Correr, detenerse, saltar, decir su nombre en voz alta, mirarse a los ojos, correr, caminar, imitar sonidos y movimientos de animales, jugar… Todo un proceso para que las niños y niños que participaron del taller de iniciación teatral se reencuentren con sus cuerpos expresivos, que dicen, que se comunican, que se vinculan.
Jugando, jugando me encuentro con los animales en grupo, en manada, un poco en comunidad, identificamos sus recorridos, sus trayectorias, enlazamos una pequeña historia. La historia se improvisa, se dialoga, se hace haciendo.
Después de casi una semana de taller, dos horas cada día, se hace una presentación de cierre en plena plaza Independencia, la principal de Tupiza. Diversas personas de las familias de esos niños y niñas e agrupan, ayudan a pintar los rostros, les ayudan con la compostura de la ropa. No saben lo que presentarán.
Entonces se enteran que no es una “obra”, ni el cierre del taller, sino parte del proceso, una especial de “aula abierta”. Saltan al especio los patos y las ovejas, recorren, se expresan, se miran, comunican. Las sonrisas son la mejor manera de decir, de escuchar, de mirar, de expresar. Las sonrisas abundan.
Las niñas y los niños se toman de las manos, agradecen a la gente que les acompaña, se abrazan. Un pequeño hito en su vida, una anécdota en el tiempo, pero una huellita que puede ser significativa en su manera de convivir con sus cuerpos autónomos y expresivos, comunicantes y comunitarios, de cuidado corresponsable.
Así lo vi, acompañando el taller que desarrolló Mayra Paz de la Compañía Tabla Roja Teatro de El Alto/La Paz en la Casa del Loco de Tupiza. Todo, parte del trabajo de la Red de la Diversidad y el Tejido de Cultura Viva Comunitaria en el fortalecimiento de la estrategia de territorialización que generamos en diferentes localidades del país. Este taller junto con otras actividades son parte de ese trabajo de acompañamiento que realizamos en red de reciprocidades.
