Esa fue la pregunta surgida en nuestra reunión mensual como Tejido de Cultura Viva Comunitaria Tarija. Como gestores culturales, artistas, trabajadores y obreros de las artes y las culturas conocemos de sobra la importancia de una ley de culturas a nivel municipal, consideramos que las culturas son un factor clave de desarrollo y convivencialidad y que los gobiernos deben asignar un porcentaje de sus presupuestos para promover y democratizar el acceso a las culturas y la arte, además de favorecer el encuentro y el intercambio entre diferentes formas de pensar.
Desde hace un par de años, desde Tarija venimos construyendo una ley marco para las culturas y las artes a nivel municipal; venimos avanzando de trecho en trecho y de aprendizaje en aprendizaje. La gestión con lo público, por fama y experiencia, es difícil y tarda, va a ritmo de tortuga y en otras, rápido, tan rápido que no sabes cuando pasó qué.
Haciendo un análisis de nuestros avances y viendo el camino recorrido, sabemos que mucho de nuestro impulso es el firme convencimiento de que las autoridades no logran comprender el alcance de lo cultural, las manifestaciones culturales y los derechos culturales. Y cómo eso no se reduce al entretenimiento –en Tarija, guitarreada— sino que hace referencia a una esfera amplia de acciones, manifestaciones, contextos y territorios. Y que no se trata solamente del bienestar del sector cultural, sino de la sociedad en su conjunto.
¿Cómo planteamos esto ante las autoridades?
Desde el Tejido de Cultura Viva Comunitaria Tarija en nuestras actividades siempre hemos hecho énfasis en la descentralización para llegar a lugares donde no suele llegar teatro, pintura, cine, etc., Es así que, por ejemplo, se ha logrado sensibilizar respecto al “acceso al arte”, quebrando algunas veces la centralización de las actividades y generando espacios para que el arte circule en todos los barrios. Esta llegada a vecinos y vecinas ha generado, por ejemplo, que estos actores reconozcan por ejemplo, a los espacios culturales como un espacio de seguridad, un lugar de aprendizajes.
El correlato, desde luego, debería traducirse en políticas públicas, pero éstas suelen reducirse a la fotografía de una acción aislada y no así a un proceso de acciones que tiene un horizonte estratégico de gestión cultural. Un intento de ello resulta ser el Plan Estratégico de las Culturas y las Artes del municipio de Cercado, plan quinquenal que sin embargo no estable un presupuesto específico para las culturas. Por ende, si bien ya es una buena noticia la existencia de voluntad política, si bien es cierto que de alguna manera, la cuestión de las culturas aparece de cuando en cuando en la agenda política y mediática, nada de eso garantiza que podamos convencer a los encargados del presupuesto a que destinen un porcentaje a culturas.
De hecho, uno de los argumentos esgrimidos por el gobierno de Añez para cerrar el ministerio de culturas fue que se trata de un gasto absurdo. No se cuestiona jamás la inversión al ministerio de defensa ni se consulta jamás si esa inversión conviene o no conviene al desarrollo del país. Eso está fuera de cuestión.
Pero para la inversión de culturas tenemos que armarnos de los mejores argumentos, buscar cifras, generar movilización.
La inversión en culturas generará un movimiento económico importante. Sólo pensar en los 4.4 millones de bolivianos que genera la festividad de San Roque nos permite pensar, ¿cómo invertimos mejor en esa actividad tradicional, que destaca la identidad tarijeña, para duplicar ese movimiento económico? y aprovechar que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad. ¿Qué hay de Chaguaya? ¿Carnavales? ¿La Pascua Florida?
Tener una inversión asegurada en culturas permite colocar una serie de recursos como contraparte para la cooperación internacional.
Y el efecto multiplicador de actividades no tradicionales, la vida y oferta cultural en sí misma en un municipio que pretende apostar mucho en el turismo.
Esos son algunos de los argumentos, seguimos craneando por encontrar más.
