dólares adicionales al día, lo que significa que ahora apenas mantenemos el sistema económico en soporte vital.
- A nivel social y psicológico, vemos tanto un frenesí colectivo de conductas Wetiko extremas como también mucha gente liberándose. Por un lado, la fragmentación social, el deseo de control y el pánico egoísta están alcanzando dimensiones surrealistas. Estamos viendo un aumento masivo de los abusos domésticos y la rápida conversión de las sociedades liberales en estados policiales; incluso la izquierda está alabando el fortalecimiento del gobierno de arriba hacia abajo y las restricciones a las libertades civiles. Por otra parte, miles de iniciativas locales de base que practican la ayuda mutua han surgido de un día para otro. Millones de personas están entrando en un momento poco usual de reflexión y de preguntarse «¿qué es lo esencial?». Mientras estamos encerrados en la cuarentena, nos enfrentamos a nosotros mismos, a nuestros anhelos y a nuestras vidas. Y muchos reconocen cuán profundamente hemos estado «socialmente distanciados» todo el tiempo – divididos por los ideales competitivos de un mercado laboral precario y nuestra propia incapacidad para participar en una auténtica conexión interpersonal.
Una separación de caminos
Lo que sucederá a continuación es incierto, pero podemos asumir que la reacción en cadena de la devastación económica es inevitable. La emergencia global puede haber llegado para quedarse. En otras palabras, es posible que no volvamos a la normalidad pronto, o quizás nunca más.
Lo que sucederá en las próximas semanas y meses probablemente conformará el mundo durante muchos años. En lugar de resistirse a las fuerzas de la entropía y permitirse débiles esperanzas de un retorno a la normalidad, el futuro estará del lado de aquellos que son capaces de abrazar el caos y la perturbación como una oportunidad para proponer una visión diferente de la sociedad mundial.
Naomi Klein, autora de La doctrina del shock, dice: «Si hay algo que la historia nos enseña es que los momentos de conmoción son profundamente volátiles. O bien perdemos mucho terreno, somos desplumados por las élites y pagamos el precio durante décadas, o ganamos victorias progresivas que parecían imposibles sólo unas semanas antes. No es momento de perder los nervios».
Abrumado por una deuda astronómica y comandado por el imperativo de un crecimiento exponencial, el sistema capitalista globalizado ha llegado a un punto de ruptura irreversible. Las potencias tendrán que dar paso a un cambio en el sistema o continuarán obstinadamente apoyando el viejo orden con una fuerza cada vez más brutal. Aunque puede haber muchos futuros posibles ante nosotros, quiero destacar el marcado contraste de la elección histórica a la que nos enfrentamos, en dos escenarios futuros de gran contraste:
- Escenario #1: Capitalismo de vigilancia
Después de muchos meses de encierro, la gente ha aceptado la nueva era de existencia en cuarentena. Los gobiernos han desmantelado las libertades civiles, los derechos humanos y la protección del medio ambiente y, con el pretexto de la salud y la seguridad, han desplegado niveles, sin precedentes, de tecnología de vigilancia. Las aplicaciones para móviles se utilizan no sólo para rastrear los movimientos físicos de las personas, sino también sus reacciones bioquímicas. Como escribe Gideon Lichfield, «la vigilancia intrusiva se considera un pequeño precio a pagar por la libertad básica de estar con otras personas». En el trasfondo de un aluvión diario de mensajes que provocan miedo, los gobiernos redistribuyen la riqueza del 99% más humilde hacia las élites. Los bancos, las industrias de combustibles fósiles y las aerolíneas son rescatadas con el dinero de los contribuyentes, mientras que los sistemas de seguridad social y salud pública son desmantelados aún más. Las medidas de austeridad y la abolición del dinero en efectivo marginan aún más a los trabajadores, los pobres y las personas sin hogar. La apatía y el entumecimiento generales han alcanzado una dimensión en la que los disparos diarios a los migrantes en las fronteras y otras atrocidades ya no provocan ninguna protesta moral. Encerrados en sus pisos, con miedo a la infección, vigilados por sensores corporales digitales, los poderes establecidos han paralizado casi por completo la capacidad de las personas para organizarse y resistir. Si las protestas o huelgas siguen ocurriendo, los medios de comunicación pueden informar sobre la propagación de nuevas infecciones peligrosas para que los gobiernos puedan imponer rápidamente nuevos toques de queda para «mantener nuestras comunidades seguras». En algún momento, con el colapso del clima, las crisis del agua y la escasez de alimentos empeorando, el sistema ya no es capaz de disfrazar su colapso. El caos y la violencia ya no pueden ser contenidos. Los ricos se retiran a sus propiedades cerradas en áreas remotas, mientras que las masas de personas se encuentran atrapadas en centros urbanos en desintegración.
