CUENTOS DE Y PARA TUPIZA PARTE I Por: Jazmin Quisbert Illanes – Taller de introducción a la Narración Oral

“Los cuentos no son solo para dormir a los niños
tambien lo son para despertar a los adultos”

Quizá muchos no recordemos la última vez que alguien nos leyó o narro un cuento. La aceleración con la que reproducimos nuestra vida, con la que utilizamos y desechamos cosas, en el que las verduras ya vienen peladas y cortadas, las imágenes están hechas y creadas, todo está empaquetado y listo para su uso y hay de todo para todos. El sentarse para la escucha y la capacidad de sorprenderse, de poner discusión de nuestro propio mundo, de querer crear otro se ha perdido en la plastificación de nuestras relaciones no solo con nuestros pares, sino con nuestro entorno.

Bruner decía que narrar renueva la vida social porque permite el continuo “mercado de significados” la creación de las imágenes que se forman en nuestros pensamientos mientras alguien nos cuenta algo.

Por el otro lado están también quienes narran, ese ejercicio escénico de compartir experiencias en tiempo y espacio presentes con uno o más espectadores, el que ejerce la narración oral, narra un discurso acoplado a su propia existencia. Entonces la narración, por más ficcionada que pueda ser creada, nos recoloca en nuestro territorio y nos llama a conectarnos con él.

Del martes 7 al 12 de Junio la Red de la Diversidad visito Tupiza, para, conjunto a “La Casa del Loco” generar espacios de encuentro desde diferentes expresiones artísticas, una de ellas fue la narración oral para reconectar con el territorio.

El cuento que compartimos es creación de Emily Rueda, joven tupizeña que participo del taller de Introducción de la Narración Oral  

                                

AQUELLA VEZ QUE EL DIABLO SE ENAMORO

Érase una vez, hace muchos años cuando ya había sido creado nuestro pueblito encantado Tupiza, donde nace la valentía del poncho rojo, donde nacen las mujeres hermosas y encantadoras. Tierra majestuosa creada por nuestros antepasados habitada por personas aguerridas.

Pero aunque no lo crean los habitantes tenían muchos problemas. Una tarde se encontraba Marcelina una jovenzuela morena, con ojos redondos y negros como la uva, su cabello largo y crespo que parecían las ondas del río de Tupiza tan hermosa y deslumbrante mujer que las mismas flores envidiaban su belleza

Marcelina solía encontrarse todas las tardes a orilla de los maizales con Severino, un joven risueño con ojos profundos una sonrisa encantadora, él había conquistado el corazón de Marcelina con coplas y melodías de la anata. Esa tarde Severino había llegado tarde a dicha cita por el trabajo extenso que se da en los sembradíos. Es entonces que de pronto se escucha una voz a lo lejos y con eco: Marcelina…Marcelina… repetía la voz constante la joven asustada y curiosa daba vuelta y vuelta para ver quien la llamaba tanto! De repente se presentó una figura de hombre apuesto, alto, con poncho y sombrero orejón, montado a caballo color azabache.

Era el mismísimo diablo que se había enamorado de tan bella mujer. Marcelina empezó a correr río abajo sorprendida por aquella aparición.

Ya resguardada y asustada empezó a relatar lo sucedido a su familia mientras ellos la escuchaban atentos sonó la puerta…toc toc toc sonó la puerta,

– Quien es- grito don Jacinto padre de Marcelina, una voz gruesa se interpuso y dijo.

-Yo! Juan del diablo vengo a pedir la mano de Marcelina.

Se abre la puerta y entra Juan con un bulto en la espalda.

Don Jacinto: ¿Juan del diablo? Pero que se ha creído este sonso lokalla; venir a pretender a mi hija! Mientras tanto Doña María madre de Marcelina roja como el tomate agarró la escoba y a empujones empezó a sacar de la casa a Juan, cuando de repente en un forcejeo se regó en el suelo todo el oro que traía Juan. Juan: les imploro que me regalen un poco de su tiempo no se arrepentirán con una sonrisa picaresca sacándose el sombrero y haciendo una venía a los padres, mujer, mujer, María! Vez lo que estoy viendo, acaso es oro gritaba Don Jacinto, – oh que va ser pues! Este joven aparte presumido es mentiroso! Cuento del tío nos quiere hacer. Marcelina en una esquina observando todo lo que pasaba deducía lo que se veía venir, sus padres añoraban desde hace ya mucho tiempo encontrar un matrimonio ventajoso, pero Marcelina se negaba a cada propuesta, su corazón ya le pertenecía a Severino, su amado Severino, se escuchaban susurros y de repente:-Hija no te asustes muchacha, puedes creer que este Juan no era tan farsante como creíamos, el oro que trae es de verdad y nos a dicho que todo ese oro será de nosotros si tan solo le damos tu mano, puedes creerlo! Marcelina: A mí que el oro de ese tal juan, no sabemos nada de él como pretendes dar mi mano a un desconocido; mamita escúchame por favor, soy tu hija,-Wawitay estas cayendo en demencia acaso no ves hija que es demasiado oro ya me imagino la cara de los tupizeños, de la vecina rutila, cambiaremos de posición esa vieja sonsa ya no me presumirá sus polleras. -Marcelina: Aunque llene todo Tupiza de oro no me casaré jamás con Juan. Marcelina en un descuido de su mamá, sin pensarlo dos veces salió por la puerta de atrás, escapó, corrió y corrió hasta no poder más, por el sendero se veía venir a Severino, que ya había divisado a Marcelina -Por qué lloras mi moza chicheña? le preguntó Severino. Ella le contó todo, lo que pretendían hacer  sus padres y es ahí que ambos decidieron escapar. Pero esto era una humillación para Juan diablo, quien prometió vengarse por tal deshonra aquella. Ambos huían entre lazados por el amor que les unía, pasaron ríos, maizales, quebradas hasta que les pilló la noche y juntos decidieron darse un descanso Marcelina aún acongojada no podía cerrar un ojo por el temor, la angustia que vivía esa noche fue tan larga el cielo se tiño de negro solo la luna acompañaba a la tierra chicheña, los habitantes veían llegar una tormenta, se escuchaban truenos, los niños empezaban a llorar, ¡Claro no era una noche cualquiera! Los tupizeños se refugiaban bajo los sauces, aquellos cobraban vida, abrazaban a los lugareños, se venía el destino final de aquellos dos corazones, que tenían un solo palpitar. De repente, los encontró! Era Juan del diablo en su caballo todo enfurecido sorprendió a aquellos dos almas enamoradas, ella resguardada en el pecho de Severino, vio como las patas del caballo traspasaron aquellos dos corazones, ambos murieron en el lecho, de repente llegó la riada y la sangre derramada tiñó el río de rojo púrpura, he ahí por qué la tierra roja, los cerros rojos de

Tupiza. Ambas almas se encuentran una vez al año el forma de la tierra forjada con los sembradíos y ella en la forma del clavel más hermoso que puede existir en la tierra Chicheña.

Compartimos con ustedes un pequeño fragmento audiovisual del taller: Introducción a la Narración Oral realizado en Tupiza: