CRONICA DE UNA MUERTE EN TARIJA. TEATRO PARA EL BUEN VIVIR Y JËSAETE TEATRO. Por Ramiro Mendoza Quisbert.

No me había dado cuenta de manera tan consiente sobre el sufrimiento que la urbanidad somatiza en los cuerpos. Nuestra piel hecha cemento. El ruido que no deja escuchar nuestro latido. La violencia que nos atraviesa cuerpo a cuerpo.  Tenemos tanto que decir, y a la vez no lo decimos. Somos gritos que reverberan hacia adentro carcomiendo la frágil cascara de nuestro ser.

Estoy de vuelta en la ciudad de La Paz, donde no hay paz, la paz la encontré en Tarija.

¿Qué puedo escribir de esta experiencia?  ¿Cómo despedirme si no creo en las despedidas? ¿Cómo mantener esa paz en esta ciudad que me asfixia?

Pienso, respiro, escribo, borro, escribo, escucho sin aire, como mensaje del universo, una cueca chapaca suena en la radio de la sala. Yo en la habitación. La puerta abierta me deja respirar Tarija.  ¿Dónde te fuiste? ¿Quién soy ahora después del viaje?

La radio dice: “No lloren mi despedida les pido a todos resignación”

No sé. Creo que fui a morir. No fui por un proyecto cultural, fui a respirar lo poco que queda de teatro. Mi muerte fue perfecta, la más armónica de todas, una muerte colectiva de quienes aparentábamos, para ser quienes queremos ser. Un renacer en las aguas de Coimata, y un encuentro con los seres de la montaña en Lazareto.

Tarija también me presentó a los chunchos, ¿Por qué tenía que llegar para esa fiesta? Los chunchos somos muchos de nosotros, los enfermos, los otros, los que no tienen voz y deben cargar un instrumento para decir: “me duele”. Pasos cansados peregrinando en la ciudad, tapados, ocultos de su verdadero ser, como las máscaras sociales que nos ponemos, coloridas por fuera, pero podridos por dentro; y solo cuando la música silencia el dolor, el cuerpo está listo para morir bailando. Los chunchos son para mí la metáfora del individuo enfermo en medio de esta porquería de sociedad.

Ese cuerpo putrefacto, ese hedor, esa voz, esa incontinencia llegó a las sesiones de teatro. No creo que hicimos una obra, hicimos una cagada, un manifiesto de nuestra generación, una oda a la desesperanza. Un grito de rebeldía hecho absurdo. ESTAMOS CANSADOS. Cansados de esta sociedad que nos impone roles y formas de ser, cansados de que nos digan quienes quieren que seamos, cansados de lo conservador y retrógrada de la gente, cansados de lo estúpido y lo incapaz de los políticos, de los dizque intelectuales, de los amoríos sin retorno, de los malos padres, de la falsa autoridad, de los cerdos en la calle, del desempleo, de la falta de áreas verdes, de la burocracia, del sistema… Ufff… ¿de qué no estamos cansados?

Tal vez de hacer arte, de crear, de eso no podemos cansarnos. Tengo sed. Quizás por eso en todas mis obras existe el agua como deseo inquietante. Soy un marinero en el altiplano. Los aires me dicen no te rindas. No es tiempo de desembarcar. ¿Decidiste estar vivo? ¿Es por algo no? Sísifo no estaba equivocado, Camus ya lo dijo, sólo cuando vemos caer aquella piedra que cargamos, entendemos el sentido de la vida, en ese segundo de vacío, absurdo, sin sentido, donde el aire sopla más fuerte en la punta de la colina, donde tal vez me encuentro, pero ya no quiero volver a la piedra, salto al abismo, y mientras caigo, no le encuentro más sentido que seguir muriendo, la caída se convierte interminable, ese devenir constante donde mi infinitud se vuelve infinita. 

No puedo más que agradecer a Jësaete Teatro, y a todos los participantes que le dieron vida a este proyecto de Teatro para El Buen Vivir, este Ser con el cual me dejo guiar y me enseña tanto. Gracias a aquellos resucitadores del teatro en Tarija, quienes dan su aliento de vida para que otros puedan encontrarse con las artes. Me encontré con guerreros, sabios, magas, hijas de la luna, seres andróginos, abogados y universitarios en camino de conocerse, pero todos artistas. Todos unos chúcaros, unos ariscos, Jësaete es eso, un encuentro de los cuerpos migrantes en putrefacción, ajenos de la sociedad, que solo se pertenecen a sí mismos como raros, como teatreros.

Gracias Tarija, Gracias Jësaete Teatro. Gracias Cultura Viva Comunitaria Tarija. Gracias Yembatirenda. Gracias.

La radio suena nuevamente, ahora en morenada: “Dejar de querer. Tratar de olvidarte, no había sido tan fácil”