- Escenario #2: Emancipación ecológica y social
En los meses de incertidumbre y desintegración económica, millones de personas empiezan a organizarse a nivel local para cubrir sus necesidades básicas. En esta época de privaciones, redescubren el poder de la comunidad, la solidaridad y lo local. A medida que las personas se ayudan entre sí a través de la enfermedad y los desafíos, se extiende un espíritu de empatía e interdependencia. Después de muchos meses de desempleo, caos público y escasez de alimentos, las esperanzas de un gobierno fuerte y la vuelta a la normalidad se han desvanecido finalmente. Muchos se dan cuenta de que, o vivimos el colapso solos, o lo superamos juntos. Las iniciativas de emergencia de ayuda vecinal se convierten ahora en iniciativas de reorganización social, económica y ecológica a más largo plazo. La gente empieza a crear huertas colectivas y cooperativas de alimentos para abastecerse de cultivos orgánicos locales y abrir grupos de trabajo de energía solar para descentralizar y democratizar su suministro de energía. Cada vez más personas abandonan las ciudades para fundar comunidades en el campo, donde se dedican a la restauración de los ecosistemas y a la experimentación social radical para lograr una forma de vida basada más en la confianza y el amor. La gente trabaja junto con gobiernos progresistas en la rehabilitación ecológica a gran escala en respuesta a la crisis climática, mientras que los gobiernos apoyan el compromiso de los ciudadanos mediante la introducción del Ingreso Básico Universal. En el trasfondo de este asombroso movimiento social y ecológico, se produce una profunda transformación cultural y espiritual: un cambio de conciencia del impulso Wetiko de dominación a la cooperación con todos los seres vivos, de la fragmentación de las sociedades de masas a las comunidades de confianza, de la condena patriarcal del Eros y lo femenino a una cultura que celebra el amor sensual en su libertad y dignidad, de someter a la Tierra a honrar su inherente sacralidad, de temer la muerte a reconocer nuestra existencia eterna.
Cambio de sistema: el momento es ahora
Los peligros del totalitarismo son graves y reales y se están concretando ya en muchos países. Pero no debemos olvidar que esas medidas son el último recurso para prolongar la muerte de un sistema que ya está en vías de extinción. En este momento, el capitalismo globalizado sólo se mantiene vivo gracias a nuestras temibles proyecciones y a nuestra incapacidad de imaginar algo nuevo, es decir, si la gente puede dejar atrás el miedo y unirse en torno a una visión compartida del futuro que desea, nada puede detener la inevitable transición.
Veo las claves del cambio de sistema en tres áreas esenciales de nuestras vidas:
- La esfera espiritual
Habiendo exagerado Wetiko a alturas inimaginables, Covid-19 nos invita extrañamente a un cambio de dimensión del ser. Como sostiene Paul Levy, el autor de Dispelling Wetiko, el anti-virus oculto con la enfermedad de Wetiko es el despertar a su naturaleza onírica – una comprensión que tiene el potencial de cambiar radicalmente nuestro mundo.
Si continuamos reaccionando a las encarnaciones de Wetiko fuera de nosotros (por ejemplo, virus, enemigos externos o los peligros del totalitarismo…) como si estuvieran separados de nosotros, continuaremos alimentando la misma dinámica que tememos. Pero si empezamos a ver a Wetiko actuando dentro de nosotros mismos, pierde el control sobre nosotros. La compasión nos abre los ojos para comprender lo que antes sólo podíamos temer, juzgar u odiar. La confianza nos reconcilia con el mundo y con nuestros semejantes. La compasión y la confianza son los últimos anti-virus de Wetiko.
Podemos despertar de repente y darnos cuenta de cómo todos los sistemas de dominación nunca han sido «reales» como tales, su «realidad» siempre ha existido sólo a través de nuestro consentimiento. El dinero, la autoridad, la sociedad, las pandemias – ahora podemos ver la naturaleza onírica de lo que creíamos que era sólido como una roca e inmutable.
