EL SILENCIO GOZOSO Por: Elena Peña y Lillo Llano

Según varias culturas, lo que antecede al evento de creación es el silencio. El silencio como punto medio entre el vacío, la nada y lo que puede haber/habrá. Y la “creación” sería un evento fundamentalmente sonoro, un quiebre. Dentro de la Tejeduría Germinal llevada adelante hace un par de meses, varias de nosotras problematizamos la idea de cambio/transformación aliada al sonido. El silencio está, existe, ¿cómo lo escuchamos? Y analizamos que al igual que las voces, también hay diferentes tipos de silencio. En una cultura de la palabra, el silencio no es voz, sino silenciamiento y subalternidad.

Pero justamente esa hegemonía de la palabra nos ha hecho pasar por alto otros silencios. El silencio gozoso, por ejemplo.

Siguiendo esta línea, pienso ahora en el silencio como illa. La illa como eso que es sin ser del todo todavía, pero que ya está ahí, criándose, cuidándose . Desde las culturas andinas manejamos la illa como cosecha que todavía no es cosecha todavía, pero que está. Una representación de esperanza certera. El silencio como posibilidad.

El problema quizás radica en la multivocalidad del silencio. ¿Qué significa el silencio? ¿Dentro de qué contextos se goza? ¿Qué me dice ese silencio? ¿Qué estoy escuchando del silencio?

El silencio expresa.

Entonces traté de pensar en otros momentos/contextos en que el silencio no es auto-censura, ni silenciamiento, ni subalternidad, ni castigo… y es illa. Lo descubrí en muchos momentos rituales y de acompañamiento ritual, como por ejemplo, en el silencio que acompaña a quien reza frente al altar de Todos Santos, el silencio cuando se espera los primeros rayos del sol el 21 de junio,  el silencio cuando ch’allamos el primer surco de la siembra; pero también en otros momentos no tan marcadamente rituales y que significan acompañamiento activo, presencia, abrazo. El silencio en las caminadas largas, el silencio contemplativo de cuando se llega a un mirador o al pico de una montaña, el silencio feliz de ver juntxs algo. Los abrazos tienen un componente de silencio, y considero que es un componente fundamental. El silencio gozoso después de un climax. El silencio después de la risa. El silencio después del desahogo. El silencio después de contar a una hermana lo que te pesaba en el alma.

El silencio acompaña, cuando se escucha y se comparte. Y no es callarte. Es decir, decir desde su multivocalidad, su multiplicidad, su todo más allá de la palabra.

Cuando hablaba del silencio inconmensurable hace unas semanas, hablaba del silencio como una incapacidad de escucha, como la ausencia de una voluntad de escucha o la ausencia de dispositivos para escucharlo.

Pero este otro silencio me matiza esta afirmación, me hace pensar en todos los silencios gozosos que habitan nuestros días.