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REFLEXIONES DE COMPAÑEROS DE UYWANA WASI

También, creo que Occidente se difiere de otros casos de destrucción. Barriendo, casi completamente personas y civilizaciones de tres continentes, es algo que nunca antes ha acontecido en la historia. Y aún más significante, Europa creo herramientas/signos Universales por los cuales pudo esparcir e imponer su mensaje y proclama universal. La educación es su primordial ejemplo.

Por ejemplo, la ocupación militar Israelí nos protegió de una ocupación peor: la derrota desde adentro (la cual comenzó en 1993 cuando el Banco Mundial y otros semejantes transportadores de la enfermedad se les permitió entrar en nuestra sociedad). Uno puede lanzar una piedra a un tanque militar pero no al Banco Mundial. Antes de su entrada, los Palestinos tenían esperanza y tenían la capacidad de manejar sus asuntos, luego de 1993, la esperanza fue matada y las expectativas tomaron su lugar.

Nos convertimos en protestones y demandantes. En este sentido, la peor enfermedad moderna es el percibir a un ser como subdesarrollado, y el más grande desafió es sanarnos de tal percepción. No es esto un llamado en apoyo a la ocupación militar sino un aviso de que entre la ocupación militar y el sentirse subdesarrollado, el primero es de menor calibre porque no se queda internalizado. Percibirnos como subdesarrollados nos hace personas inútiles, desamparadas, siempre buscando soluciones de afuera; uno pierde la fe en la habilidad propia de vivir y sanar. Si algo es incorrecto y necesita ser cambiado, los Zapatistas alzan la frase sanadora: cambiando tradiciones de manera tradicional (lo que significa que buscas lo que es sano, inspirador, bello, y abundante en ti como base de la sanación).

En mi experiencia la sanción siempre comenzó con un cambio de mis percepciones. Desde 1971, he estado luchando para poder sanar en ambos niveles, personal y comunitario. Comenzó con el trabajo voluntario en la comunidad con los clubs de matemáticas y ciencia en las escuelas; fueron los primeros desafíos a los significados dominantes de las palabras tales como “aprendizaje”, “conocimiento”, “matemáticas”, “ciencias”, y “lógica”. Me he negado a involucrarme en cualquier actividad que requiera exámenes y notas (calificaciones) como indicadores del valor de una persona; me he negado a ser parte del juego de la competición y las carreras; Me he sentido sanado de la creencia de que la vida puede ser completamente comprendida con la mente.

Lo que me ha mantenido sentirme vivo y apoyado en el proceso de sanación fue la esperanza. La gente moderna, como Ivan Illich nos hace recordar, sufre porque viven con expectativas, las que conducen a la preocupación, al miedo y a la frustración. La esperanza pertenece a otro mundo. Un importante aspecto de la sanación, para mí, ha sido el cómo alejarme lo más lejos posible de comparar y medir a las personas. Afirmar que una medida es objetiva y universal asume presume que hay una “unidad” común a toda la gente, acorde con cual valor de la persona puede ser asignada. Tal comparación de la persona es inhumana, irrespetuosa, injusta, sin sentido, y dañina.

Encuentro que la convicción o creencia de que cada persona es una fuente de significado y comprensión es en sí una sanación.

Al tratar con otros, siempre animo a la gente a evitar lo más que puedan usar una palabra que no tenga un significado personal para ellos, porque si no serán meros consumidores del significado. En mi opinión, esto es lo más peligroso y sutil de consumo. Yo siento enojo, pero he conseguido no tener odio.

El odio siempre conduce a lo opuesto a ser capaz para lidiar con lo odiado. Por eso creo que es más correcto percibir a Occidente como una enfermedad en lugar de un enemigo. El desafió es entonces sanar y proteger en lugar de luchar y culpar. Desde los años setentas, puedo decir que he estado ocupado en exponer la lógica en lugar de culpar a la personas.

He sido muy afortunado con tres cosas: he vivido una buena parte de mi vida en la era del pre-desarrollo, el maestro principal de mi vida fue una persona analfabeta, y he vivido la mayor parte de mi vida sin un gobierno “nacional”. Las tres me dieron una visión del mundo que no es posible conseguir a través de las instituciones o profesionales. Me siento afortunado porque he tendido que repensar constantemente sobre medidas y significados dominantes, porque hemos tenido que vivir con lo que estaba al alcance, y porque nuestra fuerza reside principalmente en las relaciones que tenemos entre nosotros. Todo esto me llevo a construir sobre lo que es bello, inspirador, sano, y abundante en las personas, comunidades, y culturas.