Despertar de la temerosa red de Wetiko es despertar simultáneamente a la red inter-dependiente de la vida. Este es un cambio tan profundo desde donde venimos en el mundo occidental que es difícil incluso encontrar palabras para ello. La mente temerosa siempre pide conclusiones inmediatas, soluciones, arreglos. Pero tal vez no exista tal «arreglo» en este momento. Tal vez, lo que este momento requiere es que dejemos ir todas nuestras concepciones de egocentrismo, superioridad y dominación y que nos rindamos a una inteligencia y guía más grande que la humana, para pedir orientación a la Tierra y a la sabiduría indígena de las culturas centradas en la Tierra. En esta experiencia de comunión yace una verdad que es inequívoca, absoluta y profundamente sanadora: toda la vida es sagrada. Esto no es sólo una experiencia privada, sino una visión de la matriz inherente de la vida. En alineación con esta matriz estamos fuera de los ciclos viciosos de miedo, infección y violencia.
- La esfera social
Como Wetiko se desarrolla en forma relacional, su disolución es un esfuerzo colectivo; un proyecto histórico de desarrollo de formas de convivencia en las que podemos sanar nuestra relación dañada con la Tierra y con los demás, y desarrollar una profunda confianza entre nosotros.
Para construir la confianza, necesitamos condiciones que no nos obliguen a mentir, disfrazarnos o protegernos. Necesitamos formas de vivir, amar, trabajar y relacionarnos en las que podamos reconocernos verdaderamente y atrevernos a mostrar lo que realmente pensamos y sentimos, amamos y deseamos. «Confianza» es una palabra que se utiliza a menudo, pero ¿qué significa en los delicados ámbitos de nuestras almas, como el amor, la sexualidad y la espiritualidad, donde nuestras vulnerabilidades tienden a ser mayores? Esto implica nada menos que una revolución social. Dieter Duhm, uno de mis mentores y maestros, y autor de “The Sacred Matrix” [La Sagrada Matriz], escribe: «La confianza no sólo se clasifica como psicológica; es sobre todo un término político – el más revolucionario de todos – ya que necesitamos renovar toda la estructura social para lograr una confianza sostenible y sistémica».
Esta revolución puede que no ocurra inmediatamente en los movimientos de masas, pero puede comenzar en pequeños grupos – fuentes de coherencia – y extenderse en la sociedad desde allí, en virtud de la elevación de un nuevo campo de conciencia. Basado en 40 años de experimentación radical, el «Plan de Biotopos de Sanación» ofrece una visión de esta transformación integral.
- La esfera política y económica
La libertad a largo plazo requiere nuestra capacidad de resistir cualquier restricción a los derechos civiles y humanos a corto plazo. En este tiempo de distanciamiento social, mantengamos juntos la solidaridad, especialmente con todos los marginados, rechazando cualquier narrativa de «nosotros contra ellos».
A medida que el sistema globalizado se desmorona, lo local será la clave del futuro. Ahora es el momento de descentralizar los sistemas de suministro de agua, alimentos y energía, de invertir en la agricultura re-generativa y en prácticas de restauración de los ecosistemas, de crear bancos de semillas y de intercambio, y de establecer redes y mecanismos económicos de ayuda mutua, intercambio de recursos y donaciones recíprocas. La apuesta por lo local no sólo ofrece soberanía alimentaria sino también un camino hacia la autonomía política: al hacernos cargo de nuestras propias necesidades básicas, podemos unirnos para tomar decisiones de colaboración desde abajo hacia arriba. Desde las diversas prácticas de restauración del ecosistema hasta los movimientos de permacultura, ahorro de semillas y ecoaldeas, pasando por los movimientos sociales a gran escala como Extinction Rebellion y los experimentos de democracia de base radical como Rojava y los zapatistas, el mundo ofrece mil ejemplos que demuestran que este camino es viable.
Debido a que las esferas espiritual, social y económico-política están tan inseparablemente entrelazadas, el éxito del cambio de sistema dependerá de profundas transformaciones estructurales en estas tres áreas en paralelo. No significa que todos debamos hacer todo a la vez, sino que debemos apoyarnos unos a otros. Que cada uno de nosotros escuche profundamente lo que ahora estamos llamados a hacer y ser, sin dejar de ser conscientes de los demás. Por mucho que los relatos de aislamiento y distanciamiento social amenacen con mantenernos asustados y separados, nuestra capacidad para atravesar esta crisis depende de nuestra capacidad para organizar y construir alianzas, recordando que somos comunidad.
Independientemente de lo que hagamos, recordemos que este es un momento de posibilidades históricas únicas. Como Julian Assange le dijo, por teléfono, a Yanis Varoufakis desde su celda en prisión, «Todo vale… Todo es posible ahora.» Y si hay algo que Covid-19 nos ha enseñado, es que los cambios dramáticos del comportamiento colectivo pueden ocurrir de la noche a la mañana.