Esos retacitos de vida que suelen como deshojar nuestras esperanzas, también se pueden hilvanar para reconstruir nuestras convivencias y hacer brotar comunidades que reinterpretan y rehabitan el mundo desde las dignidades. Las propias, las nuestras. Esos retacitos de tela reescriben historias y dignidades, proponen lo que queremos de NUESTRA CONSTITUCIÓN, es decir del país que hacemos y queremos, en este caso en Chile, en el contexto del debate sobre la nueva carta constitucional de ese país. Los retacitos que se deshojan, se hilvanan en sueños a través de la técnica de la arpillería y componen paisajes de cultura viva comunitaria.
El Centro Cultural Kimün Mapu de la Región de Los Lagos en el Sur de Chile, hilvano los sueños comunitarios y de manera participativa «escribió» NUESTRA CONSTITUCIÓN desde la gente a través de la técnica de la arpillería aprendida de tantas generaciones y del trabajo de Violeta Parra, de mujeres que sufrieron la violencia política durante la dictadura de Chile y de, especialmente, las Arpilleras de Lo Hermida quienes el año 2012 fueron declaradas Tesoros Humanos Vivos por la UNESCO. Fruto de ese trabajo resultaron dos tomos de NUESTRA CONSTITUCIÓN. Maravilloso trabajo de cultura viva comunitaria que merece conocerse.
El trabajo fue desarrollado en dos zonas populares y precarizadas de Puerto Monto, en Alerce y Mirasol. En el proyecto titulado «Hilvanando nuestros sueños en la Nueva Constitución», participaron 23 personas, 22 mujeres y 1 varón, quienes se reunieron por 3 meses bordando, para hacer el ejercicio de redactar la Nueva Constitución, entre telas, hilos, agujas y alfileres, esa nueva carta magna así pasó a ser NUESTRA CONSTITUCIÓN.
Buscando algunas notas de prensa, nos encontramos con estas afirmaciones de una de las integrantes de Kimün Mapu que dijo: “para nosotras, trabajar las arpilleras nos sirvió de subsistencia a partir del año 1976, también nos sirvió para dar a conocer lo que pasaba en nuestras poblaciones, cosas que no se sabían, incluso de una cuadra a la otra, pues estábamos muy aislados o teníamos tanto susto de lo que pasaba que no nos comunicábamos. Esto nos ha servido tanto para ayudar en la casa en lo económico, pero también como terapia, por lo que estamos felices de mostrar y enseñar lo que sabemos, lo que nos enseñaron hace más de 40 años atrás nuestras madres y abuelas, por eso estamos aquí para que siga esta tradición, para que no se pierda”.
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